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sábado, 31 de diciembre de 2011

Obligados a divertirse. (En Hoy por Hoy León, 30 de diciembre de 2011)

Cuando me llamó Pepe Muñiz esta Nochebuena para desearme Feliz Navidad, todavía no habíamos empezado a tomar el aperitivo, por eso le atendí. Él ya había cenado y me decía que en ese momento se encontraba escribiendo, que tenía una botella de champán a enfriar, pero que no tenía nada claro que la fuese a abrir. Les aseguro que en ese momento le envidié profundamente, porque la cena familiar en la que yo tenía que participar estaba empezando a vestirse de cena familiar con todas las consecuencias.

Ya sé que es el tópico de todas las cenas familiares, pero es que uno no se lo cree del todo hasta que le toca una de estas cenas locas en la que de repente te encuentras hablando con los suegros de tu hermana, que están sentados frente a ti mirándolo todo con unos ojos de asombro que te bloquean cualquier conversación. Mientras tanto, el personal anda a sus cosas, atendiendo a los niños, terminando el asado, cuidando de la abuela que se ha puesto enferma para no ver lo que está pasando. El uno que se engancha al ipad para enviar, contestar, reenviar los correos electrónicos, los mensajes, las felicitaciones que le van escribiendo en el muro del Facebook;  la otra sin parar de hablar por teléfono, enganchando una llamada con otra. Y nosotros, en medio de aquel marasmo, sin saber bien por qué camino tirar, si levantarnos también y hacer como que el aperitivo había que tomarlo de pie o buscar una conversación en la que pudiéramos coincidir con aquella buena gente. Hubo varios intentos. Se notaba que la incomodidad era mutua, aunque en realidad, como todos somos educados y conscientes de la situación y nos apreciamos unos a otros, la cosa no llegó a drama. Me imaginé cientos de mesas como aquella, con la tensión haciendo surf por la salsa vinagreta. Pensé en situaciones peores, situaciones en las que esa tensión se rompiera y se abriesen claramente las hostilidades, quizá con algún cuñado empuñando la pata del faisán a modo de machete.

Optamos por comer rápido. Fue lo más sensato. Un postre, unos dulces navideños, cuatro villancicos y cada uno para su cama que la abuela está enferma. Lo malo es que los niños se quejaban de lo poco que había durado la fiesta, pero se les pudo convencer muy rápido, porque así se levantarían más temprano al día siguiente y tendrían más tiempo para jugar con los juguetes que les había traído Papa Noël. Alguna ventaja tenía que tener ese asunto. Me quedé pensando sobre el manido tema de tener que divertirse por obligación, algo que siempre ha sostenido Pepe Muñiz, hombre de costumbres donde los haya, que es una aberración contra natura. Tiene razón el sabio de Pepe, porque verte obligado a la diversión te conduce a situaciones esperpénticas en las que ni tú, ni los que están contigo saben bien qué es más conveniente hacer. Y nos queda por delante la Nochevieja. Yo ya lo tengo claro. Entre la experiencia de la Nochebuena y lo malo que estoy, porque como habrán notado, encima la abuela me contagió la gripe, este sábado me quedo en casa y no voy a ninguna parte. Eso sí, respeto mucho a quienes se sientan obligados a divertirse. Que salgan y se lo pasen muy bien. Sólo una cosa, procuren no exagerar en la bebida y en la comida y conduzcan con cuidado si es que van a coger el coche, que les deseo cualquier cosa menos que empiecen el año en urgencias. A pesar de todo, pásenlo bien y feliz 2012.

viernes, 23 de diciembre de 2011

Arroparse el frío. (En Hoy por Hoy León, 23 de diciembre de 2011)

Aquello de vuelve a casa, vuelve por Navidad es un tópico entrañable, como todos los que tienen que ver con estas fiestas. Un amigo que se ha venido de Barcelona y ha vuelto a casa como los turrones, me decía ayer que le encantan los días fríos de León, que los echaba de menos en su bienestar catalán. Me decía que, desde luego en el verano, echaba de menos esa sensación tan agradable de tener que dormir con algo por encima, pero que sobre todo le gustan estos días de frío y niebla del invierno. Lo decía con nostalgia, mientras caminábamos por la Plaza de San Marcelo arropados de niebla, enganchados al frío. No era muy tarde todavía y se veían llegar grupos de personas dispuestos a celebrar la tópica cena de Navidad. Caminaban a prisa, envueltos en confortables abrigos, escondidos bajo bufandas y gorros, como queriendo engañar el desmelene posterior en algún garito del Húmedo. Ya no sé si hicimos algún comentario, pero estuvimos un rato por la Plaza, viéndolos llegar, asomándonos al Belén, contemplando a los corderos que se echaban junto a las ovejas, puede que buscando su calor, puede que simplemente un sorbo más de leche.

Caminar entre el frío, dejarse llevar por la niebla, abandonarse a las piedras de la Calle Ancha en esa subida hacia la Catedral que no cuesta subir. Todo eso era nostalgia del confort del hogar en la memoria de mi amigo, un amigo que se viene porque está enfermo y, aunque se está recuperando, necesita el empujón emocional de los suyos, la fuerza de la abuela, la solidez de los padres, la solidaridad de los hermanos, la complicidad de los amigos. Necesita eso más que todas las cosas para curarse y vuelve, por eso vuelve, y se pierde como un vagabundo en la niebla, aunque deje en Barcelona tantas cosas que le ha ido poniendo la vida por delante.

Se habló de la escasa posibilidad de lanzamiento de nuevas ideas entre las empresas leonesas, porque él, en la mochila de su estancia fuera del ombligo leonés del Reino, había puesto ideas innovadoras. Traía empuje, a pesar de su enfermedad, para ir contándoles a las pymes leonesas la importancia de hacer una filosofía de marca, que eso no es algo sólo del interés de grandes corporaciones, sino que es algo que debe hacer todo aquel que quiera vender un producto y consolidar su imagen. Me encanta hablar con personas que siempre miran al futuro con esperanza, pero yo le dije que no veía muy claro que, con los tiempos que corren, su idea pudiera tener éxito en lo que queda del empresariado leonés. Me encantaría equivocarme y lo pondré en la urna de los deseos para mañana por la noche, porque aunque hay opiniones al respecto, hay noches que son mágicas sólo por la voluntad que ponemos tantos hombres en hacer que así sean. Ese es el click que lleva al éxito a las empresas, la capacidad para poner a funcionar en una dirección la voluntad de muchos.

Tenía apuntado criticar hoy a quienes robaron al niño en el Belén del Ayuntamiento, a quienes mutilaron la mano de San José, pero me gusta más esta estampa navideña de mi amigo subiendo por la calle Ancha entre la niebla, recuperando las viejas sensaciones de estar en casa e inventando modos de poner en marcha sus ideas. Que tengamos todos una entrañablemente feliz Navidad.

viernes, 16 de diciembre de 2011

Carta de ajustes, (En Hoy por Hoy León, 16 de diciembre de 2011)

Estamos en los días de los deseos navideños; esta semana que entra, en la que tenemos el sorteo de la lotería a vuelta de jueves y a la vista de cómo anda el asunto de la monarquía, me veo más en la línea Santa Claus o Papa Noël, que nunca me aclaro del todo. La verdad es que la tradición del reno y el elfo se me escapan, puede que por falta de infancia y eso que veo en mil sitios al hombre gordo del saco a la espalda. Esta mañana estaba el hombrecillo del traje rojo sentado en la pantalla del ordenador en una oficina de Caja España, me imagino que no estaría en la lista de los que esperan que les reciba el Presidente.

Y, como todos los años y a pesar de la crisis, tenemos la agenda repleta de cenas navideñas, que si la del trabajo, la del gimnasio, la del mus, la cena del partido, la de los padres del equipo de fútbol de los niños,… En fin, que no nos da el hígado para gestionar tanta grasa. A la vez que nuestra conciencia navideña nos incita a ponernos las botas como si no cenáramos el resto del año, como si no hubiera nada más importante en el mundo que la cena, que parece que te quedas sin cena y no eres nadie, esa misma idea de la Navidad nos hace sentirnos más cerca de los que no siempre cenan y, en estas fechas, se suceden los llamamientos a la operación kilo, algo que no deja de hacerse bajo la perversa sombra de la caridad y no a la luz de la justicia, pero que, por lo menos, alivia la difícil situación en la que viven hoy miles de personas. Algunas iniciativas han unido la operación zapato a la idea de la operación kilo, y les ha salido el Zapakilo, que no es lo que parece y que consiste en recoger dinero para poder comprar zapatos a niños que no los tienen. Vemos los carteles del Kilo, el Zapakilo, el de “Ni un niño sin juguete”, mientras cavilamos qué vamos a hacer para estar en todos los saraos navideños, programamos la salida de fin de año o pensamos los regalos de Reyes, sabiendo que en eso gastaremos bastante más que en las cuatro bolsas de macarrones que compraremos para satisfacer nuestra bendita conciencia. Por no hablar de lo que nos costará volver a recuperar el peso cuando pasen las fiestas y tengamos que poner en marcha nuestra “operación anti-kilo” particular.

Me decía ayer un lotero de Trobajo que, en contra de lo que se dice, este año se ha vendido menos lotería, que la gente no compra el décimo, sino la participación, que no hay dinero ya ni para soñar. No sabría qué decirles, aunque seguro que con lo que se juega en la lotería se arreglaban muchas cosas que andan por ahí sin presupuesto. Sé que es demagogia y puede que barata, pero es lo que pienso, porque esta política, que eufemísticamente se llama de ajustes, no lleva la dirección correcta. Pediré a Papá Noël en algún facebook oficial, que los hay a manta, una carta de ajustes que no recorte posibilidades, sino que elimine incompetencias, gastos duplicados y gestiones irresponsables, que recortar no es gobernar mejor, si bien es cierto, que el buen gobierno termina costando menos.

Un ejemplo: les animo a disfrutar mañana del sábado castañero en Riello. Una caminata para colocar el Belén de Cumbres, mercado artesanal, exposición de ramos leoneses, concierto de Navidad en la iglesia y, en la Plaza, reparto de castañas y vino caliente, para terminar con un baile con acordeón en el salón del pueblo.

viernes, 9 de diciembre de 2011

Una de turistas. (En Hoy por Hoy León, 9 de diciembre de 2011)


Como la semana ha sido un fin de semana continuo -que empezábamos un lunes que se hacía viernes por la tarde para llegar a un martes medio domingo, y luego un miércoles que sabía de nuevo a viernes y otro domingo ayer jueves, este ya con misa y todo y la tradicional visita al convento de Las Concepcionistas por parte del Ayuntamiento-, con tanta fiesta y tantos días medio laborales, he podido trabajar, hacer algo de deporte, viajar, hasta tomar unos vinos por el Húmedo y terminar la tarde de ayer con una charla acogedora en un local con vistas al Palacio del Conde Luna. Me imaginno que, un poco como todos, con esa sensación de tener tiempo para todo e ir dejando pasar los días uno tras otro sin terminar de resolver gran cosa. Una semana inútil, decían algunos. Deberíamos colocar todas las fiestas en viernes o en lunes, insistían los más firmes defensores de la racionalidad. Posiblemente tendrán razón, puede que sea lo racional organizar el tiempo en función de ciclos productivos, agrupar las fiestas para que no se rompa el ritmo en las empresas. Sólo defendían los puentes los hosteleros.

El sector del turismo, y en general del ocio, sabe que este puente saca a la gente de sus casas. No es sólo que nos planteamos viajes que en un fin de semana normal no nos plantearíamos, es que se nos pone el cuerpo de jota y salimos a la calle, porque queremos escapar del rutinario día a día y, aunque no nos hayan puesto luces, sabemos que ya está en el aire el regusto de las fiestas. Ya ven, hasta la corporación municipal canta villancicos con las monjas de clausura.

Había ayer poco turista por el húmedo. No eran los números de otros años. Está claro que, al venir el puente tan deshilachado, las cifras no han sido tan redondas como en otras campañas y algo también se habrá tenido que notar la tan nombrada crisis y hasta la falta de nieve, que ha producido un pequeño desastre en la industria turística de la montaña, puede ser también causa de lo poco agobiado que se veía el centro de León ayer por la mañana. Me gusta sentirme turista en la ciudad en la que vivo. Cuando miras León con ojos de turista, te das cuenta de todo lo que tiene. Ayer, con ese sol de diciembre que regalaba una mañana de fiesta, la Plaza Mayor era acogedora y hermosa. Las calles del Húmedo, los olores que se escapaban de los bares, de los restaurantes, prometían deliciosos momentos alrededor de un mantel. Y me gustó el ambiente cordial, el trato acogedor con los extraños, la perfecta profesionalidad con la que nos trataron en todos los sitios. ¿Será que por fin nos vamos dando cuenta de que en esta ciudad el turismo es un factor económico determinante? ¿Sería casualidad? Tal vez la cosa funcionó por la escasez de clientes. Sería terrible que sólo lo hiciéreamos bien cuando no vienen a vernos. Pero no. Algo debe estar cambiando.

Les dije al principio que también yo he viajado este puente. No les voy a decir a dónde he ido, pero sepan que en ningún restaurante nos ofrecieron de entrada la carta, que en una de las comidas tuvimos que esperar demasiado por culpa de un mal servicio y que, al salir de un mesón después de picar algo para cenar, nos sentimos escandalosamente estafados.  Pero estemos tranquilos, porque eso son cosas que en León no pasan.

martes, 6 de diciembre de 2011

Hay veces que la Navidad no luce. (En Hoy por Hoy León, 2 de diciembre de 2011)

       Es verdad que hay veces que la Navidad no luce. Me sale fácil el juego de palabras a propósito del anuncio de la concejala en lo que se refiere a la iluminación navideña, pero no me resisto, porque está claro que esta Navidad que nos viene va a ser poco lucida. Ya saben, a desempolvar las bombillas, a reparar estrellas navideñas, a maquillar la penuria sacando los espumillones por la ventana. Hay veces que la Navidad no luce.

         Lo avisan las asociaciones de comerciantes, que hablan de una campaña de ventas inusual en la que ya algunos han tenido que bajar los precios a la vista de la caída del consumo. Estas en las que estamos volverán a ser las semanas de mayores ventas del año, pero los consumidores frenaremos el impulso consumista, los que ya están sufriendo la dureza de la crisis, porque no tienen y los que todavía creen que la crisis no les afecta, porque les da miedo gastar lo que tienen. Y como el impulso de la sociedad de consumo es el gasto, la ecuación es bien sencilla, se para el motor y la rueda no avanza. Lo explicaba en términos un poco carniceros el presidente de la Asociación Leonesa de Edificación y Obra Pública, quien decía el martes en Hoy por Hoy León que el dinero es la sangre de sus empresas y que el problema es que la sangre no circula por causa de la crisis, que para que haya nuevos proyectos o nuevos compradores el sistema financiero debería inyectarles sangre en las venas. El símil es feroz y algunos de los hipotecados hijos de Eva sentirán en sus carnes la herida abierta que supone comprobar que aquel tesoro que habían conseguido con tanto esfuerzo, su piso, su casa, su apartamento, ahora vale como poco un 25 % menos de lo que todavía hoy están pagando. El panorama desolador que se dibuja al lado es el de 5.000 viviendas esperando comprador y el despido de unos 6.000 trabajadores, según los datos que se manejaban en la entrevista del martes. ¿Cómo vamos a tener unas Navidades luminosas con semejante estado de la cuestión?

Si no compramos, la sangre no circula y como la sangre no circula, no tenemos con qué comprar. Es lo que se dice un perfecto círculo vicioso. Lo que no se nos cuenta es el camino que hemos andado hasta llegar aquí. No sé si acuerdan de un cómic de Asterix en el que un perverso enviado del César envenenaba a los irreductibles galos con el negocio de la compra-venta de menhires. Algo así nos ha pasado, así es que Sic Transit Gloria Mundi. Hubo un tiempo en el que todo era fortuna del que hoy sólo quedan estructuras de edificios a medio terminar y casas deshabitadas.

Pero siempre nos quedará Ordoño, una calle que cada poco necesita ser levantada y readoquinada, un gusto ver que el Servicio de Obras sigue en marcha, aunque el Ayuntamiento tenga la sangre congelada.

domingo, 27 de noviembre de 2011

Ojos que puedan ver. (En Hoy por Hoy León, 25 de noviembre de 2011)

Para celebrar el Día Internacional de la Lucha contra la Violencia de Género se charlará hoy en un centro de la capital sobre la película de Icíar Bollaín “Te Doy mis Ojos”. La actividad en sí misma no va más allá de ser un sencillo acto que no pretende más que subrayar la fecha y hacer notar que el drama de la violencia de género es una herida que sigue abierta, una herida por la que sangran cada día nuevas víctimas, una herida que nos deja titulares como el de ayer en Salamanca, según el cual un hombre de 66 años la emprendió a hachazos con su compañera de 68 por una aparente cuestión de celos.

Nos parece que sucesos como ese son impensables en nuestra vida normal, que eso es algo que nunca nos va a pasar a nosotros, que estamos muy lejos de dejarnos llevar por semejante descontrol. No es cierto. Fíjense qué perlas he recogido de una página de internet que se llama “forocoches” en donde se comenta la noticia: El turutu dice, "Algo habría hecho. Si hubiera sido a la inversa no habría salido la noticia” y Rober, de Segovia, sentencia, “Algo habría hecho. Si no hubiera salido de la cocina estas cosas no pasaban”. Esos “algo habría hecho” son dos hachazos más en el malherido cuerpo de esta y de todas las víctimas. Todo lo que alguien pudiera decir después de eso no debería ser escuchado por nadie.

Pero vuelvo a la cuestión de “Te doy mis ojos”. Admiro a Icíar Bollaín desde que la vi en la película “El Sur”, aunque en aquella ocasión la historia la contaban los ojos de Víctor Erice. He sido admirador de su talento como actriz y como directora y he admirado también siempre su compromiso. Talento y compromiso hay a raudales en esa cinta que, como digo, se va a comentar hoy en un centro de nuestra ciudad para conmemorar la fecha. Cuando comentábamos ayer este evento, decía una mujer que a ella le era imposible ver esa película. Nadie le preguntó por qué. El modo en el que lo dijo hacía innecesarias todas las explicaciones.

Es terrorífico saber que a nuestro lado hay mujeres que están siendo maltratadas, que aguantan en silencio toda clase de desprecios, abusos, pequeñas vejaciones. Mujeres que soportan día tras día la eterna cantinela del “voy a cambiar”, el chantaje permanente que acompaña a ese  “yo te quiero, pero no sé qué es lo que me pasa”. Hoy nos hablarán mucho de todo esto, es el día y los medios de comunicación guardarán siempre un espacio por pequeño que sea para recordarlo. Nosotros lo escucharemos, oiremos las cifras, las heladoras estadísticas nos entrarán por un oído y nos saldrán por el otro. Puede que hasta lo comentemos con hastío. En medio de esta crisis agotadora, nos encontraremos otro día con la prima de riesgo, con la calificación de las agencias, con el problema de los bonos, con las previsiones de crecimiento y esos números nos parecerán más gruesos. En escasos segundos nuestra atención volverá a los problemas que acaparan las miradas de todos los ojos. No obstante me parece que vale la pena saber que hay otros ojos con los que mirar, que siempre hay otra mirada, que en medio de todas esas cosas importantes, vale la pena dedicar unos segundos en el año a ponernos en la piel de esa mujer que sufre el maltrato bajo el manto iluso que le hace creer que él no es un ogro, que algún día cambiará, que pronto los malos tiempos serán cosa del pasado.

domingo, 20 de noviembre de 2011

El domingo, matanza. (En Hoy por Hoy León, 18 de noviembre de 2011)

Dicen mis análisis que tengo el colesterol por encima de lo deseable. No es cosa de alarmarse todavía, según mi médico, pero sí algo que conviene ir vigilando. Le haremos caso, qué remedio, pero no sé si el asunto nos llevará a buen puerto, porque está claro que cuando uno se pone a vigilar, descubre cosas. Lo había oído decir como un cliché que se repite sin pensar, aquello de que, si vas al médico, algo te encuentra. Ahí está la prueba, si no es el colesterol, son los triglicéridos o la tiroxina, la bilirrubina o alguna otra puñeta, que raros son los que se hacen un análisis y lo tienen todo perfecto. Claro, que, normalmente, cuando uno va al médico es porque no se encuentra bien. Eso mismo pasa en el Ayuntamiento de León, que no se encuentra bien y ha decidido hacerse una RPT (Relación de Puestos de Trabajo, dicen) y se ha puesto a vigilar lo que trabaja el personal y le ha pasado lo que a mí con los análisis, que el que busca, encuentra.

Me gustaría saber si el nivel de irregularidades que se ha ido encontrando entre los trabajadores del Ayuntamiento alcanza límites patológicos o si es algo como lo mío, algo para ir vigilándolo sin alarmarse, sin necesidad de tomar pastillas de ninguna clase, todavía. Así leído, el titular de ayer en el periódico -“El Consistorio detectó a 97 empleados ausentes de su puesto en cuatro meses”-  asusta un poco. Nos pasa siempre cuando abrimos el sobre al recogerlo en el Laboratorio y comparamos con las tablas de valores normales. Luego, cuando se ven todos los datos en conjunto y son interpretados por el médico, se da cuenta uno de que la cosa no es tan seria. No es que 97 trabajadores se hayan pirado durante cuatro meses, es que en esos cuatro meses se han detectado 97 ausencias. Otra cosa es que en el Mercado Nacional de Ganados algunos tengan por costumbre irse a casa unos minutos antes o que haya sus más y sus menos sobre la forma en la que se debe  disponer de la media hora para el café. 

No voy a ponerme a defender a los trabajadores del Ayuntamiento, ya saben que no creo excesivamente en las generalizaciones, y habría que hablar de cada caso, algo que nos resultaría totalmente imposible dado el volumen tan importante de empleados que tiene el Consistorio. Pero ellos sí, los dirigentes políticos sí que tienen la obligación de hacerlo, de manera que me parece bien que hagan un estudio de la carga de trabajo de cada puesto. Es como si el médico de cabecera les hubiera pedido una prueba más específica, una ecografía o un TAC, y ahí sí que van a salir datos que luego habrá que saber qué hacer con ellos, que una cosa es el diagnóstico y otra muy distinta el tratamiento. Me temo que, vista la deuda monstruosa que arrastra, el enfermo tendrá que pasar, lo queramos o no, por el quirófano.

El control nos obliga a tomar medidas. Ya sabemos que se han enviado cartas de aviso. Está bien. Suena a, “como sigas así, te vas a tener que poner a dieta”. Con eso no se baja el nivel de colesterol. Hay que salir a caminar, hay que controlar lo que se come, hay que tomar decisiones y ponerlas en práctica. Yo, por lo pronto -fíjense que inconsistencia- este fin de semana no me pierdo las Jornadas de la Matanza de Puebla de Lillo, un festín de morcilla, picadillo, costilla con patatas, manos, morro, oreja, lomo, justo lo que yo necesito para lo mío. Pero ustedes me dirán, ¿acaso hay mejor forma de afrontar la jornada de reflexión y las elecciones?

viernes, 11 de noviembre de 2011

Pintadas. (En Hoy por Hoy León, 11 de noviembre de 2011)

Debe ser que todavía no está a pleno rendimiento el plan del Ayuntamiento para la eliminación de pintadas o debe ser que, como hay mucho por limpiar, todavía no le ha llegado el turno a las paredes de los recorridos más habituales para mí. Hay una pared concreta que debe ser el lienzo perfecto, porque no hay ya un hueco en el que dejar ni una mancha de spray. Se trata de la pared de la Plaza de San Pelayo que guarda el solar de los Pincipia, una pared apuntalada que señala la paradójica situación de lo que podría ser centro de interés turístico y cultural y que hoy se esconde a las miradas curiosas bajo un manto de provisionalidad, con ese aspecto de obra abandonada que la crisis del ladrillo ha extendido por tantos lugares. Los grafiteros lo han sabido ver. Esa es una pared que no parece de nadie, de modo que han dejado allí sus firmas amontonadas unas sobre otras, empujándose como se empujan las letras mismas con las que las componen.

Esta moda urbana de la “crew”, no es en absoluto una moda nueva. Desde que existen, es decir, desde siempre, los adolescentes se han buscado a sí mismos enfrentándose al mundo adulto,  sobrepasando sus límites, sabiendo que el modo de crecer es no aceptar lo que les viene impuesto y para ello se encuentran en el grupo de iguales, en la pandilla, sabedores, en el fondo, de que esa unión circunstancial es pasajera, como una cuerda que se utiliza para alcanzar la madurez. Una cuerda que, después de usada, ya es inútil, pero, en tanto que está ahí, mancha las paredes.

La psicología del grafitero ofrece una interesante etiología. La mayoría se limita a poner su marca en la pared, dejar su firma. Las hay más o menos simbólicas. Algunas, recordemos el caso del famoso muelle, se convierten casi en una marca comercial. Se aprecia la rivalidad entre los que pintan en el modo de hacerse ver en una misma pared o en la audacia a la hora de elegir las paredes más peligrosas. No es lo mismo firmar en la tapia de un solar de un barrio alejado del centro que hacerlo, como han hecho recientemente algunos gamberros, en el lienzo de la muralla. Otros no firman, pero nos dejan alguna idea, un mensaje. Recojo dos que he leído recientemente. Uno dice: “¿Quién necesita razones?” Lo deja escrito en inglés en lo que podría interpretarse como una referencia a la película Trainspotting, un mensaje a favor del consumo de drogas o tal vez de la negativa a elegir un modelo de vida. La otra la he visto en Navatejera. “Te quiero, patosina” es el mensaje directo y optimista. Me gusta pensar que no se trata de una apuesta, sino de un desborde amoroso, una incontinencia; otro tipo de grafitis ya no son simplemente pintadas. Hay paredes que son verdaderas obras de arte, como algunas que se ven por el barrio de Armunia, en Doctor Fleming  junto a la Azucarera o en la Avenida de San Ignacio de Loyola. De hecho, las paredes que cierran las vías en el antiguo paso a nivel del Crucero se han cubierto enseguida de pintadas que subrayan la alegría de haber eliminado aquellas barreras.

Cuento hoy esto de las pintadas porque han aparecido hace una semana cientos de carteles, banderolas y vallas publicitarias con mensajes extraños hablando de rebelarse, de pelear por lo que quieres, de sumarse al cambio y, la verdad, no sé bien de qué me están hablando.

sábado, 29 de octubre de 2011

Quinientas veinte mil razones. (En Hoy por Hoy León, 28 de octubre de 2.011)

Se me ocurren quinientas veinte mil razones para no hablar del tema de la semana, porque parece que ya está dicho casi todo y porque parece que, en cada minuto, nuevos acontecimientos dejan obsoletas las informaciones de la última hora. Así es que, como me resulta imposible estar al día, permítanme la frivolidad de no hablar hoy del tema de la semana.

Más allá de las palabras gruesas de amigos y enemigos, más allá de las descalificaciones morales o de la sutil distinción entre deontología y legalidad, siento que hay vientos del pueblo que barren con su soplo todos los argumentos que se pudieran intentar para justificar lo injustificable. Ya sé que no siempre el clamor popular es sinónimo de verdad incontestable. Tenemos ejemplos en la historia de cómo las masas han sido manipuladas con una finalidad abyecta, guardamos en nuestra memoria ejemplos sobrados de juicios populares que acabaron con el honor de personas que resultaron inocentes. No siempre el consenso social responde a una verdad absoluta, si bien es cierto que, cuando al socaire de las críticas las personas criticadas hacen gestos que pretenden ser exculpatorios, no hacen otra cosa que poner de manifiesto su sobrevenido sentimiento de culpabilidad.

Si es legítimo, si no es inmoral, si le corresponde, ¿por qué anuncia ahora que renunciaría a su sueldo de diputado si fuese elegido? Algo huele a podrido en Dinamarca, que diría aquel príncipe. La mujer del César no sólo debe de ser honrada, sino que debe parecerlo. Y no vale tratar de acallar el murmullo del pueblo con gestos sobrevenidos. Es infantil pensar que algo así pudiera servir para restañar la hemorragia de comentarios, el río de tinta de las críticas. Pero el daño, permítanme la irreverencia, no están en los quinientos veinte mil. El daño está en la ligereza con la que se dispara la pólvora del Rey. Reconozco que es muy humano dejarse llevar por el siroco de las cifras, que cuando se está en puestos en los que los presupuestos tienen muchos ceros, se pierde la perspectiva del valor real de las cosas y uno puede llegar a pensar que realmente le corresponde lo que a nadie corresponde. Y el daño, decía, está no en que alguien se embolse una indemnización más o menos desmesurada, sino que gestionar lo de todos se convierta en apagar disputas, devolver favores, inventar privilegios, equilibrar influencias, sin sentir ni una décima de segundo el peso de la responsabilidad de estar decidiendo sobre los derechos de miles de personas. ¡Qué fácil es decidir indemnizaciones millonarias con el dinero de todos! Me gustaría saber si en algún consejo de administración los accionistas pondrían en la lista de prejubilaciones a los trabajadores en excedencia que no les estuvieran costando ni un duro a su empresa.

Y eso que yo no quería hablar del tema de la semana, porque me había comprometido con una Asociación de Vecinos para hablar del recorte en las subvenciones. Ya ven lo que les decía de los ceros: unos reciben dos mil setecientos euros y otros, bueno, dividan quinientos veinte mil entre dos mil setecientos, a ver cuánto les sale.

viernes, 21 de octubre de 2011

Arder. (En Hoy por Hoy León, 21 de octubre de 2011)

         Uno no sabe lo que es el fuego hasta que se ve a los pies de un incendio. Cuando en el verano nos llegan  las noticias de la devastación por las llamas de los montes gallegos o catalanes, a los que escuchamos la radio desde la confortable seguridad de la hamaca de la distancia nos suena a tragedia lejana y vemos en los telediarios las imágenes terroríficas de las llamaradas, las intrépidas maniobras de los aviones o el implacable despliegue de los helicópteros como un espectáculo, un espectáculo dantesco, sí, pero un espectáculo ajeno. Se me ocurre que, en general, y debe tratarse de algún mecanismo biológico de supervivencia, observamos las tragedias ajenas con la suficiente distancia como para no empatizar. Siempre vemos lo que le pasa a los otros desde la curiosidad. Por eso disminuimos la velocidad cuando pasamos al lado de un accidente en la carretera y giramos la cabeza un poco para tratar de ver algo por la ventanilla. Por eso, alrededor de una ambulancia que se detiene en la calle para atender a alguien, siempre se forma un corro de observadores. La tragedia de los otros parece que refuerza nuestra buena estrella, hasta que somos nosotros el punto de atención.
        
         El miércoles se veía con claridad desde León la columna de humo de un incendio que teñía las nubes de primera hora de la tarde del extraño color de la ceniza, adelantando la hora del atardecer. Luego el cielo se despejó rápidamente y los helicópteros extinguieron el incendio en un santiamén, pero tuvimos más cerca la tragedia y a mí me vinieron a la cabeza recuerdos de algún verano en Galicia, cortando acacias a toda velocidad para poder hacer un improvisado cortafuegos frente a la casa que había que proteger de la llegada del incendio, esperando las llamas, escuchando el ruido de fondo de su fragor, su implacable avance. Enfrentando el fuego con las escasas armas de que disponíamos, cuando finalmente se presentó. Hasta que llegaron las brigadas de extinción y lo apagaron. Y después, durante días, todavía había que enfriar el suelo, una tierra yerma que seguía ardiendo por dentro.

         He visto desaparecer bosques enteros entre las llamas y después cargar camiones de madera con sus restos; he visto montes calcinados que después se cubrieron de forraje muy bien aprovechado por los ganaderos de la zona; he visto arder fuegos que empezaban una y otra vez en focos diferentes. Oigo ayer en las noticias que el responsable de incendios de la Xunta de Galicia se había ido a Madrid a ver el fútbol en el peor momento de la batalla, oigo también a los sindicatos que critican aquí la política de recortes de la Junta en la campaña de incendios de esta temporada y la precaria situación en que se encuentra el operativo contra incendios. Me suena todo a demasiado conocido, salvo que hay que poner nombre y apellidos a la tragedia: Aitor Lastra, de veintisiete años, que perdió la vida luchando contra el incendio de Molinaferrera. Visto y oído. Junto a la muerte de Aitor, los contumaces hechos y las huecas palabras. Y también la irreparable degradación del monte, eso que nos arrebatan a todos quienes prenden la mecha cuando el fuego es intencionado, porque ahora quedará la tierra quemada a merced del agua del otoño, si es que por fin llega. Un agua que lo lavará todo y arrastrará consigo el suelo, dejándonos solos con las piedras. 

jueves, 20 de octubre de 2011

Un mundo sin móvil. (En Hoy por Hoy León, 14 de octubre de 2011)

Hubo un tiempo en el que vivíamos sin teléfonos móviles. Parece mentira, pero es verdad y resulta sorprendente cuando uno se para a pensar el poco tiempo que hace que se inventaron. Parece increíble que en aquella edad de piedra de la tecnología en la que nadie tenía móvil pudiéramos dar recados, resolver una avería en el coche en plena carretera, quedar con los amigos, llamar a una ambulancia, felicitarle las fiestas a las tías de Argentina. Y es impresionante ser conscientes de que tampoco hace tanto de eso. Y siendo así, ¿cómo hemos podido sobrevivir estos días sin BlackBerry? Nos hacemos esclavos de nuestros propios juegos, de manera que el juego mismo termina quedando por encima del propio jugador. La caprichosa dependencia que se está generando de forma masiva entre determinado grupo de jóvenes de clase media y media-alta, aferrados a sus BBs como insignia de un modo de vida, conduce a una situación de este estilo, una corriente de opinión que coloca al objeto a pocos pasos de lo que podríamos calificar de loca idolatría. ¿Quien no necesita una BlackBerry en estos tiempos tan agitados que nos toca contemplar? Vale decir que todos y que ninguno. Por cierto que, como es evidente, hablo de esta marca por la semanita que nos han dado, pero valdría cualquier otra. Y asusta pensar que la caída del servicio haya sido por causa de los recortes en la empresa. Su dueño dice que no es el caso, habrá que creer ciegamente en lo que dice.

         ¿Y cómo sería hoy un mundo sin móvil? Imposible pensarlo. Cuando sucede algo y se hace real, ya no tiene vuelta atrás. La humanidad conoce el teléfono móvil, y ya nada puede ser igual que cuando no existía, por mucho que alguien pudiera realizar la indeseable e ingente tarea de destruir toda la red de telefonía móvil. Me parece que, un poco, esa ha sido con León la filosofía de Zapatero, la idea de que, si hay un proyecto que se pone en marcha, aunque solo sea en el papel, ya existe, y en la medida que existe es imparable su acción transformadora. La última ha sido la del Instituto Confucio, una realidad que ya está en marcha y que no se convertirá en ningún cuento chino. Sobre la polémica de su inauguración dentro del plazo en el que la ley electoral prevé que no puede haber inauguraciones, poco se puede decir, salvo hacer una reverencia al Alcalde de León, quien generosamente empezó su discurso agradeciendo al César lo que es del César, algo que dice mucho en su favor y lo coloca en un puesto de privilegio en esto de dar al César lo que es del César.

         ¿Y cómo habría sido sin móviles el día de ayer para algunos políticos del PP? Lo digo por aquellos a quienes les sonó el teléfono por la tarde, ya fuese para ratificar su presencia en los puestos que interesan de la candidatura o para lamentar una ausencia imperdonable. Hubiera sido triste que no se les hubiese podido avisar y que anduviesen por entre la gente haciendo campaña para otros, -bueno, no, campaña no, que todavía no se puede- sin saber que serían ellos los candidatos o al revés, empeñándose en conseguir un voto que el vecino nunca podría depositar en una urna. Es igual, lo que cuenta es que de cara al 20N ya están las cartas sobre la mesa y se ve cual es el resultado que los dos principales partidos esperan. Lo habrán calculado en la BlackBerry.

lunes, 10 de octubre de 2011

Espacios Vacíos. (En Hoy por Hoy León, 7 de octubre de 2011)

 Es como cuando en el teatro se apaga la última candileja y ya sólo queda encendida la bombilla que señala la puerta por la que salen los maquinistas. La magia del escenario se deshace con un fundido en negro y el brillo del espectáculo se aplaza hasta la próxima función. Algo así ha sucedido en la ciudad al apagarse los focos de la fiesta. De un día para otro, todo lo que era bullicio y gozo ha desaparecido. La carroza ha vuelto a su ser calabaza, dejándonos un jueves de atascos, rutinas y hasta mal humor. Ayer bien temprano, los trabajadores de la empresa que se ocupa de la limpieza terminaban sus tareas, dejando las calles del centro como cualquier otro jueves del año, eliminando pulcramente cualquier vestigio de la celebración. Tenía la impresión de atravesar un desierto, al pasar por las calles que horas antes habían estado repletas de gente en un día de San Froilán encendido de sol y temperaturas veraniegas. Pensé en el centro como un espacio vacío, un gran escenario desnudo. Y ahí fue cuando me dio por pensar en la gran cantidad de espacios vacíos que hay en la ciudad y no hablo ya de los pisos o chalets que se han quedado sin vender o a medio construir. Hablo por ejemplo del edificio de Eras que ahora se intenta rentabilizar albergando a empresas privadas, o los bajos del Reino de León, o el campo de fútbol mismo, que le cuesta al Ayuntamiento un buen dinero para que pueda jugar en él un equipo de tercera que sólo arrastra consigo a un puñado de seguidores. ¿Y qué me dicen de la CIA de Armunia? Un edificio que se inauguró hace poco con aires de grandeza, anunciando, bajo tan sonoro nombre – ese nombre de sabor a espía y a sofisticación – que sería sede de al menos cinco organismos oficiales. Ya no queda nada allí del proyecto inicial, apenas hay ahora un edificio vacío que alberga, según tengo entendido, a la Asociación de Autismo de León, la Asociación Belenista y al Club de Fútbol de Antibióticos y me imagino que habrá más asociaciones o entidades que aprovecharán el edificio para darle un buen uso, pero ¿qué queda de aquello que se nos presentó en un folleto con el eslogan “nos acercamos a tí”? La CIA ha dejado de ser lo que era y ya parece más la TIA de Mortadelo.

Espacios vacíos nos rodean por todas partes. Señalo como muestra la Biblioteca de la Casa de Cultura de Armunia que lleva cerrada dos años y ha dejado de prestar el servicio que hacía especialmente a personas que querían participar en las actividades de la Casa de Cultura y que necesitaban que sus hijos estuviesen cuidados ese rato en el que ellos hacían un curso de pintura, preparaban una obra de teatro o aprendían yoga en el gimnasio.

Pero hablábamos del día ese de después de la fiestas como un día difícil de encarar. De hecho así fue, que ayer tuve contratiempos de todas clases y colores y muchas de las personas con las que hablé me decían que se sentían raras, a disgusto, de mal humor. Unos lo achacaban a la falta de lluvia, que electrifica el ambiente, otros decían que es la resaca de las fiestas. El hecho es que la mayoría se quejaba o mostraba su malestar o reconocía que las cosas no le habían salido bien. Ese día de ayer, todo parecía empedrado de pequeños tropiezos. Les cuento que hubo a quien se le cayó un tornillo de los implantes dentales. Antiguamente la gente perdía los tornillos de la cabeza, pero ahora se nos caen de la boca. Se ve que hablamos más que pensamos.

sábado, 1 de octubre de 2011

Envolviendo gominolas en azúcar. (En Hoy por Hoy León, 30 de septiembre de 2011)

Cuando veo los estandartes medievales decorando el cielo del entorno de San Isidoro y los Jardines del Cid porque se acerca San Froilán, me viene a la memoria el sabor de unas gominolas que en cierta ocasión me había comprado una de mis hijas en el Mercado Medieval. Venían las gominolas manoseadas y estrujadas, habían perdido el azúcar y tenían un aspecto imposible, pero, como yo no había podido ir a la fiesta porque tenía que trabajar, ella quiso traerme un pequeño regalo. No tuve más remedio que comérmelas.

         Hoy he recordado aquel episodio porque ya están las banderolas ondeando, ya se abre mañana el mercado y ya está la ciudad entrando en el aire de la fiesta, quizá la fiesta más genuina de las que se celebran, por estar enraizada en las tradiciones más puramente leonesas, pero sobre todo me he acordado de las gominolas porque ayer por la tarde, hablando por teléfono con una compañera, me dijo que estaba recuperando gominolas para sus niñas. Unas gominolas que se habían quedado olvidadas en una bolsa, estaban siendo recompuestas con un baño de azúcar. Es una imagen de lo que nos toca vivir. Hay que cuidar todos los recursos, hasta el más nimio y pensar en todas sus posibilidades. Viejas gominolas olvidadas, se recuperan con un toque de imaginación.

         Parece envuelto en azúcar el programa de las fiestas que recuerda los típicos programas de las fiestas de los pueblos, repletos de publicidad. Nunca había visto tantos anuncios, y tan variados, en el programa oficial de fiestas. Ahí estaba la gominola, que en principio parecía difícil de masticar por la falta de recursos del ayuntamiento, reconvertida en una apetecible golosina. También por dentro el azúcar envuelve los eventos, la feria de la cerámica, el mercado, la fiesta de la morcilla, los tradicionales festejos del domingo, una vieja gominola que debe ser envuelta en mucha azúcar, quizá por eso se incluyan en el programa como si fueran eventos programados para estas fiestas los conciertos del Festival de Órgano, la programación de Suena el Templete o la del Auditorio. Como novedad, unos golpes de angostura: el primer campeonato de coctelería “San Froilán”.

         Hace falta mucha azúcar para tragarse este duro otoño que enfrentamos, cierto, aunque peor es al revés. Peor es para quienes tuvieron azúcar en los labios y ahora se ven obligados a masticar la parte más amarga de la vida. Pienso en el caso concreto de Fátima, una muchacha que vino de Marruecos hace unos años para conocer una forma de vivir con la que nunca había soñado, una vida nueva en la que tuvo oportunidades para desarrollarse libremente como una persona igual a todas las demás. Ahora, una vez que ha cumplido cierta edad, su familia la ha entregado a un matrimonio convenido, una decisión que escapa a su voluntad y que la ha devuelto a una realidad imposible de masticar. Me produce una tristeza enorme esta historia y no creo que haya azúcar bastante en el mundo para envolverla.

sábado, 24 de septiembre de 2011

Los cien días. (En Hoy por Hoy León, 23 de septiembre)

Me gustaría saber cuántos leoneses conocen con exactitud el contenido de las famosas cien medidas que el alcalde se comprometió a cumplir en sus primeros cien días al frente de la alcaldía. Probablemente sean muchos más de los que yo creo, pero seguro que son muchos menos de los que cabría esperar, por eso me parece poco relevante que se hayan cumplido o que hayan dejado de cumplirse. Es verdad que gestionar es formular objetivos y fijarse plazos para su consecución. Los políticos están además obligados a dar cuenta a los ciudadanos del resultado de su gestión y, en ese sentido me parece bien el balance del Alcalde, aunque no se percibe en la ciudad un cambio significativo. Parece que todo sigue la misma inercia.

La prioridad absoluta del recorte del gasto está en todo lo que se planea desde Ordoño, es como quien se ocupa de mantener a flote un pesado barco en el que no dan a basto las bombas de achique. Las medida de cobrar 36 euros por participar en las Escuelas Deportivas, nos habla en este sentido. Fin de la cultura del servicio gratuito. La crisis nos pone en la senda del copago, un eufemismo que en realidad esconde un doble pago, uno por la vía de los impuestos, el otro por la vía del cobro al usuario. El copago de las Escuelas Deportivas es discutible, sobre todo si se da el caso, espero que no sea así, de que haya un número menor de muchachos y muchachas este curso con respecto a los números de otros años. Imagino también, pero esto no lo sé, que además de este copago, el Ayuntamiento habrá previsto una reestructuración de las escuelas mismas, aligerando la estructura para hacerla más eficiente, sin que esto suponga la eliminación de deportes que puedan resultar minoritarios.

Comparto la idea de que somos tan estúpidos que valoramos más aquello por lo que tenemos que pagar que lo que podemos usar sin pagar y también que cuanto más caro es algo, más valioso nos parece, confundiendo valor y precio. El precio que se ha puesto al copago de las Escuelas Deportivas va a suponer un desvío de jóvenes deportistas hacia clubes privados, un fenómeno espectacular en el fútbol base, por no hablar del baloncesto o de otros deportes menos populares, como la gimnasia deportiva, disciplina en la que existe un club femenino que compite a nivel nacional y que ha encontrado refugio en el pabellón de Navatejera, porque no tenía sitio en la estructura deportiva del Ayuntamiento de León.

Volviendo a la tendencia a confundir valor y precio, me gustaría cerrar el comentario de hoy hablando de una apuesta de enorme valor que he conocido estos días. En Matueca de Torío, una mujer y su hija, han recuperado para los vecinos el bar del pueblo. Una historia de tantas, si se quiere, pero con una diferencia: además del bar, Mar Torres y su hija, han puesto en funcionamiento un restaurante que utiliza los productos de la huerta y las materias primas de la zona para hacer una cocina inspirada en la imaginación mágica de una soberbia cocinera. Aires africanos traspasan muchos de los platos, reducciones mimadas en largas horas de cocción, milagrosos jarabes de colores inquietantes que dibujan la firma de la exquisita mano de Mar. Mucho valor, en el valle del Torío, en el pequeño bar de Matueca, a bajo precio. Una apuesta insólita en la que el menú del día incluye platos exóticos en un bar pegado a la carretera. Alguien dijo en la cena que estas dos bravas mujeres, con el cariño y la modestia máximas, están allí educando paladares. Y creo que ellas sí que han pasado ya con nota el examen de los cien días.

Medio Menú. (En Hoy por Hoy León, 16 de septiembre)

Hay ya muchos restaurantes que, además del menú del día, ofrecen la posibilidad de comer medio menú. La idea surge de la crisis, pero también de la puesta a punto en la báscula tras los excesos del verano, porque nos pusimos a dieta en la operación bikini antes de irnos de vacaciones y tenemos que ponernos otra vez ahora que hemos vuelto, porque en cuanto empezamos a sacar del armario las primeras prendas de entretiempo, resulta que misteriosamente han encogido desde la última lavada. De todos modos, en los restaurantes saben bien que esto del medio menú no es por guardar la línea. Al suprimir uno de los dos platos, se puede rebajar el precio, con lo que muchos que se veían obligados por el trabajo a no comer en casa y habían recuperado la fiambrera con la ensalada o los filetes empanados, han vuelto a sentarse en los comedores, con la botella de tinto con gaseosa, el pan, el postre, el café y uno de los dos platos del menú, con lo que además de pagar un precio más barato, se come menos y se hace uno la ilusión de que adelgaza.

La hostelería es en muchos aspectos pionera. No estoy hablando de Homer Simpson sincerándose en el bar de Moe o estampas semejantes, hablo de lo mucho que los hosteleros saben de cómo son, qué les inquieta, qué hay en el día a día de los ciudadanos. Lo saben todos los que trabajan en contacto con la gente, cierto, pero estarán conmigo en que la relación entre el barman y sus habituales va más allá de la que tiene un cajero de la Caja con los suyos. Precisamente decía aquí en Radio León Miguel Martínez hace algunos días que lo que él le pediría a un buen alcalde es que mantuviese un fuerte contacto con la gente. Creo recordar que lo dijo al hilo de los malos resultados de las municipales, que achacó, como todos en el PSOE, al efecto de la crisis y al desgaste del gobierno. También es verdad que insistió en la importancia del contacto con la ciudadanía como un valor irrenunciable. Reseño en este sentido la iniciativa de UPyD en Villaquilambre, que ha sacado a su concejal a la calle para que hable con los vecinos, para que éstos participen en las decisiones y recobren el poder de control sobre sus representantes”. Está bien esta iniciativa y eso que la campaña puede llevar a confusiones, porque no se sabe si lo que están haciendo es reclamar un despacho que no tienen en el Ayuntamiento o tratar de hacer valer ese control vecinal del que se habla en las declaraciones. Se me hace muy escaso ese control, algo que perdemos y recuperamos en las urnas cada “x años”, en medio de inmensas campañas publicitarias que hace mucho que dejaron de ser electorales. Me gustaría saber de quien era la responsabilidad del control del ayuntamiento de Cacabelos. Me interesa eso mucho más que saber si este nuevo alcalde juega o deja de jugar a la Primitiva para arreglar el desaguisado que dice que le ha dejado el anterior. El gesto de salir en primera página ilustrando la farsa de abandonar el pueblo al capricho de la fortuna no me gustó en absoluto, porque los candidatos deberían saber en qué listas se presentan y conocer los problemas que les podrían tocar en suerte. Desde luego, también digo que estoy de acuerdo con la Defensora del Pueblo en que los administradores públicos deben ser responsables de sus decisiones y que la situación de Cacabelos es absolutamente increíble en este sentido.

Recordemos que todo empieza con la elaboración de las listas electorales, unas listas que se nos dan cerradas a los votantes así es que, puesto que no podemos participar de otro modo, esperemos que contengan a los mejores, dado que nos tenemos que tragar el menú completo y no hay modo de ir separando platos.

jueves, 15 de septiembre de 2011

Trending Topic. (En Hoy por Hoy León, 9 de septiembre de 2011)

Resulta curiosa esta forma de empezar dos veces el año: una en enero, cuando cambiamos el almanaque; otra, ahora, en septiembre, cuando decimos que comienza el curso, el curso escolar, el curso político, las nuevas temporadas. Y, con las nuevas temporadas, la renovación como un lugar común: la nueva plantilla, la nueva programación, las novedades en las redes sociales, hasta un nuevo músculo financiero en la Comunidad que se pone en marcha al setenta por ciento con acento andaluz. Es verdad que este septiembre no llega con tantas novedades como otros años, quizá es que hemos ido comprendiendo que no todo es mejor sólo por ser nuevo, que todavía hay cosas que siguen siendo valiosas sin esa necesidad de renovación radical o quizá es que hasta en eso se nota la crisis, que no hay financiación para la novedad.

Pese a todo, septiembre se ha convertido en un Trending Topic en Twitter. Se ve que todos nos preocupamos por lo mismo, que este nuevo empezar en la rutina de siempre, este nuevo ciclo, esta pereza de volver al tajo, es un tópico del que todos hablamos. Lo que nos preocupa es lo que directamente nos pasa, esa escalada emocional –y económica – en la que se ha convertido la “cuesta de septiembre”, casi tan difícil de subir como la tan temida cuesta de enero. Es un tópico hablar del cargo de la VISA del verano, de los kilos que se nos han ido enganchando en la barra del chiringuito playero, lo que se nos viene encima en forma de subida de impuestos – se habla de la gasolina, del alcohol, del tabaco, incluso de retocar el IVA-, el miedo que da la factura de la vuelta al cole. Una vuelta al cole convulsa en media España, que en el territorio de la Junta se inicia con un ajuste suave, un recorte silencioso que se ha venido practicando en los últimos cursos sin necesidad de hacer el ruido que en otras autonomías han generado recortes drásticos en busca del ajuste presupuestario perdido. Me imagino que, de todos modos, también aquí esos recortes de ajuste duro llegarán tarde o temprano. Todo ese ruido que se ha levantado sobre el trabajo de los profesores es un ruido políticamente interesado. No creo que exista ninguna Presidenta de Comunidad que confunda involuntariamente horas de docencia con horas de trabajo y menos una Presidenta que ha sido Ministra de Educación. Me importa aclarar este punto porque creo que hoy, día en el que comienza el curso, hoy que muchos de ustedes han llevado a sus hijos a los colegios para dejarlos en manos de unos trabajadores en los que en principio confían, es importante aclarar que el trabajo de los profesionales de la educación es uno de los aspectos básicos sobre los que descansa la estructura social del país. Se nos olvida cuando hablamos de ello tomando unas cañas y aligeramos el tema pensando que podemos decir de cualquiera cualquier cosa, pero no consiste en eso la libertad, deberíamos haberlo aprendido en la escuela.

A propósito del curso escolar, termino hoy alabando una vieja tradición de la ciudad, impulsada por la clarividencia y el genio de uno de los mitos leoneses reconocidos, el tantas veces recordado y popular locutor de Radio León “Gelete”. Se trata del mercadillo de libros de texto que tuvo lugar esta semana en la Plaza de la Pícara. Un intercambio de libros, y por tanto de saber, por mucho que en ocasiones, el saber se quede en esos mismos libros que tan nuevecitos se ven de un año para otro.

domingo, 12 de junio de 2011

Virus. (En Hoy por Hoy León, 10 de junio de 2011)

    Con estos cambios de tiempo de primavera, circula por ahí un virus de 24 horas que se contagia con una facilidad pasmosa. Es un virus que se comporta de un modo particular, tan particular que podría decirse que adopta decisiones por sí mismo, algo muy difícil de asegurar tratándose de un virus. En alguna parte he oído que hay virólogos que afirman que los virus se comportan de modo inteligente, que son capaces de elegir a quien contagiar y a quien no y que, como todos los seres vivos, se comportan del modo que consideran más oportuno para su propagación. No hay en el virus, que se sepa, un afán de hacer daño, a pesar de que en algunos de ellos, como es el caso, la sensación de malestar de quien lo padece viene acompañada de una ligera depresión, un malestar que va más allá de lo físico y que le hace a uno sentirse mal a un nivel hasta emocional. Parece que este virus, cuando nos infecta, nos deja físicamente hechos polvo y además nos entristece. Suena escandalosamente extraña la existencia de un virus que nos deprime y, si no fuera porque he visto cómo cursa en diversas personas, no me atrevería a asegurarlo, pero sí, este virus de final de primavera es capaz de entristecer a cualquiera: no te ataca dejándote en la cama con fiebres altas, pero te destroza el ánimo.

     No sucede lo mismo con otro tipo de ataques que hemos visto esta semana. Me refiero al que ha sufrido INTECO, un ataque que ha burlado la seguridad de su Plataforma de Formación, sin que ello produzca ningún menoscabo en el ánimo de su director. Al contrario, el hecho de que ni quienes se desvelan por la seguridad en internet puedan estar seguros, no hace más que confirmar, en su opinión, la necesidad de dedicar mayores esfuerzos para conseguir el nivel más alto de protección posible, dado que internet es ya una realidad sin la que no podemos vivir. “El riesgo cero no existe”, dice el director de Instituto Tecnológico refiriéndose al tratamiento de la información. Y es verdad, no hay nada cien por cien seguro en informática, pero ¿en qué ámbito de la vida encontramos algo que pueda ser así? Quizá dejando a parte algunas verdades matemáticas, que pertenecen más al terreno del axioma que al de la explicación, lo único que nos resulta seguro cien por cien es el carácter inevitable de la muerte. El hasta hoy alcalde de León hablaba también esta semana de algo parecido, recordándonos que “a veces uno muere de éxito”, dándonos a entender que precisamente eso es lo que a él le había pasado.

     Resulta ahora que ha sido un visionario, un adelantado a su tiempo, un incomprendido cuya tarea no ha podido ser digerida por el electorado, al tratarse de una obra con tanta visión de futuro, que los leoneses no estaban preparados para comprenderla. Una pena. A saber con qué clase de virus se había contagiado el alcalde en funciones para hacer afirmaciones semejantes. Es muy atrevido descalificar así a los votantes. Es verdad que se han hecho muchas cosas bien en León en estos años, pero también se han dejado de hacer muchas otras y algunas se han hecho mal. Puede que el electorado haya visto que el alcalde socialista estaba a punto de morirse de éxito y le ha enseñado la cara más dura de la derrota para que se recupere de su portentoso mal.

martes, 7 de junio de 2011

Globos anunciando colchones. (En Hoy por Hoy León, 3 de junio de 2011)

Lo vimos el lunes. Ya sé que no puedo hacer un comentario el viernes sobre una noticia del lunes, porque lo que es actualidad hace un minuto, se convierte en historia en el siguiente. De todos modos lo cuento: una tienda de colchones de la calle Padre Isla lanzó una campaña de publicidad muy imaginativa. Al menos por la zona de Lope de Vega, Latorre y Julio del Campo hasta la Inmaculada, que fue donde yo los vi, la calle estaba sembrada de globos de colores con la publicidad de la tienda, atados con un hilo a la manilla de los coches, dibujando de colores una calle que, a esas horas, empezaba a desperezarse. Imagino las caras de sorpresa de los conductores al encontrarse con el regalo inesperado y recuerdo las conversaciones del café de media mañana que se referían al asunto de los globos como algo divertido, un soplo de aire fresco en medio de estos días crispados de crisis y elecciones. El color y las formas curvas dibujando sonrisas en los madrugadores. Necesitamos de este impulso de imaginación y franqueza, tenemos que centrarnos un poco más en las pequeñas cosas del día a día, disfrutar de lo que está en nuestra mano y modificar, sin grandes pretensiones, lo que tengamos a nuestro alcance para poder vivir todos un poco mejor. Creo que esto que digo conecta con el impulso del movimiento de los jóvenes y no tan jóvenes que canaliza su indignación hacia las plazas de media España: hacer algo es posible, modificar las cosas está en nuestra mano. Es mejor iniciar la semana un lunes atravesando una calle decorada de globos de colores, que arrancar el día pensando en el globo que nos vamos a coger en cuanto abramos la trapa de la tienda, encendamos el ordenador en la oficina o empecemos el reparto diario de las barras de pan.

El optimismo me duró lo que tarda en pincharse un globo, también es verdad, que todavía no había terminado de cruzar la calle Roma cuando ya el impulso de los globos se había ido a dormir a uno de esos “equipos de descanso” que llaman ahora. Habría que pedir a algún talento matemático que nos hiciese un cálculo de la cantidad de impulsos optimistas que hacen falta para vencer la resistencia que nuestro modo de vida ofrece a la felicidad. Yo, como tengo una formación menos calculadora, me quedo pensando en cuáles serán las razones por las que unimos los conceptos globo, colchón y felicidad. Si nos vamos a la política, la felicidad está en el colchón de votos que permite formar amplias mayorías, cosa que ocurre en muchos ayuntamientos. Cierto que, en esos otros en los que la cosa no está nada clara, la necesidad de pactos nos llevará en los próximos días a descubrir extraños compañeros de cama. Harán falta talentos matemáticos para cuadrar las cuentas de los pactos de silencio o de gobierno que permitan la elección de alcaldes en los municipios con mucha dispersión de voto, alcaldías que no cuentan con una bisagra clara y demás situaciones de difícil gobierno. Precisamente mañana, en León y en Ponferrada, se celebran pruebas para descubrir posibles talentos matemáticos. En León se presentan 135 chavales que vienen hasta de Benavente y Zamora. De entre ellos, se elegirán 11 ó 12 niños que podrán incorporarse a un programa de dos años asistido por profesores de matemáticas que voluntariamente trabajarán para el desarrollo del talento matemático. Me decía uno de ellos que se trata de resolver problemas, no de hacer ejercicios, remarcando bien la diferencia. Hacer ejercicios es una cuestión de entrenamiento; para resolver problemas, es necesaria gente con imaginación. Me pregunto si los pactos en los ayuntamientos se estarán planteando como ejercicio o como problema y me pregunto, en general, si la gestión de lo público se está haciendo con verdadero talento o con simple músculo logrado a fuerza de despacho.

domingo, 29 de mayo de 2011

Lo que hay es mucho pardal. (En Hoy por Hoy León, 27 de mayo de 2011).

 Esta mañana salió en la conversación el pardal de Valderas. Por si no saben del caso, les cuento que se trata de un gorrión llamado “Manolito” que se había convertido en algo parecido a una mascota para algunos valderenses. Resulta que el tal “Manolito” era manso y amigable, si es que se puede decir eso de un pardal. Se dejaba coger y permitía sesiones fotográficas imposibles con otros individuos de su especie a cambio de chucherías. Dicen que apreciaba especialmente las patatas del bar Florida y precisamente en la marquesina de ese bar había fijado su lugar de residencia. Ahora ha desaparecido. Las cosas ya no pueden ser iguales en la plaza de Valderas. La primavera, la pulsión súbita de su animalidad, ha terminado con este fabuloso cuento. “Manolito” se ha debido liar la manta a la cabeza y ha salido a buscar mundo del brazo de alguna lagarta gorriona con deseos irresistibles de perpetuar los genes de un animal tan singular. La vida siempre termina irrumpiendo. Tarde o temprano, el pulso ecléctico de la vida arrasa con cualquier intento de control. Las barreras, los acomodos, las poltronas, el alpiste fácil de la mano del dueño del bar la Florida, terminan por no satisfacer enteramente a ningún pardal. Creo entender que algo de eso se lee en los resultados de las municipales. No es sólo que le hayan dado una patada a Zapatero en el trasero de los alcaldes socialistas, es que, también, los gorriones que se han echado a la calle en busca de su libertad con pancartas que exigen otro mundo, ya no quieren comer más las patatas picantitas que les sirve el barman, porque saben que están subidas en el punto de sal y sólo son una añagaza para atraparles un poco más y que se tomen otro Prieto Picudo.

Pero somos unos pardales. Nos lo creemos todo. Hay una guerra muy sucia en la red que dispara por todos lados alrededor del movimiento del 15M, la “spanish – revolution”. Una guerra en la que se dispara contra el origen mismo del movimiento, como si el hecho de que si hubiese surgido de un modo o de otro pudiese convertirse en motivo de deslegitimación. Se dice que si fueron agentes del CESID, que si abogados del PSOE, que si blogueros anti Ley Sinde. Las elecciones las han ganado ellos, ellos y el PP, pero más ellos, porque de entrada no quieren jugar al juego de los pardales, aunque quizá resulte que todos terminemos siéndolo. Puestos a desconfiar, podemos desconfiar de todos y de todo. Puestos a creer, tendremos que creer en ellos, en su entusiasmo. Ellos son quienes han ganado las elecciones en la calle, aunque, en las urnas, el Partido Popular se ha quedado él solo con todo el poder autonómico y local. Me costaba mucho al día siguiente volver a ver en los carteles las sonrisas de los candidatos derrotados. ¿Cómo se encaja ahora esta soledad? Se dijo desde las filas del mismísimo PP que ganarían en León, aunque presentasen el palo de una escoba. Se dijo. Quizá haya tentaciones de agarrar ese palo, ahora incuestionablemente victorioso, y medirle las costillas con él a quienes dudaron, pero sería revanchista. Es el momento de saborear la victoria, no la hora de echar sal en las heridas internas.

Hablando de saborear, no sé si siguen cenando pan con chorizo en Botines, lo que sé es que se ha convocado una acción contra la banca para el día 30, una acción simbólica, pero que puede generar un temblor de inestabilidad en el sistema. La propuesta consiste en retirar 150 € ese día de la cuenta corriente. Si lo hiciesen diez millones de personas, saldrían del sistema mil quinientos millones a la vez. Tal vez cambiase algo, aunque me da que soy el más pardal de entre los pardales.

miércoles, 18 de mayo de 2011

De mayor quiero ser menor. (En Hoy por Hoy León, 13 de mayo de 2011)

Al principio los miraba, pero ahora ya ni los veo. Los primeros días, cuando aparecieron de repente de un día para otro y llenaron las calles con sus sonrisas, me fijaba en unos y otros. Sus caras de buena persona, arañadas por el Photoshop para suavizar cualquier línea dura, nos ofrecieron una mañana de viernes un paisaje de sonrisas, un mar de buenas intenciones dibujado en las paredes, en las vallas, en las farolas, hasta en los cubos de basura. Siempre me ha parecido horrible la posibilidad de encontrar mi cara una mañana estampada en el contenedor de la basura y me cuesta asumir que a ellos les guste estar por todas partes, asomándose a nuestra vida con esa cara de santo que ponen para la foto.

En campaña, esto de la foto es una carrera de fondo. No sé a quién le oí decir que algunos indios norteamericanos no se dejaban fotografiar porque tenían la superstición de que cada foto que se les hacía era una porción de vida que se les quitaba. Me vienen a la cabeza algunos nombres de personas que se quedarían en el sitio en cualquier “click”, si hubiese algo de cierto en esa idea. Afortunadamente no es así. De todos modos es curioso cómo algunos evitamos la cámara hasta en bodas, bautizos y demás celebraciones, mientras que otros meten la cabeza en el plano en cuanto que ven la menor oportunidad y no sólo por una cuestión profesional, sino que hay gente a la que le encanta posar para las fotos y otros que, por el contrario, tratamos siempre de escapar. Precisamente de posar se trataba en una de las actividades de la campaña que el Secretariado Gitano estuvo promocionando el pasado miércoles en Armunia. La campaña se llama “De Mayor quiero Ser” y está vinculada a un ambicioso programa de apoyo y orientación educativa para jóvenes gitanos y sus familias que bajo el título “Promociona” está funcionando ya desde hace algún tiempo en León. Había juegos, un mago, talleres de chapas y de pintura y un decorado en el que los muchachos podían elegir entre algunas profesiones para sacarse una foto y poner así su cara a un futuro mecánico, una futuro médico, un posible aviador. La idea es hacer llegar a las casas gitanas que, sin estudios, no hay futuro; que sea cual sea tu sueño, alcanzarlo pasa por el esfuerzo y la educación. En la presentación estaba Pedro Puente, el leonés que preside la Fundación Secretariado Gitano y también llegaron muchas autoridades leonesas, entre otras el candidato popular a la alcaldía y el subdelegado del gobierno, por citar a algunos.

Uno de los padres llevaba una pegatina en el pecho en la que anunciaba que, de mayor, él lo que quería ser es menor y me quedé con la frase en la retina, pensando que es cierto que la ingenua felicidad de la infancia nos parece en ocasiones el refugio más seguro ante la cruda realidad del día a día. A pocos metros de él había un niño guapísimo, de pelo encrespado dominado a fuerza de gomina, que lucía con orgullo un deseo en el pecho, el de ser astronauta de mayor. Y ya un poco tenía en los ojos el cielo. Apuesto a que ése será uno de los que termine Secundaria, uno de los que tendrá la ocasión de cimentar sus sueños. Ojalá que haya muchos como él que contribuyan a destruir el cliché que sobre el pueblo gitano entre todos hemos ido forjando, aunque imagino que todo este esfuerzo es baldío si no llega un cambio decisivo en el interior de las casas, en la privada intimidad de las cocinas. En cualquier caso, ya digo, ese día estábamos por allí muchos payos. Lo que no sé muy bien es quienes salieron en las fotos.

lunes, 9 de mayo de 2011

Conciertos turísticos. (En Hoy por Hoy León, 6 de mayo de 2011)

         El viernes pasado salí por el Barrio Romántico con la idea de tapear por los  bares junto a unos amigos, que no habían venido precisamente de Madrid. A pesar de la lluvia, de la crisis y de la prohibición de fumar, en los bares había bastante ambiente. De hecho, en la mayoría era absolutamente imposible conseguir una mesa y me dio por pensar si sería que tal vez había surtido efecto la campaña de los conciertos turísticos, esa idea que de entrada me pareció absolutamente peregrina de que, anunciando el jueves que el viernes habría un concierto en la Plaza Mayor, se conseguiría que los turistas madrileños, que tenían puente en ese fin de semana, escogiesen León como destino. Ya me lo estoy imaginando: “oye Encarnita, anula lo de Marbella, que tocan Celtas Cortos en León y es gratis”. Igual las cosas no funcionan así y si había tanto bullicio en las callejas cercanas al Cid, no era porque hubiesen venido los turistas para disfrutar de un concierto.

Ya habíamos tomado bastante aire a esas alturas, porque ya eran más de las diez y media, así es que decidimos sentarnos a cenar algo en el primer sitio que encontrásemos. Y así lo hicimos, solo que, cuando se consumó el milagro de encontrar libre una mesa para cuatro, nos atendió un camarero malhumorado que nos ofrecía para cenar “marisco, carne o pescado”. Nos pareció una especie de juego, no podíamos creer que aquel camarero estuviese hablando en serio, hasta que comprendimos que no era una broma, que nos estaba echando del peor modo posible, con una desatención que rayaba a la altura de la más insolente mala educación. Debía de ser porque no éramos turistas madrileños o porque habíamos topado con la simpatía personalizada. Menos mal que no soy un turista, me dije, me hubiera ido a mi pueblo hablando pestes de la gente de león.

En otra jugada maestra para atraer al turismo, se gasta el Ayuntamiento un pastizal en el concierto que habrá esta noche en León Arena del ex del Canto del Loco. Ya me lo estoy imaginando: “Encarnita vamos a hacer las maletas, que nos vamos a León, que hay un concierto de Dani Martín en la Plaza de Toros”. ¿Qué quieren que les diga? Tampoco lo veo. Sobre todo si tenemos en cuenta que se entregaron seis mil entradas el pasado miércoles, unas entradas invitación que se repartían de cuatro en cuatro y que, en aproximadamente una hora, ya se habían acabado. Todavía cabe la oportunidad de luchar por alguna de las mil entradas de reserva que dicen que se repartirán hoy entre quienes quieran ir a ver el concierto. Hay que señalar que en ningún momento se menciona que tengan prioridad los turistas, aunque fueran madrileños.

Curiosa acción esta última para favorecer el turismo, una acción que puede que cueste una pasta y que, si se hizo con fines turísticos, supone un rotundo fracaso. A no ser que... A no ser que esta idea de los conciertos tenga que ver con el inicio de la campaña electoral para las municipales y autonómicas, un modo de sumar público al mitin con el que abre esta noche el presidente Rodríguez Zapatero. Pan y circo, dicen algunos, pero sin pan. Escándalo manifiesto, acusan otros. El hecho es que la muchachada toda de León estará recogida en la Plaza de Toros, a cuatro pasos del mitin de apertura de campaña del PSOE y - ¡qué le vamos hacer!- si no es esa la intención, lo parece de un modo tan descarado, que más vale asumirlo y no enredarse en historias de atraer turistas en los puentes.

lunes, 2 de mayo de 2011

Y ahora se me caducan los yogures. (En Hoy por Hoy León, 30 de abril)

No es por contarles mi vida, pero como la semana pasada teníamos que viajar de lunes a jueves y después se contaba con que estuviese cerrado el comercio de viernes a domingo, hubo que hacer compra grande en la casa antes de que empezase la Semana Santa y lo malo es que no calculamos bien por dónde les iba a dar a los muchachos con el tema de las meriendas y se ve que las previsiones de consumo de lácteos fracasaron, con lo que ahora nos encontramos con que se nos caducan los yogures. Podría valer como lección de economía doméstica, pero no se trata de eso. Lo que me preocupa es saber, en el caso de que me ponga malo por comerme los yogures que se me han caducado en la nevera, si tengo que encadenarme protestando en la puerta de la Junta o si me tengo que ir a Madrid a algún ministerio, porque no termino de aclararme con lo que ha pasado este fin de semana en el comercio.

No me ha quedado claro en absoluto si quienes multaban a los establecimientos que abrieron el día veintitrés eran funcionarios de la Junta funcionando como tales o si estaban ejecutando órdenes ministeriales. Les aseguro que me resultó chocante, cuando oí la noticia, aquello de que era cosa del Ministerio de Trabajo y no exactamente de la Junta. Se ve que estaba medio dormido y no debí de entenderlo bien. El caso es que, parece que ha habido una especial presión por parte de la Inspección de Trabajo en relación con la apertura del pequeño comercio el día de la Comunidad. Según la normativa de la Junta, existía la posibilidad de que se abriese ese día a pesar de ser festivo, pero con la condición de que se asegurase el derecho de los trabajadores a disfrutar de la jornada festiva. Vaya lío con tanta fiesta, tanta coincidencia y tanto conflicto de intereses. Resulta que una ley que en principio está hecha para proteger a pequeños comerciantes frente a grandes superficies termina por perjudicar a los más débiles, que ven cómo la propia restricción del número de días festivos en los que se puede abrir a lo largo del año se vuelve contra ellos. Además, la acumulación de cuatro días festivos en la misma semana provoca la necesidad de que los consumidores podamos hacer eso que mejor sabemos, consumir, al menos uno de esos días. Por otro lado, los trabajadores preferían abrir el Jueves Santo y poder coger al menos un puente de tres días, pero los empresarios, por su parte, miraron las cuentas del año pasado y vieron que no podían dejar escapar la caja del Sábado Santo. Por si fuera poco tenemos el lío de las procesiones y Villalar, porque en León nadie discute que es más fiesta un Jueves Santo que el día de la Comunidad. Así es que ese fue el pitote, un pitote que a algunos nos pilló con el paso cambiado, con lo que terminamos comprando más yogures de la cuenta y ahora se nos caducan en la nevera.

Habrá que ver en qué para el asunto de las sanciones. Los empresarios tienen muy claro que hicieron lo que debían, los sindicatos avisaron con tiempo que si se abría ese día habría denuncias, los inspectores actuaron, los consumidores compraron, haciendo que ese día fuese, a pesar de la lluvia, un día de muchas ventas, los trabajadores trabajaron, unos dicen que por voluntad propia, otros dicen que por voluntad propia pero porque no les quedaba más remedio. La patata caliente está en las manos de la Junta. Sería bonito que el tema se resolviese antes de las elecciones, pero me da en la nariz que esto no se va a resolver inmediatamente.

viernes, 15 de abril de 2011

Lavado de Cara. (En Hoy por Hoy León, 15 de abril de 2011)

“Con la cara lavada y recién peiná”, cantaba Manolo Escobar a la niña de sus amores. “Niña de mis amores, ¡qué guapa estás!”, le decía en la canción. No decía mucho más, la verdad, que la letra, de puro sencilla, se quedaba en nada. Si tuvo tanto éxito se debe a la influencia de la discográfica Belter en los medios de comunicación de la época, a la propia energía del fenómeno mediático Manolo Escobar y al gusto que en el fondo todos tenemos por las cosas sencillas. Y también al ritmo frenético de la rumba, claro. El caso es que cada vez que doy un paso estos días por León, por el León turístico, se entiende, se me viene a la cabeza la cancioncilla de Escobar, por el lavado de cara que se está haciendo en muchos rincones ante la llegada inmediata de la Semana Santa y la posible visita de Su Majestad.

Me parece bien que el Ayuntamiento se esfuerce porque la ciudad luzca bonita, con su carita lavada, sin colores artificiales ni más maquillajes que los cuatro brochazos que se le han ido pegando por acá y por allá. Lo que sí veo es que ese esfuerzo debería ser permanente y no puntual. Es como si sólo nos planteásemos hacer una limpieza a fondo en casa cuando sabemos que llegan las visitas. Un poco de eso siempre hay, es cierto, concedamos que no está tan mal que desde el Consistorio lleven a todo trapo unas cuantas semanas para dejar el centro de la ciudad como los chorros del oro. Además, la iniciativa cuasi cordobesa del concurso de balcones pintará en balcones y terrazas “los colores de León”, que son los suyos, digo yo, y por eso son bonitos y además son naturales. Pena que el concurso se vaya a mayo y no pueda coincidir con los días fuertes del turismo, aunque, ¿quién sabe?, igual terminamos haciéndole la competencia a Los Patios de Córdoba y generando un reclamo turístico más. Lo que es macetones ya tenemos unos cuantos.

Hacer limpieza, sacar lustre, recuperar el empedrado donde estaba levantado, atender lo mayor, que dicen en mi pueblo. Una cosa que había que promover, al hilo de esto de atender lo mayor, es la existencia de aseos de uso público, porque no es la primera vez que se encuentra uno por la zona del húmedo a algún conciudadano aliviándose junto a un contenedor, por no hablar del recibimiento tan sublime que sufre nuestro olfato cuando aparcamos en el parking de la Plaza Mayor, cuyas escaleras de acceso se convierten viernes y sábados por la noche en una auténtica cloaca. Ya sé que es un tema de educación y civismo, pero como no lo vamos a resolver colocando botellas de agua en las esquinas, que eso creo que sólo funciona con los perros, algo tendremos que inventar. Podíamos empezar por exigir a la empresa que gestiona el aparcamiento que ponga más luz en esas escaleras. Es una pena que el Rey no tenga que dejar el coche en ese aparcamiento y subir esa escalera.

Y hablando de luz y de limpieza, ante la candidatura que presentó ayer UPyD para la alcaldía de León, cuyo número uno fue elegido contra todo pronóstico en unas primarias en las que se esperaba la victoria de la Coordinadora Local y de la que han desaparecido misteriosamente los miembros del Consejo Local de León, me pregunto: ¿será que son preferibles los nombres de algunas personas conocidas a los de quienes han estado trabajando con ilusión durante años? Triste operación de maquillaje.