Buscar este blog

martes, 4 de enero de 2011

El año del candidato. (En Hoy por Hoy León, 31 de diciembre de 2010)

En un capítulo de una serie americana la protagonista se inventaba una palabra y hacía campaña para implantar su uso entre la gente. Permitan que me invente hoy la palabra “inculticia”, aunque ni se me ocurre pensar que nadie vaya a utilizar jamás semejante palabreja. La invento porque la necesito, porque no me sirve ninguna de las que hay en el diccionario para describir adecuadamente mi estado al mirar para atrás en este año diez que hoy cerramos, el año de los fastos del muy celebrado mil cien aniversario del surgimiento de un reino, el de León, que está en la historia como el germen de lo que hoy es el Reino de España, por mucho que Castilla, con su afán conquistador, haya logrado para sí el primer cuartel en el escudo.

Ahora explico por qué “inculticia”. Tengo la sensación de que, en todo lo que se relaciona con las celebraciones del mil cien aniversario, me muevo entre la incultura y la estulticia. Incultura por mi desconocimiento, porque he sido educado, como tantos, en la historia de una España Imperial en la que los héroes eran Viriato, El Cid y Agustina de Aragón, una historia sin hueco para esos reyes excluidos de las famosas listas de Reyes. Estulticia, porque desde mi bienintencionada candidez, en enero pensé que por fin se terminaría por reconocer el valor histórico de este Reino, que se conseguiría una presencia a nivel nacional, que se llevaría a cabo una campaña didáctica a gran escala, que se alcanzarían importantes cifras en el número de visitantes atraídos por la celebración.

Me parece que, terminado el año, a falta de los balances oficiales y de los parabienes que el trabajo realizado sin duda merece, me quedo en el mismo estado, navegando por el vasto mar de mi incultura y encallado en la estulticia, pensando que una vez más este León nuestro se ha visto atrapado por la mala suerte, enredado en la tela de araña de la crisis. 2010 no será el año del mil cien aniversario para la mayoría. Es más, cabe decir que, salvo para un limitado grupo de personas que seguramente no necesitaban de ninguna celebración especial para reconocer la singularidad del Reino de León, esta celebración ha pasado sin pena ni gloria. No sé si esto significa que hemos dejado pasar una oportunidad para hacer justicia histórica. Me imagino que eso sí que queda escrito en los anales, en las memorias de los simposios, en los balances de las exposiciones, en el prurito académico del relumbrón intelectual. Me queda un poco huérfano el resto y me da la impresión de que las celebraciones no han tenido el impacto deseado, al menos el que yo, desde mi ingenuidad, pensaba que debían tener.

Pero el muerto al hoyo y el vivo al bollo. Terminado el año del mil cien, a nuestros pies se extiende el fabuloso año del candidato. Lo digo con toda candidez, aunque cándido y candidato no tienen la misma raíz. Cándido significa blanco, viene de “candidus” y candidato viene de “candidatus”, que ya no es precisamente lo mismo, aunque, en cierto modo sí, porque el candidato se convierte en blanco de todas las miradas. Hay candidatos que llegan a las elecciones como cheques en blanco, hay quienes se quedan en blanco ante algunas preguntas y hasta hubo alguna inocentada en una televisión nacional que decía que Blanco iba a ser el nuevo candidato, pero esa ya es otra guerra. Por lo menos, de aquí a mayo, se despejará la incógnita de quién será el elegido o la elegida para encabezar la lista del PP a la alcaldía de León.

No hay comentarios:

Publicar un comentario