Buscar este blog

viernes, 25 de febrero de 2011

Peyuca. (En Hoy por Hoy León, 25 de febrero de 2011)

La noticia es Peyuca. Lo he visto en el periódico por casualidad, pero digo que es la noticia porque habla de un aspecto de nuestra realidad social que quería comentar hoy. Lo cuento por si se les ha pasado: un concejal de Astorga, hasta hace poco Pablo González, ha decidido incorporar en su DNI, junto con su nombre, el apodo por el que es conocida desde hace muchos años su familia, “los Peyuca”, de manera que ahora, oficialmente, hay que referirse a él como Pablo Peyuca. Este Peyuca, el concejal, no el del taller, aunque son familia, ni el legendario marino de la monumental novia de piel de ébano, dice que ha tenido que tomar esta decisión porque en el pueblo él siempre ha sido Peyuca y, cuando los periódicos hablan de Pablo González, hablan de alguien que la gente no sabe quién es y es fundamental que se sepa bien de quien se está hablando. Me lo decía hace poco un amigo a propósito de un candidato a alcalde de León por uno de los partidos minoritarios: habla de él, me decía, aunque sea mal, que lo que importa en este negocio de la política es que hablen de uno.

Y es verdad, porque lo que no sale en las noticias, lo que no está en internet, no existe. Al escuchar las protestas de la portavoz de las personas despedidas por la Diputación de las Oficinas de Desarrollo, que hablaba de que no entendía cómo de pronto había dejado de ser útil su trabajo, un trabajo que no está en los folletos, ni sale en los periódicos, comprendí que precisamente eso es lo que sucede. Todo tiene que pasar por las ruedas de prensa. Hay que salir con letras grandes en los titulares, porque si no se habla de ti, es que no existes. Por eso Peyuca hace lo que haga falta para que se sepa que el que sale en los periódicos, ese tal Pablo González, concejal de Astorga, es él, el Peyuca que todos conocen, el mismo que viste y calza.

Se acercan las municipales y ya estamos todos echando cuentas. Salen las encuestas, alguna se publica, pero no son esas encuestas públicas las interesantes. Curiosamente, todo el interés del mundo en que se hable de ellos, lo que hacen, lo que opinan, lo que inauguran, lo que proyectan, pero cero interés en publicar lo que nosotros pensamos hacer. Nosotros, nuestra opinión, todavía no es importante. Hay que esperar un momento más cercano. Las encuestas sabrosas las manejan ellos, tienen valor interno y no les gusta hacerlas públicas, porque todavía estamos muy lejos del momento crítico, de esa hora “h” en que nuestras inocentes manos decidirán con sus votos el futuro gobierno de pueblos y ciudades. A los partidos, por ahora, no les conviene nada que se conozcan cuáles son los datos que manejan, los prefieren en la cocina, para manejar listas y repartir favores. Ya empiezan a hablar de puestos de sillón seguro y los gorrazos internos, esos que se resuelven sin salpicar fuera de casa, son por colocarse por encima de la línea roja que señalan las encuestas, esa que separa los que seguro que salen, de los que se quedarán en la estacada.

Este mundo nuestro, esta sociedad nueva, fría, calculada en base a estadísticas inciertas, ya no está construida sobre relaciones estrictamente humanas. Si hacemos las cosas, pero no las publicamos, es como si nadie las hubiera hecho. Pero eso no es verdad, sabemos que el mundo se construye desde abajo, sabemos que sin esos miles de millones de cosas que hacemos los humanos cada día sin que se publiquen en ningún blog, la humanidad no existiría. Digan lo que digan las encuestas.

viernes, 18 de febrero de 2011

Bajo el mismo paraguas. (En Hoy por Hoy León, 18 de febrero de 2011)

Era un paraguas azul que sostenía el alcalde en su mano izquierda. Bajaban por Ordoño bajo la lluvia, supongo que en dirección al Ayuntamiento. El alcalde hablaba y gesticulaba enérgico con su mano derecha. A su izquierda, serio, en silencio, escuchaba el vicealcalde. Caminaban solos, seguidos por su escolta de seguridad a una distancia técnicamente oportuna.  Llovía. Los vi pasar en un segundo, mientras esperaba que cambiase la luz del semáforo. Sólo me dio tiempo a registrar en la memoria el semblante hermético del vicealcalde Chamorro y el gesto tenso del alcalde Fernández, caminando bajo la lluvia al amparo de un paraguas azul de dimensiones considerables.

Hacía apenas un par de boletines de noticias que acababa de escuchar cómo uno acusaba al otro de mentir. “Es una mentira a sabiendas de que miente a los leoneses. Miente descaradamente porque el artículo 19 del reglamento…”, había dicho Chamorro a propósito del anuncio reiterado por parte de Fernández de que el PSL contaría con grupo propio en Fuensaldaña. Me costó verlos de golpe caminar bajo el mismo paraguas. Se supone que serán obligaciones de los cargos, que vendrían de algún acto oficial cerca del Ayuntamiento y, bueno, ¿qué cosa más natural que volver juntos dando un paseo? Les aseguro que no le di más importancia. Sólo me pareció extraño, porque me costaría sostener un paraguas para que no se empape alguien que acaba de acusarme públicamente de mentir. 

Cierto que la mentira, en principio, ni siquiera es tal, porque, como dijo el portavoz del PSOE, modificar el reglamento para que el PSL tenga grupo propio «es más factible que modificar el Estatuto de Autonomía y segregarse». 

Me llama la atención el uso de la palabra “segregarse”. Es un uso apropiado, no lo discuto, pero la palabra segregar, además del sentido de separar algo de otra u otras cosas, tiene otros sentidos menos finos. Sirve para describir el acto de secretar, excretar o expeler y también se emplea hablando de separar y marginar a una persona o a un grupo de personas por motivos sociales, políticos o culturales. No me imagino un León secretado, excretado o expelido, como no quiero ni pensar en un León marginado por motivos sociales, políticos o culturales. Y el caso es que la palabra tal vez sea la apropiada, porque “secesión” o “desunión”, también tienen matices extraños y la sencilla “separación” tiene un aire conyugal del que casi todos los políticos que conozco huyen.

El caso es que, a los pocos días, vuelve la polémica del grupo socialista leonés, esta vez porque el alcalde sostiene, ante el líder de los socialistas castellanos y leoneses, que el PSOE de León no renunciará a su aspiración de constituir un grupo propio. Algo que se ve que al candidato López no le hace ningún chiste. Y se pregunta uno por qué. Si ese supuesto grupo socialista leonés anuncia antes de constituirse que nunca romperá la disciplina de voto, ¿a qué puede tener miedo Castilla? Claro que, si no se va a romper la obediencia debida, también cabría preguntarse en qué saldría ganando León.

Pero, como todo esto sólo son hipótesis, nos quedaremos con la imagen del alcalde y el vicealcalde amparados por el mismo paraguas protector. Un paraguas azul que, llevo ya un rato queriendo decirlo, era un paraguas de propaganda y traía impreso el logo de la empresa que lo había regalado. Podemos decir que nuestros dirigentes, en su lucha por saber quién de los dos es más leonesista, ese día, se mantenían a salvo de la lluvia amparados por ALSA.

viernes, 11 de febrero de 2011

Desde Guzmán a Santa Elvira. (En Hoy por Hoy León, 11 de febrero de 2011)

     Ya se asoma a la avenida del doctor Fleming el futuro de la ciudad. Se puede ver la anchura de miras que se abre en el horizonte de un barrio condenado por el cinturón de hierro de las vías del tren, la soga metálica a la que en aquellos años del desarrollismo se agarró toda una generación ligada al nuevo progreso, la azucarera, RENFE, aquel mundo que ya no existe en el que las gentes que se venían de los pueblos abandonando las vacas a la suerte de los más ancianos, encontraban sin dificultad un trabajo de ocho horas, tal vez diez, a cambio de un sueldo con el que ni se les había ocurrido soñar, las letras de la nevera, la lavadora, el piso, el seiscientos, la vida nueva en la ciudad que llenó ese barrio nuevo del otro lado del río en un suspiro de confort.

     Hay una novela de Saramago que cuenta la historia de aquellos días en clave portuguesa, transportándonos al mito platónico de la caverna para explicar el choque cultural que le supuso a un sencillo alfarero encontrarse con el paraíso tecnológico-cultural de la gran urbe. Aquel fenómeno lo conocemos, porque es la vida de nuestros padres, como mucho la de nuestros abuelos. Nosotros no supimos de su sufrimiento, somos generaciones del baby-boom que ya hemos crecido con Cola-Cao y dibujos animados. Las generaciones que nos siguen ya lo tienen integrado, ya vienen con el chip global incorporado y no se reconocen encerrados en una cultura pegada a la tierra, por mucho que se alisten emocionalmente en movimientos políticamente regionalistas, localistas, autonomistas, separatistas o sencillamente nacionalistas. Ese es nuestro entorno cultural, una realidad cada vez más abierta, un mundo nuevo en el que todo está a un click de distancia, en el que la extensión cibernética del encuentro en la plaza del pueblo a través de las redes sociales se ha convertido en obsesión y entretenimiento.

     Aquella Arcadia construida a espaldas de la estación creció en un boom de desarrollo, ya se ha dicho, y se deterioró a la misma velocidad por el declive de las grandes empresas que la sostuvieron: la misma azucarera, la propia RENFE y la infatigable Antibióticos que entre crisis y crisis, dueño tras dueño, resiste  como puede a los vientos de cambio en los modos de producción en el sector que vienen soplando como un vendaval chino.

     Y han ido llegando otros conquistadores, otras almas inquietas que vienen de más lejos, de Marruecos, de Senegal, de Colombia, de Santo Domingo, gentes que han llegado del sur y que han ido ocupando este territorio abandonado, gentes que ahora se asoman por el hueco del futuro Palacio de Congresos y que miran a través de las vías para ver que allí mismo, a cinco minutos de la azucarera está la fuente de Guzmán. Ahora hay una nueva generación que habita el barrio, los hijos de los inmigrantes que han ido llegando en los últimos años, jóvenes educados en la cultura del tuenti y puede que del botellón, una generación que se planta frente a sus padres mirando sin obstáculos de Guzmán a Santa Elvira. Ocurrirá de forma inevitable un choque cultural, una colisión de trenes sin paso a nivel que tendremos que integrar desde nuestros balcones del centro o nuestros jardines en los adosados de las afueras, pero una realidad que está ahí, a unos quinientos metros del despacho del alcalde. Imagino que el elenco de candidatos habrá pensado en la integración social del viejo barrio, que se convierte, al eliminar la barrera de las vías, en un nuevo barrio del centro.

domingo, 6 de febrero de 2011

Disantos. (En Hoy por Hoy León, 4 de febrero de 2011)

Atrás quedan los disantos de febrero, Santa Brígida el primero, el segundo candelero y el tercero gargantero y hasta que llegue el antiguo San Matías, con marzo a cinco días, nos queda un mes sin una fiesta, si no es esa de San Valentín que han puesto en medio los centros comerciales. Un San Valentín que este año cae en lunes, con lo que la hostelería tendrá una razón más para quejarse, añadida al efecto nocivo que sobre sus cajas ha producido la nueva ley antitabaco. Puede que no todo sea por las nuevas costumbres. Puede que en esa caída indudable de los ingresos que el sector de la hostelería ha experimentado este comienzo de año también influyan factores como la subida de la luz, de la gasolina, del gas. Quizá también tenga algo que ver la frialdad de los números que hemos conocido esta semana, revelándonos una situación que ya adivinábamos, pero que, puesta negro sobre blanco en los documentos oficiales de las Oficinas de Empleo, pone los pelos de punta. Cuarenta mil parados en la provincia de León es una cifra sobrecogedora.
Quizá no nos demos cuenta de que esta situación nos afecta a todos. Quizá pensemos que no tiene nada que ver con nosotros, porque nosotros ahora tenemos trabajo. Quizá no hayamos visto que en nuestro entorno más cercano todos conocemos a alguien que sufre esta situación. Podríamos seguir con los refranes y recordar cualquiera de los muchos que nos avisan del peligro cuando vemos que a nuestros vecinos les va mal, pero no quería seguir ese camino, sino detenerme simplemente en esos pequeños dramas cotidianos que están aconteciendo en tantas casas cercanas a la nuestra o incluso en nuestra propia casa. Decir que el fracaso en las políticas de empleo es inevitable en épocas de crisis es decir muy poco. Decir que no podemos hacer gran cosa es resignarse, claudicar ante una realidad asumida como inamovible, cuando sabemos que la realidad social la construimos entre todos y entre todos podemos cambiar lo que nos parece injusto.
Imagino que no es momento para discursos, que a nadie le apetece, con lo que está cayendo, oír hablar de lo que es y de lo que debería ser. Mejor quedarnos en agrias polémicas de dimes y diretes, insultos y acusaciones que van y vienen por los pasillos del Palacio de los Guzmanes. Atrás queda la Candelaria, al final de mes San Matías, aunque hace ya muchos años que se celebra el 14 de mayo. Había mucha luz en las farolas de los Jardines del Cid a eso de las ocho y cuarto de la mañana. Será para iluminar la entrada de los trabajadores de la Diputación, en contraste con los callejones que suben hacia el Barrio Romántico, que estaban oscuros como boca de lobo, esperando que el amanecer fuese historia y el sol los iluminase con algún rayo, que pudiera ir vestido de esperanza.