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sábado, 9 de abril de 2011

Vosotras, tan familiares. (En Hoy por Hoy León, 8 de abril de 2011)

Me imagino que al artista le horrorizará la idea, pero estoy seguro de que el día que alguien eche una moneda en la celda de las moscas y se empiece a correr la voz de que al hacerlo se cumple el deseo que se pida, tendremos peregrinos en fila esperando su turno para obrar el milagro. A los humanos nos encantan las buenas historias. No nos importa saber que ninguna moneda en una fuente nos asegura el regreso a una ciudad, seguimos creyendo que existe en algún lugar un pozo de los deseos, de modo que, en cuanto vemos una moneda sumergida en un estanque, allá que vamos nosotros con la nuestra. Es una superstición insensata, pero debe ser que lo traemos en los genes, porque, si no es así, ¿quien se explica el fenómeno tan infantil de las cadenas de mensajes de correo electrónico? Algunas cuentan historias tan peregrinas como una que me llegó hace poco en la que se aseguraba que, como este año hay cinco domingos en julio, si se reenvía el mensaje a no sé cuántas personas, la fortuna llamará a la puerta de quien lo envía. Lo divertido del tema es que en el asunto, la persona que me lo enviaba había escrito “por si acaso”. Algo así como diciendo, yo soy una persona adulta y esto no me lo creo, pero, por si acaso, ahí te lo mando.

Debo haber cavado setecientas veces siete la fosa de mi infortunio, porque soy uno de esos eslabones estúpidos que no creen que haya que hacer las cosas por si acaso y he roto cientos de cadenas. De todos modos, entiendo que haya quienes las alimentan, por eso animo a generar una fábula divertida a propósito de las moscas. Quizá entre los hosteleros deberían convocar un concurso de ideas, encontrar un gancho que sirviese para atraer la voluntad curiosa de los turistas, algo que, por sí mismo, el grupo escultórico de Arroyo seguro que ya despierta. No digo yo que vayan a venir turistas chinos ex-profeso para ver el unicornio, pero, una vez que estén aquí, seguro que el paseo por el Arco de la Cárcel se convierte en una parte obligatoria de la visita. Démosles más. Hagamos crecer la fabulosa fábula con la que ha teñido de fantasía el escultor este rincón entre las monumentales piedras de la regia historia leonesa para que la visita a nuestra ciudad tenga un atractivo más que contar cuando enseñen las fotos en sus casas de Florida o de Shangai. Seguro que el unicornio da que hablar. Había reyes que mandaban expediciones en busca de ralladura de cuerno de unicornio porque pensaban que ese polvo podía devolverles el vigor perdido a pesar de los años. Cierto que, en nuestros días, para eso ya hay cosas que se venden en las farmacias y nadie va a ir al fin del mundo a buscar un unicornio, pero si la gente es capaz de mandar por si acaso la cadena de los cinco domingos de julio, ¿no vendrán a ver el unicornio si les decimos que tiene poderes mágicos o algo por el estilo? Ya, ya sé que es una tontería, pero a mí el correo de los cinco domingos de julio ya me ha llegado dos veces.

A los turistas nos gusta mucho tirar monedas y hacernos fotos y pasar la mano por sitios extraños, tocar piedras o darnos cabezazos contra el relieve de una columna en un pórtico. Una pena que quede tan alta la mosca amarilla, allí no hay turista que llegue a darse un abrazo. Digo todo esto de los turistas a propósito de las moscas porque creo en las coincidencias –infantil que es uno- y no deja de ser una coincidencia significativa que en la misma semana en la que después de tanto tiempo se instala el grupo escultórico, se nos anuncie que el aeropuerto de León ya es a todos los efectos aeropuerto Schengen, con lo que eso supone para facilitar el tráfico internacional de viajeros. Ahora ya lo único que hace falta es que esos viajeros vengan y que el aeropuerto no quede para que aterricen moscas.

1 comentario:

  1. Es cierto, es muy curioso ese extraño fenómeno de los lugares que dan suerte y lo de las cadenas es completamente decadente. Pero sí, supongo que muchas personas necesitas de esas pequeñas ayudas “mágicas” para darle algo de sal a la vida.
    Lo que estaría bien con esa moneda que tiras a la fontana sería que el dinero fuese reembolsable en caso de no quedar satisfecho. Seguro que la contaminación del agua sería mucho menor...
    Un saludo

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