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domingo, 12 de junio de 2011

Virus. (En Hoy por Hoy León, 10 de junio de 2011)

    Con estos cambios de tiempo de primavera, circula por ahí un virus de 24 horas que se contagia con una facilidad pasmosa. Es un virus que se comporta de un modo particular, tan particular que podría decirse que adopta decisiones por sí mismo, algo muy difícil de asegurar tratándose de un virus. En alguna parte he oído que hay virólogos que afirman que los virus se comportan de modo inteligente, que son capaces de elegir a quien contagiar y a quien no y que, como todos los seres vivos, se comportan del modo que consideran más oportuno para su propagación. No hay en el virus, que se sepa, un afán de hacer daño, a pesar de que en algunos de ellos, como es el caso, la sensación de malestar de quien lo padece viene acompañada de una ligera depresión, un malestar que va más allá de lo físico y que le hace a uno sentirse mal a un nivel hasta emocional. Parece que este virus, cuando nos infecta, nos deja físicamente hechos polvo y además nos entristece. Suena escandalosamente extraña la existencia de un virus que nos deprime y, si no fuera porque he visto cómo cursa en diversas personas, no me atrevería a asegurarlo, pero sí, este virus de final de primavera es capaz de entristecer a cualquiera: no te ataca dejándote en la cama con fiebres altas, pero te destroza el ánimo.

     No sucede lo mismo con otro tipo de ataques que hemos visto esta semana. Me refiero al que ha sufrido INTECO, un ataque que ha burlado la seguridad de su Plataforma de Formación, sin que ello produzca ningún menoscabo en el ánimo de su director. Al contrario, el hecho de que ni quienes se desvelan por la seguridad en internet puedan estar seguros, no hace más que confirmar, en su opinión, la necesidad de dedicar mayores esfuerzos para conseguir el nivel más alto de protección posible, dado que internet es ya una realidad sin la que no podemos vivir. “El riesgo cero no existe”, dice el director de Instituto Tecnológico refiriéndose al tratamiento de la información. Y es verdad, no hay nada cien por cien seguro en informática, pero ¿en qué ámbito de la vida encontramos algo que pueda ser así? Quizá dejando a parte algunas verdades matemáticas, que pertenecen más al terreno del axioma que al de la explicación, lo único que nos resulta seguro cien por cien es el carácter inevitable de la muerte. El hasta hoy alcalde de León hablaba también esta semana de algo parecido, recordándonos que “a veces uno muere de éxito”, dándonos a entender que precisamente eso es lo que a él le había pasado.

     Resulta ahora que ha sido un visionario, un adelantado a su tiempo, un incomprendido cuya tarea no ha podido ser digerida por el electorado, al tratarse de una obra con tanta visión de futuro, que los leoneses no estaban preparados para comprenderla. Una pena. A saber con qué clase de virus se había contagiado el alcalde en funciones para hacer afirmaciones semejantes. Es muy atrevido descalificar así a los votantes. Es verdad que se han hecho muchas cosas bien en León en estos años, pero también se han dejado de hacer muchas otras y algunas se han hecho mal. Puede que el electorado haya visto que el alcalde socialista estaba a punto de morirse de éxito y le ha enseñado la cara más dura de la derrota para que se recupere de su portentoso mal.

martes, 7 de junio de 2011

Globos anunciando colchones. (En Hoy por Hoy León, 3 de junio de 2011)

Lo vimos el lunes. Ya sé que no puedo hacer un comentario el viernes sobre una noticia del lunes, porque lo que es actualidad hace un minuto, se convierte en historia en el siguiente. De todos modos lo cuento: una tienda de colchones de la calle Padre Isla lanzó una campaña de publicidad muy imaginativa. Al menos por la zona de Lope de Vega, Latorre y Julio del Campo hasta la Inmaculada, que fue donde yo los vi, la calle estaba sembrada de globos de colores con la publicidad de la tienda, atados con un hilo a la manilla de los coches, dibujando de colores una calle que, a esas horas, empezaba a desperezarse. Imagino las caras de sorpresa de los conductores al encontrarse con el regalo inesperado y recuerdo las conversaciones del café de media mañana que se referían al asunto de los globos como algo divertido, un soplo de aire fresco en medio de estos días crispados de crisis y elecciones. El color y las formas curvas dibujando sonrisas en los madrugadores. Necesitamos de este impulso de imaginación y franqueza, tenemos que centrarnos un poco más en las pequeñas cosas del día a día, disfrutar de lo que está en nuestra mano y modificar, sin grandes pretensiones, lo que tengamos a nuestro alcance para poder vivir todos un poco mejor. Creo que esto que digo conecta con el impulso del movimiento de los jóvenes y no tan jóvenes que canaliza su indignación hacia las plazas de media España: hacer algo es posible, modificar las cosas está en nuestra mano. Es mejor iniciar la semana un lunes atravesando una calle decorada de globos de colores, que arrancar el día pensando en el globo que nos vamos a coger en cuanto abramos la trapa de la tienda, encendamos el ordenador en la oficina o empecemos el reparto diario de las barras de pan.

El optimismo me duró lo que tarda en pincharse un globo, también es verdad, que todavía no había terminado de cruzar la calle Roma cuando ya el impulso de los globos se había ido a dormir a uno de esos “equipos de descanso” que llaman ahora. Habría que pedir a algún talento matemático que nos hiciese un cálculo de la cantidad de impulsos optimistas que hacen falta para vencer la resistencia que nuestro modo de vida ofrece a la felicidad. Yo, como tengo una formación menos calculadora, me quedo pensando en cuáles serán las razones por las que unimos los conceptos globo, colchón y felicidad. Si nos vamos a la política, la felicidad está en el colchón de votos que permite formar amplias mayorías, cosa que ocurre en muchos ayuntamientos. Cierto que, en esos otros en los que la cosa no está nada clara, la necesidad de pactos nos llevará en los próximos días a descubrir extraños compañeros de cama. Harán falta talentos matemáticos para cuadrar las cuentas de los pactos de silencio o de gobierno que permitan la elección de alcaldes en los municipios con mucha dispersión de voto, alcaldías que no cuentan con una bisagra clara y demás situaciones de difícil gobierno. Precisamente mañana, en León y en Ponferrada, se celebran pruebas para descubrir posibles talentos matemáticos. En León se presentan 135 chavales que vienen hasta de Benavente y Zamora. De entre ellos, se elegirán 11 ó 12 niños que podrán incorporarse a un programa de dos años asistido por profesores de matemáticas que voluntariamente trabajarán para el desarrollo del talento matemático. Me decía uno de ellos que se trata de resolver problemas, no de hacer ejercicios, remarcando bien la diferencia. Hacer ejercicios es una cuestión de entrenamiento; para resolver problemas, es necesaria gente con imaginación. Me pregunto si los pactos en los ayuntamientos se estarán planteando como ejercicio o como problema y me pregunto, en general, si la gestión de lo público se está haciendo con verdadero talento o con simple músculo logrado a fuerza de despacho.