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viernes, 9 de diciembre de 2011

Una de turistas. (En Hoy por Hoy León, 9 de diciembre de 2011)


Como la semana ha sido un fin de semana continuo -que empezábamos un lunes que se hacía viernes por la tarde para llegar a un martes medio domingo, y luego un miércoles que sabía de nuevo a viernes y otro domingo ayer jueves, este ya con misa y todo y la tradicional visita al convento de Las Concepcionistas por parte del Ayuntamiento-, con tanta fiesta y tantos días medio laborales, he podido trabajar, hacer algo de deporte, viajar, hasta tomar unos vinos por el Húmedo y terminar la tarde de ayer con una charla acogedora en un local con vistas al Palacio del Conde Luna. Me imaginno que, un poco como todos, con esa sensación de tener tiempo para todo e ir dejando pasar los días uno tras otro sin terminar de resolver gran cosa. Una semana inútil, decían algunos. Deberíamos colocar todas las fiestas en viernes o en lunes, insistían los más firmes defensores de la racionalidad. Posiblemente tendrán razón, puede que sea lo racional organizar el tiempo en función de ciclos productivos, agrupar las fiestas para que no se rompa el ritmo en las empresas. Sólo defendían los puentes los hosteleros.

El sector del turismo, y en general del ocio, sabe que este puente saca a la gente de sus casas. No es sólo que nos planteamos viajes que en un fin de semana normal no nos plantearíamos, es que se nos pone el cuerpo de jota y salimos a la calle, porque queremos escapar del rutinario día a día y, aunque no nos hayan puesto luces, sabemos que ya está en el aire el regusto de las fiestas. Ya ven, hasta la corporación municipal canta villancicos con las monjas de clausura.

Había ayer poco turista por el húmedo. No eran los números de otros años. Está claro que, al venir el puente tan deshilachado, las cifras no han sido tan redondas como en otras campañas y algo también se habrá tenido que notar la tan nombrada crisis y hasta la falta de nieve, que ha producido un pequeño desastre en la industria turística de la montaña, puede ser también causa de lo poco agobiado que se veía el centro de León ayer por la mañana. Me gusta sentirme turista en la ciudad en la que vivo. Cuando miras León con ojos de turista, te das cuenta de todo lo que tiene. Ayer, con ese sol de diciembre que regalaba una mañana de fiesta, la Plaza Mayor era acogedora y hermosa. Las calles del Húmedo, los olores que se escapaban de los bares, de los restaurantes, prometían deliciosos momentos alrededor de un mantel. Y me gustó el ambiente cordial, el trato acogedor con los extraños, la perfecta profesionalidad con la que nos trataron en todos los sitios. ¿Será que por fin nos vamos dando cuenta de que en esta ciudad el turismo es un factor económico determinante? ¿Sería casualidad? Tal vez la cosa funcionó por la escasez de clientes. Sería terrible que sólo lo hiciéreamos bien cuando no vienen a vernos. Pero no. Algo debe estar cambiando.

Les dije al principio que también yo he viajado este puente. No les voy a decir a dónde he ido, pero sepan que en ningún restaurante nos ofrecieron de entrada la carta, que en una de las comidas tuvimos que esperar demasiado por culpa de un mal servicio y que, al salir de un mesón después de picar algo para cenar, nos sentimos escandalosamente estafados.  Pero estemos tranquilos, porque eso son cosas que en León no pasan.

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