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jueves, 20 de diciembre de 2012

Sentimientos. (En Hoy por Hoy León, 21 de diciembre de 2012)


Cuando a mi padre le preguntaban de dónde era, siempre decía que él era del pueblo de su mujer y eso es lo que me pasó a mí con mi amigo Isidoro, que dije que era de Babia, cuando la que es de Babia es su mujer y él anda diciendo que sigue siendo de Villaseca de Laciana. Es una cuestión de sentimiento.

Ayer, que era el día Internacional de la Solidaridad, estuve con ellos, no sé si se acuerdan, que ya les dije algo hace algunos viernes. Son maestros los dos. Los dos son artistas, uno haciendo callos y el otro tocando la guitarra, habilidades que les vienen del cielo, ¿qué le vamos a hacer? Al de Matadeón le dio por decir que había que hacer las cosas con sentimiento. Quizá ese es el secreto de los callos, el sentimiento más que el pimentón. Quizá ahí está el discriminante, la parte de la ecuación que decide si las soluciones son reales o imaginarias, el hecho de saber si lo que se hace se hace o no con sentimiento. Me gusta el modo de expresarlo de Castaneda en una de sus historias de Don Juan, cuando le dice al aprendiz de chamán que, en la vida, cuando se encuentre ante dos caminos, elija siempre el camino que tenga corazón.

Todos los caminos conducen a ninguna parte, así es que da igual el camino que elijas, lo importante es que ese camino que recorres tenga corazón y que lo recorras por entero. De eso se trata cuando hablamos de sentimientos. De recorrer enteros los caminos, de saber que uno camina por la senda que le hace feliz y que le lleva hasta el final. Sentimiento, Mario, sentimiento. Como tú decías ayer: puro sentimiento. Por eso, de todas estas campañas que se organizan con motivo de las fiestas de Navidad para ayudar a familias necesitadas, escojo siempre participar en aquellas que me parece que tienen corazón. No voy a decir que la campaña del Ayuntamiento sea un cuento como el de aquel gigante sin corazón, ni mucho menos. Me parece que es genial que se haya recogido ese dinero y que se haya podido ayudar a esas ochenta familias escogidas de entre las muchas que plantean alguna necesidad. “Un puente entre familias” ha sido el nombre de la campaña. Se les están repartiendo, desde los centros de Acción Social, alimentos y dinero en metálico, una campaña que despierta los buenos sentimientos entre familias, aquella vieja idea de unir a los que tienen necesidad con los que no estamos tan mal. Ya saben mi opinión sobre la caridad. La he expresado en múltiples ocasiones: me ocurre que creo más en la justicia. No obstante, comprendo los bellos sentimientos que envuelven en celofán de colores la caridad navideña. Y eso es mucho mejor que nada, claro está.

Por expresarlo de otra forma: cuando a una mujer que trabaja a diario por los desfavorecidos a través de una asociación de vecinos y que lleva todo el año proporcionando alimentos y ropa a familias necesitadas le pidieron que participase en la campaña, creo que lo dijo con todo sentimiento de su corazón, pero lo dijo muy claro - no sé si son palabras exactas, pero tal vez fuesen parecidas-: ¿a mí qué me venís a contar? Yo ya llevo dando de comer a esta gente todo el año.

Ese es el sentimiento, el puro sentimiento. Saber que la necesidad no se cubre con un kilo o con unos euros por Navidad. Felices fiestas.

viernes, 14 de diciembre de 2012

Una luna de fin del mundo. (En Hoy por Hoy León, 14 de diciembre de 2012)


El fin de semana pasado colgaba del cielo una luna de fin del mundo. Colgaba casi a ras de suelo, tocando con los cuernos de luna menguante las azoteas de los edificios más altos y brillaba con un fulgor intenso, con la luz de la helada rebotando en su extrema delgadez. Era una luna apocalíptica, el final de la penúltima luna del año. A esa hora, quizá la una de la madrugada del sábado, una estrella recorrió el cielo por el norte; un fogonazo fugaz de varios segundos de duración con trayectoria de oeste a este, que podría haberse confundido con la estrella que hace más de dos mil años condujo a Belén a unos sabios tartessos, según explica Benedicto XVI en su libro “La Infancia de Jesús”.

Pensé que debía guardar la idea de esa luna de fin del mundo para compartirla con ustedes en este viernes, último viernes antes de ese fatídico veintiuno de diciembre señalado por los esotéricos para el final de la tierra tal y como la conocemos. Habíamos salido a dar un paseo por la ciudad para ver las luces que adornan algunas calles, esas en las que los comerciantes se han puesto de acuerdo para animar el consumo y, al volver al pueblo, el cielo brillaba sin que ninguna nube velase su perfección. Nunca podré contemplar una iluminación tan espectacular. Ninguna dotación presupuestaria podría competir con semejante arquitectura de arcos, alineaciones, figuras, brillos.

En la ciudad, los angelotes, los cristales de hielo, los paquetes de colores, las bolas que adornan los árboles, el recuerdo de que ya está abierta la campaña de ventas para la Navidad no consiguieron hacerme creer que no está pasando nada. En los carteles de los bares y de los comercios, bajo la leyenda de establecimiento colaborador con la iluminación navideña, se advierte la desesperada llamada a la normalidad: "¿Lo ven? Hay luces especiales en el cielo de las calles. Es una campaña como las otras". Ese es el mensaje aparente, pero a la vez, la disparidad decorativa, las evidentes diferencias de presupuesto entre unas calles y otras explican que algo oscuro está pasando. 

Lo ha dicho Alfredo Martínez desde la Federación de Comerciantes. Lo ha dicho Pedro Llamas desde la Asociación de Hostelería. Lo sabe cualquiera que se asome a la calle. Va a ser una campaña de ventas diferente. En una ciudad de funcionarios como esta, van a faltar muchas pagas extra. Lo vemos en los restaurantes, en lo fácil que es encontrar mesa en estas fechas, cuando en otras temporadas había que reservar con mucha antelación. Lo vemos en los centros comerciales, en los que hipotéticos compradores deambulan por los pasillos con las manos vacías de bolsas. Lo vemos en el pequeño comercio, agobiado por la crisis y la fagocitosis de las grandes superficies. 

Quizá sea verdad que el viernes que viene es el día del fin del mundo y por eso hay una Navidad sin consumo, ¿quién se lo podría creer? Empieza uno quitando la mula y el buey del portal y termina con los Reyes Magos convertidos en sabios andaluces, haciendo unas fiestas con la mitad de turrón y las compras justas. Si estará difícil el tema de las ventas que, ante la escasa demanda de consumo, hay un puesto del mercadillo que ha decidido hacer publicidad en la radio. Lo he oído en otra emisora, lo confieso, el puesto se llama “la boutique del mercado”. Los martes y viernes en Colón, miércoles en la Plaza Mayor y el domingo en el Paseo de la Condesa. 

Lo que digo, esto va a ser el acabose.

viernes, 7 de diciembre de 2012

Adornar la realidad. (En Hoy por Hoy León, 7 de diciembre de 2012)


Es algo que surgió con mi hija hablando del modo en el que el Alcalde de León se defendía de la acusación de acosar a un testigo en relación con la famosa carta. Se trata de lo siguiente: si un testigo en un juicio está obligado a decir la verdad de cuanto sabe acerca del asunto que se juzga, ¿qué más da que lo presente la defensa o que lo presente la acusación? En principio, ateniéndose al espíritu de la justicia – ya saben ustedes que dicen que es ciega-, daría lo mismo que el testigo fuese de la defensa o de la acusación, al final, tendrá que decir lo que sabe. Claro que la cuestión está en que a una parte o la otra le interese que determinados testigos hablen o se callen. Vamos que el problema no debería ser que García Prieto vaya al juicio de la mano de la acusación. En principio, si la justicia es como debe ser, si va por la defensa o por la acusación debería ser indiferente.

Pero cabe pensar que la justicia no sea pura. Alguna mente malpensante, que no la mía, podría decir que no es enteramente ciega, que la venda que le cubre los ojos, si no es transparente, por lo menos es traslúcida y deja adivinar la silueta del que es juzgado, de manera que los testigos no son siempre enteramente veraces y tienden, a pesar de las severas advertencias de los jueces, a explicar los hechos desde la perspectiva que más conviene a sus intereses. Es evidente que un testigo, cuando testifica, puede, como dijo mi hija, “adornar la realidad”. Desde esa perspectiva se podría entender cierta preocupación ante la idea de un compañero de partido ejerciendo como testigo hostil. Se entiende sí, pero la pregunta es, ¿acaso no es García Prieto procurador por el PP? ¿Acaso no fue Presidente de la Diputación? ¿Por qué le molesta al partido que sea llamado al juicio por la acusación? ¿Es una cuestión de estética? No deberían temer al modo en que el expresidente adorne la realidad y menos a la verdad pura y dura, que es lo que en un juicio se debería conocer.

Me gustó la idea de que los testigos no mienten, sino que adornan la realidad. Algo muy propio de estos días en los que vestimos de fiesta esta realidad terca y triste. La realidad de los que sufrimos el festín de los que terminaron insolventes con millones escondidos en las esquinas. Vestirse de fiesta, sí, pese a las colas de las Oficinas de Empleo, los anuncios de huelga, los rumores de cierre.

Hay uno de esos rumores que me ha llegado estos días y que tiene que ver con adornar la realidad, con el modo de vestirse. Me han dicho que corre peligro el Museo de la Indumentaria Tradicional Leonesa de Valencia de Don Juan. Seguro que no es un museo rentable, pero debemos hacer todo lo posible para que no se cierre. Si no lo han visitado, háganlo cuanto antes. Vayan este fin de semana, dejen que Pedro o alguno de sus compañeros les cuente por qué son así los trajes, por qué se vestían de ese modo, cómo eran las cosas no hace tantos años, cuando el ritmo de la vida era un ritmo lento que devoraba los días al mismo compás que el devenir del tiempo. Que no se pierda el enorme trabajo que hay bajo las faldas de ese Museo, que no se cierre la oportunidad de aprender tantas cosas en una visita tan agradable.

martes, 4 de diciembre de 2012

Cosas que podríamos colar. (En Hoy por Hoy León, 30 de noviembre de 2012)


Tras la entrevista del martes al Consejero de Fomento de la Junta de Castilla y León, me quedó la idea de hacer una lista de cosas que podríamos colar. Se me ocurrió al escuchar su reacción a la pregunta de Chechu sobre la posibilidad de “colar”, dicho entre comillas, si es que las comillas se pueden usar en la radio, la autovía León – Bragança en el Plan de Infraestructuras hasta 2024.

Por ejemplo, podríamos colar las palabras “crisis” y “catarsis” en una reunión de la Comunidad de Vecinos del modo siguiente: “Ante la crisis que supone el incremento del coste del mantenimiento del ascensor, se propone una catarsis de la energía acumulada en los sucesivos enfados de los vecinos cada vez que llega la cuota. Tal solución, aprovechando el coste cero de las escaleras, pasa por subir andando y los del sexto que hagan piernas”. Y que quede claro que todos tenemos legitimidad para hablar, eso sí, lo que es tener derecho a hacerlo es otro tema.

Cosas que también podríamos colar: una actitud. Un modo deportivo de entender la vida. Vamos a colar un eslogan, vamos a ser didácticos, vamos a establecer ámbitos de responsabilidad política y territorial. Esta es la idea: unos miran por León, mientras otros miran más allá. Por eso, porque en el fondo todos estamos obligados a mirar un poco más allá, porque una cosa es lo que debería de ser y otra lo que es, tenemos que comprender que el vendaval de la crisis sopla contra Vestas, le levanta el flequillo a los medallones de la fachada del Parador, saca de los mostradores a cientos de trabajadores de aquello que antes fueron las Cajas, empuja a mirar más que nunca por cada euro que se gasta. La crisis se convierte en realidad y la realidad obliga, de manera que la prioridad no está en las infraestructuras. Por eso Renault quiere que los componentes de sus coches se fabriquen lo más cerca posible de sus propias fábricas, porque tiene que mirar cada euro y no porque la capital de la provincia de Valladolid sea Valladolid, que eso es solo una coincidencia.

Podríamos colar juegos de palabras que, fuera de contexto, y pido sentido del humor para entender la pequeña broma, se muestran como conceptos sublimes. Apunto tres: la “capacidad de movilidad por parte del modo aéreo” que es algo que tanto sirve para el complejo vuelo del buitre leonado, como para la inverosímil técnica de manejo de platillos volantes; “la imposibilidad medioambiental del desdoblamiento”, que aplicado a una autovía que no se puede construir adquiere el significado de que, en tiempos de crisis, no hay mal que por bien no venga; y, por último, con la debida veneración y salvando las distancias, la impronta surrealista o, si se me permite, el concepto Azcona, la idea de “adelantar todo lo que no suponga ejecución”, una frase que quizá Gila apostillaría diciendo que las ejecuciones son muy feas y a veces manchan y se le queda al ejecutado una cara así como de pocos amigos que da pena verlo, ¿sabe usted?

En fin, lo que se puede hacer se hace y se hará. Lo que no se puede hacer no se puede decir que se va a hacer. Pura metafísica. Lo dijo Wittgenstein en el Tractatus: “lo que se puede decir, se puede decir claramente y de lo que no se puede hablar, lo mejor es callarse”. Lo malo es que luego se desdijo.

viernes, 23 de noviembre de 2012

Setas y castañas. (En Hoy por Hoy León, 23 de noviembre de 2012)


Todavía  no eran las seis de la tarde. Una pareja entretenía el tiempo en un rincón, ensayando todos los rituales del cortejo. La camarera bailoteaba alegre mientras preparaba café. Una mujer se bebía un Martini con ginebra aprovechando que sacaba a pasear al perro. A pocas calles del bar, un coche fúnebre se ponía en marcha para llevar a Puente Castro el cadáver de un hombre joven. Un muchacho de catorce años se desmoronaba finalmente en el hombro de su hermano, desmontando el mito de que los chicos no lloran y sus compañeros, niños todavía, dejaban salir toda su pureza, llorando al compás que marcaba la pena de su amigo. Nosotros tomábamos café como quien necesita una pausa para ir del corazón a sus asuntos.

El de Matadeón, que conoce bien el despliegue de los barbones cuando llega la hora de enseñar pluma, controlaba de reojo a la pareja y el de Babia se acordaba de un viejo colega que había dejado el oficio para trabajar en la Diputación. Esa fue la palabra que disparó en mi cabeza la idea del artículo del viernes, quizá porque me parece un paradigma de los tiempos que vivimos el desgobierno de Valderas y asocié de inmediato un asunto con el otro. Digo que es paradigmático lo de Valderas porque expresa el desajuste que nos envuelve: un municipio con un presupuesto anual de 800.000 euros que mantiene una deuda de 4 millones. Normal que la vara del alcalde sea un hierro incandescente y no haya nadie que la quiera. Normal que haya bofetadas por no enfrentar ese Miura, que haya dimisiones y tránsfugas, que el grupo de los no adscritos tenga la mayoría absoluta. Normal que la alcaldía sea una patata caliente que nadie quiere pelar, pero que, una vez fría, todos querrán masticar.

El caso es que estábamos tomando ese café, todavía encogidos en el aire del luto, cuando el de Babia dijo Diputación y yo les pregunté por el tema de la semana. Ahí el de Matadeón estuvo fino, que me contestó, “pues, si es por el tiempo, habla de setas y de castañas”. Lo de la castaña ya queda medio dicho con todo el asunto de la alcaldía escurridiza, que será un festival ver a la Secretaria preguntando a los concejales si quieren asumir el mando. Digo yo si, a pesar de las dificultades, no estarán moralmente obligados a aceptarlo, toda vez que hubo un día en el que se presentaron, a no ser que lo vean tan claro que dimitan sin reparos y dejen todos los sillones vacíos. Anarquía municipal. ¡Que la maquinaria del Estado se encargue de asumir su propia miseria! ¡Que el sistema que permitió el desfase se haga cargo de las consecuencias! Lo malo es que siempre el sistema somos nosotros, usted que me escucha y yo que se lo cuento y la castaña será para nosotros.

Para la seta vale el titular que nos dejó el Consejero Silván en la Cámara de Comercio diciendo que “el Parque Tecnológico de León es un referente”. Seguro que lo es. No lo pongo en duda, pero a mí me da que está ahí puesto como a quien le sale una seta en el jardín. Una seta suculenta en mitad del jardín abandonado de la industria leonesa y no cuento aquí la anécdota de que en una empresa del Parque tenían algún problema de cobertura con la red móvil, porque seguro que no me creen.

En fin, que es tiempo de setas y castañas, lo dijo uno de Matadeón y lo corroboró uno de Babia.

sábado, 17 de noviembre de 2012

Pontificar. (En Hoy por Hoy León, 16 de noviembre de 2012)


Que estuviera otra vez una garza enamorada cortejando un árbol seco, confundida por las sombras con el débil sol que todavía brillaba a primera hora del jueves, debería ser noticia de portada, como lo fue este miércoles la foto de Ana Obregón con los chicos de Amidown en la presentación de su calendario solidario. “Tómate tiempo para conocerme” es la frase del mes de marzo, ese en el que sale la foto de la famosa con una niña en brazos. Doce meses, doce frases, doce caras conocidas. Tómate tiempo, antes de dejar volar los prejuicios.

Hay una garza que a veces se confunde y posa enamorada junto al Puente de los Leones, creyendo que un tronco deshojado es el amor de su vida. Es la belleza de lo auténtico junto a la vanidad de la pose.

No hay nada más auténtico que regalar. La belleza del regalo está en su gratuidad, en su absoluta falta de pretensiones. Regalar tiempo, regalar sonrisas, regalar poses. Curioso bucle, que sea la pose de los famosos ante el objetivo de Andrés de la Torre, el auténtico regalo en este proyecto solidario. Curioso, sí, descubrir bajo la apariencia más frívola y superficial, una llamada de atención hacia el respeto. Tómate tiempo para conocerme. No seas tan bruto de rechazarme solo porque tengo una cara muy famosa o porque al capricho de la genética se le ha ocurrido regalarme un cromosoma de más.

Y ya que el tema es lo auténtico y lo fingido, hablemos de la huelga general. 

Sé que lo han señalado en muchas partes y que a estas alturas de la semana ya van a estar hartos de escucharlo. Quiero decir que, vistos los números, la consecuencia del día 14 es saber por qué tuvo un seguimiento tan desigual la huelga y en cambio las manifestaciones fueron multitudinarias. ¿Tiene esto algo que ver con el tema de la pose y lo real? No sabría decirles. 

Lo que sí veo es que sería equivocado que los sindicatos se anotasen la jornada como un éxito rotundo, porque no lo fue, ya que se convocaba huelga general y no una manifestación. Del mismo modo, entiendo que sería una locura que el gobierno hiciese el Don Tancredo una vez más mirando solo los datos de consumo eléctrico como si aquí no hubiera pasado nada, porque los miles de personas que salieron a la calle atestiguan que algo pasó y fue importante. Si quieren esperar a que el tema se les vaya de las manos, como ocurrió en Cataluña, es su decisión, porque los ciudadanos hablaron alto y claro y mostraron en la calle su hartura. Y eso no fue ninguna pose, que la indignación es auténtica y el enfado, por mucho que digan los votos, muy real.

Lo peor del asunto es que los sindicatos se sientan autorizados a pontificar a la vista del volumen de la protesta. Sería por el efecto del eco de los megáfonos, pero el discurso de los oradores sindicalistas sonaba a homilía dominical. No hablo del fondo, sino de la forma. El sonido que llegaba a los congregados en la Plaza de San Marcos recordaba aquellos sermones de otro tiempo. Me consta que hubo quien no estuvo dispuesto a escuchar, quien llegado el momento se dio media vuelta y se marchó. Quizá esa sea una forma muy auténtica de protesta, acudir a la manifestación y marcharse ante la arenga final.

viernes, 9 de noviembre de 2012

Vidas Repetidas. (En Hoy por Hoy León, 9 de noviembre de 2012)


Vivimos vidas repetidas. No estoy hablando de la condena existencial de Sísifo tirando de su piedra monte arriba para que se le vuelva a caer una y otra vez justo cuando llega a la cima. La idea no es esa. Tampoco se trata del mito del eterno retorno, de la vuelta permanente de lo mismo, esa noria que nos hace repetir y repetir una y otra vez la misma historia. Ni siquiera hablo de la idea más romántica de una reencarnación al estilo de lo que cuenta Shirley MacLaine o una especie de transmigración de las almas al modo de las alegorías platónicas o de los mitos órficos. Cuando digo que vivimos vidas repetidas no me tientan conceptos metafísicos o religiosos, sino que me refiero a una realidad inmediata en el sentido de que, de algún modo, vivimos todos la misma vida.

Sé que es un pensamiento incompleto. Más que incompleto, inconsistente, porque salta a la vista que su vida y la mía no son en absoluto la misma, que la vida de un niño que nace y muere en las favelas de Bahía o en un poblado de Sudán no es la misma vida que la de las hijas del Presidente Obama. Me dirán que cada vida es única, que cada uno es protagonista, dueño y señor de su propia vida. Y debe ser cierto, pero,…

Se me metió en la cabeza esta semana que vivimos vidas repetidas y es una idea que no soy capaz de abandonar. Ocurrió durante una cena en la que se habló de la milagrosa transformación de una válvula cerebral en un tallarín escondido en el rincón apropiado del abdomen de quien lo contaba, de la portentosa habilidad de un santo tullido por la ciática para hacer sonar una gaita y tocar el violín con un dedo, de la doble humanidad de un hombre del renacimiento a quien ningún miliciano le supo decir por qué había matado a otros en el vértigo de una de esas guerras locas que ya tenemos olvidadas. Se habló, como les digo, de vidas poco ordinarias. Y a mí se me quedó en la memoria la obsesiva idea de que vivimos vidas repetidas, que todos habitamos detrás del mismo felpudo, ese que se inventó Ikea y que nos da la bienvenida a la República Independiente de nuestra casa. Quiero decir que es una verdad extraña, pero tengo la sensación de que, por muy diferentes que parezcamos, nuestra forma de respirar nos delata: somos una y la misma cosa. Vivimos la misma vida repetida, la misma vida enlatada, ensamblada pieza a pieza, coleccionada. Somos la misma marioneta.

Cuando la otra tarde estuve caminando por El Rosal, el centro comercial de Ponferrada, observando mi reflejo en los escaparates de las mismas tiendas que hay aquí en León o en cualquier ciudad de España, me convencí de que las vidas que vivimos son a cada momento más descarnadas, más miserablemente intercambiables. Vidas insulsas, alumbradas por la misma lámpara, desconectadas en habitaciones repetidas de hospitales atestados de moribundos vestidos con el mismo pijama.

Se me nota que es otoño y que llega San Martín y que es hora de matanza. Hubiera querido hablar de alguna de las noticias que están en boca de la gente, quizá del lío de Valderas, de la sentencia del Supremo sobre los presupuestos de 2008, del recorte que se avecina en Caja España, pero les pido disculpas, que esta mañana de noviembre me ha podido más el sinsabor de ver mi vida escupida en la bandeja de la fotocopiadora.

viernes, 2 de noviembre de 2012

Estratosfera. (En Hoy por Hoy León, 2 de noviembre de 2012)


Hace algo más de quince días, el mundo entero andaba pendiente del famoso Félix Baumgartner. Me imagino que recuerdan la historia: un deportista extremo que se lanzó desde la estratosfera, dejándose caer a treinta y nueve mil metros de altura, siendo el primer ser humano en romper la barrera del sonido sin apoyo mecánico y en caída libre. Hemos sido millones los que, de un modo u otro, hemos visto caer dando vueltas ese puntito de luz, pendientes de un tipo gordo y con gafas que dirigía la aventura desde el control de tierra, con el aire del que te va a despachar cincuenta céntimos de alcayatas y el espíritu de un oficinista aburrido de escanear día tras día el mismo formulario. ¡Qué lejos del glamour de los actores de Hollywood en las grandes superproducciones sobre viajes al espacio! Recuerdo especialmente a Ed Harris en Apollo XIII, quizá lo único salvable de la película, pasando por encima de un previsible guión y un poco más que correcto Tom Hanks.

Ya digo. Unos en directo, otros en internet, algunos en resúmenes emitidos por las televisiones, millones de personas hemos terminado por ver la caída temeraria del aventurero, y eso que es verdad que, como espectáculo, la historia no dio mucho de sí. Pero allí estábamos, aguantando el tirón de una subida interminable, con la boca abierta cuando el austriaco se asomó al mundo y se dejó caer. Un poco decepcionados después, pero fascinados ante la idea de que alguien pueda subir tan lejos y atreverse a soltarse físicamente de cualquier soporte de seguridad. Es la fascinación del peligro. La atracción del cielo.

Hemos visto fotografías del globo tomadas desde el espacio. Sabemos de memoria cómo es ese planeta azul en el que vivimos. Lo observamos desde nuestra prepotencia de amos del mundo como un pequeño juguete, una preciada bola de cristal que nos perteneciera. Creo que es esa sensación la que nos fascina. Por eso puede que tengan razón los dueños de Zero2infinity y seguramente sea negocio el asunto este del turismo espacial. Ya saben de qué les hablo, es esa empresa catalana que está haciendo pruebas en la Virgen del Camino para enviar una cápsula a la estratosfera en la que puedan viajar cuatro turistas. Tendrán que pagar una pasta, dicen que alrededor de 110.000 euros, pero seguro que hay muchas personas que pensarán que vale la pena. Bueno, pensarán que vale la pena y tendrán el dinero, claro, que tal y como se está poniendo el asunto nos vemos cada vez más en ese punto en el que hay unos pocos que se pueden pagar un viaje a la estratosfera y unos muchos que tienen problemas para pagar el billete del autobús.

Se habrán fijado en el pequeño detalle de que, por mucho que se venda la estratosfera, en la cápsula las condiciones ambientales serán las de la Costa Azul, el destino turístico con el que asociamos lo más exclusivo de la jet-set. La distinción está en poder pagarlo y el que paga tiene que sentirse distinguido. El paquete se completa, según la información del martes, con una cena ligera, unos masajes y dos noches en un hotel de lujo. Yo propondría además, si salen desde León, un paseo por la desolada industria leonesa. Más que nada para que no todo sea vino y rosas.

viernes, 19 de octubre de 2012

Un evento de entidad trascendente. (En Hoy por Hoy León, 19 de octubre de 2012)


Es algo que decía Gómez Caffarena: “no confunda trascendente con trascendental”. La cita no es mía, porque yo no bebo de las fuentes tanto como debería, sino que la he tomado de un compañero que estudió filosofía en Comillas y conoció al viejo profesor de primera mano, por lo que debe ser legítima. Viene a cuento por lo que ha dicho el Alcalde de Ponferrada del Mundial de Ciclismo, que por lo visto, según él, va a ser un evento de entidad trascendente.

No digo yo que todo el mundo tenga que entender de filosofía, y mucho menos, aunque debería, alguien que, en estos tiempos de urgencia electoral, se dedica a la política, actividad a la que se ha despojado de toda dimensión reflexiva, convirtiéndola en algo plano, aplastado en el día a día de la lucha por el sillón, el proceso inmediato de acción y reacción a los vaivenes de la opinión pública y la presión de las instancias superiores, ya sean del propio partido o de las instituciones que están por encima del ámbito de cada uno, el Alcalde sobre el Concejal, la Diputación o la Consejería sobre el Ayuntamiento, la Junta sobre los Consejeros, el Gobierno sobre las Autonomías, Europa sobre los Gobiernos, los Fondos de Inversión sobre todas las cosas. Y de pararse a pensar, no hay tiempo. Así es que ¿cómo va usted a pretender que haya un Alcalde que distingue entre trascendente y trascendental? También es dudoso que pueda tener entidad un evento. Claro que el mundo es lo que acontece, lo que sucede. Lo que eventualmente puede suceder o va a suceder, también lo es, supongo. Quizá por eso vale decir que ese evento tiene entidad y sí, quizá sea trascendente, aunque, me imagino que el Mundial no es algo que está más allá de los límites de cualquier conocimiento posible. O tal vez sí, ¿quién sabe de esto lo bastante como para señalar la línea que separa lo que es posible conocer de lo que no?

En realidad todo esto no es más que una defensa de la filosofía, una defensa animada por la iniciativa del Aula Hospitalaria del Hospital de León que quiere poner en marcha un aula de debate para abordar con los niños ingresados en la planta de Pediatría los temas eternos del hombre, la realidad, la felicidad, la realización personal, la belleza, la vida en sociedad y, por supuesto, tratándose de niños enfermos, la reflexión sobre la salud, la vida y también, aunque se haya convertido en tabú en el aséptico mundo de plexiglás que nos vende la publicidad, el carácter inevitable de la muerte. Me gusta la iniciativa, porque tiene valor. Valor para la vida, valor para las personas, más allá de que algún día, alguno de estos niños llegue a ser Alcalde y distinga trascendente de trascendental, en el sentido de importante, porque el viejo Kant quería decir otra cosa cuando empleaba este concepto.

Por cierto que ya nadie escucha la radio en los hospitales. No sé si aquí en León se hacía, pero en Ciudad Real había un programa en Radio Popular que se llamaba “Radio Alegría. La voz de los enfermos”, que servía para entretener las horas de tedio en el encierro hospitalario con un sencillo esquema de mensajes entre los pacientes y sus familias y los allegados del pueblo. Tenía un punto macabro que no creo que valga la pena recuperar. En esto hemos ganado mucho con el móvil y el “guasap”.

viernes, 28 de septiembre de 2012

Lo que queremos ver. (En Hoy por Hoy León, 28 de septiembre de 2012)


Uno de los problemas que más me interesan de los que se plantean en filosofía es el llamado “problema arduo” de la conciencia. A la mayoría le parecerá una estupidez, pero a mí me resulta sorprendente darme cuenta de que me puedo dar cuenta de las cosas. ¿Por qué pasa eso? ¿Qué mecanismos operan en nuestro cerebro que nos permiten tener conciencia de que tenemos conciencia de las cosas? No sé si se dan cuenta de lo que quiero decir y me resulta difícil contarlo mejor. Me pasa como en aquel texto de Cortázar con instrucciones para subir una escalera, que la coincidencia entre el pie y el pie dificulta la explicación.

Uno ve una pradera. Una pradera verde, ahora que ha llovido algo. Por cierto que uno de estos días se regaba un jardín con profusión de aspersores bajo la intensa lluvia, que será que es verdad lo que dicen en mi pueblo, que agua de lluvia no quita riego, pero me pareció exagerado regar así el césped mientras llovía. Y de vuelta al tema de la conciencia: ¿Cómo es que nuestro cerebro es capaz de ofrecernos una experiencia cualitativa de la pradera? ¿Cómo es que nos permite comprender el matiz del verde? No digo ya el sorprendente juicio moral sobre si está bien o no regar la hierba mientras llueve. La conciencia es un enigma. Pero no me confundan, que no quiero hablar de conciencia moral. No es ver si tenemos buena o mala conciencia. Es solo el hecho mismo de tenerla, el hecho de darnos cuenta, lo que interesa.

Ayer, en el portal de un edificio que se asoma a los jardines de La Granja, hablaba con un amigo catalán reconvertido a leonés y me daba cuenta de que en ese bloque viven dos amigos míos, uno este barcelonés que se ha hecho de La Cueta y el otro, un leonés que se está afincando en Barcelona. Hablábamos de política y me decía que quería traerse a unos castellers, para demostrar a los políticos que todo este lío de la autodeterminación se puede resolver, si nos damos cuenta de que todos somos la misma cosa, catalanes, vascos, leoneses, gallegos, galeses, bantúes y hasta los de Minnesota: sencillamente personas. Terminamos hablando de un ciruelo de ciruelas claudias que le ha florecido este año en agosto y me enseñó una foto, en la que se veían las flores arropando ciruelas gordas como las pelotas de goma que se están poniendo últimamente de moda. Un comportamiento anormal de la naturaleza. ¿Se dan cuenta?

Y si es así, si nos damos cuenta de las cosas, si somos capaces de comprender, ¿por qué hay quien se atreve a pensar que no pensamos? ¿Por qué agradeció Rajoy en América el comportamiento de los que no se manifiestan? ¿De verdad cree que muchos que se quedan en su casa no comparten el enfado de los que salen a tomar las plazas? Me pareció una soflama en favor de las revueltas, una temeraria llamada a la revolución, que es verdad que cada uno es capaz de ver siempre lo que quiere ver, como en los experimentos de ceguera al cambio o, al revés, como en esas imágenes en las que queremos ver algo que quizá no está, como quien quiere ver una garza en el Bernesga parada ante un árbol, que, en la distancia, parece otra garza que la mira enamorada. Un milagro de la conciencia.

martes, 25 de septiembre de 2012

Agua y Albéitar. (En Hoy por Hoy León, 21 de septiembre de 2012)


         El martes por la noche, en la Plaza de San Marcelo, a las puertas del Ayuntamiento, en las barbas mismas de los policías locales, que en ese momento milagrosamente no estaban en la puerta controlando el aparcamiento reservado a la municipalidad, hubo una discusión digna de entrar en la Historia Universal no digo ya de la Infamia, pero sí de la Vesania.

         Se trataba de una discusión sobre si galgos o podencos, porque lo que se debatía, mientras un operario del Servicio de Limpieza desplegaba su poderosa manguera sobre las piedras del solado de la Plaza, era si son mejores las patatas que se riegan mucho o las que crecen con poco agua, si es mejor criar patatas grandes, cuánto más grandes mejor, o si por el contrario son preferibles las pequeñas, por sabrosas. Les digo que la discusión alcanzó tintes dramáticos, con descalificaciones del tipo “tú qué vas a saber de patatas si eres el único hortelano en el mundo que planta las msimas patatas de una año para otro en el mismo sitio” o “cállate, anda, que para encontrar las patatas en tu huerto hay que llevar microscopio con la azada”. Mientras los hortelanos de ciudad discutían sobre su capricho, el operario de limpieza había empezado a regar la Plaza, arrastrando con el chorro de agua de la manguera toda la porquería que encontraba a su paso, cambiándola de sitio, arrinconándola, quizá levantando también, en un indeseable efecto colateral, algún elemento minúsculo del empedrado.

            Me dio por pensar algo que después se ha subrayado con la petición de los Regantes del Porma al Ayuntamiento de León para que modere el riego de calles y jardines y es que se hace raro ver el derroche nocturno de agua tras los pasos de la cochambre, cuando los embalses están en unos niveles que dan miedo. Habría que pensarse si el Club Náutico debía estar en el Embalse de Luna o en el mismísimo San Marcelo, que a esa hora de la noche -es una exageración, ustedes me entienden- parecía que había más agua en el centro de León que en el mismísimo Pantano. Al final tuvimos que marcharnos, porque aquel hombre tenía que hacer su trabajo y dejamos lo del huerto para otro día, pero yo me volví para casa dándole vueltas a eso del ciclo del agua, pensando que por algún sitio se nos escapa algo, que el agua que no nos ha llovido tiene que haberse escondido en alguna parte y no solo en los desagues por los que se vierten litros y litros cada día a manos de los que nos dejan tan limpias las calles.

         Es muy de los árabes este gusto por el agua, aunque para ellos, por escasa, es un bien muy preciado, de modo que saben conservarla y reutilizarla y hablo ahora de los árabes, aunque sea mezclar las cosas, porque me pregunto si habrá sido algún manguerazo el que ha barrido la Casa del Estudiante de entre los servicios que presta la Universidad de León. El anuncio habla del mes de Septiembre, pese a que hay voces que alertan de un cierre permanente, de manera que cabe la posibilidad de que El Albéitar, esa palabra árabe, que funciona como sinónimo de veterinario, esté cerrado para estudiar todo el curso por mor de los recortes, de manera que los estudiantes se vean obligados como único recurso a recluirse en la Biblioteca del Campus de Vegazana. Decidan ustedes mismos si es o no es una animalada.

viernes, 14 de septiembre de 2012

Mal de ojo. (En Hoy por Hoy León, 14 de septiembre de 2012)



Una curandera de mi pueblo lo quitaba rezando una oración que parecía más uno de aquellos cantares de ciego de otras épocas: “Si te ha entrado por la cabeza, que te lo quite Santa Teresa. Si es por los pies, que te lo quite San Andrés”. Le gustaba adornarse quemando un poco de incienso, pero siempre reconocía que aquello no era fundamental, que si la “clienta” acababa de salir de la peluquería o le molestaba el olor, no importaba y se le quitaba el mal de ojo igual, que lo importante en estas cosas, como en todo, digo yo, es la fe con la que se hacen.

Es una imagen del miércoles por la mañana, un miércoles de sol con una mañana leonesa fresca, una de esas de medio-verano que te quitan la manga corta hasta la hora del almuerzo, a no ser que seas como Julio, que siempre dice que le gusta sentir el frescor en los brazos y se frota las manos y los biceps, dejando claro que el fresco va un punto más allá del frío en la escala de temperatura de cualquier persona normal. El caso es que era una mañana para dar un paseo, pongamos por caso por la calle Palencia, en lo que es la prolongación de Ordoño por encima de las vías del tren, esa avenida nueva que solo tiene acera por la derecha según se camina hacia el Palacio de Congresos. Será para que no se te ocurra pasar cerca de las obras o porque se les ha olvidado construirla, pero ya les aviso desde aquí: ni se les ocurra seguir caminando por la izquierda, porque, llegando a la rotonda, la acera se termina y desde ahí, o se cruzan al otro lado, o se la juegan caminando contra el tráfico. Pero el tema no es este. Hoy no se trata de las obras ni de los proyectos. ¿Quien se atrevería a predecir el futuro del Palacio de Congresos después de la decisión del Consejo de Ministros de hace quince días? Se trata precisamente de esto otro, de un cartel tamaño A3 pegado a una de las farolas que hay justo al pasar el edificio nuevo de la estación, en el que se puede leer, debajo del número de un teléfono móvil, el reclamo que ya es habitual en tantos escaparates: Anticrisis. Hoy todo lo que trae esa marca nos interesa, o sea que, ¿cómo no vas a seguir leyendo después de haber mordido el anzuelo “anticrisis”? “Tarot”, anuncia el cartel más abajo, “videncia, hechizos” y en letra un poco más pequeña, “mal de ojo”. No queda claro si lo que se ofrece es librarse de un hechizo o hechizar a alguien, si se trata de quitarse el mal de ojo que uno pueda tener o de hacer un cursillo para poder aojar al vecino del quinto. Seguro que a algún político del PSOE le quedan ganas de echarse en cara a Matías Llorente y hacerle algún trabajo de estos de mal rollo, que todo suma y todo resta. y harían mal los jóvenes líderes socialistas en despreciar la capacidad de movilización del viejo sindicalista. Lo veo en mi bola de cristal particular.

Es fenomenal que nos pongamos en el antimundo del ensueño para enfrentar nuestros problemas más reales, dejando en manos de la magia las soluciones anticrisis. Siempre me ha interesado el modo de actuar del mal de ojo como enfermedad social, como instrumento para la compensación de la pérdida, como elemento útil para la superación de la desgracia. ¡Si hasta sin darse cuenta uno puede echarle mal de ojo a alguien! Por eso les ponían aquellos llamativos gorros de cristianar a los niños, para que las miradas envidiosas se fuesen al gorro y dejaran en paz al guaje. Pueden ver algunos de estos gorros en el Museo de la Indumentaria Tradicional Leonesa de Valencia de Don Juan, una visita más que recomendable.

domingo, 9 de septiembre de 2012

La ola. (En Hoy por Hoy León, 7 de septiembre de 2012)


Prefiero pensar que estos dos meses no han existido. Voy a saludarles sin mencionar la ausencia de todos estos viernes, porque me resisto a encarar un nuevo comienzo. No tengo cuerpo para sentir que tenemos que empezar nada de nuevo. No me encuentro con fuerzas para hablar de nueva temporada, nuevo curso, nuevo nada y me siento más cómodo en la continuidad de los días, que hasta me parece que todos estos cambios en la radio, no son tales, sino que las cosas han sido así siempre, con el estandarte de Radio León defendiendo, contra la ola de programación nacional y regional que nos invade, la importancia de llamarse uno como se llama y hacer radio para León, contándonos a los oyentes la realidad más cercana. Es algo que agradezco profundamente, porque, como me decía siempre el amigo Luismi, “no hay nada más aburrido que un informativo regional”.

Admiro profundamente a todos los que se sienten con ganas de empezar con algo nuevo, a quienes tengan en estos días el espíritu de iniciar proyectos, poner en marcha empresas, ejercer el optimismo de creer en que hay un futuro prometedor.

Hacer un repaso de lo que nos ha ido pasando en el verano es escribir una crónica del pesimismo, así es que mejor no hacerlo, mejor no enumerar el batallón de pequeñas y grandes desgracias que nos han ido acorralando en la trinchera. Solo que no veo más futuro que el de encontrar un momento apropiado para calar la bayoneta y salir al frente en una carga suicida y desesperada. Algunos ya están en ello, pero la mayoría nos  tapamos la cabeza con las manos sobre el casco, mientras silban a nuestro alrededor los obuses del paro, la recesión, los recortes y todos esos tecnicismos financieros que nunca habíamos querido leer en las páginas de color salmón del periódico del domingo. De verdad que admiro a quienes tienen esperanza y me sobrecoge pensar en la ilusión con la que se ponen en marcha proyectos, vidas nuevas. Admiro sinceramente a todos esos que se han apuntado al gimnasio para bajar los kilos del verano, a todos los que se han apuntado a clases de inglés o de alemán o de chino, pensando que ya no lo van a dejar pasar más y que este año sí que van por fin a aprender idiomas. No saben cuánto admiro a quienes tienen el valor de fundar una empresa, de casarse, de pensar en tener hijos, quienes creen con sinceridad en proyectos de futuro. Y por encima de todo, admiro a todas esas personas que empezaron la colección “Aprenda a hacer ganchillo”, que pagaron un euro por el primer fascículo y se lanzaron a la aventura de un aprendizaje incierto, sin conocer de antemano la subida de precio que sufrirían los fascículos siguientes.

¡Qué pereza el nuevo curso! Admiro a todos esos niños que miran con ilusión su baby nuevo y los rizos dorados de su nueva profe. Admiro al batallón de muchachotes que desbordó las previsiones en el Mercadillo Gelete intercambiando libros de texto, revendiendo los viejos, comprando ese tocho de filosofía que habrá que meterse este curso entre pecho y espalda. Curioso que este año, debido a ciertas trabas administrativas, tuviera que celebrarse en León Plaza y no en la Pícara como siempre, quizá es que la calle llena de chicos con libros en las manos sea una estampa demasiado optimista para los tiempos que corren.

Hay que hacer la ola a todo aquel que sea capaz de mirar para afuera y sonreír. 

domingo, 24 de junio de 2012

Ni en Babia, ni en Laciana. (En Hoy por Hoy León, 22 de junio de 2012)


Menos mal que mañana juega la roja. Y más vale que le ganemos a Francia, porque si pierden (siempre ganamos todos y pierden ellos solos), hasta que empiecen las Olimpiadas, vamos a tener más de un mes hueco de audiencias masivas en televisión y habrá que llenar los informativos con noticias de lo que realmente pasa. No digo que ahora no se haga, solo que el Europeo ocupa un espacio enorme que, si mañana pierde España, será bien difícil de llenar.

Es verdad que en lo que nos afecta cada día, no vamos a encontrar grandes diferencias pase lo que pase mañana. Los informativos que se ocupan de lo más cercano seguirán hablando del carbón, del ERE de antibióticos, de la falta de liderazgo en el PSOE leonés a pesar del último Congreso, del desfile de senadores populares haciendo la yenka a la hora de votar y aún el día después, con un despliegue de actividad mediadora que sorprende, ya que no habíamos tenido noticias anteriores de semejante toma de posición. Vemos mineros en cada rincón, en cada sillón, en cada poltrona. Alcaldes mineros, mineros de salón, mineros de tertulia, mineros de mono azul reluciente en manifestaciones repletas de niños, políticos, empresarios, sindicalistas, ciudadanos de todo tipo y condición.

Se hablará este verano de recortes. De severos recortes en la administración de la educación y severísimos requeterecortes en la educación misma. Veremos llegar el aumento del IVA (ese impuesto que dicen progresista y que a mí me espanta, porque no encuentro mayor injusticia que los impuestos indirectos). Será el verano un buen momento para la aparición de los copagos. Quizá nos llegue a tiempo la oportunidad de pagar más peajes de los que ya pagamos. Se nos recortarán los sueldos, pero, si mañana gana España su partido, nos iremos a ver los fuegos de San Juan pensando que no nos pasa nada, que todo es perfecto, que después se podrá ganar a Portugal y luego a Alemania o a quien se ponga por delante y pondremos más banderas asomándose a las ventanas, convertiremos nuestros coches en pseudocoches oficiales, con esas banderitas que decoran las antenas. España saca pecho en sus banderas.

A esa hora del fútbol, todavía estarán de fiesta en Carrasconte, en eso que el amigo Manel ha puesto en pie con toda la magia que se le escapa por la manga, esa sonrisa permanente, más allá del chiste, en la desoladora soledad del descubrimiento de su enfermedad. Lo explico. Manel tiene Parkinson desde muy joven y estuvo desorientado, hasta que supo encontrarse con la gente de la Asociación y emprendió un camino más fácil de andar, al andarlo con otros. Ahora se le ha metido en la cabeza poner en marcha un centro en el que se pueda atender a los enfermos de Parkinson que viven en Babia y en Laciana y, para recaudar fondos, se ha inventado esta fiesta de mañana, este encuentro de música tradicional con el Parkinson en Babia y Laciana. Seguro que el encuentro es un éxito. Si además gana España, será la bomba. Lo que más gracia me hace es que haya escogido Carrasconte para celebrar el evento, precisamente porque está a la vez en Babia y en Laciana, o quizá no esté ni en Babia ni en Laciana, como yo este verano, que desaparezco en una bandera de España, haciendo como el avestruz, para no ver todo lo que pasa.

viernes, 15 de junio de 2012

La selección, es decir, la PAEU. (En Hoy por Hoy León, 15 de junio de 2012)


Este miércoles, a eso de las ocho y pico de la mañana, latía la ansiedad en el Campus de Vegazana. Muchos llegaban caminando, en pequeños grupos, haciendo comentarios sobre las previsiones del día o aventurando un resultado final. La mayoría se encontraba con sus compañeros de clase a la entrada de la Facultad, organizando pequeños corros alrededor de sus profesores, esperando las últimas instrucciones, revisando documentos, comprobando que todo estaba en orden.

         Aparte de los nervios de último momento, los jóvenes que el curso próximo estudiarán en la Universidad se disponían a esa hora, en un día magnífico de sol, a pasar por el tormento relativo de las pruebas de acceso a los estudios universitarios, la famosa selectividad, con la seguridad de saber que alrededor del noventa por ciento de los que se presentan en junio consigue aprobar. Los que estaban nerviosos eran los padres. “Bebe agua, apaga el móvil, escribe lo más claro posible. En cuanto termines me llamas para saber cómo te ha salido…”. Creo que uno de los defectos que sufre nuestro sistema educativo es la sobreprotección de los que se educan, si bien es cierto que, en los ámbitos en los que el fracaso escolar es más acusado, siempre se señala como una de las causas la falta de implicación de las familias. No, si ya lo decía Aristóteles, que vicios semejantes son el exceso y el defecto. El caso es que me llamó la atención ver tanto padre preocupado, arropando con su ala protectora al polluelo que empieza a romper el cascarón para salir definitivamente del nido. Quizá tenga que ver con la resistencia a envejecer, con la negativa a asumir que nos hacemos mayores y que ahora ya los jóvenes son ellos. No sé por qué nos empeñamos en hacer de la juventud un valor incuestionable, cuando una sociedad inteligente debería favorecer el respeto a las personas mayores como fuente de experiencia y sabiduría. En fin, este miércoles, en el Campus, se veía más preocupación en el rostro de los adultos que en la cara alegre y confiada de los jóvenes. Luego los padres se fueron. Se llenaron las aulas y fue el momento de los chicos, que enfrentaron sus exámenes lo mejor que pudieron.

         Otro asunto fue el de ayer, en la prueba de matemáticas. A veces pienso que la vida es así, como un mal examen de matemáticas, uno de esos malditos exámenes en los que cada apartado se encadena con el anterior, de manera que si te confundes en el primero, por mucho que sepas, ya tienes mal hasta el último, uno de esos exámenes en los que una mala decisión compromete totalmente el resultado. Me pregunto si este examen de matemáticas impedirá que algunos posibles futuros médicos lleguen algún día a serlo, si las décimas que se les hurtan por ese error pueril en un apartado, les obligarán a truncar su vocación. Quizá, si la vida es realmente un efecto mariposa, algún día quien diseñó este examen se vea privado de la intuición del médico que uno de estos chicos hubiera sido, pero que nunca pudo ser. Me parece injusto que lo llamen selectividad, cuando se trata de una selección, un filtro aleatorio, un vil embudo por el que entran todos a mogollón y del que salen ordenaditos de uno en uno, quizá convertidos en chorizos de carne picada como en el video-clip de Pink Floyd. Pero puede que el problema sea en el fondo que, entre todos, hemos convertido en eso la tarea tan bella que es la educación, construyendo, ladrillo a ladrillo, el muro de la enseñanza.

viernes, 8 de junio de 2012

Somos. (En Hoy por Hoy León, 8 de junio de 2012)


De sueños están hechas algunas crepes. Tengo que decir “crepes”, porque el diccionario así lo recoge, pero me gusta más el término “filloas”, y eso que, aunque haya quien los da por sinónimos, en Galicia se sabe bien que no son la misma cosa. Digo que algunas de estas tortas están hechas de sueños porque las manos que las amasaron escogieron un deseo dándoles la vuelta. Pedir un deseo al dar la vuelta a la crep es creer que un gesto puede hacer que tu vida sea distinta y, puede que parezca cosa de fantasía, pero estamos muchos que pensamos que es así.

He dicho estamos y debería haber dicho “somos”. Hoy es día ocho de junio, así es que hoy es el día para darle la vuelta a las cosas, el día elegido por el movimiento “Somos!” para demostrar que es posible cambiar, que está en nuestra mano hacerlo, en la mano de esa mayoría de personas que pensamos que es preciso cambiar el mundo. Así es que no hace falta meterse en la cocina para dar vuelta a las filloas y pensar en un deseo cada vez. Podemos unirnos a este movimiento y con un gesto, el gesto simple de vestirnos hoy una prenda al revés, demostrar que estamos haciendo realidad ese cambio.

El movimiento “Somos!” está impulsado por 25 ONGs y apoyado por empresas, medios de comunicación y personas célebres de nuestro país, que quieren hacer de este día ocho de junio un día para agradecer todo el apoyo y la implicación que reciben las ONGs por parte de sus socios y colaboradores. Hay más de tres millones de personas que colaboran con este tipo de organizaciones, tres millones de personas que participan activamente de la solidaridad, porque, como se desprende del estudio realizado por Elsa Punset, una de las principales artífices de la campaña, “los humanos ayudamos  porque somos capaces de sentir y de ponernos en la piel de los demás. Y ayudar genera una gran felicidad, personal y colectiva”. Es lo que han llamado “teoría de la solidaridad”. Yo no sé bien si esa teoría de la solidaridad es correcta o no. Lo que sí que veo es que en este mundo tan exageradamente individualista en el que nos movemos, cuando nos encontramos con los otros reconocemos nuestro originario ser social. Quiero decir que el hombre es una animal político porque está hecho para vivir con los otros, vivir en la polis, o mejor dicho, el hombre es así porque ha evolucionado socialmente, porque su herencia cultural tiene tanta importancia o más que la herencia biológica, porque somos hombres en la medida que convivimos, en el sentido más exacto de la palabra: vivir con los otros. Entender eso es asumir la necesidad irrenunciable de la solidaridad. Y el gesto, que quizá pueda parecer ridículo, es importante. Si hoy ven a alguien paseando por la Calle Ancha con los vaqueros puestos del revés, no crean que se ha vuelto loco. Está mostrando su deseo de hacer de este mundo nuestro un mundo más humano.

Y de la importancia de los gestos, en estos días de lucha por el futuro de la minería, vale recordar el gesto del Senador García llevando un casco al Presidente o el del Senador Morano con su sorprendente toma de posición, pero sobre todo, el compromiso total de quienes se han encerrado en el pozo, en la Diputación, de quienes sacan la protesta a la calle y a las carreteras, quienes sufren en la tranquila plaza del pueblo la amenaza gris de la fuerza. Mucho más que un gesto.

viernes, 1 de junio de 2012

La cuantía que se ejecutó. (En Hoy por Hoy León, 1 de junio de 2012)


Dice el Ministro Soria que la parte contratante de la primera parte será considerada como la parte contratante de la primera parte. Bueno, no dijo exactamente eso, pero dijo algo acerca de la cuantía de la partida que se recortó a la partida inicial del año pasado en una cuantía que es igual a la cuantía que se ejecutó que es la que se va a ejecutar este año. No sé si me entienden, imagino que poco.

Ya ven que la cosa me recuerda inmediatamente aquel memorable diálogo de besugos entre Groucho y Chico Marx en su genial película “Un día en la Ópera”. No sé si lo recuerdan: ¿Ha dicho algo? / Nada que valga la pena oírse / Tal vez por eso no oí nada / Por eso no he dicho nada. Esa es la filosofía del Ministerio de Industria: digan ustedes lo que quieran que no les voy a escuchar, porque nosotros ya hemos hecho nuestras cuentas y para el carbón no hay más que la cuantía que se ejecutó. Es para preguntarle al señor Soria aquello que sin venir a cuento le pregunta Groucho a Chico cuando le resulta demasiado pequeña la letra del contrato y necesita alargar más los brazos para poder leer: ¿No tiene por casualidad un chimpancé en el bolsillo?

El tema es que, si la parte contratante de la primera parte es considerada como la parte contratante de la primera parte, la parte contratante de la segunda parte será considerada como la parte contratante de la segunda parte. Y ese es el problema, que no se trata solo del desamparo de la minería, sino que, efectivamente, el desmantelamiento de la minería del carbón, por mucho que a algunos les pueda parecer exagerado, llevará a las comarcas mineras a una situación crítica, porque no habrá alternativas de desarrollo económico a corto plazo. Además, a quienes argumentan que en una sociedad capitalista el estado no debe interferir en el mercado, habrá que recordarles la importancia estratégica del sector de la energía para el impulso del resto de los sectores productivos. La política energética es capital para el desarrollo económico de un país. Así es que, como también se dice en el diálogo de los Marx, cabría preguntarle al Ministro, en relación con otros sectores en la producción de energía, lo que pregunta Chico: “¿Cómo es que mi contrato es más pequeño que el suyo?” “Será porque usted es más chico que yo”, le contesta Groucho.

Hace poco he sabido de la existencia de Reganosa, una planta de gas construida en la ría de Ferrol para dar servicio a tres Centrales Eléctricas de Ciclo Combinado que no existían antes de construirse la propia planta, es decir otra vez la parte contratante de la octava parte. El caso es que, al margen de cuestiones medioambientales y urbanísticas, la tal Planta de utilización del gas para la producción de energía eléctrica genera un déficit de 60 millones de euros al año. Resulta que ese déficit lo pagamos todos los meses en el recibo de la luz, para compensar a las compañías eléctricas por haber realizado este tipo de construcciones que para nada está claro que hicieran falta. Lo bueno del caso es que hay unas 60 plantas de este tipo en todo el mundo y en España hay 7, cuando, según algunas opiniones, con dos y una de reserva ya sería bastante. Ya ven, se cierra el carbón y se abre la espita del gas. En cuanto se encienda una chispa, todo por los aires. No me digan que no es para ponerse eléctrico.

sábado, 26 de mayo de 2012

Todos los que robaron pan. (En Hoy por hoy León, 25 de mayo de 2012)


Entiendo que hay sucesos pequeños que van llenando los resquicios de la vida para conseguir que sea plena. De hecho, la vida siempre es plena. Es como una de esas funciones continuas en todos sus puntos que dicen los matemáticos: para un determinado intervalo, siempre hay un punto entre otros dos, la vieja paradoja de Aquiles persiguiendo incansable a la tortuga sin alcanzarla jamás. Quiero decir que me impacta saber que hasta la vida más vacía es una vida llena, porque no se puede renunciar a estar vivo mientras se está vivo, es imposible. ¿Pero de qué es de lo que estamos llenando nuestras vidas? Me cuesta saberlo. Incluso para un optimista que siempre ha sostenido la bondad natural del ser humano resulta difícil comprender todo lo que que hacemos. Les cuento el caso y acabo antes:

Resulta que en cierto quiosco del barrio de Armunia este domingo estaban de fiesta. La dueña del quiosco, previsora, sabiendo que iba a tener que cerrar por la celebración familiar, comunicó a los panaderos, que no le sirviesen ese día, porque no iba a haber despacho. La mayoría de los panaderos registraron su orden y no llevaron mercancía, salvo uno que dejó a la puerta del quiosco dos sacos de pan.

Puede que en algún país civilizado el pan pasase a la puerta todo el día sin que nadie lo tocara. Claro que sería una pena, porque ¿qué hubiéramos hecho con el pan duro? Por eso este domingo el pan se aprovechó. Algunos de los que pasaban por la puerta, al ver bajada la trapa y el pan sin vigilancia, aprovecharon para servirse. Aquel señor de mediana edad una hogaza, esa chica que pasa haciendo footing una chapata y un bollo, dos barras de pan que se lleva para casa un jubilado. No fue exactamente una rapiña, sino más bien un goteo constante de hurtos. Muchos que iba a comprar el pan y el periódico, como todos los domingos, se fueron sin periódico, pero llegaron a casa con el pan. Un vecino que observaba desde su casa el espectáculo lo contaba días después: “Y veías a gente normal que veía el saco y metía la mano y cogía el pan como si nada. Pero, oye, que era gente como tú y como yo, no vayas a pensar que eran cuatro de esos…” Y dejaba ahí la frase, comprendiendo que no podemos hablar de “esos” y de “otros”, que la gente es siempre gente y se comporta como gente, de manera que ve una hogaza de pan en la calle y piensa que, como está en la calle, no es de nadie, y se puede coger. Por eso en otros países no es necesario que haya cobradores para que la gente pague en el transporte público y en España sí. Por eso quizá estamos como estamos, porque como lo que está en la calle no es de nadie, lo coge el primero que pasa y así ha ocurrido con tantas cosas, con el dinero de las Cajas, con el de los Ayuntamientos, con todo lo que estaba a nuestra disposición por estar en la calle, por ser público, ser de todos y a la vez de nadie. Por eso ahora ponemos guardias al pan y hay muchos que exigen cerrar todo lo que pueda ser de todos, porque el abuso insensato de unos cuantos lo ha hecho insostenible.

Esa es la guasa, que el saco del pan no es un saco sin fondo, que no hay pan para todos todas las casas. Lo más curioso del asunto es que el lunes, cuando la dueña del quiosco abrió el negocio, el único que pasó por allí para pagar las dos hogazas que se había llevado el domingo era el hijo de Esperanza, una familia gitana que casi no tiene ni lo justo para vivir.

viernes, 18 de mayo de 2012

Autopistas en tiempos de crisis. (En Hoy por Hoy León, 18 de mayo de 2012)


Ayer tuve que hacer un viaje de ida y vuelta en el día a Madrid y, aunque sé que es mucho más sensato viajar en autobús o en tren, lo hice en coche. También sé que no es extraordinario, que diariamente muchas personas tienen que hacer viajes semejantes. Es más, tampoco para mí es algo extraño, sino que es algo que he tenido que hacer muchas veces. Lo que ocurre es que ayer, por fin, pude constatar algo que ya venía sospechando: las carreteras se hacen solas.

Desde hace bastantes meses la autopista A-6 está en obras entre Villacastín y San Rafael. Las últimas veces que he pasado por ahí todo era un despliegue de señales, desvíos, advertencias, máquinas. Una promesa de actividad que, francamente, como pasaba a horas un poco intempestivas (muy temprano en la ida y demasiado tarde en la vuelta) me parecía normal que solo fuese eso, una promesa. En cambio ayer, mientras escuchaba en la radio todo el aluvión de inquietantes noticias económicas que nos regaló el jueves, me coincidió pasar por el tramo en obras en horas de trabajo y efectivamente, allí estaban los obreros con sus monos verdes reflectantes, allí estaban moviéndose las máquinas, los vehículos de señalización. Y lo vi. Vi que el arreglo de la carretera había avanzado, que la obra estaba muy adelantada, pero a la vez me di cuenta de que en los grupos de trabajadores, repartidos en pequeñas cuadrillas a lo largo del tramo, casi ninguno de ellos trabajaba. Lo comprendí de inmediato: las carreteras se hacen solas. Es pura magia. Y también pensé que es normal que, con la crisis de las constructoras, muchos trabajadores se hayan reconvertido, pasando del alicatado de baños al aplanamiento de áridos y que es normal que no se les dé tan bien una cosa como la otra. Bueno, el caso es que la obra avanza, a pesar de la crisis y del modo tan espectacular en que las cuadrillas entienden la palabra productividad, pero, aunque avance, todos los que queremos ir a Madrid desde el noroeste seguimos sufriendo los inconvenientes de esas obras, sin que eso signifique una rebaja en el peaje.

Supongo que, si algún tecnócrata alemán hubiera visto cómo trabajaban los operarios, se habría echado las manos a la cabeza. A los españoles nos gusta ser como somos, con todas nuestras contradicciones. Una pena que durante años y años la cultura del todo vale se haya aprovechado de las circunstancias hasta llegar a esta difícil situación en la que nadie se fía de nadie. Nadie se fía de las empresas, ni de los trabajadores, ni de los sindicatos, ni de los bancos, ni del gobierno mismo. Vivimos en tiempos extraños en los que estamos siendo víctimas de una guerra en la que ni siquiera estamos seguros de estar participando. Vivimos, tras el todo vale, en la cultura de la sospecha. Eso sí, cada vez que vayamos desde León a Madrid, tendremos que seguir pagando nuestro peaje.

viernes, 11 de mayo de 2012

Titanic. (En Hoy por Hoy León, 11 de mayo de 2012)


      En el año del centenario del hundimiento del Titanic, la Corporación Municipal avista, como si saliese de entre una espesa niebla, el iceberg de la herencia recibida. Una herencia que, en palabras del Alcalde, nos tiene al filo del colapso, lo que obliga a los actuales regidores a llevar a cabo un esfuerzo titánico para salvar al Ayuntamiento del desastre. Lo dijo esta semana en la entrevista mensual que mantiene en Radio León y lo hizo en el contexto de la justificación de los presupuestos para 2012, en los que ha habido un recorte del 25 %.

         Es por lo menos curioso ese empeño en hacernos ver lo titánico del esfuerzo que se realizará en los despachos de Ordoño no ya para salir adelante, sino simplemente para que el Ayuntamiento pueda ser viable. Me gusta la expresión “titánico”, aunque quizá no sea este el año para emplearla, por aquello del naufragio, y me gusta por su sonoridad, por su regusto clásico, porque evoca la tarea creadora de los Titanes, verdaderos responsables de la realidad según la mitología griega. Aquellos doce hijos de Urano y de Gea son la personificación de las fuerzas puras de la naturaleza y entre ellos se encuentra Cronos, cuya gran tarea fue la de destronar a su padre, por lo que le quedó la cosa de tener miedo a sus hijos y decidió comérselos para no correr riesgos a medida que iban naciendo. Y así lo hizo, salvo en el caso de Zeus, quien escapó a las fauces de su padre gracias a una treta de su madre (y a la vez tía, que en las mitologías se formaban todos estos jaleos de parientes) quien lo sustituyó por una piedra. El caso es que luego Zeus lo destronó, dándole irónicamente la razón.

         De modo que “un esfuerzo titánico” es un modo de hablar que nos sitúa en la esfera de los dioses, o mejor, de los padres de los dioses. Se refiere concretamente a la historia del titán Atlas, quien se enfrentó a Zeus en la guerra entre los titanes y los olímpicos y, tras su derrota, fue condenado a sostener los pilares que separan el cielo de la tierra. Por eso me extraña el empeño en subrayar lo titánico de la tarea, lo terrible de la herencia, lo insostenible de la situación. La terrible cercanía del colapso. Y entiendo que en el Ayuntamiento deben tener dificultades para encajar todas las cuentas, que les debe parecer insoportable el peso de la deuda, el peso del personal, el peso de ese gigante engendrado con aires divinos a lo largo de los años, pero no solo en la época de Fernández, sino ya en momentos anteriores, que me parece a mí que a esta situación desesperada no se ha llegado en seis meses, ni en cuatro años, ni en diez. Pienso que el problema de sobredimensión de este y de tantos otros Ayuntamientos en España no es un iceberg que se esconde en la niebla, sino que es más bien una montaña que se ha ido engordando a base de camiones y camiones de arena, muchos de ellos cargados en el furor desatado de los años gloriosos de la construcción.

         Ahora nos dicen que no hay dinero, que hay que recortar, que debemos ser realistas, que si no lo hacemos corremos un serio riesgo de naufragar. Me pregunto si no será esta la estampa triste de una orquesta que, mientras otros se afanan en conseguir en un bote el hueco salvador, sigue tocando sin ver que el agua ya ha inundado un barco que se está hundiendo sin remedio.

jueves, 10 de mayo de 2012

Todos para Una. (En Hoy por Hoy León, 4 de mayo de 2012)


      Mientras que en la acera del PSOE se abren varias vías ante la perspectiva del futuro congreso provincial, en la acera de enfrente todos los conatos de disensión se han extinguido y ya hasta el Alcalde de Ponferrada, que había tenido sus más y sus menos ha terminado por admitir que no hay más liderazgo en el PP leonés que el de su Presidenta.

         Se ve en la fotografía que se publicó en la prensa esta semana, una imagen en la que, según todos los pies de foto -porque uno no ha tenido la paciencia de contar las cabezas- posan junto a la Presidenta trescientos cargos del Partido. Toda una demostración de poderío. Ella en el centro, a los pies de la escalinata de la Iglesia de San Juan y San Pedro de Renueva, con todos los cargos que la arropan formando sonrientes a su alrededor. Me resulta curiosa la elección del escenario. Parece que se deba más a cuestiones estéticas que ideológicas, en el sentido de que la foto tenía que hacerse en una escalera para que pudieran verse bien todas las caras, digo yo que más que para ver las caras de los que están, para echar de menos las caras de los que faltan. Es justo lo contrario de lo que decía Alfonso Guerra con su ya mítico “aquí el que se mueva no sale en la foto” y da la impresión de que se trata, por el contrario, de un “aquí, al que no esté en la foto, que ni se le ocurra moverse”. Por eso los hay que andan subidos a la barandilla, para que quede clara constancia de su presencia. Me viene a la cabeza, observando esta imagen, la consabida consigna de los cuatro mosqueteros, que en este caso sufre una pequeña variación y se convierte en un “todos para una y una para todos”.

         La unidad del PP salta a la vista en todas sus manifestaciones. Siempre el mismo discurso para justificar los recortes, la misma alusión a una situación “caótica y excepcional”, la pesada herencia recibida que ha sido, según ha dicho la Presidenta Provincial “mucho peor que la peor expectativa”. ¿Cómo no vamos a estar contentos aguantando los recortes? La verdad es que tiene su guasa que alguien pueda creer que la sociedad está contenta asumiendo las medidas que el gobierno Rajoy está imponiendo. Tiene mucha guasa que la Presidenta de la Diputación afirme que la población está encantada con el copago farmacéutico. Tiene su guasa porque una cosa es decir que hay que racionalizar el gasto farmacéutico y otra que estemos encantados con volver a pagar en la farmacia lo que ya pagamos con nuestros impuestos. Seguro que hay muchos modos de rebajar la factura farmacéutica, pero, como siempre, es más fácil meternos la mano directamente en el bolsillo a los de la clase media que pensar en alguna posibilidad que pudiera mermar los impresionantes beneficios de las compañías farmacéuticas, esos laboratorios que tienen a nuestros médicos de paseo por medio mundo en fastuosos congresos, que utilizan sistemas de presión más que sutiles para que sean sus medicamentos y no otros los recetados, que dispersan a sus vendedores suculentamente pagados por los pasillos de hospitales y centros de salud controlando la buena marcha del negocio.

         Encantados no estamos, seguro que alguien ha malinterpretado sus palabras, porque nadie puede estar encantado viendo que en este gran pastel que es el negocio de la salud, seamos siempre los de en medio los que pagamos.

viernes, 27 de abril de 2012

Generar rechazo. (En Hoy por Hoy León, 27 de abril de 2012)


         Me pasa porque, en cuanto llego a la cocina por las mañanas, antes de prepararme el café con leche, lo primero que hago es encender la radio. Normalmente me pilla con Francino en su pildorita reflexiva de las siete y poco y con los primeros titulares del día, de manera que, cuando llegan Chechu y Valentín a las siete y veinte, ya me ha dado tiempo de tomarme un café y estoy espabilando. Por eso las primeras noticias nacionales e internacionales se revuelven en mi cabeza medio dormida y, cuando llega el tramo local, ya tengo puestas todas las antenas de la consciencia. Pero digo que eso es lo que me pasa normalmente. En cambio ayer, me levanté unos minutos más tarde y, cuando encendí la radio, ya estaba Chechu con las noticias. Es más, lo primero que recuerdo nítidamente es el “me regalaste unas MO”, que últimamente había sido sustituido por un “de eso nada, calvito mío”, esa campaña de publicidad sobre la que en alguna ocasión hemos discutido, al hilo de si lo importante es que guste el anuncio o que la gente se acuerde del anuncio, aunque no guste, siempre que no produzca un sentimiento hostil en el que escucha, claro.

         El caso es que debí tragarme las noticias a la vez que el desayuno y se me quedaron bailando por el cerebro unas declaraciones de Nicanor Sen anunciando su posicionamiento del lado oficialista en la batalla por el PSOE leonés. Cierto que, como es natural, he tenido la ocasión de escuchar el mismo corte con toda tranquilidad en radioleon.com y se me han aclarado mucho las ideas, pero en aquel momento, en la brumosa rutina diaria de la puesta en marcha, con el sistema perceptivo todavía a medio gas, me quedé solamente con una idea: no estarán los que generan rechazo. ¡No me digan que la afirmación no está medida! 


           Es un poco más en la línea de esa tercera vía que él lideraba, esa corriente de opinión, o como se diga, que manejó el sutil eslogan “El partido que queremos” y que parecía que iba a disputar un espacio a las dos líneas oficialmente enfrentadas en la renovación. Me recuerda mucho a un amigo que, aunque la cosa suena a chiste de Gila o de Gomaespuma, decía que se quería presentar a las elecciones de su pueblo con el eslogan: “Señora, usted querría que su hijo fuese como yo”. Un visionario, seguro. Es, en cierto modo, lo que dice Sen. Nosotros no generamos rechazo, somos el partido que queremos. Nadie que genere rechazo en la militancia o en la sociedad estará en la nueva ejecutiva del PSOE leonés. 


           ¿Habrá algún político en España en la situación en la que estamos viviendo que no genere una pizca de rechazo? ¿Realmente los políticos se creen lo que dicen? Creo que confunden militancia con sociedad, que piensan que la opinión que se publica en los medios es la opinión de la sociedad, que creen que lo que se decide en las urnas con los votos es lo que realmente quiere la sociedad. Lo malo es que hay gran parte de la sociedad que no vota, no opina y no milita. A veces da la impresión de que la gente va por un lado y la sociedad se cosifica y va por otro, por los pasillos de los congresos, por las mesas de las ruedas de prensa, por las alfombras de los despachos.

La gente está muy cansada de escuchar palabras huecas y eso que dijiste que las MO eran para mí.

domingo, 22 de abril de 2012

Libros Libres. (En Hoy por Hoy León, 19 de abril de 2012)


         Tengo pendiente una charla con José Antonio Sánchez, presidente de la Asociación de Libreros de León. Me dijo hace tiempo que le gustaría contarme algunas de las dificultades con las que se ha encontrado para organizar esta Feria. Ayer, cuando le llamé, seguro que no era el mejor momento y me imagino que en estos días previos a la inauguración estará sobrepasado de quehaceres, ultimando detalles, ajustando un programa que todavía no se había hecho público a día y medio del pistoletazo de salida, pero del que ya se conoce alguna cosa. Se sabe que el tema de la Feria es el de los Libros Sagrados, convocando, en uno de los actos centrales, una mesa redonda en la que intervendrán representantes de las tres principales religiones monoteístas: cristianos, judíos y musulmanes.

         Me interesa el tema. No tanto el del diálogo entre religiones, que también, como el del Libro Sagrado. Me interesa, porque siempre he creído que los libros nos hacen libres. El libro, me da igual en papel o en formato electrónico, ese baúl que atrapa nuestra humanidad -el conocimiento, la memoria- y que la muestra para que la descubra cualquiera que simplemente lea, nos abrió el camino de la libertad, desde los primeros papiros, hasta los PDFs. Un camino hacia la libertad que se empezó a convertir en autopista con el maravilloso descubrimiento de Gutenberg, la posibilidad de hacer multitud de copias de la misma idea, difundirla a los cuatro vientos, gritarla en el silencio negro de la tinta para que todos los oídos que lo quieran hacer, oigan. Y si es verdad que los libros nos hacen libres, por el conocimiento, sí, pero también por la belleza, la pura belleza de la poesía, la belleza audaz de una novela, también es verdad que han sido armas. Por eso los totalitarismos los han prohibido, han confeccionado listas, han promovido censuras, han quemado en la hoguera lo que no les convenía. Se han destruido valiosas bibliotecas, verdades en perspectiva múltiple, asoladas por la verdad única sostenida con pulso firme en alguno de esos Libros Sagrados. Ese es el tema que me interesa, porque se dice que uno de los factores que contribuyeron al nacimiento de la filosofía en Grecia es precisamente la ausencia de un Libro Sagrado, la necesidad de cubrir con el ingenio el hueco que en otro caso habría cubierto la verdad oficial de la Palabra Revelada. Algunos dirán que la filosofía ha hecho más daño que otra cosa, pero no podrán negar que la propia idea de lo que es el mundo en que vivimos, desde los avances científicos más sorprendentes hasta el modo en el que nos organizamos política y socialmente, son fruto de la tradición filosófica que arrancó hace más de dos mil seiscientos años en las privilegiadas playas de lo que hoy es la rescatada Grecia y la silente Turquía.

         No sé por qué me enredo en este enredo, cuando solo quería decir que el lunes es la fiesta del libro, que, para entonces, con los euros que sobraron de la edición anterior, porque para esta no hay ni un céntimo, habrá arrancado la Feria de este año que hace ya el número 35. Valdrá la pena darse una vuelta por San Marcelo, aunque no vengan este año las estrellas de otras ediciones. Y, por cierto, si se encuentran un libro sin dueño, léanlo y después déjenlo libre. Puede que sea uno de los 5.000 libros que entre MUSAC y otros setenta museos ponen hoy en libertad.

viernes, 13 de abril de 2012

Lunes de supermercado. (En Hoy por Hoy León, 13 de abril de 2012)

         Me pasó el lunes. Dado que el Sábado Santo los supermercados estaban arrasados por las hordas compradoras que se abalanzaron sobre la mercancía como si la crisis estuviese a punto de estrangular las líneas de abastecimiento, y vista la lucha titánica que había que sostener para hacerse con la preciada posesión de un carro, optamos por una prudente retirada y estirar las existencias de la casa dos días más para hacer la compra el lunes. Y fue allí, este lunes,  a la salida del supermercado, después de una de esas compras en las que te dejas una pasta gansa en la caja y miras para el carro y compruebas la lista y te dices una y mil veces: “¿Pero qué llevo? Si no he comprado más que lo básico, si no he comprado nada que no fuese estrictamente necesario para el funcionamiento de la casa”. Fue en ese momento, casi en la puerta, todavía envuelto en esa sensación de irrealidad que te machaca el cerebro cuando vas caminando hacia el coche pensando en la distancia tan abismal que se va abriendo entre el ritmo al que crece el precio de las cosas y el estancamiento o en muchos casos caída de tu poder adquisitivo, cuando me encontré con el repartidor de publicidad que me tendió aquella tarjeta.

         Era una tarjeta dura, de plástico, no una simple octavilla de papel. Una tarjeta pensada para durar, para ser conservada en el tiempo. Un hermoso fondo azul, con la imagen de unas margaritas en primer plano y unas letras blancas que destacan prometiendo un descuento de trescientos euros. La verdad, salir del supermercado con la sensación de ser un pollo desplumado y encontrarme en las manos con aquella tarjeta descuento para un servicio funerario me pareció una invitación al suicidio o una triste metáfora de los tiempos que vivimos. Entre la caja del supermercado y tu casa lo mejor que te puede pasar es que te mueras, al menos tendrás un buen descuento. No me quedé a observar si el hombre de la publicidad entregaba aquella tarjeta de forma indiscriminada, si la daba con la misma eficiencia a jóvenes de dieciocho años que saliesen con las provisiones del próximo botellón que a ancianos que empujasen con dificultad la compra de la semana. Hubiera debido fijarme.

         La tarjeta, por detrás, viene con alguna instrucción sobre lo que conviene hacer en caso de fallecimiento de una persona para que el médico pueda certificar la defunción, las condiciones de la oferta y una síntesis de los servicios que ofrece la funeraria. Hasta ahí, casi lo normal en una oferta publicitaria. Pero, además, aparece explicado en negrita el sentido del término coacción, probablemente en referencia a la ya conocida cuestión que enfrenta a las empresas funerarias de la capital. Al leerlo, sentí que yo mismo me sentía coaccionado. “Nosotros nos encargamos de todo”, dice. “Usted muérase que se va a ahorrar trescientos eurazos, de lo demás no se preocupe”, pensé en ese momento de desconcierto psicológico. Luego ya fui colocando la compra en el coche y la aprensión se me fue pasando y comprendí que no es que, como están las cosas tan mal, nos vayamos a morir todos de golpe, sino que es que la gente se muere y morirse es caro y es un negocio y es algo en lo que a muchos les gusta pensar y tenerlo todo preparado para no causar molestias llegado el caso. Así es que guardo la tarjeta por si las moscas, que no caduca hasta final de dos mil doce.