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sábado, 24 de marzo de 2012

Una perra que se podría haber llamado Medea. (En Hoy por Hoy León, 23 de marzo de 2012)


Es una historia clásica, la de la madre que arrebata la vida a sus hijos para evitar que ninguna otra mano pueda hacerles daño. La contó Eurípides en su tragedia sobre Medea. También se trata de la mítica estampa de Saturno devorando a sus hijos. Imágenes que se mezclaban en mi imaginación al escuchar esta historia que llegó ayer a mis oídos. La protagonista es una perra de raza dogo argentino que llegó estos días a la Protectora de Animales, tal vez uno más de los muchos caprichos que aparecen en casa un día de cumpleaños, una de esas mascotas que entran rodeadas de exclamaciones de alegría y que al cabo del tiempo, desaparecen misteriosamente o son abandonadas en una gasolinera, animales que vemos vagar por la carretera completamente desvalidos, niños mimados que han sido criados como humanos y que de buenas a primeras se enfrentan a una vida salvaje para la que no están preparados. Una historia más del desprecio con que esta supuesta especie superior a la que pertenecemos trata en ocasiones a los demás seres vivos.

Aquí por lo menos, Medea, la vamos a llamar así para no perdernos, fue abandonada en un lugar en el que iba a poder ser atendida. Muchos lo hacen así. Llevan a sus mascotas a las cercanías de la Sociedad Protectora y las dejan allí, atadas con una cuerda para que sean encontradas al día siguiente por alguien que las pueda atender. Es curioso que a los perros les quiten el collar, como si pensasen en tener un nuevo perro, como si las cosas, las pertenencias podríamos decir, tuvieran más valor que nada. Pensé que, desde que los perros están identificados con un chip en el que se incluye la información de sus dueños, este tipo de prácticas habían disminuido, pero parece ser que no, que sigue siendo habitual que los voluntarios que trabajan en la Asociación Protectora de Animales y Plantas de León se encuentren animales abandonados junto a la tapia.

El caso es que Medea llegó a la protectora muy enferma, con un tumor en las mamas del que fue operada ayer mismo. Venía preñada y, ya en las instalaciones de la Protectora, alumbró ocho cachorros, que hubieran sido fácilmente adoptados por nuevos dueños. Ya se sabe que para todo hay clases y de los animales que están en la Protectora para dar en adopción, los primeros que se escogen, se lo pueden imaginar, son los cachorros, en especial los que son de raza, cuanto más pura mejor. De modo que Medea tuvo estos ocho cachorros, pero, dada su situación, ante la imposibilidad de criarlos por su tumor, optó por comérselos, seguramente para evitar el abandono al que, dada su incapacidad, se habrían visto abocados en una situación de vida natural. Antes devorarlos que abandonarlos.

Me da por pensar que algo así está pasando, por ejemplo, en el Ayuntamiento de León. Cuando todo fue abundancia, creció y creció hasta convertirse en la empresa más importante, la que más empleo daba. Ahora que parece que ya no hay tanto de donde mamar, llegan los expertos y dicen que hay que eliminar 820 empleos para que salgan las cuentas. Pero el Alcalde parece que no es Medea y no va a aplicar una medida tan drástica. Supongo que imagina que existe de algún modo una Protectora de Animales dispuesta a preparar biberones.

viernes, 16 de marzo de 2012

Inagotable como el maná. (En Hoy por Hoy León, 16 de marzo de 2012)

Creo que es la primera vez que se me acaba la tinta de un boli Bic. Algunas cosas nos parecen inagotables y una de ellas son estos espectaculares bolígrafos que siempre perdemos antes de que se acaben. Yo pensaba que nunca dejaban de escribir, hasta que esta mañana me sucedió. Intenté darle aliento, hacer garabatos en una hoja del periódico, en la suela del zapato. Pero nada, esta vez el asunto iba en serio, en ese bolígrafo no había ni gota de tinta.

Me dio por pensar que, pese a la crisis, vivimos en un mundo de abundancia, en el que siempre que damos a la llave se enciende la lámpara del salón; cuando apretamos el botón de la lavadora, empieza a dar vueltas; sale agua al abrir el grifo. Los supermercados están llenos de alimentos que, mejor o peor, podemos llevar a casa; en las tiendas se venden todos los días prendas con las que nos vestimos, aunque ya no estemos para muchos caprichos y, si bien es cierto que hay comercios que sufren enormes caídas de ingresos, la mayoría abren y cierran sus puertas cada día, atendiendo a clientes que están dispuestos a comprar.

Nos parece que el mundo es un boli Bic, uno de esos bolis a los que nunca se les acaba la tinta. Y una de las consecuencias que se siguen de este modo de entender el mundo como pozo inagotable es que tratamos los recursos naturales como si nunca se fuesen a terminar. Tal vez nunca se acaben, pero creo que sería mejor no seguir utilizándolos como quien escribe con un Bic, que nos convendría entender que quizá algún día la tinta se agote, que podría pasar que no hubiera más petróleo, que no hubiese agua para alimentar los grifos. Esta sequía nos avisa, nos dice que el agua puede ser un bien escaso, un tesoro que vale la pena administrar. Se entiende que los agricultores exijan a José Valín los desembalses antes de que sea demasiado tarde y se entiende también la advertencia de la CHD de que controlará el uso que se hace del agua y digo yo, ¿es que antes no se hacía? Es la misma mala administración en la escasez que en la abundancia la que no se preocupa por la aplicación correcta de los recursos. Lo estuve viendo el sábado en el monte. Habíamos ido a echar una mano a un vecino que ha cogido una suerte de leña. No se trata de lo que se dice una buena suerte, porque los robles están en la zona menos accesible y más empinada de todo el monte comunal del pueblo. Será por eso que se nota que hay un abandono de años, una más que discutible elección de los árboles que se han ido cortando y un descuido a la hora de retirar podas que casi da miedo, porque está todo el suelo tapizado de restos de talas anteriores que se han ido dejando de cualquier manera y en cualquier sitio. Hay incluso troncos enteros que fueron cortados en su día y que después no hubo fuerzas para arrastrar y recoger. Se ve que a alguien se le llenó el ojo antes que la tripa y, ante la abundancia y generosidad del bosque tiró por la vía de en medio a cortar todo lo que pillaba sin pensar si después se lo podría tan siquiera llevar.

Vivimos en ese mundo de la abundancia que nos retrata el anuncio de Loewe, un mundo chachi, guay y supermaravilloso y si no, que se lo digan a los miles de jóvenes que ayer se reunieron en la exitosa espicha de Industriales, apuesto a que más de uno bebió como si el maná nunca se acabara.

lunes, 12 de marzo de 2012

No fly, good fly. (En Hoy por Hoy León, 9 de marzo de 2012)

Me he enterado esta semana, inculto que es uno, de que ese viejo aforismo tan inglés, “no news, good news”, en realidad tiene origen latino, y procede del dicho italiano “nulla nuova, buona nuova”. En la traducción castellana, “ninguna noticia, buenas noticias”, no suena tan bien, quizá por eso lo empleamos tantas veces en inglés que es más “chic”, vocablo francés que quiere decir que dónde va a parar.

Resulta que esta semana sí que ha habido noticias respecto a uno de los problemas más de moda en las tertulias, la infrautilización del aeropuerto. La noticia ya la saben, que, de cerrarse el acuerdo que negocia con el consorcio, a partir del próximo mes de abril la compañía burgalesa Good Fly podría empezar a vender sus billetes para los vuelos que despegarán desde el aeropuerto leonés hacia Sevilla, Málaga, Valencia y Alicante, vuelos que empezarían a realizarse el día uno de junio. Hasta entonces, y desde el 25 de marzo, los 80 millones de euros que costó el aeropuerto estarán al servicio del solitario vuelo de Air Nostrum a Barcelona y de lo que se conoce como aviación general. Vamos, lo que podría definirse como una situación de “no flys”, es decir, que en el aeropuerto podría suceder que algún día no aterrizasen ni las moscas. Lo bueno es que, según el dicho, “no flys, good flys”, que traducido viene a decir que aquí el que no se consuela es porque no quiere.

La solución “Good Fly” para darle vidilla al aeropuerto seguramente es interesante, y puede que dependa, como dicen muchos, del precio de los billetes y del grado de utilización por parte de los usuarios. A mí me causa cierta perplejidad ver en alguno de los aviones de la nueva compañía los viejos logos de la desaparecida Lagun Air y me hace pensar si será el mismo perro con distinto collar. Entiendo que no, que es que, simplemente, una cosa tan cara como un avión no se puede mandar a la chatarra así como así y que es normal que esta compañía tan joven haya comprado aparatos de segunda mano en lugar de irse al concesionario a comprarlos nuevos. En cualquier caso quiero decir que el problema no está en si Air Nostrum, Good Fly o Ryan Air. El problema es el de siempre, el que nos lleva a analizar el plan estratégico de transportes y comunicaciones a largo plazo que se ha diseñado para nuestro país. En su día hubo una discusión sobre si el modelo para el transporte de viajeros en Europa debía ser el tren de alta velocidad o el avión. España, ¿cómo no?, hizo una apuesta doble y tiró por las dos cosas. Crecieron aeropuertos como setas y se planearon nuevas líneas de tren de alta velocidad, eso sí, comprando los trenes a los alemanes, aunque exista un producto español que se llama Talgo que es tan bueno o mejor, los árabes lo saben. Ahora resulta que viene la crisis y nos pilla con las líneas férreas sin terminar y con los aeropuertos medio vacíos. Mientras tanto, las carreteras llenas de camiones transportando mercancías y millones de coches transportando viajeros con precios escandalosos en los surtidores de las gasolineras. Derroche y contaminación, una solución brillante.

Que sea bienvenida esta nueva compañía y que haga posible eso que siempre digo, que mejorar las comunicaciones no es solo para que los de León vayamos fuera, sino, sobre todo, para que desde fuera vengan a León.

sábado, 3 de marzo de 2012

Con los huevos por las nubes. (En Hoy por Hoy León, 2 de marzo de 2012)

         No hay razones para pensar que al céntimo sanitario se vayan a sumar otras subidas de impuestos sobre el consumo, aunque eso no quiere decir que no vaya a suceder o que las espectaculares subidas de precio, como la que hemos tenido que sufrir esta semana en los combustibles, no se vayan a extender a otros productos. No se alarmen, esto del “centimazo” es algo muy especial. En adelante, cuando suban los precios no lo harán directamente por efecto de un impuesto, o tal vez sí, ¿quién sabe? La inseguridad en el terreno de la economía es consustancial a los tiempos en los que estamos, que las cifras del déficit se nos disparan sin darnos cuenta y cuando nos parece que entramos en la vía de la solución, aunque sea una vía muerta, resulta que ni por esas, enseguida nos viene Europa o Alemania a decirnos lo que ya sabemos o lo que tanto alarma a Esperanza Aguirre, eso de que nos estamos helenizando.

Para lo que  no hace falta ser Aramis Fuster es para vaticinar que marzo va a ser un mes de lo más movido, por las tensiones sociales que ya se están produciendo, por las reacciones a los resultados de las elecciones andaluzas, por la necesidad de que el gobierno defina de una vez por todas los detalles del presupuesto. Esta semana hubo una huelga que apareció y desapareció en la medicina pública de Castilla y León, protestas de estudiantes, concentraciones de trabajadores de empresas concretas que tienen muy negro un futuro que hace nada se prometía de colores, aunque fuese el amarillo, que a los del teatro les da tanto “yu-yu”. Hay montones de gentes que trabajan sin cobrar, como seguramente también debe haber por ahí muchos que cobran sin trabajar, y no estoy hablando precisamente de un subsidio. Difícil equilibrio, difícil coyuntura y, aunque ya empieza a llegar hasta ellos el zarpazo de la crisis, los bares y los restaurantes siguen trabajando a buen ritmo, sosteniendo, como el fútbol, la felicidad, el espíritu, la moral de la tropa. En Unicaja siguen sin ver clara la fusión con nuestras cajas, sobre todo porque están muy vacías y a la vez muy lastradas con pesadísimos ladrillos, una situación que ahoga a los gestores, quizá porque un día quienes cuidaban de las gallinas no tenían muy claro el auténtico valor de los huevos y solo se preocupaban de hincar el diente al suculento muslo que se les presentaba. Pero hablando como estamos de gallinas, de subidas y de economía, no sé si sabrán que, sin que medie ningún tipo de impuesto, ha subido diez céntimos la docena de huevos esta semana. Se quejaba un proveedor en un pequeño supermercado, a la vez que se disculpaba, diciendo que le estaban obligando a matar gallinas desde la Unión Europea por la cuestión del cupo de producción y que iba a llegar un momento que no iba a tener huevos para abastecer a sus clientes.

Hay que ver qué mundo éste tan complejo, en el que nos suben el precio de los huevos y nos matan a las gallinas. Es de locos, como los atascos que hubo el miércoles por la noche en las gasolineras, que traían de cabeza a los empleados en un 29 de febrero insólito. Yo me adelanté un día y llené el depósito el martes en el surtidor de San Francisco. Todavía no era el momento de hablar del centimazo y me decía el empleado de la gasolinera que lo tenía enloquecido el soniquete machacón de las bandas de tambores y cornetas. Calculo que el miércoles, aguantar toda la tarde los ensayos, llenando depósitos sin parar, le debió de parecer el fin del mundo.