Tengo
pendiente una charla con José Antonio Sánchez, presidente de la Asociación de
Libreros de León. Me dijo hace tiempo que le gustaría contarme algunas de las
dificultades con las que se ha encontrado para organizar esta Feria. Ayer, cuando
le llamé, seguro que no era el mejor momento y me imagino que en estos días
previos a la inauguración estará sobrepasado de quehaceres, ultimando detalles,
ajustando un programa que todavía no se había hecho público a día y medio del
pistoletazo de salida, pero del que ya se conoce alguna cosa. Se sabe que el
tema de la Feria es el de los Libros Sagrados, convocando, en uno de los actos
centrales, una mesa redonda en la que intervendrán representantes de las tres
principales religiones monoteístas: cristianos, judíos y musulmanes.
Me
interesa el tema. No tanto el del diálogo entre religiones, que también, como
el del Libro Sagrado. Me interesa, porque siempre he creído que los libros nos
hacen libres. El libro, me da igual en papel o en formato electrónico, ese baúl
que atrapa nuestra humanidad -el conocimiento, la memoria- y que la muestra
para que la descubra cualquiera que simplemente lea, nos abrió el camino de la
libertad, desde los primeros papiros, hasta los PDFs. Un camino hacia la
libertad que se empezó a convertir en autopista con el maravilloso
descubrimiento de Gutenberg, la posibilidad de hacer multitud de copias de la
misma idea, difundirla a los cuatro vientos, gritarla en el silencio negro de
la tinta para que todos los oídos que lo quieran hacer, oigan. Y si es verdad
que los libros nos hacen libres, por el conocimiento, sí, pero también por la
belleza, la pura belleza de la poesía, la belleza audaz de una novela, también
es verdad que han sido armas. Por eso los totalitarismos los han prohibido, han
confeccionado listas, han promovido censuras, han quemado en la hoguera lo que
no les convenía. Se han destruido valiosas bibliotecas, verdades en perspectiva
múltiple, asoladas por la verdad única sostenida con pulso firme en alguno de
esos Libros Sagrados. Ese es el tema que me interesa, porque se dice que uno de
los factores que contribuyeron al nacimiento de la filosofía en Grecia es
precisamente la ausencia de un Libro Sagrado, la necesidad de cubrir con el
ingenio el hueco que en otro caso habría cubierto la verdad oficial de la
Palabra Revelada. Algunos dirán que la filosofía ha hecho más daño que otra
cosa, pero no podrán negar que la propia idea de lo que es el mundo en que
vivimos, desde los avances científicos más sorprendentes hasta el modo en el
que nos organizamos política y socialmente, son fruto de la tradición
filosófica que arrancó hace más de dos mil seiscientos años en las
privilegiadas playas de lo que hoy es la rescatada Grecia y la silente Turquía.
No
sé por qué me enredo en este enredo, cuando solo quería decir que el lunes es
la fiesta del libro, que, para entonces, con los euros que sobraron de la edición
anterior, porque para esta no hay ni un céntimo, habrá arrancado la Feria de
este año que hace ya el número 35. Valdrá la pena darse una vuelta por San
Marcelo, aunque no vengan este año las estrellas de otras ediciones. Y, por
cierto, si se encuentran un libro sin dueño, léanlo y después déjenlo libre. Puede
que sea uno de los 5.000 libros que entre MUSAC y otros setenta museos ponen
hoy en libertad.
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