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viernes, 14 de septiembre de 2012

Mal de ojo. (En Hoy por Hoy León, 14 de septiembre de 2012)



Una curandera de mi pueblo lo quitaba rezando una oración que parecía más uno de aquellos cantares de ciego de otras épocas: “Si te ha entrado por la cabeza, que te lo quite Santa Teresa. Si es por los pies, que te lo quite San Andrés”. Le gustaba adornarse quemando un poco de incienso, pero siempre reconocía que aquello no era fundamental, que si la “clienta” acababa de salir de la peluquería o le molestaba el olor, no importaba y se le quitaba el mal de ojo igual, que lo importante en estas cosas, como en todo, digo yo, es la fe con la que se hacen.

Es una imagen del miércoles por la mañana, un miércoles de sol con una mañana leonesa fresca, una de esas de medio-verano que te quitan la manga corta hasta la hora del almuerzo, a no ser que seas como Julio, que siempre dice que le gusta sentir el frescor en los brazos y se frota las manos y los biceps, dejando claro que el fresco va un punto más allá del frío en la escala de temperatura de cualquier persona normal. El caso es que era una mañana para dar un paseo, pongamos por caso por la calle Palencia, en lo que es la prolongación de Ordoño por encima de las vías del tren, esa avenida nueva que solo tiene acera por la derecha según se camina hacia el Palacio de Congresos. Será para que no se te ocurra pasar cerca de las obras o porque se les ha olvidado construirla, pero ya les aviso desde aquí: ni se les ocurra seguir caminando por la izquierda, porque, llegando a la rotonda, la acera se termina y desde ahí, o se cruzan al otro lado, o se la juegan caminando contra el tráfico. Pero el tema no es este. Hoy no se trata de las obras ni de los proyectos. ¿Quien se atrevería a predecir el futuro del Palacio de Congresos después de la decisión del Consejo de Ministros de hace quince días? Se trata precisamente de esto otro, de un cartel tamaño A3 pegado a una de las farolas que hay justo al pasar el edificio nuevo de la estación, en el que se puede leer, debajo del número de un teléfono móvil, el reclamo que ya es habitual en tantos escaparates: Anticrisis. Hoy todo lo que trae esa marca nos interesa, o sea que, ¿cómo no vas a seguir leyendo después de haber mordido el anzuelo “anticrisis”? “Tarot”, anuncia el cartel más abajo, “videncia, hechizos” y en letra un poco más pequeña, “mal de ojo”. No queda claro si lo que se ofrece es librarse de un hechizo o hechizar a alguien, si se trata de quitarse el mal de ojo que uno pueda tener o de hacer un cursillo para poder aojar al vecino del quinto. Seguro que a algún político del PSOE le quedan ganas de echarse en cara a Matías Llorente y hacerle algún trabajo de estos de mal rollo, que todo suma y todo resta. y harían mal los jóvenes líderes socialistas en despreciar la capacidad de movilización del viejo sindicalista. Lo veo en mi bola de cristal particular.

Es fenomenal que nos pongamos en el antimundo del ensueño para enfrentar nuestros problemas más reales, dejando en manos de la magia las soluciones anticrisis. Siempre me ha interesado el modo de actuar del mal de ojo como enfermedad social, como instrumento para la compensación de la pérdida, como elemento útil para la superación de la desgracia. ¡Si hasta sin darse cuenta uno puede echarle mal de ojo a alguien! Por eso les ponían aquellos llamativos gorros de cristianar a los niños, para que las miradas envidiosas se fuesen al gorro y dejaran en paz al guaje. Pueden ver algunos de estos gorros en el Museo de la Indumentaria Tradicional Leonesa de Valencia de Don Juan, una visita más que recomendable.

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