Una
curandera de mi pueblo lo quitaba rezando una oración que parecía
más uno de aquellos cantares de ciego de otras épocas: “Si te ha
entrado por la cabeza, que te lo quite Santa Teresa. Si es por los
pies, que te lo quite San Andrés”. Le gustaba adornarse quemando
un poco de incienso, pero siempre reconocía que aquello no era
fundamental, que si la “clienta” acababa de salir de la
peluquería o le molestaba el olor, no importaba y se le quitaba el
mal de ojo igual, que lo importante en estas cosas, como en todo,
digo yo, es la fe con la que se hacen.
Es
una imagen del miércoles por la mañana, un miércoles de sol con
una mañana leonesa fresca, una de esas de medio-verano que te quitan
la manga corta hasta la hora del almuerzo, a no ser que seas como
Julio, que siempre dice que le gusta sentir el frescor en los brazos
y se frota las manos y los biceps, dejando claro que el fresco va un
punto más allá del frío en la escala de temperatura de cualquier
persona normal. El caso es que era una mañana para dar un paseo,
pongamos por caso por la calle Palencia, en lo que es la prolongación
de Ordoño por encima de las vías del tren, esa avenida nueva que
solo tiene acera por la derecha según se camina hacia el Palacio de
Congresos. Será para que no se te ocurra pasar cerca de las obras o
porque se les ha olvidado construirla, pero ya les aviso desde aquí:
ni se les ocurra seguir caminando por la izquierda, porque, llegando
a la rotonda, la acera se termina y desde ahí, o se cruzan al otro
lado, o se la juegan caminando contra el tráfico. Pero el tema no es
este. Hoy no se trata de las obras ni de los proyectos. ¿Quien se
atrevería a predecir el futuro del Palacio de Congresos después de
la decisión del Consejo de Ministros de hace quince días? Se trata
precisamente de esto otro, de un cartel tamaño A3 pegado a una de
las farolas que hay justo al pasar el edificio nuevo de la estación,
en el que se puede leer, debajo del número de un teléfono móvil,
el reclamo que ya es habitual en tantos escaparates: Anticrisis. Hoy
todo lo que trae esa marca nos interesa, o sea que, ¿cómo no vas a
seguir leyendo después de haber mordido el anzuelo “anticrisis”?
“Tarot”, anuncia el cartel más abajo, “videncia, hechizos” y
en letra un poco más pequeña, “mal de ojo”. No queda claro si
lo que se ofrece es librarse de un hechizo o hechizar a alguien, si
se trata de quitarse el mal de ojo que uno pueda tener o de hacer un
cursillo para poder aojar al vecino del quinto. Seguro que a algún
político del PSOE le quedan ganas de echarse en cara a Matías
Llorente y hacerle algún trabajo de estos de mal rollo, que todo
suma y todo resta. y harían mal los jóvenes líderes socialistas en
despreciar la capacidad de movilización del viejo sindicalista. Lo
veo en mi bola de cristal particular.
Es
fenomenal que nos pongamos en el antimundo del ensueño para
enfrentar nuestros problemas más reales, dejando en manos de la
magia las soluciones anticrisis. Siempre me ha interesado el modo de
actuar del mal de ojo como enfermedad social, como instrumento para
la compensación de la pérdida, como elemento útil para la
superación de la desgracia. ¡Si hasta sin darse cuenta uno puede
echarle mal de ojo a alguien! Por eso les ponían aquellos llamativos
gorros de cristianar a los niños, para que las miradas envidiosas se
fuesen al gorro y dejaran en paz al guaje. Pueden ver algunos de
estos gorros en el Museo de la Indumentaria Tradicional Leonesa de
Valencia de Don Juan, una visita más que recomendable.
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