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viernes, 23 de noviembre de 2012

Setas y castañas. (En Hoy por Hoy León, 23 de noviembre de 2012)


Todavía  no eran las seis de la tarde. Una pareja entretenía el tiempo en un rincón, ensayando todos los rituales del cortejo. La camarera bailoteaba alegre mientras preparaba café. Una mujer se bebía un Martini con ginebra aprovechando que sacaba a pasear al perro. A pocas calles del bar, un coche fúnebre se ponía en marcha para llevar a Puente Castro el cadáver de un hombre joven. Un muchacho de catorce años se desmoronaba finalmente en el hombro de su hermano, desmontando el mito de que los chicos no lloran y sus compañeros, niños todavía, dejaban salir toda su pureza, llorando al compás que marcaba la pena de su amigo. Nosotros tomábamos café como quien necesita una pausa para ir del corazón a sus asuntos.

El de Matadeón, que conoce bien el despliegue de los barbones cuando llega la hora de enseñar pluma, controlaba de reojo a la pareja y el de Babia se acordaba de un viejo colega que había dejado el oficio para trabajar en la Diputación. Esa fue la palabra que disparó en mi cabeza la idea del artículo del viernes, quizá porque me parece un paradigma de los tiempos que vivimos el desgobierno de Valderas y asocié de inmediato un asunto con el otro. Digo que es paradigmático lo de Valderas porque expresa el desajuste que nos envuelve: un municipio con un presupuesto anual de 800.000 euros que mantiene una deuda de 4 millones. Normal que la vara del alcalde sea un hierro incandescente y no haya nadie que la quiera. Normal que haya bofetadas por no enfrentar ese Miura, que haya dimisiones y tránsfugas, que el grupo de los no adscritos tenga la mayoría absoluta. Normal que la alcaldía sea una patata caliente que nadie quiere pelar, pero que, una vez fría, todos querrán masticar.

El caso es que estábamos tomando ese café, todavía encogidos en el aire del luto, cuando el de Babia dijo Diputación y yo les pregunté por el tema de la semana. Ahí el de Matadeón estuvo fino, que me contestó, “pues, si es por el tiempo, habla de setas y de castañas”. Lo de la castaña ya queda medio dicho con todo el asunto de la alcaldía escurridiza, que será un festival ver a la Secretaria preguntando a los concejales si quieren asumir el mando. Digo yo si, a pesar de las dificultades, no estarán moralmente obligados a aceptarlo, toda vez que hubo un día en el que se presentaron, a no ser que lo vean tan claro que dimitan sin reparos y dejen todos los sillones vacíos. Anarquía municipal. ¡Que la maquinaria del Estado se encargue de asumir su propia miseria! ¡Que el sistema que permitió el desfase se haga cargo de las consecuencias! Lo malo es que siempre el sistema somos nosotros, usted que me escucha y yo que se lo cuento y la castaña será para nosotros.

Para la seta vale el titular que nos dejó el Consejero Silván en la Cámara de Comercio diciendo que “el Parque Tecnológico de León es un referente”. Seguro que lo es. No lo pongo en duda, pero a mí me da que está ahí puesto como a quien le sale una seta en el jardín. Una seta suculenta en mitad del jardín abandonado de la industria leonesa y no cuento aquí la anécdota de que en una empresa del Parque tenían algún problema de cobertura con la red móvil, porque seguro que no me creen.

En fin, que es tiempo de setas y castañas, lo dijo uno de Matadeón y lo corroboró uno de Babia.

sábado, 17 de noviembre de 2012

Pontificar. (En Hoy por Hoy León, 16 de noviembre de 2012)


Que estuviera otra vez una garza enamorada cortejando un árbol seco, confundida por las sombras con el débil sol que todavía brillaba a primera hora del jueves, debería ser noticia de portada, como lo fue este miércoles la foto de Ana Obregón con los chicos de Amidown en la presentación de su calendario solidario. “Tómate tiempo para conocerme” es la frase del mes de marzo, ese en el que sale la foto de la famosa con una niña en brazos. Doce meses, doce frases, doce caras conocidas. Tómate tiempo, antes de dejar volar los prejuicios.

Hay una garza que a veces se confunde y posa enamorada junto al Puente de los Leones, creyendo que un tronco deshojado es el amor de su vida. Es la belleza de lo auténtico junto a la vanidad de la pose.

No hay nada más auténtico que regalar. La belleza del regalo está en su gratuidad, en su absoluta falta de pretensiones. Regalar tiempo, regalar sonrisas, regalar poses. Curioso bucle, que sea la pose de los famosos ante el objetivo de Andrés de la Torre, el auténtico regalo en este proyecto solidario. Curioso, sí, descubrir bajo la apariencia más frívola y superficial, una llamada de atención hacia el respeto. Tómate tiempo para conocerme. No seas tan bruto de rechazarme solo porque tengo una cara muy famosa o porque al capricho de la genética se le ha ocurrido regalarme un cromosoma de más.

Y ya que el tema es lo auténtico y lo fingido, hablemos de la huelga general. 

Sé que lo han señalado en muchas partes y que a estas alturas de la semana ya van a estar hartos de escucharlo. Quiero decir que, vistos los números, la consecuencia del día 14 es saber por qué tuvo un seguimiento tan desigual la huelga y en cambio las manifestaciones fueron multitudinarias. ¿Tiene esto algo que ver con el tema de la pose y lo real? No sabría decirles. 

Lo que sí veo es que sería equivocado que los sindicatos se anotasen la jornada como un éxito rotundo, porque no lo fue, ya que se convocaba huelga general y no una manifestación. Del mismo modo, entiendo que sería una locura que el gobierno hiciese el Don Tancredo una vez más mirando solo los datos de consumo eléctrico como si aquí no hubiera pasado nada, porque los miles de personas que salieron a la calle atestiguan que algo pasó y fue importante. Si quieren esperar a que el tema se les vaya de las manos, como ocurrió en Cataluña, es su decisión, porque los ciudadanos hablaron alto y claro y mostraron en la calle su hartura. Y eso no fue ninguna pose, que la indignación es auténtica y el enfado, por mucho que digan los votos, muy real.

Lo peor del asunto es que los sindicatos se sientan autorizados a pontificar a la vista del volumen de la protesta. Sería por el efecto del eco de los megáfonos, pero el discurso de los oradores sindicalistas sonaba a homilía dominical. No hablo del fondo, sino de la forma. El sonido que llegaba a los congregados en la Plaza de San Marcos recordaba aquellos sermones de otro tiempo. Me consta que hubo quien no estuvo dispuesto a escuchar, quien llegado el momento se dio media vuelta y se marchó. Quizá esa sea una forma muy auténtica de protesta, acudir a la manifestación y marcharse ante la arenga final.

viernes, 9 de noviembre de 2012

Vidas Repetidas. (En Hoy por Hoy León, 9 de noviembre de 2012)


Vivimos vidas repetidas. No estoy hablando de la condena existencial de Sísifo tirando de su piedra monte arriba para que se le vuelva a caer una y otra vez justo cuando llega a la cima. La idea no es esa. Tampoco se trata del mito del eterno retorno, de la vuelta permanente de lo mismo, esa noria que nos hace repetir y repetir una y otra vez la misma historia. Ni siquiera hablo de la idea más romántica de una reencarnación al estilo de lo que cuenta Shirley MacLaine o una especie de transmigración de las almas al modo de las alegorías platónicas o de los mitos órficos. Cuando digo que vivimos vidas repetidas no me tientan conceptos metafísicos o religiosos, sino que me refiero a una realidad inmediata en el sentido de que, de algún modo, vivimos todos la misma vida.

Sé que es un pensamiento incompleto. Más que incompleto, inconsistente, porque salta a la vista que su vida y la mía no son en absoluto la misma, que la vida de un niño que nace y muere en las favelas de Bahía o en un poblado de Sudán no es la misma vida que la de las hijas del Presidente Obama. Me dirán que cada vida es única, que cada uno es protagonista, dueño y señor de su propia vida. Y debe ser cierto, pero,…

Se me metió en la cabeza esta semana que vivimos vidas repetidas y es una idea que no soy capaz de abandonar. Ocurrió durante una cena en la que se habló de la milagrosa transformación de una válvula cerebral en un tallarín escondido en el rincón apropiado del abdomen de quien lo contaba, de la portentosa habilidad de un santo tullido por la ciática para hacer sonar una gaita y tocar el violín con un dedo, de la doble humanidad de un hombre del renacimiento a quien ningún miliciano le supo decir por qué había matado a otros en el vértigo de una de esas guerras locas que ya tenemos olvidadas. Se habló, como les digo, de vidas poco ordinarias. Y a mí se me quedó en la memoria la obsesiva idea de que vivimos vidas repetidas, que todos habitamos detrás del mismo felpudo, ese que se inventó Ikea y que nos da la bienvenida a la República Independiente de nuestra casa. Quiero decir que es una verdad extraña, pero tengo la sensación de que, por muy diferentes que parezcamos, nuestra forma de respirar nos delata: somos una y la misma cosa. Vivimos la misma vida repetida, la misma vida enlatada, ensamblada pieza a pieza, coleccionada. Somos la misma marioneta.

Cuando la otra tarde estuve caminando por El Rosal, el centro comercial de Ponferrada, observando mi reflejo en los escaparates de las mismas tiendas que hay aquí en León o en cualquier ciudad de España, me convencí de que las vidas que vivimos son a cada momento más descarnadas, más miserablemente intercambiables. Vidas insulsas, alumbradas por la misma lámpara, desconectadas en habitaciones repetidas de hospitales atestados de moribundos vestidos con el mismo pijama.

Se me nota que es otoño y que llega San Martín y que es hora de matanza. Hubiera querido hablar de alguna de las noticias que están en boca de la gente, quizá del lío de Valderas, de la sentencia del Supremo sobre los presupuestos de 2008, del recorte que se avecina en Caja España, pero les pido disculpas, que esta mañana de noviembre me ha podido más el sinsabor de ver mi vida escupida en la bandeja de la fotocopiadora.

viernes, 2 de noviembre de 2012

Estratosfera. (En Hoy por Hoy León, 2 de noviembre de 2012)


Hace algo más de quince días, el mundo entero andaba pendiente del famoso Félix Baumgartner. Me imagino que recuerdan la historia: un deportista extremo que se lanzó desde la estratosfera, dejándose caer a treinta y nueve mil metros de altura, siendo el primer ser humano en romper la barrera del sonido sin apoyo mecánico y en caída libre. Hemos sido millones los que, de un modo u otro, hemos visto caer dando vueltas ese puntito de luz, pendientes de un tipo gordo y con gafas que dirigía la aventura desde el control de tierra, con el aire del que te va a despachar cincuenta céntimos de alcayatas y el espíritu de un oficinista aburrido de escanear día tras día el mismo formulario. ¡Qué lejos del glamour de los actores de Hollywood en las grandes superproducciones sobre viajes al espacio! Recuerdo especialmente a Ed Harris en Apollo XIII, quizá lo único salvable de la película, pasando por encima de un previsible guión y un poco más que correcto Tom Hanks.

Ya digo. Unos en directo, otros en internet, algunos en resúmenes emitidos por las televisiones, millones de personas hemos terminado por ver la caída temeraria del aventurero, y eso que es verdad que, como espectáculo, la historia no dio mucho de sí. Pero allí estábamos, aguantando el tirón de una subida interminable, con la boca abierta cuando el austriaco se asomó al mundo y se dejó caer. Un poco decepcionados después, pero fascinados ante la idea de que alguien pueda subir tan lejos y atreverse a soltarse físicamente de cualquier soporte de seguridad. Es la fascinación del peligro. La atracción del cielo.

Hemos visto fotografías del globo tomadas desde el espacio. Sabemos de memoria cómo es ese planeta azul en el que vivimos. Lo observamos desde nuestra prepotencia de amos del mundo como un pequeño juguete, una preciada bola de cristal que nos perteneciera. Creo que es esa sensación la que nos fascina. Por eso puede que tengan razón los dueños de Zero2infinity y seguramente sea negocio el asunto este del turismo espacial. Ya saben de qué les hablo, es esa empresa catalana que está haciendo pruebas en la Virgen del Camino para enviar una cápsula a la estratosfera en la que puedan viajar cuatro turistas. Tendrán que pagar una pasta, dicen que alrededor de 110.000 euros, pero seguro que hay muchas personas que pensarán que vale la pena. Bueno, pensarán que vale la pena y tendrán el dinero, claro, que tal y como se está poniendo el asunto nos vemos cada vez más en ese punto en el que hay unos pocos que se pueden pagar un viaje a la estratosfera y unos muchos que tienen problemas para pagar el billete del autobús.

Se habrán fijado en el pequeño detalle de que, por mucho que se venda la estratosfera, en la cápsula las condiciones ambientales serán las de la Costa Azul, el destino turístico con el que asociamos lo más exclusivo de la jet-set. La distinción está en poder pagarlo y el que paga tiene que sentirse distinguido. El paquete se completa, según la información del martes, con una cena ligera, unos masajes y dos noches en un hotel de lujo. Yo propondría además, si salen desde León, un paseo por la desolada industria leonesa. Más que nada para que no todo sea vino y rosas.