Buscar este blog

jueves, 20 de diciembre de 2012

Sentimientos. (En Hoy por Hoy León, 21 de diciembre de 2012)


Cuando a mi padre le preguntaban de dónde era, siempre decía que él era del pueblo de su mujer y eso es lo que me pasó a mí con mi amigo Isidoro, que dije que era de Babia, cuando la que es de Babia es su mujer y él anda diciendo que sigue siendo de Villaseca de Laciana. Es una cuestión de sentimiento.

Ayer, que era el día Internacional de la Solidaridad, estuve con ellos, no sé si se acuerdan, que ya les dije algo hace algunos viernes. Son maestros los dos. Los dos son artistas, uno haciendo callos y el otro tocando la guitarra, habilidades que les vienen del cielo, ¿qué le vamos a hacer? Al de Matadeón le dio por decir que había que hacer las cosas con sentimiento. Quizá ese es el secreto de los callos, el sentimiento más que el pimentón. Quizá ahí está el discriminante, la parte de la ecuación que decide si las soluciones son reales o imaginarias, el hecho de saber si lo que se hace se hace o no con sentimiento. Me gusta el modo de expresarlo de Castaneda en una de sus historias de Don Juan, cuando le dice al aprendiz de chamán que, en la vida, cuando se encuentre ante dos caminos, elija siempre el camino que tenga corazón.

Todos los caminos conducen a ninguna parte, así es que da igual el camino que elijas, lo importante es que ese camino que recorres tenga corazón y que lo recorras por entero. De eso se trata cuando hablamos de sentimientos. De recorrer enteros los caminos, de saber que uno camina por la senda que le hace feliz y que le lleva hasta el final. Sentimiento, Mario, sentimiento. Como tú decías ayer: puro sentimiento. Por eso, de todas estas campañas que se organizan con motivo de las fiestas de Navidad para ayudar a familias necesitadas, escojo siempre participar en aquellas que me parece que tienen corazón. No voy a decir que la campaña del Ayuntamiento sea un cuento como el de aquel gigante sin corazón, ni mucho menos. Me parece que es genial que se haya recogido ese dinero y que se haya podido ayudar a esas ochenta familias escogidas de entre las muchas que plantean alguna necesidad. “Un puente entre familias” ha sido el nombre de la campaña. Se les están repartiendo, desde los centros de Acción Social, alimentos y dinero en metálico, una campaña que despierta los buenos sentimientos entre familias, aquella vieja idea de unir a los que tienen necesidad con los que no estamos tan mal. Ya saben mi opinión sobre la caridad. La he expresado en múltiples ocasiones: me ocurre que creo más en la justicia. No obstante, comprendo los bellos sentimientos que envuelven en celofán de colores la caridad navideña. Y eso es mucho mejor que nada, claro está.

Por expresarlo de otra forma: cuando a una mujer que trabaja a diario por los desfavorecidos a través de una asociación de vecinos y que lleva todo el año proporcionando alimentos y ropa a familias necesitadas le pidieron que participase en la campaña, creo que lo dijo con todo sentimiento de su corazón, pero lo dijo muy claro - no sé si son palabras exactas, pero tal vez fuesen parecidas-: ¿a mí qué me venís a contar? Yo ya llevo dando de comer a esta gente todo el año.

Ese es el sentimiento, el puro sentimiento. Saber que la necesidad no se cubre con un kilo o con unos euros por Navidad. Felices fiestas.

viernes, 14 de diciembre de 2012

Una luna de fin del mundo. (En Hoy por Hoy León, 14 de diciembre de 2012)


El fin de semana pasado colgaba del cielo una luna de fin del mundo. Colgaba casi a ras de suelo, tocando con los cuernos de luna menguante las azoteas de los edificios más altos y brillaba con un fulgor intenso, con la luz de la helada rebotando en su extrema delgadez. Era una luna apocalíptica, el final de la penúltima luna del año. A esa hora, quizá la una de la madrugada del sábado, una estrella recorrió el cielo por el norte; un fogonazo fugaz de varios segundos de duración con trayectoria de oeste a este, que podría haberse confundido con la estrella que hace más de dos mil años condujo a Belén a unos sabios tartessos, según explica Benedicto XVI en su libro “La Infancia de Jesús”.

Pensé que debía guardar la idea de esa luna de fin del mundo para compartirla con ustedes en este viernes, último viernes antes de ese fatídico veintiuno de diciembre señalado por los esotéricos para el final de la tierra tal y como la conocemos. Habíamos salido a dar un paseo por la ciudad para ver las luces que adornan algunas calles, esas en las que los comerciantes se han puesto de acuerdo para animar el consumo y, al volver al pueblo, el cielo brillaba sin que ninguna nube velase su perfección. Nunca podré contemplar una iluminación tan espectacular. Ninguna dotación presupuestaria podría competir con semejante arquitectura de arcos, alineaciones, figuras, brillos.

En la ciudad, los angelotes, los cristales de hielo, los paquetes de colores, las bolas que adornan los árboles, el recuerdo de que ya está abierta la campaña de ventas para la Navidad no consiguieron hacerme creer que no está pasando nada. En los carteles de los bares y de los comercios, bajo la leyenda de establecimiento colaborador con la iluminación navideña, se advierte la desesperada llamada a la normalidad: "¿Lo ven? Hay luces especiales en el cielo de las calles. Es una campaña como las otras". Ese es el mensaje aparente, pero a la vez, la disparidad decorativa, las evidentes diferencias de presupuesto entre unas calles y otras explican que algo oscuro está pasando. 

Lo ha dicho Alfredo Martínez desde la Federación de Comerciantes. Lo ha dicho Pedro Llamas desde la Asociación de Hostelería. Lo sabe cualquiera que se asome a la calle. Va a ser una campaña de ventas diferente. En una ciudad de funcionarios como esta, van a faltar muchas pagas extra. Lo vemos en los restaurantes, en lo fácil que es encontrar mesa en estas fechas, cuando en otras temporadas había que reservar con mucha antelación. Lo vemos en los centros comerciales, en los que hipotéticos compradores deambulan por los pasillos con las manos vacías de bolsas. Lo vemos en el pequeño comercio, agobiado por la crisis y la fagocitosis de las grandes superficies. 

Quizá sea verdad que el viernes que viene es el día del fin del mundo y por eso hay una Navidad sin consumo, ¿quién se lo podría creer? Empieza uno quitando la mula y el buey del portal y termina con los Reyes Magos convertidos en sabios andaluces, haciendo unas fiestas con la mitad de turrón y las compras justas. Si estará difícil el tema de las ventas que, ante la escasa demanda de consumo, hay un puesto del mercadillo que ha decidido hacer publicidad en la radio. Lo he oído en otra emisora, lo confieso, el puesto se llama “la boutique del mercado”. Los martes y viernes en Colón, miércoles en la Plaza Mayor y el domingo en el Paseo de la Condesa. 

Lo que digo, esto va a ser el acabose.

viernes, 7 de diciembre de 2012

Adornar la realidad. (En Hoy por Hoy León, 7 de diciembre de 2012)


Es algo que surgió con mi hija hablando del modo en el que el Alcalde de León se defendía de la acusación de acosar a un testigo en relación con la famosa carta. Se trata de lo siguiente: si un testigo en un juicio está obligado a decir la verdad de cuanto sabe acerca del asunto que se juzga, ¿qué más da que lo presente la defensa o que lo presente la acusación? En principio, ateniéndose al espíritu de la justicia – ya saben ustedes que dicen que es ciega-, daría lo mismo que el testigo fuese de la defensa o de la acusación, al final, tendrá que decir lo que sabe. Claro que la cuestión está en que a una parte o la otra le interese que determinados testigos hablen o se callen. Vamos que el problema no debería ser que García Prieto vaya al juicio de la mano de la acusación. En principio, si la justicia es como debe ser, si va por la defensa o por la acusación debería ser indiferente.

Pero cabe pensar que la justicia no sea pura. Alguna mente malpensante, que no la mía, podría decir que no es enteramente ciega, que la venda que le cubre los ojos, si no es transparente, por lo menos es traslúcida y deja adivinar la silueta del que es juzgado, de manera que los testigos no son siempre enteramente veraces y tienden, a pesar de las severas advertencias de los jueces, a explicar los hechos desde la perspectiva que más conviene a sus intereses. Es evidente que un testigo, cuando testifica, puede, como dijo mi hija, “adornar la realidad”. Desde esa perspectiva se podría entender cierta preocupación ante la idea de un compañero de partido ejerciendo como testigo hostil. Se entiende sí, pero la pregunta es, ¿acaso no es García Prieto procurador por el PP? ¿Acaso no fue Presidente de la Diputación? ¿Por qué le molesta al partido que sea llamado al juicio por la acusación? ¿Es una cuestión de estética? No deberían temer al modo en que el expresidente adorne la realidad y menos a la verdad pura y dura, que es lo que en un juicio se debería conocer.

Me gustó la idea de que los testigos no mienten, sino que adornan la realidad. Algo muy propio de estos días en los que vestimos de fiesta esta realidad terca y triste. La realidad de los que sufrimos el festín de los que terminaron insolventes con millones escondidos en las esquinas. Vestirse de fiesta, sí, pese a las colas de las Oficinas de Empleo, los anuncios de huelga, los rumores de cierre.

Hay uno de esos rumores que me ha llegado estos días y que tiene que ver con adornar la realidad, con el modo de vestirse. Me han dicho que corre peligro el Museo de la Indumentaria Tradicional Leonesa de Valencia de Don Juan. Seguro que no es un museo rentable, pero debemos hacer todo lo posible para que no se cierre. Si no lo han visitado, háganlo cuanto antes. Vayan este fin de semana, dejen que Pedro o alguno de sus compañeros les cuente por qué son así los trajes, por qué se vestían de ese modo, cómo eran las cosas no hace tantos años, cuando el ritmo de la vida era un ritmo lento que devoraba los días al mismo compás que el devenir del tiempo. Que no se pierda el enorme trabajo que hay bajo las faldas de ese Museo, que no se cierre la oportunidad de aprender tantas cosas en una visita tan agradable.

martes, 4 de diciembre de 2012

Cosas que podríamos colar. (En Hoy por Hoy León, 30 de noviembre de 2012)


Tras la entrevista del martes al Consejero de Fomento de la Junta de Castilla y León, me quedó la idea de hacer una lista de cosas que podríamos colar. Se me ocurrió al escuchar su reacción a la pregunta de Chechu sobre la posibilidad de “colar”, dicho entre comillas, si es que las comillas se pueden usar en la radio, la autovía León – Bragança en el Plan de Infraestructuras hasta 2024.

Por ejemplo, podríamos colar las palabras “crisis” y “catarsis” en una reunión de la Comunidad de Vecinos del modo siguiente: “Ante la crisis que supone el incremento del coste del mantenimiento del ascensor, se propone una catarsis de la energía acumulada en los sucesivos enfados de los vecinos cada vez que llega la cuota. Tal solución, aprovechando el coste cero de las escaleras, pasa por subir andando y los del sexto que hagan piernas”. Y que quede claro que todos tenemos legitimidad para hablar, eso sí, lo que es tener derecho a hacerlo es otro tema.

Cosas que también podríamos colar: una actitud. Un modo deportivo de entender la vida. Vamos a colar un eslogan, vamos a ser didácticos, vamos a establecer ámbitos de responsabilidad política y territorial. Esta es la idea: unos miran por León, mientras otros miran más allá. Por eso, porque en el fondo todos estamos obligados a mirar un poco más allá, porque una cosa es lo que debería de ser y otra lo que es, tenemos que comprender que el vendaval de la crisis sopla contra Vestas, le levanta el flequillo a los medallones de la fachada del Parador, saca de los mostradores a cientos de trabajadores de aquello que antes fueron las Cajas, empuja a mirar más que nunca por cada euro que se gasta. La crisis se convierte en realidad y la realidad obliga, de manera que la prioridad no está en las infraestructuras. Por eso Renault quiere que los componentes de sus coches se fabriquen lo más cerca posible de sus propias fábricas, porque tiene que mirar cada euro y no porque la capital de la provincia de Valladolid sea Valladolid, que eso es solo una coincidencia.

Podríamos colar juegos de palabras que, fuera de contexto, y pido sentido del humor para entender la pequeña broma, se muestran como conceptos sublimes. Apunto tres: la “capacidad de movilidad por parte del modo aéreo” que es algo que tanto sirve para el complejo vuelo del buitre leonado, como para la inverosímil técnica de manejo de platillos volantes; “la imposibilidad medioambiental del desdoblamiento”, que aplicado a una autovía que no se puede construir adquiere el significado de que, en tiempos de crisis, no hay mal que por bien no venga; y, por último, con la debida veneración y salvando las distancias, la impronta surrealista o, si se me permite, el concepto Azcona, la idea de “adelantar todo lo que no suponga ejecución”, una frase que quizá Gila apostillaría diciendo que las ejecuciones son muy feas y a veces manchan y se le queda al ejecutado una cara así como de pocos amigos que da pena verlo, ¿sabe usted?

En fin, lo que se puede hacer se hace y se hará. Lo que no se puede hacer no se puede decir que se va a hacer. Pura metafísica. Lo dijo Wittgenstein en el Tractatus: “lo que se puede decir, se puede decir claramente y de lo que no se puede hablar, lo mejor es callarse”. Lo malo es que luego se desdijo.