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viernes, 7 de diciembre de 2012

Adornar la realidad. (En Hoy por Hoy León, 7 de diciembre de 2012)


Es algo que surgió con mi hija hablando del modo en el que el Alcalde de León se defendía de la acusación de acosar a un testigo en relación con la famosa carta. Se trata de lo siguiente: si un testigo en un juicio está obligado a decir la verdad de cuanto sabe acerca del asunto que se juzga, ¿qué más da que lo presente la defensa o que lo presente la acusación? En principio, ateniéndose al espíritu de la justicia – ya saben ustedes que dicen que es ciega-, daría lo mismo que el testigo fuese de la defensa o de la acusación, al final, tendrá que decir lo que sabe. Claro que la cuestión está en que a una parte o la otra le interese que determinados testigos hablen o se callen. Vamos que el problema no debería ser que García Prieto vaya al juicio de la mano de la acusación. En principio, si la justicia es como debe ser, si va por la defensa o por la acusación debería ser indiferente.

Pero cabe pensar que la justicia no sea pura. Alguna mente malpensante, que no la mía, podría decir que no es enteramente ciega, que la venda que le cubre los ojos, si no es transparente, por lo menos es traslúcida y deja adivinar la silueta del que es juzgado, de manera que los testigos no son siempre enteramente veraces y tienden, a pesar de las severas advertencias de los jueces, a explicar los hechos desde la perspectiva que más conviene a sus intereses. Es evidente que un testigo, cuando testifica, puede, como dijo mi hija, “adornar la realidad”. Desde esa perspectiva se podría entender cierta preocupación ante la idea de un compañero de partido ejerciendo como testigo hostil. Se entiende sí, pero la pregunta es, ¿acaso no es García Prieto procurador por el PP? ¿Acaso no fue Presidente de la Diputación? ¿Por qué le molesta al partido que sea llamado al juicio por la acusación? ¿Es una cuestión de estética? No deberían temer al modo en que el expresidente adorne la realidad y menos a la verdad pura y dura, que es lo que en un juicio se debería conocer.

Me gustó la idea de que los testigos no mienten, sino que adornan la realidad. Algo muy propio de estos días en los que vestimos de fiesta esta realidad terca y triste. La realidad de los que sufrimos el festín de los que terminaron insolventes con millones escondidos en las esquinas. Vestirse de fiesta, sí, pese a las colas de las Oficinas de Empleo, los anuncios de huelga, los rumores de cierre.

Hay uno de esos rumores que me ha llegado estos días y que tiene que ver con adornar la realidad, con el modo de vestirse. Me han dicho que corre peligro el Museo de la Indumentaria Tradicional Leonesa de Valencia de Don Juan. Seguro que no es un museo rentable, pero debemos hacer todo lo posible para que no se cierre. Si no lo han visitado, háganlo cuanto antes. Vayan este fin de semana, dejen que Pedro o alguno de sus compañeros les cuente por qué son así los trajes, por qué se vestían de ese modo, cómo eran las cosas no hace tantos años, cuando el ritmo de la vida era un ritmo lento que devoraba los días al mismo compás que el devenir del tiempo. Que no se pierda el enorme trabajo que hay bajo las faldas de ese Museo, que no se cierre la oportunidad de aprender tantas cosas en una visita tan agradable.

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