Nosotros, como en Nueva York, que para eso somos viajados, no se
vaya a pensar el Ministro Montoro que él es el único que ha visto mundo. En
todas las informaciones que he leído se habla de Sevilla o de Córdoba y no de
otras ciudadades en el mundo que también ofrecen un paseo en calesa entre sus
atractivos turísticos, por ejemplo Nueva York. Ya puestos a hacer algo por la
sencilla razón de que otros lo hacen, fijémonos en los más grandes. Una pena
que se nos quede pobre ofrecer un paseo en barco por el río o un vuelo en
helicóptero entre los rascacielos.
Sé que el asunto de la calesa no tiene mucho recorrido. Se trata
de algo pintoresco que tendrá su momento de gloria, dado que el empresario que
va a poner en marcha la iniciativa vivirá su fama particular en un popular
concurso de televisión y no será ya la calesa turística de León, sino que, de
algún modo, será también la televisiva calesa de Mirantes. Todo es publicidad.
Todo suma. Lo que importa es que no se llene todo de defecaciones y que el
braguero que han pensado al efecto funcione correctamente, porque era lo que
nos faltaba, tener un caballo dando vueltas por la calle Ancha dejándolo todo
perdido. Quiero decir que espero que el novedoso servicio se realice de la
forma más higiénica posible, que los caballos ya se sabe, aquí, en Brujas y en
Nueva York no pueden evitar hacer lo que hacen.
Mejor sería generar un producto turístico más allá de la Semana
Santa, el Barrio Húmedo o los atractivos que llevamos vendiendo toda la vida.
En el argot se hablaba de “enseñar piedras” como uno de los modos de promoción
turística menos elaborados de la industria. Bueno, ahora ya podemos “enseñar
piedras” desde la calesa. No está mal. Es un avance. Siempre he creído que León
tiene unas posibilidades enormes como destino turístico. Lo digo sin la pasión
de ser leonés, porque no lo soy, pero he aprendido a amar las piedras de esta
ciudad sobre la que se ha ido construyendo la historia y me gustaría que, desde
fuera, se pudiesen ver en ella más posibilidades que la espectacular presencia
de la Catedral y la sobrecogedora intimidad de San Isidoro. Pero para eso nos
hace falta todavía crear un producto, algo que permanece sin hacer, bajo la
secular inercia de las instituciones y las empresas, que se miran el ombligo
sabiendo que están vendiendo un destino de primera magnitud, pero haciendo la
guerra cada uno por su cuenta. Así es que, bienvenida sea la calesa de Mirantes
si es que sirve para hacer producto.
Ha sido desolador el informe de la FELE sobre el año 2012. Crudo
como la vida misma. Datos que anuncian un futuro escasamente prometedor. Crece
el número de agricultores, mal dato si es porque no se encuentra otra
posibilidad. No obstante algo se mueve: parece que tendremos una calesa. Además
se ha oído esta semana que habrá un impulso a la actividad del Mercado del
Conde, abriéndolo por las tardes y explorando otras posibilidades de
explotación que ya funcionan con éxito desde hace años en otras ciudades. Pero
¿serán palos de ciego o habrá una estrategia calculada? Piensen en el resumen
que hacía María García del Hoy por Hoy de la semana pasada: pobreza energética,
la mejor vendedora de la ONCE, un conductor de quitanieves y el afilador. Nosotros,
como en Nueva York.