Si hace quince días eran candelabros, hoy tocan las velas. Cada
palo que aguante su vela. Se ve que no imaginaba Dolores de Cospedal que la
cerería estaba abierta y el repartidor tenía preparado un listado de entregas
tan llamativo.
Así es que aquí estamos los ciudadanos, perplejos. Hay una novela
que les recomiendo, si les gusta la novela negra. “Liquidación Final” de Petros
Márkaris. Otra del detective Kostas Jaritos, en la que el comisario se tiene
que enfrentar a una serie de crímenes cometidos por un asesino que se hace
llamar “El Recaudador Nacional”. Este Recaudador no asesina a cualquiera, sino
que escoge sus víctimas por su grado de corrupción, exigiéndoles que devuelvan
al país lo que han estafado al fisco, si no quieren ser objeto de una liquidación
final: su asesinato. La verdad es que la novela es sobrecogedora, porque
Márkaris describe una sociedad griega deprimida, angustiada y abocada al desánimo.
Claro que es solo una novela y en Grecia no hay las cifras de paro que tenemos
en España. Me hace gracia pensar en este país que nos cuenta Márkaris y
recordar la alarma de Esperanza Aguirre cuando clamaba contra la helenización
de España.
Y estamos todos tranquilos, como Rajoy. A eso de las diez de la
mañana, señoras de mediana edad o de edad ya avanzada irán a sus clases de
gimnasia de mantenimiento en los bajos del Palacio de los Deportes y en la
Avenida Sáenz de Miera circularán los coches como si nada. Se detendrán en un
semáforo y mirarán cómo se esfuerzan las señoras por seguir las indicaciones de
su instructora. Pasarán por delante del Parque de Bomberos, ese que tanto da
que hablar, y dejarán a la izquierda el edificio de los Juzgados, con la
sensación de que la justicia funciona igual para todos y que lo mismo castiga a
quien falsifica un tiquet de la hora, a quien utiliza una tarjeta ajena para
comprar en un supermercado o a quien se lo monta con facturas sin IVA o cobrando
sobres con sueldos que no pagan IRPF. Prácticas tal vez habituales en muchas
empresas españolas, no digo yo que también se practicasen en el PP, porque es
verdad que lo que publicó El País tal vez no sirva como prueba en un tribunal,
pero ¿no creen que ya es hora de que no nos hagamos más los tontos? ¿No creen
que ha llegado el momento de decir que, si las cosas son lo que parecen, es
mejor intentar una solución drástica? El problema es que se nos hierve la
espuma en la boca y ni siquiera gritamos y ese vacío, esa falta de impulso, es
utilizado por quienes nos gobiernan para negar las cosas y establecer como
verdad la realidad que les conviene, sea o no sea auténtica. O peor aún,
aparece la tentación de soluciones por la vía rápida que solo conducen al
totalitarismo y al populismo, pero que no resuelven los problemas. Es más, se
corre el riesgo de confundir los términos y hacer de una liquidación final, una
“solución final”.
No hay sitio ya en la cola de los indignados. Ya no se cabe. Ahora
hace falta cambiar las cosas. Y está ocurriendo, porque lo que antes pasaba
inadvertido, ahora se subraya, como hizo ayer Radio León con el asunto de las
retribuciones en el Ayuntamiento. No hay nada ilegal en ellas, no hay nada raro.
No estoy uniendo una cosa con la otra, pero sumen, sepan lo que hay. Pasen y
vean. Y dejen de mirar por los cristales.
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