Hoy toca política, disculpen. Bueno, ¿política o juego de tronos?
Porque de política siempre está uno dispuesto a hablar y, si pido disculpas, no
es por eso, que seguramente la política es una de las actividades más nobles de
quienes vivimos en sociedad. Si pido disculpas por hablar de ella es porque nuestra
política se ha ido desnaturalizando al separarse el debate de los políticos del
debate sobre los problemas reales de la convivencia cotidiana. También la
política se ha ido profesionalizando, de manera que hacer política ya no es una
discusión sobre lo que conviene a la polis, sino que es una lucha por el dominio
de los medios de producción de la maquinaria burocrática que la controla, actuando
de modo semejante a una empresa, sin ser una empresa, sin que quienes gestionan
esa pseudo-empresa sean responsables del capital, aunque, en algunos casos
notoriamente lamentables, eso no les impida apropiarse de él.
Seguro que han conocido los resultados de las elecciones italianas:
un mar de siglas ingobernable. Y la gente se levanta todas las mañanas y quien
puede va a trabajar o a sus estudios o a sus tareas o a su desesperación diaria
de impotencia ante esta crisis injusta. Las vespas siguen como locas por las
calles imposibles y el dolce far niente se sentará en las terrazas de cualquier
plaza en cuanto llegue la primavera. Al impulso del mundo le da igual que haya
Sede Vacante desde ayer en el sillón de Pedro, como le importa poco que se
conforme o no un gobierno sólido en el Quirinal. El impulso del mundo funciona
ya con mucha inercia y veo difícil que la dificultad para formar gobierno lo
vaya a frenar. ¡Cuánto más en una ciudad como Ponferrada! Hasta se hará el
mundial de ciclismo gobierne Juan, Perico o Pericán y la estatua de Pepe el
barquillero seguirá viendo pasar la vida desde esa esquina honorífica frente al
Instituto, entre el Hotel Aroi y el Ayuntamiento, testigo mudo que será de lo
que tenga que pasar después del 8 de marzo.
Y tiene muchos bemoles que sea precisamente el 8 de marzo, el día
de la mujer, cuando Ismael Álvarez dimita nuevamente, esta vez para que su
partido, ese que lleva su nombre, se siente aunque sea de lado en la poltrona
del poder. Hay quien dice que ocupará más asiento del que nadie se imagina, el
PSOE sabrá. Desde luego, visto lo que ha pasado en Italia y visto lo que nos
está pasando aquí, me parece que tenemos más Pinochos que conciencia. No soy
adivino. Me cuesta ver cómo gestionará Grillo su éxito, pero me sabe a
oportunidad de aire fresco. Aquí todavía huele todo a que hay más madera.
Pinochos como para poner una tienda, sin que se vean grilleras. Si será
delicado el panorama, que se cuenta que en el PSOE hay miedo a que, a pesar de
haber firmado la moción de censura en Ponferrada, a la hora de la verdad a
algún Pinocho se le pare el corazón.
Me viene a la memoria la canción infantil que decía: “El caso es
que Pinocho estaba grave y en sí de su desmayo no volvía, y el doctor cirujano
no sabía cómo ponerle a Pinocho un corazón. En eso llegó el hada protectora y, viendo que Pinocho se moría, le puso un corazón de
fantasía y Pinocho sonriendo, despertó”.
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