Así es que ayer la mayoría
del PP aprobó una nueva Ley de Educación. Debería ser el centro de todas las
discusiones y debería ser conocida y debatida por todos, si es verdad eso que dicen de que lo más importante de todas las sociedades es la calidad humana de quienes las
conforman. Me hace gracia que esta misma semana se hayan publicado datos PISA
sobre el nivel de competencia en adultos en eso que es lo mínimo que cualquiera
debería saber para andar por casa. Curioso que algunas voces se lanzaran a
utilizar esos datos para certificar el fracaso de la LOGSE, la ley del gobierno
socialista de González que puso de moda aquello de los contenidos del
curriculum, los curricula, se entiende, palabras hermosas, por latinas, con las
que nos hemos llenado la boca en los medios de comunicación, en los foros
educativos y seguramente, al menos a la salida de alguna reunión de familias en
los colegios, también en la calle. Parece que esa ley tiene la culpa de lo mal
parados que hemos salido los españoles en el informe. A mí, francamente, me da
la risa, porque sé que ni esa, ni otras leyes posteriores, es más, ni tan siquiera
la famosa ley del 70, se han llevado adelante en todas sus implicaciones. Me
hace gracia que digamos estas cosas, cuando todavía, en el universo de la
información y la comunicación, la práctica docente sigue pasando en muchísimos
casos por el libro de texto, el encerado y la tiza, como hace 4 ó 5 leyes
generales.
Probablemente sea difícil consensuar una ley que pudiera ser
respetada por todos, por lo menos hasta que sea desarrollada en un porcentaje
suficiente como para poder someterse a evaluaciones serias. Será difícil,
supongo, pero digo yo, ¿no sería posible intentar un consenso sobre lo básico?
Hemos modificado el paradigma científico a medida que ha ido evolucionando la
sociedad y en un mundo como el nuestro, en el que cualquier chavaluco tiene en
sus dedos, a golpe de click, diez veces más información que la que le pueda dar
un profesor en siete vidas, es importante darse cuenta de que la escuela no
puede ser solamente un lugar para la transmisión del conocimiento. El objetivo
no es resultar sabiendo, sino conseguir dominar los procesos, desarrollar las
capacidades y aprender a ser mejor persona. Ganar en calidad humana de los
miembros que conforman nuestra sociedad.
La idea, desde esta perspectiva, es
comprender que no se debe cultivar exclusivamente la inteligencia o la memoria,
lo que no quiere decir que una y otra no sean importantes en el proceso de
aprendizaje, pero es que hay más cosas y siempre se olvidan. Este es el marco
jurídico que interesa, el que permita desarrollar estas ideas. Lo demás, que si
se ponen reválidas o si se quitan ciudadanías, son pequeñas zarandajas. No así
el modo en el que se regula la enseñanza de la Religión, el tratamiento que se
da a las lenguas cooficiales o los acuerdos de favor hacia la escuela no
pública que parecen estar en algunos renglones de esta Ley Wert. Digo yo que,
si todos los chavales que conozco han sido capaces de jugar a un videojuego, va
a ser que todos pueden aprender todas las cosas y lo único que necesitan para
hacerlo es que se den las condiciones adecuadas para ello. Eso es lo que
deberían asegurar las leyes: la posibilidad de que esto suceda. Lo demás es
politiqueo, el mismo politiqueo que ha permitido esos préstamos que terminaron
haciendo un agujero en el bolsillo de la Caja o las tropelías a la italiana de
los dueños de Antibióticos, por citar dos ejemplos que venían ayer en el
periódico.
Habría que ver qué notas sacaba cualquiera de nosotros en algún examen de 2º de la ESO.
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