Buscar este blog

viernes, 22 de noviembre de 2013

Estrellas, mariposas, mariquitas por el cuerpo. (En Hoy por Hoy León, 22 de noviembre de 2013)

Quizá lo que pasa es que es algo que todos tenemos escondido en algún rincón de nuestro cuerpo, que da sentido a cada gesto, algo que ilumina. Es como un botón que se enciende. Me lo imagino como un pulsador rojo de plástico que se aprieta y se queda enganchado en la posición “on” y que se vuelve a apretar y se suelta para colocarse en “off”. Ese pulsador, que cuando está enganchado es lo que da brillo a la mirada, está en la intimidad de cada uno y cada uno sabe hacerlo funcionar, solo que se nos olvida que existe. Y quienes lo mantienen pulsado saben colocar el foco y consiguen resultados óptimos en lo que hacen. Esa es la sensación que he tenido en su restaurante, que andan con el foco encendido, con el resorte en “on”, haciendo fácil todo lo que ocurre desde que traspasas la puerta de la calle. Por eso me gusta hablar hoy de su estrella, esa que les han vuelto a reconocer esta semana. No se trata de comer mejor o peor. Se trata de saber envolverse en el brillo de esa estrella, un brillo que está por todas partes y que procede de ellos, de su ilusión y su trabajo, de ese algo escondido que han sabido encontrar dentro de sí. No, no estoy hablando de políticos, ya se han dado cuenta, estoy hablando de arte, de Cocinandos y yo también me uno a esa voz unánime de enhorabuena. Es fácil subirse al carro del éxito. Lo hacemos demasiado a menudo, nos subimos rápido al tren del éxito de la misma manera que ahondamos sin consideración en el pozo del fracaso. Todos nos apuntamos a lo fácil, pero…

Por mucho que nos apuntamos a esas campañas que todos seguimos como un tropel de niños hechizados por una flauta mágica, está por ver que lo hagamos con brillo suficiente en la mirada. Hacer las cosas porque las hacen otros, decir que nos gusta lo que sabemos que nos tiene que gustar porque así lo dicen los que saben, abandonarse a la tiranía de la moda o de la corriente de opinión más numerosa, no dejan de ser comportamientos ciegos, pueriles, como el de estos muchachos nuestros a los que les ha dado por decir que es bonito llevar el pantalón a medio calzoncillo. 

No es el caso, pero por mucha estrella que tenga un restaurante, por mucho lujo que se exhiba a la puerta de un hotel, tenemos que juzgar por nosotros mismos, por nuestra propia sofisticación o sencillez. Cada cosa en su estilo, la comida de las Jornadas de la Matanza de Puebla de Lillo, pongamos por caso, también es digna de un reconocimiento estrella. Debemos valorar las dos cosas y ser libres, tener la capacidad por lo menos de poder decirlo.


Pero hay campañas y campañas. Este lunes se celebra el Día Internacional contra la Violencia hacia la Mujer y ya muchas y muchos han decidido recordarlo colocando una imagen "ad hoc" en su estado del móvil. Me parece bien. Ojalá ninguno utilice ese mismo móvil para ejercer esa misma violencia. 

Me gusta, en este sentido, una campaña de sensibilización que recuerda a las víctimas escribiendo su nombre en las alas de mariposas moradas a la vez que enseña otras muchas mariposas volando libres e intocables. Este es mi artículo de hoy, recordar la buena estrella y también la mala. Me viene a la cabeza la película de Ricardo Franco sobre este tema y me acuerdo de las mujeres que han muerto a manos de quienes las amaron, de esos que un día dijeron sentir que al mirarlas les recorrían mariquitas por el cuerpo, como si estuviesen encendidos, iluminados bajo el sol de la Toscana.

No hay comentarios:

Publicar un comentario