Ayer a media mañana había un cielo de esos que te obligan. Un
cielo leonés morado en el azul por todos los rincones, sin una mancha de
algodón de nube, con el brillo del azul claro del mar lejano en el horizonte.
Es ese azul que solo vemos aquí. No hace falta que dé más explicaciones, porque
todos los que vivimos bajo este cielo sabemos de qué color estoy hablando y
entendemos a la primera qué luz especial es esa que describo. Una luz tan bella
que se puede pintar con palabras. Y no hacía frío, esa es la pena, porque esa
luz y ese cielo, con el sol encendido en los días fríos del invierno es una de
las delicias leonesas más genuinas, más, si cabe, que la morcilla del Húmedo o
el prieto picudo de las bodegas.
Y en ese momento tan leonés, me dio por preguntarle a un
leonesista qué pensaba de la UPL y me dijo textualmente: “si no existiera,
habría que crearla”. Lo bueno de su respuesta es que realmente no sé si es
militante o no del partido, que me parece que es defensor de lo leonés por
genética y no por ideología, aunque casi diría que su genética es una genética
culta, una consecuencia exacta de su conocimiento de la historia, especialmente
de la historia de esta tierra. Y va y dice que si no existiera la UPL habría
que crearla, porque hay todavía muchas cosas en esta tierra que deben ser
reivindicadas. ¡Curioso tema! Lo comentaba yo el martes dando un paseo por las
calles medio desiertas en las cercanías de la Plaza del Grano, escuchando a un
amigo mío que me explicaba la experiencia mística que había tenido al quitar el Whatsapp de su móvil. “Hay vida después del Whatsapp”, decía, “sobre todo para
la batería”. Y se moría de risa, mientras caminábamos por aquellas calles silenciosas,
abandonadas de sí mismas, que en manos de los ingleses o de los catalanes
estarían llenas de turistas haciéndose fotos en la magia. Hay vida más allá del
whatsapp y puede que más allá de la Plaza del Grano, y hasta más allá del cielo
azul de las frías mañanas de invierno leonesas.
¿Y cómo ves el congreso del domingo?, le pregunté también ayer al
leonesista. Me sorprendió con una frase que no sé si dijo aposta o le salió
sola, pero dijo que los dirigentes leonesistas estaban encastillados. Creo que
quería decir que se encierran en sus despachos de la Diputación o del
Ayuntamiento y que no salen a estar con los ciudadanos, que no se sabe bien a
qué León representan, que tendrían que acercarse más a la realidad de la gente,
la realidad de los barrios, de la industria, del campo, de las minas, en fin,
que se están enrocando en las alfombras. Y me gustó el juego de palabras, me
hizo gracia esa idea de un leonesismo encastillado, reconvertido en castillo,
un león enjaulado en los despachos, cercano a las mismas inercias de esa
Castilla que gobierna desde Valladolid. Leonesismo acastillado. Un acierto.
¿Será ese el nuevo sendinismo?
Y porque hay un León puro, salvaje, suelto por
las calles, les hablo de una actividad que comienza en el IBO a partir del
próximo 25 de noviembre. Es un curso de cuatro sesiones en el que se muestran
imágenes tomadas por el profesor Mateos de sus Itinerarios por León. Tiene
Mateos la idea de que pasamos por el mundo sin ver lo que tenemos delante de
los ojos y por eso ha hecho fotos y ha estudiado muchos rincones de León para
que nos demos cuenta de todo eso que vemos cada día sin saber que lo estamos
viendo. Ese León dormido, acostado en las piedras de la historia, que se niega
a verse encerrado en los castillos.
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