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viernes, 27 de diciembre de 2013

Esa cosa tan extraordinaria que es nacer. (En Hoy por Hoy León, 27 de diciembre de 2013)

Hace unos días estuvimos disfrutando de la magia de un bosque de acebos en la ruta que baja desde Fasgar hasta el pueblo con el nombre más largo de España: Colinas del Campo de Martín Moro Toledano. Me dejaría la columna entera en describir el rojo de los serbales, las caprichosas formas del hielo brotando de las fuentes, la geometría de los campos envueltos en escarcha, el verde jade de las fuentes de los arroyos que se amontonan junto a la ermita de Santiago para ir conformando el Boeza, el brillo de la Navidad en los acebos, el río encajonado en un valle abierto a cuchillo por las aguas hasta llegar a los puentes del pueblo, las montañas blancas en la cima y de terciopelo verde en la falda. Unos minutos de silencio para escuchar el sonido del mundo, arropados por el sol en la soledad desnuda de una peña.

Luego, después de la comida y de los cánticos, nos acercamos hasta Folgoso para ver el Belén, ya en el camino de vuelta hacia León y es aquí donde realmente empieza lo que hoy quiero contarles. ¿Saben qué me paso? Me dio por pensar en lo extraordinario que es una cosa tan sencilla como un nacimiento. No. No me mal interpreten. Cuando digo nacimiento no me refiero al Belén, que eso, a la vista del de Folgoso, me parece algo complicadísimo, lleno de delicados artilugios, muñecos que se mueven con perfección de autómatas, variaciones climáticas a voluntad del creador del invento para representar las distintas estaciones y hasta se podría decir que un pequeño museo etnográfico en miniatura, recordando tareas y costumbres ya prácticamente desaparecidas de los pueblos. No. Yo me refiero al sencillo acto de nacer, eso que tan naturalmente sucede todos los días y que tiene en sí la extraordinaria belleza de la simplicidad y la incomprensible audacia del milagro. En Colinas solo hay un niño que viva en el pueblo. ¡Fíjense qué estadística! Solo uno. Uno que nació hace un año y medio, pero que era el primero en nacer en quince años. ¿Se dan cuenta? La persona de menos edad de ese pueblo le saca quince años al único niño. Y, claro, las tradiciones, el modo de hacer los trabajos, los cuentos de filandón, los cantares, los vestidos de fiesta, todo eso se va perdiendo, porque ya no tiene sentido preservarlo si no es en un museo o en un belén en miniatura, como ese tan nombrado de Folgoso.


Los padres de ese niño que ahora corre por Colinas son una de las ocho parejas jóvenes que actualmente viven allí todo el año, jóvenes que, aunque en algunos casos trabajan en Ponferrada, han optado por la vida sencilla del pueblo. Porque es más barato, me dijo alguno. Todavía quedan cesteros en Colinas. Todavía se aprecia el ritmo de las tareas del pueblo. No está muerto. Todavía se da en él el milagro del nacimiento. Me contaba una muchacha marroquí que cuando una niña nace sin que su madre rompa aguas, es decir, cuando nace envuelta en la bolsa amniótica, sus padres tienen que ponerle de nombre Ajouba, porque es algo muy especial que haya nacido así, protegida por Dios. Yo conozco a una mujer que se llama de este modo y saber esta historia me ha hecho pensar en el milagro que es nacer, en el milagro de que haya un niño que nazca en un pueblo moribundo del Bierzo. Y eso que, como me decía el amigo Mario, todo es bien sencillo. Tan sencillo como decir: “Obligado te veas”.

Nota Bene: Hasta el punto anterior, lo que se oyó por la radio, el texto que estaba escrito desde días atrás. Hoy, tendría que añadir una nueva línea, una línea que escribí ayer y que me tienen que permitir que sea así de hermética y personal: "Bienvenida María. Enhorabuena a los padres y a los abuelos. Luis, no te preocupes, que tener una hermana pequeña no es tan malo como parece".

viernes, 20 de diciembre de 2013

Sabañones. (En Hoy por Hoy León, 20 de diciembre de 2013)

Hay palabras que describen una situación. Por ejemplo esta: sabañones. La palabra, así, en plural, como casi siempre tenemos que emplearla, expresa por sí sola todo un estado de cosas. Pero ella dijo: “Tengo sabañones, por eso me duele el pie”. Quizá no habría hecho falta tanta aclaración, solo con decir “sabañones” habría bastado, pero la muchacha tuvo la necesidad de explicarlo más. Tuvo que decirlo todo. Tuvo que componer una frase completa para decir que le dolía el pie, porque tenía sabañones. Era una muchacha de quince años, alguien que seguramente no tendría por qué saber qué es eso de los sabañones. Se acaba de mudar de barrio y vive con su hermana y su madre en una casa en la que no se puede encender la calefacción, porque el dinero apenas llega para cubrir necesidades más básicas que la de mantener una temperatura confortable en el salón.

Lo venimos oyendo en muchos foros, lo oímos con la lejanía confortable de quien oye llover amparado por el cómodo algodón de la suficiencia. Sabemos qué es eso de la pobreza energética y nos parece oportuna la iniciativa de exigir una moratoria para que las compañías de suministros básicos sigan prestando sus servicios, durante el invierno, a quien no los pueda pagar, aún a riesgo de saber que para muchos eso será una injusticia, porque, el sentido de lo que es justo y lo que no, está envuelto en una delgada capa de papel celofán, de manera que cada uno lo ve con el color en el que se envuelve y eso es lo que nos permite entender que haya quienes piensen que lo de la jueza de Marbella con el asunto del ático de la mujer del Presidente de la Comunidad de Madrid es una injusticia o que lo es la iniciativa de la Comisión Europea en el asunto de los clubes de fútbol españoles. Lo ilegítimo, lo ilegal, lo injusto, lo inmoral, lo impresentable, no son grados de una misma realidad. Son conceptos totalmente distintos, solo que, en las tertulias de la radio, de la tele y en las columnas de opinión, los mezclamos a nuestro antojo para sostener ideas ocurrentes, para defender una verdad en la que creemos o sencillamente para atender las directrices del partido de turno. Pero todos sabemos que es injusto que una niña de quince años tenga que soportar el frío del invierno de León sin poder encender un aparato para calentarse. Se lo hemos oído a Beatriz Gallego hablando en nombre de Cáritas: en los últimos cinco años las peticiones de ayuda han crecido un 600 por cien en esa organización y las ayudas que se conceden son fundamentalmente para lo más básico, pero también para pagar los recibos de suministros, sobre todo gas y electricidad, algo que está creciendo de manera espectacular. Menos mal que también crecen las donaciones. Quizá porque sabemos de qué se nos habla cuando se nos habla de justicia.


Pero me quedaba pensando en esta muchacha de los sabañones, esa niña que va a pasar frío esta Navidad, y me doy cuenta de que lo que yo puedo hacer por ella es muy poco, apenas decirlo aquí en la radio, para agradecer el gesto de quien hace donaciones con la intención de hacer justicia y como mucho solidarizarme con ella tratando de saber cómo va a venir de frío este invierno, deseando que los días que nos quedan no sean crueles con ella. Por cierto, que me llegó ya el calendario San Jorge para la agricultura y la construcción, una joya que elabora todos los años Paco Alonso y que para este invierno predice días fríos a partir de la tercera semana de enero.

viernes, 13 de diciembre de 2013

Hipócrita, hortera y bonito, como la Navidad. (En Hoy por Hoy León, 13 de diciembre de 2013)

Es una cita de un best seller con apariencia de manual que se titula “211 cosas que una chica lista debe saber”. Dice así: “las mujeres utilizan el sexo para conseguir lo que quieren, mientras que los hombres son incapaces de hacerlo porque lo que quieren es sexo”. Me resulta inquietante lo extendido del cliché. Me acordaba de ello el otro día porque a una maestra le dijo un chaval de doce años: “oye profe, ¡qué guapa vienes hoy! ¿Sabe tu padre que has venido así hoy al cole?” ¿Se acuerdan de la canción de Manolo Escobar? ¿La de la minifalda y los toros? Hoy, actitudes como esa, están en todas las campañas de prevención de violencia hacia las mujeres como el “abc” de lo que se consideraría una conducta típica de posible maltratador.  No me gusta que a los toros te pongas la minifalda, no quiero que vayas con esas amigas tuyas, tienes que dejar de estar tanto con tu hermana que te como el coco, y demás exquisiteces. Cosas que una chica lista debería saber aunque no estén escritas en el libro. Un libro que, por cierto, parece que no está escrito por una mujer, sino que su autora es el alter ego femenino de un escritor americano que ha tenido un éxito enorme con su libro “211 cosas que un chico listo debe saber”. Me pregunto qué clase de sociedad es esta en la que pueden tener éxito libros semejantes, en la que alguien se interesa por un manual que incluye entre las 211 cosas que un chico debe saber conocimientos tan importantes como el modo de ordeñar una vaca, cómo recuperarse de una resaca o cómo impresionar a una chica sin arruinarse.

Tiene una biografía interesante este autor, un hombre que ha pasado por multitud de ocupaciones, alguien que ha sido entre otras muchas cosas, maestro, dibujante, escenógrafo, gerente de una tienda de juguetes, impresor, hasta reportero radiofónico. Seguro que cuando era maestro ninguna alumna le preguntó si su madre sabía que iba muy guapo al cole. Ahora dice su biografía que, sencillamente, vive en la costa y disfruta de una dieta rica en carne picada. Un poco esa es la aspiración, la imagen del éxito, que en la última línea de tu biografía se describa sencillamente que vives en la costa y que no tienes ya nada más que hacer. Cosas que un chico o una chica deben saber. Yo diría en el número uno de esas cosas que se deben saber que la realidad no es como se dice en los libros y que no es verdad que los chicos piensen como chicos y las chicas como chicas. Los libros tienen ya sus añitos, pero seguro que se seguirán vendiendo estas navidades.


Por cierto, unas navidades de quita y pon, al menos en lo eléctrico. Vinieron el fin de semana pasado y se fueron a descansar hasta mañana, que hay que ahorrar en la factura de la luz. Estarán contentos los comerciantes con esta decisión de la concejala de adelantar el encendido permanente a este fin de semana. Así parece que la Navidad ya ha llegado para quedarse y que el espejismo del Purple Weekend, porque en León el puente de la Constitución o de la Inmaculada, según se mire por la izquierda o por la derecha, hace ya muchos años que es el del  Purple, no fue una concesión aislada. Estuvimos viendo las luces con los niños y no sé cuál de ellos lo dijo, pero me hizo gracia y lo anoté en mi memoria: “Esto de encender las luces solo durante el puente es hipócrita, hortera y bonito, como la Navidad”.