Hay palabras que describen
una situación. Por ejemplo esta: sabañones. La palabra, así, en plural, como
casi siempre tenemos que emplearla, expresa por sí sola todo un estado de
cosas. Pero ella dijo: “Tengo sabañones, por eso me duele el pie”. Quizá no habría
hecho falta tanta aclaración, solo con decir “sabañones” habría bastado, pero
la muchacha tuvo la necesidad de explicarlo más. Tuvo que decirlo todo. Tuvo
que componer una frase completa para decir que le dolía el pie, porque tenía
sabañones. Era una muchacha de quince años, alguien que seguramente no tendría
por qué saber qué es eso de los sabañones. Se acaba de mudar de barrio y vive
con su hermana y su madre en una casa en la que no se puede encender la
calefacción, porque el dinero apenas llega para cubrir necesidades más básicas
que la de mantener una temperatura confortable en el salón.
Lo venimos oyendo en muchos
foros, lo oímos con la lejanía confortable de quien oye llover amparado por el
cómodo algodón de la suficiencia. Sabemos qué es eso de la pobreza energética y
nos parece oportuna la iniciativa de exigir una moratoria para que las
compañías de suministros básicos sigan prestando sus servicios, durante el
invierno, a quien no los pueda pagar, aún a riesgo de saber que para muchos eso
será una injusticia, porque, el sentido de lo que es justo y lo que no, está
envuelto en una delgada capa de papel celofán, de manera que cada uno lo ve con
el color en el que se envuelve y eso es lo que nos permite entender que haya
quienes piensen que lo de la jueza de Marbella con el asunto del ático de la
mujer del Presidente de la Comunidad de Madrid es una injusticia o que lo es la
iniciativa de la Comisión Europea en el asunto de los clubes de fútbol
españoles. Lo ilegítimo, lo ilegal, lo injusto, lo inmoral, lo impresentable,
no son grados de una misma realidad. Son conceptos totalmente distintos, solo
que, en las tertulias de la radio, de la tele y en las columnas de opinión, los
mezclamos a nuestro antojo para sostener ideas ocurrentes, para defender una
verdad en la que creemos o sencillamente para atender las directrices del partido
de turno. Pero todos sabemos que es injusto que una niña de quince años tenga
que soportar el frío del invierno de León sin poder encender un aparato para
calentarse. Se lo hemos oído a Beatriz Gallego hablando en nombre de Cáritas:
en los últimos cinco años las peticiones de ayuda han crecido un 600 por cien
en esa organización y las ayudas que se conceden son fundamentalmente para lo
más básico, pero también para pagar los recibos de suministros, sobre todo gas
y electricidad, algo que está creciendo de manera espectacular. Menos mal que
también crecen las donaciones. Quizá porque sabemos de qué se nos habla cuando
se nos habla de justicia.
Pero me quedaba pensando en
esta muchacha de los sabañones, esa niña que va a pasar frío esta Navidad, y me
doy cuenta de que lo que yo puedo hacer por ella es muy poco, apenas decirlo
aquí en la radio, para agradecer el gesto de quien hace donaciones con la
intención de hacer justicia y como mucho solidarizarme con ella tratando de
saber cómo va a venir de frío este invierno, deseando que los días que nos
quedan no sean crueles con ella. Por cierto, que me llegó ya el calendario San
Jorge para la agricultura y la construcción, una joya que elabora todos los
años Paco Alonso y que para este invierno predice días fríos a partir de la tercera
semana de enero.
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