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viernes, 26 de diciembre de 2014

Macarena. (Audio)

Macarena. (En Hoy por Hoy León, 26 de diciembre de 2014)

En las tardes en las que aprendí la radio, sentado junto a Mures en “Por fin es viernes”, aquí en Radio León, comprendí que es cierto que “hay que ver para creer”. Y en la radio es muy difícil que el oyente vea. Hay que contarlo todo. Por eso te cuento que este comentario está grabado desde hace días y yo en estos momentos me encuentro a muchos kilómetros de León. Por eso no puedo hablarte de la actualidad. Te cuento también, porque me han dicho que hay que decir siempre la verdad, que estoy escribiendo mientras veo en la televisión la ceremonia de entrega de medallas del europeo femenino de balonmano. Lo hago con mal sabor de boca, porque en la primera parte llegué a pensar que las españolas le ganarían a Noruega. Al final no pudo ser, pero ahí están “las guerreras”, subiendo al podio para recoger la medalla de plata, vestidas con un chándal en el que se puede leer “León cuna del parlamentarismo”. Son minutos de televisión para todo el mundo, minutos en los que el eslogan luce en las pantallas, minutos en los que León se ve. ¿Cómo? ¿Que no lo habías visto? ¿Que no te habías dado cuenta? No importa, lo que en la televisión se ve, hace falta que se oiga por la radio, por eso te lo cuento, porque es posible que te pasara desapercibido, pero ahí estaba. León es, en muchos sentidos, balonmano.


Pero déjame que te hable unos segundos de Macarena Aguilar, una de las capitanas del equipo español. Macarena se hizo jugadora de balonmano en mi pueblo y es curiosa la historia del balonmano en un pueblo como el mío. Como hay que decir toda la verdad, te contaré que en el primer equipo femenino de balonmano que hubo allí jugaron dos de mis hermanas. Las entrenaba un muchacho que venía de Granollers que sabía de esto y que se había venido para trabajar de camarero en un bar de la plaza. Ya. Ya sé que he dicho Granollers y que no debería haberlo dicho, que nos hubiera gustado una final contra el Barça en la copa ASOBAL, pero tampoco pudo ser. Aquel primer equipo de chicas de mi pueblo no ganó ningún partido. Casi estoy por apostar que no perdió nunca por menos de diez goles de diferencia. Pero ellas siguieron jugando. Siguieron jugando esa temporada y las siguientes y el camarero de Granollers siguió enseñando a nuevas promociones de chicos y chicas a jugar y aparecieron otros entrenadores y hubo más equipos y perdieron muchísimos partidos, pero hoy está ahí Macarena, jugando a pesar de su pubalgia, lesionada pero imprescindible, decisiva en el último gol de la primera parte. Por eso me ha gustado mucho ver en el chándal el logo de León, porque lo he asociado con una historia de superación, esfuerzo y éxito. Te vas a reír, pero esto me recuerda otra historia de éxito, la de la IGP Lenteja de Tierra de Campos. Hay un vídeo de la lenteja hablando con un chorizo por whatsapp. Dice la lenteja: “Chori he vuelto. Necesito hablar contigo”. “Claro, nos vemos donde siempre”, le contesta el chorizo. El pobre chori se cree que la lenteja vuelve a sus brazos, pero ella ahora es una mujer de mundo con una misión: ser la estrella de la navidad. Resulta que, como en Italia comen lentejas para atraer la suerte en el año nuevo, la lenteja de Tierra de Campos le dice a su Chori que a ver si todo el mundo se come estas navidades un buen plato de lentejas. ¿Qué te parece, lo ponemos de moda? En fin, que como el viernes próximo ya será enero, feliz año Chechu, feliz año Mures, feliz año a ti también Pepe, que aunque no te veo sé que estás por ahí, y a ti, que siempre estás escuchando al otro lado, feliz año también. Y no te agobies porque llegue un año más: al fin y al cabo son lentejas.

viernes, 19 de diciembre de 2014

¡Cuánta navidad! (Audio)

¡Cuánta Navidad! (En Hoy por Hoy León, 19 de diciembre de 2014)

Dice la campaña publicitaria de una tienda de muebles que la navidad nos desamuebla la cabeza. Yo soy escéptico. Me parece que no hay nada que desamueblar. Tenemos la cabeza vacía, tan vacía que caben en ella cantidades ingentes de contenidos que se nos instalan desde fuera. Tenemos las cabezas llenas de imágenes, ideas, hasta emociones. Cientos de preocupaciones, fantasías, deseos, se acomodan en nuestro vacío interior asaltándonos desde la tele, desde internet, desde mil situaciones comunes de la vida diaria.

Cabezas huecas llenas de elementos ajenos. ¿Te has parado a pensar cuántos pensamientos propios has tenido hoy? No, no me refiero a las ideas que te han pasado por la cabeza, las cosas que has llegado a pensar a propósito de algo que has sentido, pero que has incorporado en ti sin ser realmente consciente de si ese pensamiento es original, si es realmente tuyo. Me interesan los pensamientos propios conscientes cuyo sujeto has sido tú, ese yo cartesiano que piensa, ese invento de última hora para salvar a la conciencia del escepticismo. ¿Cuántos pensamientos genuinos has tenido esta mañana? ¿Acaso este es el primero? Ni siquiera. Este tampoco es tuyo del todo. ¿No te das cuenta de que son mis palabras las que están haciendo que se dispare el pensamiento en el interior de tu cabeza? Incluso si te digo que trates de aislar un pensamiento puramente tuyo, te vas a dar cuenta de que está siendo determinado por el modo en que influyo en ti para que lo encuentres. Cabezas vacías, llenas de cachivaches externos. No hay nada que desamueblar. Lo único que hace la navidad de los anuncios de la tele y de los escaparates de las tiendas es revolverlo todo. Complicar las cosas. No se puede desamueblar lo que no está amueblado, por mucho que la idea de que la imaginación es el elemento más poderoso del ser humano sea una idea tan sumamente atractiva. Ocurrió tantas veces que un niño se puso a jugar a hacer carreras con la caja del regalo y dejó apartado en un rincón el coche último modelo que venía dentro, que no nos debería resultar tan original la campaña publicitaria del molde de galletas. En cambio, como parece que llena nuestro vacío, nos atrapa. Desprecie usted la navidad, está sobrevalorada, dice la campaña. En realidad nos desamuebla la cabeza. Venga usted a la verdad y llénela de estanterías exactamente iguales a las de los salones de media humanidad. Me lo dijo también mi amigo Luis, alguien que siempre está a la caza de pensamientos propios: “¿Sabes qué creo?”, dijo, “creo que todo empieza con el amor y termina en los pasillos de Ikea”. No quise entender el aforismo. Hay cosas que es mejor no entenderlas.


Otras se entienden fácil, como el anuncio de la Coca Cola, ese de “haz feliz a alguien” o el ya comentado hace algún viernes de la lotería, porque efectivamente “el mejor premio es compartirlo”. Hay mucha navidad por ahí suelta. Tanta que ya resulta difícil distinguir entre la navidad auténtica y la impostada. Hay mucho muñeco de nieve hecho de porespán, mucho hueco en las cabezas. Demasiada navidad desde hace demasiados días. A este paso llegaremos al 25 ahítos ya de turrón y mazapanes. Hasta las narices de tanta navidad. Pero hay detalles, pequeños detalles como el que encontré la otra noche en el Restaurante El Capricho. En cada mesa hay un pequeño ramo leonés y cada uno de esos ramos tiene una etiqueta en la que se lee: “trabajo artesanal realizado en el Centro Ocupacional y Laboral “La Serna”. ALFAEM. Y dos teléfonos a los que se puede llamar por si se quiere colaborar con la asociación comprando un ramo. ¿Sabes? Llenar el vacío trabajando con personas que tienen un duende en la cabeza es un modo de cerrar la puerta a los pensamientos trampa. Hay mucha navidad por ahí suelta, comparte, sé feliz y amuebla tu cabeza.

viernes, 12 de diciembre de 2014

El Senado y el Pueblo. (Audio)

El Senado y el Pueblo. (En Hoy por Hoy León, 12 de diciembre de 2014)

Hace apenas un rato, a eso de las diez de la mañana, ha habido un encuentro en un Instituto de Educación Secundaria de las afueras de León entre senadores de nuestra provincia y un grupo de alumnos y alumnas del centro. El motivo ha sido recordar que el día seis, aunque cayera en sábado, fue un día especial y, como todos los años, se celebró el día de la Constitución. No vamos a entrar en el qué del asunto, si la muchachada se ha portado bien, si los senadores han estado o  no aburridos o si las preguntas del debate han sido interesantes, sino que preferiría que pensáramos sobre el porqué, sobre la necesidad de que tengan lugar este tipo de actos.

Siempre que escucho la palabra Senado me acuerdo de los romanos y me imagino los estandartes de las legiones avanzando imparables por un mar de conquistas. Me figuro aquellas siglas recortadas en oro sobre un fondo granate, el Senado y el Pueblo de Roma apareciendo triunfantes sobre las cabezas de todo bárbaro circundante. La civilización venciendo inexorable a la barbarie. La sofisticada filigrana de las siglas bordadas en la tela del imperio arrasando poblados, colmando esta tierra nuestra de castañas, acueductos, calzadas, baños, glorias, alcantarillado, minas de oro, leyes, poesía, teatro, teatros, circo, música, mosaicos, estrategia militar, orden y concierto. Imágenes del éxito de la razón y del derecho, con la ayuda inestimable de las máquinas de guerra, sobre la estampa bucólica de aldeuchas de chozas redondas con techos de paja. Sí, el Senado y el Pueblo de Roma extendieron la civilización, la ingeniería, el refinamiento cultural, la ley.

Hoy no distinguimos así. Hoy decimos que el Senado no es algo distinto del pueblo, porque en nuestra sociedad no hay esa distinción entre patricios y plebeyos que obligaba a los romanos a separarlos. Hoy sabemos que el poder es exclusivamente del pueblo, que no hay más poder que la Soberanía Nacional y que el pueblo delega ese poder en las Cámaras de Representantes, por lo que el Senado no es como el Senado Romano, aunque a alguno pudiera parecerle. Y por eso los representantes del pueblo, elegidos en las elecciones, sienten de vez en cuando la necesidad de seguir algún programa institucional para acercarse a la realidad del pueblo y esa es la clave del asunto que nos ocupa, que, como resulta que en la urna del Senado, la vida se ve pasar a través de un filtro de metacrilato y leyes, suelos enmoquetados y paredes forradas de maderas, conviene de vez en cuando salir de la torre de marfil e ir un poco más allá del coro de los grillos que cada tarde recuerdan a sus señorías por qué les han votado o por qué han sido elegidos para aparecer en una lista de posibles candidatos. El mundo existe, el mundo del pueblo existe y el Senado se acerca a él para saber si tiene fiebre, si estornuda, si está bien arropado.


Me parece bien. Menos es nada. La pena es que me imagino que la primera página de todos los informativos de hoy en León será para la vuelta a la vida en libertad de Marcos Martínez y esta iniciativa de los senadores de conocer un par de centros educativos de la ciudad pasará más desapercibida que la fugaz visita de Míster Marshall en la película de Buñuel. Y las castañuelas estarán pendientes de cómo el anterior Presidente de la Diputación administra sus silencios y cómo dobla los pliegues de la manta, por si hay que mirar por dónde empiezan los tirones.

viernes, 5 de diciembre de 2014

Un tiempo para el silencio. (Audio)

Un tiempo para el silencio. (En Hoy por Hoy León, 5 de diciembre de 2014)

El fin de semana pasado estuve celebrando la muerte de una persona de mi familia especialmente querida para mí. Sé que digo celebrar la muerte y solo el hecho de conectar esas dos ideas, muerte y celebración, te producirá un respingo de rechazo, porque la muerte es angustia y duele, porque es luto y es pérdida, porque asusta, pero hay ocasiones en las que la muerte, por mucho que la pena hiera, es celebración y es gozo. Lo dice Bremón, uno de los personajes de Jardiel Poncela en Cuatro corazones con freno y marcha atrás: “Morirse es un acierto estupendo. Morirse es vivir. Cuando se ha sabido aprovechar la vida, morirse es vivir. De igual modo que cuando no se ha sabido aprovechar la vida, vivir es morirse”. Es un poco filosofía barata, si se quiere, pero suena muy bien. Lo que cuenta, desde este lado de la Laguna Estigia, es naturalmente la vida, lo que uno es capaz de hacer con su vida. El término “aprovechar” aplicado a la vida me resulta difícil de digerir, aunque comprendo que no hay muchos otros que se puedan aplicar aquí. Quizá tendríamos que acudir, como casi siempre, a los griegos y hablar no tanto de “aprovechar la vida” como de vivir una “vida buena”. Morirse es vivir cuando se hace al final de una buena vida, y eso es lo que hizo este familiar mío tan querido, esta persona de quien te hablo.

La última frase que tuvo para mí, cuando él ya sabía que se estaba muriendo fue: “una vida sin amor no vale la pena”. Quizá esa es la mejor herencia que me deja, saber que una vida sin amor no merece ser vivida. Quizá más allá de toda su historia, desde aquellas fotos con todas las banderas del Régimen hasta los últimos días abanderando la lucha por la igualdad, por la justicia social, por la dignidad de los más pobres, es esta reflexión sencilla lo que le coloca en el altar en el que se asientan los tronos de todos los hombres y mujeres buenos. Eso y haber sabido amar y reconocer el amor que otros, especialmente su hermana y su cuñado, pusieron siempre en él.

Cuando volvía para León este domingo pasado, todo en la radio eran noticias sobre la muerte del seguidor del Deportivo de la Coruña, una muerte tan distinta, tan idéntica en lo esencial, pero tan distinta, que no tuve por menos que reflexionar sobre ese hecho, sobre la curiosa condición de víctima de quien podría haber sido perfectamente el victimario, sobre el extraño modo en que la vida nos saca de una patada en el momento más inesperado. Y la reflexión me conducía por el camino de que en ese extraño pulso que es la civilización, pura tensión entre salvajismo y socialización, entre competencia y cooperación, está triunfando el lado más salvaje, aunque sea disfrazado de ejecutivo de traje y corbata, que no hace falta ir vestido de neonazi por dentro y por fuera para representar ese lado salvaje del ser humano que triunfa en el fútbol y no sólo en él. “No pienses, vive”, me recetaron como medicina contra la tristeza. Se me hace difícil no pensar. Me cuesta cerrar los ojos.


Me tomaré una píldora de Amancio Prada contra la tristeza. Voy a celebrar la muerte escuchando de su voz las Coplas de Jorge Manrique, tan callando, apartando un tiempo para el silencio, como él ha apartado un tiempo para estar mañana con ASPRONA Bierzo y recibir el premio Solidaridad 2015, tanto por su colaboración directa con la asociación, como por el carácter solidario que ha demostrado en su carrera.

viernes, 28 de noviembre de 2014

Temblor esencial. (Audio)

Temblor esencial. (En Hoy por Hoy León, 28 de noviembre de 2014)

No sabría decir si está en un poema de algún poeta chileno o si es algo que voló desde tu miedo a mi memoria. A veces nos ocurre eso, que se nos pegan palabras de otros y se nos meten en la cabeza como si fueran nuestras. Yo sé que cuando escuché reunidas las palabras “temblor” y “esencial” comprendí que era un verso, como es un verso decir que “tú tienes la única almohada sobre la que puedo descansar”. Porque, por mucho Black Friday que se nos aparezca, por mucha rebaja post Thanksgiving recién importada de América que nos llene el día de hoy de tentaciones consumistas, sé que está brotando en el entorno de tu almohada el verso suelto que se resuelve en temblor del cielo, en temblor esencial. ¿Ves cómo la enfermedad es a veces solamente lo que tú quieres que sea? Ese temblor esencial tuyo, querido maestro, el mejor maestro que nunca haya tenido Lucas, puede ser también, siempre que tú quieras, el verso primero de un poema. “Temblor esencial, el  cielo, ese lugar señalado por tu almohada”.

Así es que tiemblas, querido maestro, hay algo en ti que tiembla, cuando levantas el café, cuando repasas la hoja, cuando te acercas a la boca un prieto picudo de tu tierra y tratas de disimular tu miedo a ese temblor esencial que te atenaza: no me extraña que lo tengas. Hay motivos sobrados para que los maestros tengan miedo y motivos sobrados para no querer descubrir ese absurdo temblor entre tus manos.

Supongo que habrás visto ya las fotos de las ovejas escapadas por la fuente de Guzmán, atolondradas por Papalaguinda, descarriadas por el Puente de los Leones. La foto que me llegó ayer al móvil traía un comentario que la sacaba de contexto en vez de explicarla. “León es muy rural”, decía el pie de foto que alguien había colocado, desconectando así la imagen de las ovejas, que pastaban en el césped de la fuente, de su causa original. Habían ido hasta allí en una manifestación contra la LOMCE. Sí, ya sabes, ayer hubo una manifestación contra la Ley Wert y desde el sindicato Comisiones Obreras pensaron que sería buena idea hacer que se manifestase un grupo de ovejas por la capital en señal de protesta. La metáfora es clara: según el sindicato, la nueva ley de educación convierte al alumnado en ganado, concretamente lo aborrega. Ovejas en manifestación contra la ley de educación, ¿te das cuenta?


Y resulta que las ovejas, como si se tratase de alumnos aventajados, decidieron ayer saltarse todas las expectativas y darse un garbeo libertario por el centro de León. Parece ser que el pobre pastor no era capaz de controlar a su ganado y la manifestación ocurrió al revés, con los manifestantes siguiendo a los borregos. A veces pasa. Subestimamos el efecto de nuestras iniciativas y no es que se nos vaya de las manos, es que el resultado puede ir mucho más allá de lo que habíamos calculado, produciendo otros efectos, como este en el que se habla más de las ovejas que de la crítica a la nueva ley. Si la Ley Wert aborrega, que puede, está por ver, pero lo que adocena o libera no es lo que está en la ley, sino lo que contagian maestros como tú. Maestros que enseñan a no dejarse llevar como borregos por la existencia de inventos como este del Black Friday, a comprender que la fórmula para dormir tranquilo no está en la almohada del consumismo, a descubrir la belleza de un verso aunque sea el nombre de esa enfermedad tuya, ese temblor esencial que dices que tienes.

viernes, 21 de noviembre de 2014

Quiero tu chiflatón. (Audio)

Quiero tu chiflatón. (En Hoy por Hoy León, 21 de noviembre de 2014)

Se lo dijo Jordi Savall a Gemma Nierga en una entrevista a propósito de su renuncia al Premio Nacional de Música: “La música es una base fundamental para la educación del ser humano. Es con la música que podemos contactar con lo más profundo de nuestro ser. La música nos habla al corazón, es un elemento de sensibilidad fundamental para los jóvenes”. El músico catalán se encontraba en el aeropuerto de León, a punto de tomar un avión para Barcelona. Me acordaba vagamente del contenido de la entrevista y he tenido que buscarla en internet y tengo la sensación de que, en la grabación, falta precisamente una de las frases que quería recordar, una en la que el maestro se refiere al latido del corazón como la primera música, el primer ritmo que escuchamos. No es solo que la música nos habla al corazón, es que es el corazón, que nuestro corazón es música.

Claro que fue una simple coincidencia que Savall hablase por teléfono desde el aeropuerto de León en la entrevista, pero es que, ya sabes, León es zona de músicos, aunque la música está en cualquier lugar en el que haya seres humanos. Por eso quiero recordarte que mañana es el día de Santa Cecilia, patrona de la música y dice Wikipedia que también de los poetas. Y un poco poética es la idea del mercado de instrumentos usados que se celebra mañana en el Centro Comercial León Plaza. Una idea que parte de los 40 León y del paisano que está ahora mismo del otro lado del cristal, el amigo Mures. Estaría bien que ese mercado sirviera como encuentro de músicos y músicas, porque la iniciativa no tiene detrás ningún otro interés. Se trata de recuperar de aquel rincón esa arpa silenciosa y cubierta de polvo, para que deje de ocupar espacio y deje de esperar la mano de nieve que venga a arrancar notas dormidas en sus cuerdas, devolver vida a los instrumentos adormecidos y tener también la oportunidad de encontrar ese instrumento en el que está latiendo un corazón. Dice Mures que piensa vender un cliflatón que tiene en buen uso. Miedo da solo de pensarlo.


Y como dice Wikipedia que Cecilia de Roma también es patrona de los poetas, me gustaría traer también hoy unas líneas de eso que Borja Rivero ha llamado poesía de lo cotidiano. La AMPA del Colegio San Claudio, que colabora con la Conferencia de San Claudio en la recogida de alimentos no perecederos para distribuir entre familias con bajos recursos, no va a entregar este año lo que se recoja a ninguna ONG, sino que lo va a repartir íntegramente entre familias necesitadas del colegio. Los detalles de cómo participar en la campaña están a disposición de cualquiera en el propio Colegio, pero lo que cuenta aquí no es que se organice una campaña para recoger alimentos, sino que, como dijo ayer el Papa Francisco en la cumbre sobre nutrición, “el hambriento está ahí en la esquina de la calle”, pero no ya en la esquina, sino a tu lado, puede que hasta seas tú, porque, también lo dijo el Papa, “aunque hay comida para todos, no todos pueden comer” y nos parecía que eso era una cosa de otros, de otros mundos de tercera división, cosa de otras calles, de otras gentes y resulta que tienes el hambre a la mano, que se te para la música, se te congela el corazón cuando comprendes que la necesidad está sentada en el pupitre de tu hijo y se pone el mismo babi. Quisiera saber que hay los suficientes hombres buenos para conseguir que esto cambie, pero no sé qué pasa que cada vez quedan menos.

sábado, 15 de noviembre de 2014

Veintiún euros. (Audio)

Veintiún euros. (En Hoy por Hoy León, 14 de noviembre de 2014)

Del otro lado del mundo me llegó un mensaje para nosotros, los que tenemos vidas complicadas. El mensaje era sencillo, porque solo lo sencillo es útil para iluminar lo complicado. Es un dibujo en el que se ve a Winnie the Pooh caminando por la nieve junto a su amigo Piglet. “¿Qué día es?”, pregunta Pooh. “Es hoy”, le contesta su amigo. “Mi día favorito”, sentencia el oso. Algo sencillo para simplificarnos a los que tenemos vidas complicadas.

Llenamos nuestras vidas de complicaciones. ¿Cuál es tu día favorito? ¿El viernes? ¿El sábado? ¿El lunes? ¿Los martes que son día impar salvo los que caen en trece? ¡Con lo sencillo que es encontrar la respuesta correcta: mi día favorito es hoy! Pero no somos capaces de evitar la complicación. Y creo que la clave está en desnudarnos de tanta seriedad y madurez y recuperar algo de la mirada inocente de los niños que todavía queda en algún reflejo de nuestra pupila. Hay un ejemplo de esto que te cuento en un vídeo que también me llega del otro lado del mundo, esta vez a través de internet. Se llama “50 personas, 1 pregunta”. La pregunta es sencilla: ¿si pudiera cambiar cualquier cosa de su cuerpo, qué cambiaría? La mayoría de los adultos a los que se hace la pregunta contestan cosas del estilo “mi frente”, “mi cara regordeta”, “mis estrías de después del embarazo”, “mi nariz”, “mis orejas”, pero todos sienten la necesidad de además de contestar a la pregunta dar una explicación. “Me gustaría cambiar mi piel, porque desde pequeña siempre he tenido acné y eccemas” y todos hablan de lo mucho que sufrían por sus pequeños defectos físicos cuando eran niños. En cambio, cuando esa pregunta se le hace a un grupo de niños, las respuestas no son en absoluto complicadas. Muchos dicen que no cambiarían nada, que están muy bien como están, pero, si tuvieran que cambiar algo, quizá les gustaría tener una cola de sirena o una boca de tiburón, el poder de la teletransportación, unas alas para volar. Ser niño es ver con claridad. Luego las cosas se complican y ya no hay manera de ver el mundo con la sencillez que merece.


Te cuento esto porque en esta semana he sentido la locura de la complicación del mundo de los adultos y he decidido ser Winnie the Pooh. Hoy es mi día favorito. Por eso no voy a hablar de las noticias, ni siquiera de las buenas. Lo decidí a principio de la semana cuando tuve que escuchar que se había detenido a la madre de un bebé de 18 meses que había aparecido muerto en una maleta en la vía del tren, cuando escuché que habían apresado al presunto autor del asesinato de una mujer de 90 años en El Burgo Ranero. ¿Cómo podemos complicar tanto las cosas? No sé qué contestaría el inminente Presidente de la Diputación, Emilio Orejas, si le preguntasen qué cambiaría. Quizá eso que dice el PSOE de los dos mil ochocientos euros, o lo del censo, o aquello otro de los seis mil euros de la cruz. La vida de los adultos se hace a veces muy complicada. Por eso yo quiero ser esta semana Winnie the Pooh y pensar que las cosas son tan sencillas como deben ser. Por cierto, y hablando de gente sencilla, ¿has visto el anuncio de la lotería? Sí, el de los veintiún euros por un café. A Winnie the Pooh le gustaría poder pensar que esas cosas pasan, que no todo es lo que nos llega del mundo cenagoso de la política o de los sucesos y que hay gente sencilla que realmente cree que “El mayor premio es compartirlo” y que, además, lo comparte de verdad.

viernes, 7 de noviembre de 2014

Hebras de Luz. (Audio)

Hebras de Luz. (En Hoy por Hoy León, 7 de noviembre de 2014)

Sé que es algo que los cardiólogos hacen de forma rutinaria. Sé que no tiene excesivo riesgo, que es una práctica tan habitual que llega uno por la mañana al hospital y por la tarde está en su casa. Todo eso lo sé. Lo que pasa es que me tienes que reconocer que suena muy arriesgado saber que te van a cambiar el ritmo al que te late el corazón. Se llama cardioversión y es una de esas maravillas técnicas de la medicina, un procedimiento sencillo para resolver problemas de arritmia por el que, mediante un electrochoque, se interrumpe brevemente toda la actividad eléctrica del corazón y luego se retoma el ritmo cardíaco normal.

Si no fuera por la cara de susto que tenía ayer mi amigo Ángel, quien a estas horas estará recuperando un ritmo normal para sus latidos, utilizaría la cardioversión como metáfora de lo que está pasando en el Partido Popular de León. Diría que había un ritmo cardíaco anormal que marcaba todos los pasos del partido desde una dirección controladora omnipresente que caminaba al ritmo frenético de su Presidenta hasta el día fatídico de su asesinato, momento en el que tuvo lugar, si me lo permites, un fuerte electrochoque, tan inesperado y brutal que, lejos de producir el efecto de una cardioversión programada y controlada, supuso una alteración extrema, una suerte de baile de San Vito que aceleró los “tironeos” internos de unos y otros en la lucha por el control del poder, huérfano de líderes carismáticos a la sombra del torbellino que acababa de desaparecer. La fibrilación ventricular o la taquicardia, imagínate lo que quieras, se aceleró.

Y parece que en estos días, tan convulsos y excitantes en el terreno de la información, en la cocina del partido se ha ido programando un proceso de parada y recomposición, un intento por recuperar el latido rítmico del corazón azul, sangrante y delicado. No se puede gobernar la Diputación desde la cárcel, dicen. Las llaves del salón del Reino ya están en manos de quien siempre las tuvo, solo que ahora el ritmo del partido lo controla su propio corazón. No sé si esto hará que el Partido Popular de León quede definitivamente curado, aunque tiene pinta de que, para ellos, por ahí puede ir la solución, con independencia de cuántas calles se asfalten de aquí al día de las municipales.


Deberían pensar, no obstante, los viejos nuevos dirigentes, que entre los barrotes de siglas que nos manejan, sea al frente de las instituciones o desde la oposición, se está colando una forma diferente de ver las cosas. Ya lo ha dicho incluso el último barómetro del CIS y, cuando otro enfoque aborda los problemas, una nueva solución se abre paso como las hebras de luz que atraviesan las hayas. Y puede ocurrir, lo he leído en ese poema de mi amiga Paz, que rescaten el corazón de morir ahogado en el desconcierto, mientras la calma despedaza los sentidos. Sé que mezclo muchas cosas, quizá porque mi corazón late de cualquier manera a la vista de tanto deterioro y es que, me lo podrían haber  escrito en la servilleta de algún bar, no se consiguen resultados diferentes si se siguen haciendo las mismas cosas, porque en un arco iris caben todos los colores que tú quieras soñar y no hay aprendizaje si no hay transformación. Así es que Ángel, arriba, que tienes un viejo nuevo corazón que late acompasado, ahora que ya tienes superado tu chispazo.

viernes, 31 de octubre de 2014

Apañar castañas. (Audio)

Apañar castañas. (En Hoy por Hoy León, 31 de octubre de 2014)

Es la noticia de la semana, ya lo sabes, vivirías en otro planeta si a estas alturas todavía no te hubieras enterado: por fin, tras una intensa investigación, las autoridades han podido detener a 18 personas más cuando se encontraban en plena faena apañando castañas en el Bierzo. Me imagino que, cuando les pregunten, dirán que ellos no sabían, que las castañas estaban ahí, que no parecían tener dueño y que, en fin, es algo que todo el mundo hace y, si no lo hacen ellos, otros vendrían a hacerlo. Lo mismo pasa con las tarjetas maravillosas que permiten gastar sin cuento, sin explicaciones y sin impuestos, por la sencilla razón de que están ahí  y que no hay nadie que explique al señor Presidente de la Caja si son salario o si son otra cosa y el Gerente del Fondo Monetario Internacional, como dice que no es un experto contable, no sabe bien si son galgos o si son podencos. Y luego están los que pasaban por ahí y suponen que algún papel debieron de firmar.

Apañar castañas. Me encanta el verbo. Lo he buscado en el diccionario y no sé si lo sabes, pero tiene diez acepciones. Apañar es coger con la mano y también recoger frutos del suelo. Este es el caso específico de las castañas. Claro que también sirve el verbo apañar para remendar lo que está roto, acicalar, asear, ataviar, aderezar una comida. Coloquialmente se dice apañar en el sentido de arreglar algo parcialmente, vamos, algo así como hacer una chapuza y también coloquialmente apañar es abrigar, arropar a alguien. Hay un uso en buena parte de América latina que no hace al caso, que sería el de encubrir, ocultar o proteger a alguien, pero no sé por qué me da que eso no va a pasar aquí y ahora y en esto de la castaña es fundamental tirar de la manta o del paño o de lo que quiera que se haya colocado en el suelo para ir apañando lo que caiga. Quinientos kilos parece ser que se llevaron, oye, que eso no se recoge del suelo en un rato. Pero mi acepción preferida del verbo apañar es la que se usa coloquialmente en el sentido de darse maña para hacer algo. Ese fabuloso “no te preocupes, si ya me apaño yo” o aquello de “hay que ver qué bien se las apaña el Presidente con todo lo que está cayendo”. La maña, ya sabes, que siempre ha valido más que la fuerza. Y la fuerza es la gente, la fuerza somos nosotros. Lo que ocurre es que vale mucho más la maña y ellos se dan mucha maña para manipular nuestra fuerza. Si te fijas, todo esto que te he contado sobre el verbo apañar cae como anillo al dedo en el asunto de las castañas, y también en otros menos voluminosos, que no es lo mismo hablar de quinientos kilos de castañas que de un insignificante tres por ciento, o lo que sea, para apañar adjudicaciones.


Me duele escuchar que los 20 españoles más ricos tienen lo mismo que los 14 millones más pobres. No sé si eso tiene apaño o si nos tenemos que quedar diciendo aquello de “apañaos estamos”. Me duele que eso sea así o de modo parecido en el mundo y que esos pocos que se apañan bien tengan en su mano lo mismo que tantas personas que no se pueden apañar. Pienso que fotos como la del otro día del Presidente de la Diputación saliendo del Palacio de los Guzmanes en un coche estupendo conducido por la Guardia Civil muestran que hay algunos que quieren arrimarse como sea al carro de los 20 que saben apañarse. Es algo que está en la naturaleza humana, pero me gustaría no tener que oír que otros en su lugar también lo harían o que no sabía bien qué era lo que estaba haciendo.

viernes, 24 de octubre de 2014

Seda de araña. (Audio)

Seda de araña. (En Hoy por Hoy León, 24 de octubre de 2014)

Anoche me decía mi hijo que tenía un tema para mi artículo. Confieso que ya tenía escrito un texto para hoy cuando hablé con él, porque me lo dijo, más que anoche, esta madrugada. También dice que esta ciudad es distinta los jueves por la noche, que deja de ser la ciudad consabida de morcilla, Húmedo y paso atrás de todos los fines de semana y que este jueves universitario de cada semana se viste de fiesta y gente de mil sitios distintos que sale a divertirse como si no hubiera mañana. De hecho es verdad que hace solo un rato, a eso de las ocho, cuando iba en el coche hacia mi trabajo, se veían grupos de jóvenes deambulando por calles todavía oscuras con la mirada vidriosa de una noche de juerga. Es un paisaje común los viernes por la mañana, algo que produce un tímido desconcierto en algunos de los profesores nuevos en la ULE, que no entienden por qué tienen los viernes tan pocos alumnos en sus aulas. Poco a poco lo han ido sabiendo y eso que hay muchos que, como el mío, aunque se acuesten tarde y con mal cuerpo, al día siguiente están en clase dando el callo. Claro que vaya usted a saber a qué se le llama dar el callo en semejantes condiciones, aunque tienen cuerpos que todo lo aguantan, que también fuimos jóvenes un día y sabemos de qué es de lo que estamos hablando.

El caso es que me dijo que el tema del que todo el mundo está hablando en la ciudad es el tema de las arañas. Pensaba yo que me iba a señalar algún asunto de su Facultad o una de las noticias de escándalos de las últimas horas o de los tres días de huelga que ha habido esta semana, de modo que me dejó de piedra con esto de las arañas. “¿No te has fijado que hay un montón de telas de araña? Todo el mundo lo dice, que es que sales a la calle y te enredas en esas telarañas que hay por todas partes”. Y sí, si es verdad que me había fijado. Precisamente el miércoles, en una pradera espectacular en Villanueva del Árbol, el sol dibujaba una estampa preciosa al esconderse por Villasinta, revelando un mar de hilos de seda que cubría todo el campo. Una de las personas que estaba conmigo dijo que cuántas arañas bebía haber por todas partes y me dio por pensar que mejor así, que mejor que fuesen muchas arañas pequeñitas tejiendo laboriosas muchos hilos que no pensar en una sola araña grande que hubiera hecho todo aquello. Así es que le he dado la razón a mi hijo y he tirado a la basura el artículo que tenía escrito hablando del poder político y la importancia de la información libre al hilo de la dimisión del flamante número dos de la nueva ejecutiva del PSOE de Castilla y León y alcalde de Pajares de los Oteros, porque me parece más interesante esto de las arañas. Al fin y al cabo esta red de hilos pegajosos que vemos en la calle es más tangible que esa otra en la que se enredan nuestros políticos a la hora de confeccionar una ejecutiva o una lista electoral, una red de hilos invisibles, de intereses, favores, deudas, apoyos, compromisos, pactos, estrategias, equilibrios. Una red de hilos frágiles que se va tejiendo alrededor de unas siglas hasta que se convierte en una estructura sólida y flexible capaz de atrapar cualquier insecto que sea más pequeño que el insecto que teje la trampa.


No sé qué político era el que decía que temía más a los de dentro que a los de fuera. Parece que la tela de araña que ha enredado a Tudanca no se la ha tejido ningún enemigo, ni de los de dentro, ni de los de fuera. Ha sido un desatino de toma pan y moja y cómete este insecto atrapado en su propia telaraña.

viernes, 17 de octubre de 2014

Gusanos. (Audio)

Gusanos. (En Hoy por Hoy León, 17 de octubre de 2014)

Se ve que hay alguien que no entendió bien aquello de que a los niños les gusta comer gusanitos. Los gusanitos que les gustan a los niños no saben nadar en la sopa. Todo lo demás, la discusión sobre si se comieron o no se comieron las larvas, la cuestión de la inocuidad si las hubieran comido, incluso si el historial de la empresa de catering es intachable y por eso merece confianza o si solo es un gigante del sector que se come los contratos por deglución instantánea, no tiene la menor importancia. La cuestión es que las larvas de gusanos aparecieron en la sopa y a cualquiera que lo piense un poco le parece que eso es inaceptable, aunque no signifique que alguien pretende envenenar a nuestros escolares.

Todavía la semana que viene estaremos hablando de gusanos. Los técnicos informarán, la administración sopesará los informes, la Consejería decidirá y estoy seguro de que será una decisión difícil, porque cabe imaginar un sinfín de intereses contrapuestos. Es un sillón difícil el del Consejero de Educación. El problema ahora es el de la confianza. Habrá que esperar a que se nos despejen las dudas y las autoridades sean capaces de devolver confianza a los comedores y hagan desaparecer toda clase de gusanos.

No creo que lo consigan. Una vez sembrada la desconfianza es inútil cualquier esfuerzo. Piénsalo bien. Imagínate entrando en el jardín de un psiquiátrico. Imagina un día espléndido de sol en que los enfermos salen a pasear en compañía de las personas que han venido a visitarlos. Imagínate que tú eres uno de ellos, un visitante que llega por primera vez a ese lugar. ¿Cómo podrías saber si todas esas personas que ves están sanas o enfermas? No lo puedes saber, pero en tu mirada se dibujará la duda y a cada persona que veas la someterás a juicio. Enseguida te das cuenta de que esas personas que te miran están poniendo en duda igualmente tu cordura. Hace apenas unas horas he sentido la fascinación de esta idea. Dos mujeres sentadas en un banco. ¿Cuál de las dos es la que está enferma? La confianza es la única prueba. Y además resulta que la línea que separa la cordura de la insania es una línea que se dibuja muy delgada.


Y ahora permite que te haga algunas preguntas sin sentido: ¿por qué nos repelen los gusanos? ¿Por qué nos asusta la enfermedad? ¿Qué hay en el corazón de Ángel para que su latir sea disparatado? ¿Qué tiene Manel en su cerebro para que su cuerpo escupa inestabilidad? ¿Qué se esconde en el tumor encapsulado de Bernardo que no afecta en nada a esa maravillosa forma suya de cantar? Todo es cuestión de confianza. Saber que la siguiente cucharada está vacía de venenos, que la teja suelta caerá a diez centímetros de mi espalda, que el virus mortal que acaba de llegar de África está congelado en la sonrisa de los misioneros que se empapan de muerte cada mañana sin parpadear. Esa confianza quiero para ti, para que sepas que la carrera del domingo, esa carrera de Mujeres contra el cáncer de mama, no es solo un brochazo rosa en la mañana, es una cuestión de confianza para que sepamos tú y yo y todos que no hay gusanos a la vista, que está limpia la manzana y que importa poco quien se sienta en el banco incierto de la locura. Lo del plan de asfaltado quede para la tertulia, que ahí sí que nos va a hacer falta un ejercicio de confianza.

viernes, 10 de octubre de 2014

Pay to win. (Audio)

Pay to win. (En Hoy por Hoy León, 10 de octubre de 2014)

         Es una consecuencia de la piratería digital. En todos los sectores afectados por el fenómeno se desarrollan estrategias para generar nuevas formas de ingreso distintas del pago directo por las compras, porque los consumidores hemos dejado de comprar determinados productos al poder acceder a ellos de forma gratuita a través de la red, ya saben, libros, discos, películas, juegos de ordenador,… Y las empresas, en algún caso, como por ejemplo el de ciertos videojuegos, han optado por ofrecer gratis sus productos y buscar otras formas de ingreso. Es lo que en el argot se llama free to play. No es nuevo, pero es un fenómeno que me interesa, porque me parece que el modo en el que los adolescentes abordan la vida indica cómo será el mundo que construyan cuando sean mayores. Y a lo que les estamos acostumbrando es a una vida en la que, de entrada, muchas cosas que nos interesan se nos dan gratis.

         El problema estriba en que este tipo de juegos, que además en su mayor parte están pensados para ser jugados en red, terminan por no jugarse en igualdad de condiciones de los jugadores, porque la necesidad evidente de las empresas de obtener ingresos les ha llevado a la puesta en práctica de estrategias como el conocido “pay to win”, por la cual se ofrece a los jugadores la posibilidad de pagar dinero por obtener ventajas en el juego frente a otros jugadores, de manera que terminan teniendo más éxito a la hora de jugar que los que simplemente se basan en su habilidad y esfuerzo. Al principio se les ocurrió sencillamente meter publicidad o cobrar a los jugadores por personalizar su experiencia de juego, lo que venía a ser más o menos pagar por ser diferente o pagar porque los otros sepan que he pagado. Claro que el paso siguiente es inmediato: mejor pagar por algo útil, pagar sencillamente por tener ventaja a la hora de jugar. Ese es el asunto que me parece interesante, darme cuenta de que hay muchas personas que, dado que es gratis jugar, no se conforman con la experiencia del juego, sino que lo que quieren es, por encima de todo, ganar. Ya, ya sé que todos, cuando jugamos, lo hacemos para ganar. Lo inquietante es que el juego deje de tener interés en sí mismo. Yo sigo siendo de los que disfrutan de una partida de ajedrez aunque pierda siempre y de los que pagan gustosamente el café por haber perdido al mus. A mí me educaron en la adolescencia en la belleza del juego y creo en que es más importante disfrutar que resultar ganador. Quizá por eso nunca he sido un trepa.


         Me preocupa que a los chicos de hoy les estemos enseñando a triunfar a base de dinero, que digamos tan claramente que el asunto es pagar por ganar. Quizá estemos construyendo una sociedad muy distinta de esa con la que habíamos soñado cuando teníamos dieciocho años. Lo cierto es que cada vez lo veo más claro: en el fútbol, en las universidades, en el mundo de la empresa, lo que se lleva es pagar por ganar. Se ve que en el asunto de los trenes en León a alguien se le ha olvidado comprar las ventajas para el juego y, aunque jugaremos, porque, como es gratis, jugamos todos, la cosa del AVE parece que se quedará en un discreto apeadero. Igual había que haber preguntado dónde está la ventanilla y cuánto cuesta, pero seguro que esto que digo es una barbaridad y, en realidad, todo responde a evidentes cuestiones técnicas y presupuestarias. Tres con las que saques, decíamos jugando a los chinos. Y muchas veces perdías, pero no siempre.

viernes, 3 de octubre de 2014

Las manos que hacen el mundo. (Audio)

Las manos que hacen el mundo. (En Hoy por Hoy León, 3 de octubre de 2014)

Las manos que hacen el mundo no están atadas en joyas, ni escondidas en suaves guantes, eso lo sabe cualquiera. Las manos que hacen el mundo son las manos de quienes empujan la vida cada día en cualquiera de sus manifestaciones, desde la vendimia de un racimo de uvas, hasta el dibujo del ciclo del agua en el encerado de una clase de ciencias naturales o la pinza recién colocada en el alambre que sujeta la sábana tendida al sol de esta mañana de viernes. Las manos que hacen el mundo son tus manos y las mías, conviene que lo recuerdes. Te lo digo hoy y lo hago así, sin transición de “¡cuánto tiempo! ¿Qué tal el verano? ¡Ya tenía mucha gana de que volviéramos a encontrarnos!”, porque tengo en la punta de la lengua esta idea obsesiva desde hace muchos días, casi desde el comienzo del verano y me encontré a mediados de julio con dos promesas que hoy debería cumplir.

La primera se la debo a un maestro que tiene manos que hacen el mundo en su taller de encuadernación. No voy a mencionar su nombre, no es necesario, pero le hice una promesa porque me encantó encontrarme con él y saber que es como tú, uno de los miles de leoneses que en toda la provincia se encargan de hacer la radio, escuchándola en segundo plano, mientras sus manos hacen esa parte del mundo que les toca hacer cada mañana. Me decía que le encanta este programa, que lo escucha siempre desde hace años y que participa siempre que puede en el buzón del oyente, sobre todo denunciando situaciones que impiden la autonomía de las personas discapacitadas, advirtiendo de barreras arquitectónicas, desnudando la hipocresía de una sociedad que proclama la integración de las personas diferentes, pero que llena de trabas el día a día de quienes no son como los otros. Me pareció más que valiente y me gustó mucho hablar con él. Es verdad que había en su voz cierto desánimo, pero quiero decirle hoy que sus denuncias son siempre necesarias, que no debe dejarse vencer por el cansancio, porque es una actitud como la suya la que permite que cada día se construya el mundo y eso es algo por lo que debemos darle las gracias.


La segunda promesa se la hice a Pepe Muñiz y tiene que ver con alguien que también, como tú, hacía la radio escuchándola en segundo plano, mientras sus manos hacían la parte del mundo que le tocaba hacer cada mañana, solo que, curiosamente, esa parte del mundo que él tenía que hacer era la radio, precisamente esta radio y la hacía desde el rincón más apartado de los focos, desde la sencilla y discreta distancia de los maestros que saben usar sus manos en la hora que les toca hacer el mundo. Se lo dije a Pepe el mismo día en que asistimos a su funeral, después de un paseo y de tomar una cerveza, mirando el sol dibujar reflejos en el gallo de la torre de San Isidoro: las personas más sólidas se van siempre sin hacer un ruido. Creo que fue algo así lo que dijimos y nos prometimos que, a pesar de que pasaría demasiado tiempo para esta sociedad de vértigo, el primer artículo de la nueva temporada hablaría necesariamente de él, aunque fuera levantar la piel que se va endureciendo sobre la herida para muchas personas que trabajan en esta casa. No me lo toméis a mal. Tampoco voy a decir su nombre. No hace falta, porque tenía manos que hacen el mundo y sabemos todos de quien estamos hablando. Echaremos en falta su abrazo, su sonrisa. “Dame un abrazo por si acaso”, me contó Pepe que fue lo último que le dijo.

viernes, 27 de junio de 2014

IRPF. (Audio)

IRPF. (En Hoy por Hoy León, 27 de junio de 2014)

La primera idea que tuve para despedir la temporada fue hablarte de León, el león que nació en el circo Kaos y que aparece en una foto fantástica en brazos del Alcalde de León ante la sonrisa entre nerviosa y cómplice del Concejal de Cultura. Me parecía que era un modo sencillo de reunir en muy pocas palabras muchas de las reflexiones que he compartido contigo a lo largo de todos estos viernes. Un león albino, un animal precioso y extraño -como esta ciudad nuestra, como esta provincia hermosa y secreta- en manos del Alcalde a punto de ser elevado al cielo como en la película de Disney. Simba en manos de Mufasa contra el cielo lleno de estrellas. Claro que es una mala pata que el circo venga a llamarse Kaos y que sea precisamente un circo. Quizá por eso pensé que este no debía ser el tema del último viernes de la temporada, por mucho que la imagen me resulte seductora.

Desechar una idea es abrir la puerta a otra y normalmente vienen una y otra de la mano. No sé qué clase de conexión establecí con esto del león llamado León y su circo Kaos, pero el tema que se me vino de inmediato a la cabeza es el de la iniciativa leonesista de preparar una ceremonia en la catedral, con toda la parafernalia, cuando el Rey de España y su esposa vengan en visita oficial, para que juren como Reyes de León. Seguramente tiene una justificación histórica incuestionable y estoy seguro de que un evento semejante proporcionaría minutos de televisión sin tener que hablar de crímenes u otras historias, lo que no nos viene mal, porque todo lo que sea salir en la “tele” es existir en este mundo tan exagerado en el que nos toca vivir, un mundo en el que no se es, si no se es conocido. Ya hace mucho que no vale aquello de que el buen paño en el arca se vende. Y sí, salir por la tele es vender turismo, y tener turistas es mover dinero. Mover dinero para todos, siempre lo digo. No hay más que ver el empujón que le ha dado a las visitas al Panteón de los Reyes la noticia del Santo Grial.


Pero todo esto son lindezas, adornitos primaverales ya estropeados por las tormentas de este comienzo de verano. ¿Lo viste la noche de San Juan? ¿Viste el cielo encendido por encima de los colorines de los fuegos artificiales? Hay algunas fotos increíbles, casi más tiernas que la del alcalde con el cachorro albino, o la hipotética imagen de la Reina Letizia jurando en Santa María como Reina de León, fotos espléndidas de ese cielo sobrecogido iluminando la noche de los fuegos, la noche mágica del fuego. El cielo se ha estremecido en este comienzo de verano, porque el tiempo es un tiempo sombrío. Vivimos en tiempos sombríos. Son los tiempos que ya adivinaba Brecht en su poema. Esos tiempos en los que sigue siendo insensata la palabra ingenua, en los que la frente lisa revela insensibilidad. Ya lo sabes, vivimos en tiempos sombríos. No es aquella guerra insensata, pero sigue siendo un tiempo de guerra, quizá más cruel. ¡Come y bebe!, nos dicen. Pero, ¿cómo podemos hacerlo si sabemos que lo que comemos y bebemos pertenece a otro con más hambre, con más sed? Es una forma de leer aquel poema, un poema que todavía está vivo entre nosotros, porque más allá del paro, del mileurismo, de la precariedad, está la mirada de las mujeres y los hombres sabios, que se encuentran ciegos ante el desorden del mundo y se abruman con la injusticia de la iniquidad. Y luego pagan, como si fueran ricos, su cuota anual de IRPF.

viernes, 20 de junio de 2014

Atraco a las tres. (Audio)

Atraco a las tres. (En Hoy por Hoy León, 20 de junio de 2014)

El miércoles Madrid era una ciudad tomada. En los puentes de la A-6 desde Moncloa hasta la salida del Pardo había Guardia Civiles armados o Policía Nacional y ese estado de sobreprotección se mantenía, por lo que sé, a lo largo de ayer jueves en una manifestación de fuerza que creo que era más una exhibición que un temor real a un atentado. Desde luego el peligro de un atentado de ETA era mínimo y parece ser que el peligro de una acción terrorista de fundamentalistas islámicos tampoco era muy elevado. Según me contaban ayer, la actuación violenta más plausible tendría que ver con algún grupo anarquista. Ya estoy viendo que el peligro máximo vendría a ser la presencia de banderas republicanas, como sabes prohibidas en el día de ayer en el entorno de los actos de coronación. 

Quizá fuese que unos ojos como los míos, hechos a fuerza de costumbre a la normalidad, son incapaces de advertir el riesgo que solo una mirada experta e informada estaría en disposición de interpretar, pero a mí me daba la impresión que, como en la canción de Brassens, la gente ha estado a esto de la coronación como quien echa un ojo en la peluquería al Hola o al Semana, que la música militar nunca nos supo levantar o por lo menos no ya en este tiempo, no ya en este mundo en el que se mira un poco como espectáculo ese momento histórico que nos está ofreciendo en directo la televisión. Que si los gestos, que si los discursos, que si el relevo generacional. Me parece que a la mayoría le importó más el desastre de Maracaná o el precio del pollo y no estoy muy seguro de que no sea bueno que esto sea así. Pero, como decía, más allá de las flores y los adornos, Madrid era una ciudad tomada por la policía, al menos en ciertos tramos. Una ciudad detenida para servir de marco a la historia. Otra cosa es que los bárbaros que vieron caer Roma supieran comprender el momento histórico que estaban viviendo o que los revolucionarios parisinos que hicieron rodar tantas cabezas con sus guillotinas supieran que en ese momento se estaba poniendo el primer pie en la Edad Contemporánea. Por eso dicen que vale la pena dejarse unos euros en los fastos de la historia.  Y no hablo del acto de ayer, sino de cosas pequeñas: ¿Cuánto cuesta, por ejemplo, cambiar todos los cuadros del Rey? ¿Por qué no se dejan los antiguos hasta que haya que ir sustituyéndolos por renovación natural? ¿Hay que ponerse al día en cuestión simbólica en dos semanas? Entiéndeme, que digo dos semanas por decir algo, que no tengo ni idea del plazo que se ha dado la administración para sustituir los cuadros de los Reyes, aunque creo que va a ser un plazo corto.

Me siento, con todo esto del fasto y la corona, casi como Victorino, ese cliente del Banco de Villaquejida en el que se produjo el atraco del miércoles, que se quedó el hombre con los pantalones por los tobillos ante la exigencia del atracador. Me imagino a José María Forqué dirigiendo la escena y a Cassen de protagonista, como en aquella película mítica del cine español de los sesenta que se llamó Atraco a las tres. "Arriba las manos y abajo los pantalones". Celtiberia show. Una de indios más que de robo, con esa huida en bici y después en el coche del panadero, aprovechando que se había dejado puestas las llaves. Parece que llegó a Benavente, no se sabe si vendiendo hogazas por el camino. Imposible llegar más lejos. Hay que ver la que se puede liar con una pistola de juguete y un hacha. Como dice Victorino, lo peor es el mal rato, que es que el mundo está que da miedo y ya no puede fiarse uno ni de los señores atracadores. Así es que, viva este nuevo Rey, que igual nos sale republicano.

viernes, 13 de junio de 2014

Eso que pasa cuando se cruzan los cables. (Audio)

Eso que pasa cuando se cruzan los cables. (En Hoy por Hoy León, 13 de junio de 2014)

Es una pena que haya tantas familias que no pueden comprar Coca Cola todos los días, fíjese usted, que lo dijo el abogado de la mujer de Bárcenas explicando lo mal que lo estaba pasando su defendida, que no podía ni ofrecerle una Coca Cola a las visitas. Se entiende la dramática situación. Por eso seguramente la necesidad de poner en marcha la campaña de la Junta de Castilla y León para detectar necesidades entre los escolares de la Comunidad ahora que llega el verano y se sospecha que habrá muchos niños que no podrán comprar la Coca Cola nuestra de cada día, incluso se teme que, al cerrarse los comedores escolares, puedan quedarse sin la única comida razonable que toman de lunes a viernes. Esa preocupación, no la de la Coca Cola, a ver si me explico, sino esta por los chicos que no tienen claro que vayan a hacer una comida completa cada día, se choca con la noticia que se publicaba hace poco hablando del porcentaje de niños de entre 6 y 12 años que padecen obesidad infantil, nada menos que uno de cada cuatro, según un estudio del propio Ayuntamiento sobre una muestra de 4.640 niños leoneses. No tengo el dato del porcentaje de familias que necesitan ayuda para que sus hijos puedan comer todos los días, pero me da en la nariz que no es ni mucho menos insignificante. ¿Y qué hacemos con todo esto? ¿Cómo lo parcheamos? La idea de nuestros políticos es la de acudir a los colegios. Acudir a los colegios para que los maestros hablen con las familias y les convenzan de la importancia de una alimentación equilibrada. Acudir a los colegios para que los maestros colaboren en la organización de un sistema de atención a las familias que puedan atravesar una situación de necesidad. Dos apuestas iluminadas: la solución está en la escuela.

       Hablaba en la tarde de ayer con un inspector de educación sobre el número tan elevado de escolares que presentan problemas de salud a nivel psicológico o psiquiátrico. Lo comentábamos preocupados, comprendiendo que no es que tengamos más diagnósticos que nunca porque se atienden más casos que nunca, sino que efectivamente se ha disparado el número de chicos y chicas con problemas. Como que esta sociedad nuestra de la abundancia y la indigencia genera el daño colateral del desequilibrio emocional, la ansiedad, la depresión, la angustia escrita en rostros salpicados de acné juvenil. Me da por pensar que este mundo nuestro genera con soltura cables pelados que se entrecruzan en los cerebros tan increíblemente plásticos de nuestros jóvenes. Lo puedo ver en los ojos aceituna de un muchacho de 12 años que no aguanta cincuenta minutos sin fumar un cigarro, en la mirada esmeralda de una cría que pierde los estribos con la facilidad de quien se siente abandonado a su suerte.

       ¿Qué hay en esos cerebros tan moldeables de quinceañero? ¿Qué es eso que les sucede cuando se les cruzan los cables? ¡Qué difícil es conseguir que algunos levanten la cara y te sostengan la mirada en los ojos! Y luego están aquellos que no traen los cables cruzados de serie, los que sufren de hiperprotección y responden de forma desajustada porque están acostumbrados a hacer lo que les viene en gana. Lo que me sobrecoge es imaginar lo que sucede en la caja oscura del cerebro cuando hay cables que fallan.

       Sería bueno saber si hay algún ladrón de cobre que tira del cable como en San Andrés y deja a oscuras a la chavalada, se llame consumo, dependencia o sencillamente moda, como esa moda estúpida de hacerse cortes en los brazos que es un grito de socorro en mitad del mar de la abundancia.

viernes, 6 de junio de 2014

Modos de enfrentar exámenes. (Audio)

Modos de enfrentar exámenes. (En Hoy por Hoy León, 6 de junio de 2014)

A mí ya hace muchos años que se me perdió la cuenta de los exámenes que he hecho en mi vida. Muchos, desde luego. Trato de recordar cuál fue el último. Me parece que puede hacer más de veinte años de eso, no lo sé. También es verdad que siento que pasamos exámenes más a menudo de lo que pensamos, solo que no nos damos cuenta. Está claro que en un examen lo que importa es el resultado final, la nota que se obtiene, pero hay otros muchos aspectos que también me parecen importantes, lo que podríamos llamar maneras de enfrentar los exámenes.

Se me ha ocurrido hablarte hoy de este asunto porque he sabido de la polémica que se está generando en La Central a cuenta de la cantidad extraordinaria de estudiantes que está acudiendo estos días a esa Biblioteca de la ULE para preparar las Pruebas de Acceso a los Estudios Universitarios. Parece ser que, como van tantos chicos que están preparando la PAEU, lo estudiantes universitarios se encuentran con todo ocupado y no tienen sitio donde estudiar. O al menos, no tienen sitio para estudiar donde ellos quieren, cuando ellos quieren. Hay muchas maneras de preparar los exámenes: yo, por ejemplo, no soportaba estudiar en compañía, de manera que nunca iba a una biblioteca para prepararlos, nunca hubiera tenido el problema de disputar una silla en La Central. Muchos necesitan dar paseos mientras recitan en voz alta los temas que se aprenden, otros tienen que colocar algunos objetos encima de la mesa de un modo determinado, los hay que necesitan música o quienes necesitan tener a mano el móvil para consultar las dudas por Whatsapp y hasta he sabido de alguien que necesitaba oír pasar el agua, con lo que, a falta de río en su piso, se sentaba a estudiar en el suelo de la cocina y ponía en marcha la lavadora. Los hay que no necesitan nada en absoluto y que se enfrentan al examen sin haber estudiado nada, sea porque les sobra con lo que han aprendido en las clases, sea porque no les importa lo que pueda pasar con su nota. También los hay que llevan amuletos, que se visten con una determinada ropa, por ejemplo sé de un estudiante que siempre va a los exámenes vistiendo un pantalón de chándal o quienes hacen un determinado recorrido camino de la Escuela, el Instituto o la Facultad en una especie de ritual supersticioso. Me acuerdo que hubo un tiempo que hasta en los Institutos se permitía fumar en los exámenes, tiempos en los que se creía que el humo del tabaco ayuda a contener los nervios.


El viernes de la semana que viene toda esta disputa por una silla en La Central ya habrá terminado, porque los exámenes de Selectividad ya serán historia y en quince días, treinta a lo sumo, la biblioteca estará prácticamente vacía, si no cerrada y toda esta muchachada que hoy pasea su ansiedad camino de los pupitres habrá dado un paso más en su camino hacia el último examen, no el último examen del curso, sino el último examen en sentido amplio, ese momento en el que ya no te importa nada el juicio de los otros y alcanzas la libertad total que consiste en la superación de toda necesidad de aprobado. Me encanta pensar que esa cadena de aprobaciones que empezamos a buscar en el parvulario llega un momento en el que se detiene definitivamente, un momento en el que nos llegan unas verdaderas vacaciones de los otros. Me siento así muchos días cuando cuento estas cosas y eso que sentarse delante de este micrófono amarillo es siempre pasar un examen.

viernes, 30 de mayo de 2014

Libertad en la periferia. (Audio)

Libertad en la periferia. (En Hoy por Hoy León, 30 de mayo de 2014)

Eso ya lo sabes. Cada día nos deja un momento mágico, por muy negativas que se nos presenten a priori las condiciones. Por muy asfixiados que nos sintamos en el cotidiano maremágnum de presiones, exigencias, informaciones, deseos, ilusiones, miedos, daño, dolor, angustia, ¿quién sabe qué? Por muy agobiante que nos resulte la realidad de cada día, siempre hay un momento que brilla sobre los otros, un momento lúcido en el que se nos escapa una sonrisa.

Te cuento lo que me pasó ayer. Estuve charlando unos minutos con el pintor Modesto Llamas. Fue una charla banal, mantenida en un pasillo con la cortesía de la buena educación y, en ese contexto, el artista se convirtió en teórico y me regaló la historia de hoy, quizá para que la conecte con la historia de la semana, esa que arranca, te lo puedes imaginar, con el estrepitoso batacazo electoral del partido socialista y la sangría de votos del PP. 

No conozco a ningún gran artista que no tenga en la mirada el brillo genial que hay en los ojos del pintor. Es la luz de la inteligencia, una luz que solo está en algunas miradas, pero que es la misma siempre y que nos advierte de que estamos en el territorio de la magia. Modesto, naturalmente, la tiene.

La primera idea que me regaló es que desde la marginalidad puede levantarse la grandeza. Y de hecho yo sé que tiene razón, porque en la comodidad de la zona de confort en la que nos movemos es difícil que surja el genio. Es preciso salir de ahí, levantarse como un volatinero entre las torres de marfil de nuestra costumbre y atreverse a cruzar el vacío sobre el alambre de la imaginación. Creo que la frase exacta fue “¿sabes? Llegó un momento en el que tenía más hijos que cuadros y me dije, esto no puede seguir así”. ¿Qué habría pasado si Modesto Llamas se hubiera dedicado sencillamente a sus hijos? Seguramente habría sido un hombre feliz, porque su inteligencia habría permanecido intocable, pero habríamos perdido un gran artista. ¿Es eso importante? No lo sé. Muchas veces pienso en personas geniales que no pueden desarrollar su talento o que, aún pudiendo, no lo desarrollan y creo que es una pena, sí, pero que no es importante, que ya hay bastantes genios en el mundo, que poco importa que haya o no un puñado más. Y ese es justamente el segundo regalo de Modesto Llamas. “Siempre he pintado lo que me sale de los pinceles”. Seguramente, si se hubiera quedado en Madrid, habría alcanzado mayor fama, habría estado junto a otros artistas al frente de las vanguardias, pero eligió la libertad de la periferia. O mejor, tal y como él mismo dijo ayer, “la libertad en la periferia”. Es verdad, el centro, el punto exacto en el que suceden las cosas, no permite tanta libertad como los alrededores. Por eso la genialidad salta a la luz desde las afueras. Y después de todo, este Modesto de nombre y de actitud aunque diga de sí mismo que es la persona menos modesta del mundo, comprende la verdad de las cosas, la importancia de vestirse en música cada mañana y afrontar la soledad del día a día a la caza y captura de la sonrisa de la magia.


¿Las elecciones? ¿La reacción de los responsables leoneses de los dos grandes partidos? ¿Qué quieres que te diga? Han sido unas elecciones en la periferia, por eso aquí ha triunfado la libertad. El PSOE y el PP creen que cuando se hable de cosas más cercanas será diferente, pero eso es algo a lo que no se deberían arriesgar.

viernes, 23 de mayo de 2014

La nada o un cielo incierto, (Audio)

La nada o un cielo incierto. (En Hoy por Hoy León, 23 de mayo de 2014)

Los más conocidos fueron Marcial Lafuente Estefanía, en lo que se refiere a novelas del oeste  y Corín Tellado, autora de unas cuatro mil novelas de las llamadas “novelas rosa”, pero hubo muchos más. Hay que tener unos años para acordarse de aquellas “novelas de a duro” que se vendían en los kioscos y que proporcionaban una evasión rápida, sencilla y barata. Por eso conviene explicar a quienes no sepan de qué estoy hablando, que se trataba de una especie de analgesia de bolsillo consumida de manera popular como hoy se devoran los capítulos de las series de televisión, sean los seriales costumbristas de la hora de la siesta o las comedias de humor más o menos grueso pensadas para la hora de la cena. Consumo inmediato, energía directa para la fantasía.

Hay uno de estos autores que me presta alguna frase para estos artículos míos de los viernes. Escribía bajo el seudónimo de Jim Murray, y puesto que así lo quiso él, mantendré su anonimato. Sí diré que me gustaría utilizar este espacio para rendirle hoy un pequeño homenaje. Por nada en especial. En atención a su actual situación, que requiere del cuidado y la atención total de otras personas. Tiene suerte de que su hija haya decidido ocuparse absolutamente de él y de hecho es esta circunstancia, la atención sin medida de su hija, lo que le mantiene todavía con vida. Escribió muchísimas novelas, títulos como “Oeste indómito” o “Un luchador” que se publicaron en la colección “Cuatreros”, pero también pequeñas joyas de la imaginación como “El peso de la ley”, “Logan vuelve” o “Cuatro cirios para Snake” publicadas en la colección FBI. Seguro que andan todavía algunas por la casa del pueblo arrumbadas en algún baúl, en algún puesto del mercado de los sábados en Don Gutierre o entre los cachivaches de alguna tienda de esas que recogen el pasado, le dan una mano de betún de Judea y lo devuelven como nuevo. Hay frases suyas que son máximas. Por ejemplo esta: “¿qué le importa al tigre una raya más?” Es cierto, de enloquecer hay tiempo. Mantengamos la serenidad y expliquemos que está ya viviendo sus últimos días, que en cualquier momento llega la hora de su último final y entonces tendrá valor otro pensamiento suyo, otra sentencia. “¿Y después qué? La nada o un cielo incierto”. La nada o un cielo incierto. Exactamente esa es la realidad que hay detrás de cada batalla, de cada derrota, de cada pérdida. La nada o un cielo incierto.


El vacío que nos deja el corazón encogido tras la ausencia es semejante a esa perplejidad existencial, la nada o un cielo incierto. Ya no valen ideas fantásticas, ni elegantes criminales escondidos en el aire informal de un dandi americano, ni rudos vaqueros estableciendo a balazos el límite exacto entre el bueno y el malo. Son tiempos de fin de novela, tiempos de entrever la nada más oscura o la tímida luz de un cielo incierto, pero no es momento de estarse quieto. No digo yo que haya que romper a patadas la transparencia de las urnas, ni que haya que encender en tinta de colores la gris prepotencia de las papeletas de los partidos que nos pedirán el voto para el domingo hasta esta noche. Pero conviene saber que después de que se haga el recuento, sean quienes sean los que vayan a representarnos en Europa, no tendremos a nuestro alcance más que la nada o un cielo incierto. Gracias Jaime, seguirás siendo Jim Murray en cada duelo.

viernes, 16 de mayo de 2014

El lecho del río. (Audio)

El lecho del río. (En Hoy por Hoy León, 16 de mayo de 2014)

Un chico le preguntaba a su profesora de Religión, “profesora, ¿Dios nunca duerme? Y si nunca duerme, ¿cómo es que no se cansa? Y si se cansa y tiene que dormir, ¿dónde tiene su cama? ¿Cómo es la cama de Dios, profesora?” He de decir que no recuerdo con claridad qué le contestó, quizá porque entendí que no hay una respuesta que pueda satisfacer la curiosidad ingenua de un muchacho a quien le habían explicado que Dios hizo a los hombres a su imagen y semejanza y que pensó naturalmente que si los hombres y Dios son semejantes, entonces tiene que existir en algún sitio algo que sea la cama de Dios, el dormitorio de Dios, el lecho de Dios, el lugar en el que Dios descansa. Poderosa imagen la de Dios poniéndose el pijama.

Es verdad, tenemos que hablar de lo que nos ha pasado esta semana. No lo podemos evitar. Está en todas las conversaciones, así es que también tiene que salir en esta nuestra. Nos ha pasado que seguramente Dios estaba saliendo de la siesta a esa hora de la tarde del lunes, todavía adormijado entre las sábanas de su maravillosa cama. Por eso pasó lo que pasó. Debe ser que le ocurrió algo así, que estaba saliendo del sopor de la siesta y se le escapó un detalle y por eso tuvo que poner en marcha todas las demás casualidades, las que hicieron posible que el crimen no quedara a merced de cualquier interpretación y se explicase con todo lujo de detalles, como sin duda se hará, para terminar con el río de comentarios que se vierten en el flujo constante de información y de opinión que se ha generado desde el lunes a las cinco y poco de la tarde.

Hubiera preferido no hacerlo y está en mi libertad, y hasta todavía estoy a tiempo de no hablar de aquello, todavía puedo. No obstante, como todos, me veo empujado por una fuerza extraña a hacer un comentario del suceso. Me gustaría comentar, por ejemplo, que no entiendo la necesidad de demonizar, como se ha hecho, las redes sociales, ni las miles de palabras ridículas que se han escrito y reproducido sin pensar en su posible repercusión mediática. De verdad que no entiendo por qué tantas personas se han visto en la necesidad de expresar públicamente su opinión sobre el asesinato, sobre la víctima, sobre las personas aparentemente responsables, sobre los políticos que aparecieron a toda prisa en la escena del crimen, sobre los tuiteros, sobre los motivos, sobre la historia previa, sobre los cotilleos maldicientes, sobre el carácter de unos y de otros, sobre tantas y tantas cosas, que llego a pensar, como aquel muchacho del que les hablaba al principio, que debe ser que Dios está echándose una buena siesta, porque es difícil entender que lo que ha sucedido esta semana realmente suceda. ¿Qué necesidad real tenemos de hablar de todo esto? ¿No bastaba sencillamente con hacer una condena de lo ocurrido y poner en marcha el martillo pilón de la justicia?

          Pues no, se ve que no bastaba. Ahí estaba permanente, siempre uno y el mismo y a la vez distinto, el río que fluye en nuestra conciencia. Hay personas que se acercan hasta el límite de la orilla con la duda de saber si la corriente bastará para arrastrarlas, pero ahí permanece siempre el lecho, mientras lo demás todo eternamente cambia, duerma o esté en vela ese Dios del que somos imagen y semejanza. Al menos, eso es lo que creo que dijo la profesora como respuesta a aquella pregunta tan embarazosa.

viernes, 9 de mayo de 2014

Todo lo que está en nuestras manos. (Audio)

Todo lo que está en nuestras manos. (En Hoy por Hoy León, 9 de mayo de 2014)

He leído un verso que dice: “Vivo con tu ligereza entre mis manos”. Ya sabemos que la poesía no se explica, por mucho que pretenciosamente se instalen artificios entre las líneas de los poemas más premiados o más reconocidos por los literatos. La poesía es un golpe al corazón, un arrebato. No necesita explicación. Así es que, cuando leo  “vivo con tu ligereza entre mis manos”, ahora que tú lo escuchas del otro lado del hilo de la radio, no hay mucho que explicar, porque lo entiendes. La palabra es arte porque te entiendo. Y traigo hoy aquí, a este rincón de los viernes, ese verso aislado quizá por muchas cosas que hasta yo mismo desconozco, pero sobre todo porque llevo toda la semana pensando en lo que yo llevo entre mis manos. ¿De qué clase de ligereza o de qué pesada carga tienen que ocuparse mis manos?

Y te cuento más. Ayer miraba las manos de un chico de quince años. Manos huesudas, esqueléticas, manos arañadas por la ansiedad, tatuadas de cicatrices, enrojecidas de golpes, cortes, heridas, unas manos de uñas hundidas en la carne, mordidas hasta más allá de lo posible. Unas manos que dibujan sin pudor el paisaje de la angustia. Un chico de quince años encerrado en sus tensiones. Me acordaba, al ver sus manos, de la perfecta manicura de un viejo carpintero, unas manos blancas, finas, de dedos ágiles pero regordetes, de su agradable charla, de sus sabias opiniones. Me acordaba del ambiente mágico de su taller de carpintería condenado al silencio por causa de la jubilación. La luz de la tarde dibujaba la perfección de las formas bañando toda la estancia desde una claraboya. Los buriles, los punzones, los destornilladores, descansando en perfecto orden en sus exactos huecos subrayaban la plácida sensación de alcanzada perfección. Los olores de las maderas, el polvo acumulado sobre las cajas de tornillos en desuso, el banco de encolar, las sierras. Las manos del carpintero dibujando una explicación en el aire incierto. Los ojos cansados del carpintero hablando de su ictus, de su retiro temprano, de su escasa jubilación. Unas manos y otras. Un mundo este que se resuelve en Ikea un sábado por la mañana y aquel lento descubrir los muebles con las manos en el interior de la madera bruta. Y me dio por pensar que entre el chico y el carpintero jubilado hay un salto al vacío. Que hubiera sido estupendo para el muchacho poder sentarse a aprender todo lo que ese hombre sabio ha ido acumulando entre sus manos. Me dio por pensar que las manos vacías del muchacho de quince años, repletas de estampas del momento, eran impropias, tan impropias como las manos del jubilado, sin un rasguño, sin una cicatriz, con la tersura y el color de la piel de un bebé. ¿Por qué hemos tenido que saltarnos ese modo tan feliz de contagio que era la relación del maestro y su aprendiz? No te digo en qué calle de León está ese remanso de paz, ni te digo en qué barrio feroz tiene que vivir cada día ese adolescente. No quiero que sepas lo fácil que sería unir una cosa y la otra. No quiero que a nadie se le ocurra desenterrar la vieja idea de que los muchachos aprendan de los ancianos.


Mucho mejor llevarlos a la Plaza de Toros y montar un espectáculo de esposas, tiros, explosiones, detenciones a la americana en plan los Hombres de Harrelson como se hizo hace unos días para conmemorar los 170 años de existencia de la Guadia Civil. La foto del periódico era toda una declaración de principios. De verdad que a veces dudo si sabemos qué es lo que nos traemos entre manos.

viernes, 2 de mayo de 2014

Un traje nuevo para el Emperador. (Audio)

Un traje nuevo para el Emperador. (En Hoy por Hoy León, 2 de mayo de 2014)

La noticia que apareció ayer en el diario me saltó a los ojos desde el teléfono móvil: El Emperador tendrá amo en junio. Una frase extraña. ¿Por qué escogió la periodista la palabra “amo” para encabezar su información? Podría haber utilizado expresiones más habituales en los medios, expresiones como “propietario”, “dueño”, “comprador”, hasta podría haber usado un rebuscado “adquiriente” o un aséptico “titular”. Pero no, prefirió utilizar la palabra “amo”. El Emperador tendrá amo en junio, casi  dotándolo de vida, en el sentido de que se es amo de algo que está vivo, aunque es verdad que basta con ser dueño de algo para ser su amo, pero no decimos de alguien que es el amo de su bicicleta o el amo de su casa. La expresión “ama de casa” tiene otro sentido, pero es que las formas en que se conjuga el verbo amar se escapan de los libros de gramática.

Me resulta difícil la interpretación en este sentido, pero creo que tiene que ver de algún modo con el viejo cuento del emperador y el sastre, aquel en que nadie se atreve a decirle al emperador que va desnudo hasta que la inocencia de un niño desencadena el río de la verdad y del ridículo. Como que hay una necesidad de reconocer lo que se ve en el espejo cuando el emperador se mira. Alguien como el sastre, que es capaz de resolver sus dificultades de manera que pervierte las condiciones en su propio beneficio es de algún modo “amo” del Emperador, al convencerlo de que va impecablemente vestido cuando en realidad va desnudo bajo el palio. Esa ridícula situación con la que tantos terminan comulgando, asumiendo la exquisita elegancia de un maravilloso traje inexistente, es algo de lo que me hablaba mi amiga Paz hace poco a propósito del rebuscado comentario de un conocido escritor sobre cierto poema. Es como si nos viésemos obligados  por la presión de los otros a reconocer como excelente lo que los entendidos certifican que lo es, aunque en nuestras manos resulte hueco y artificioso. Es ceder ante nuestra ignorancia, sin darnos cuenta de que todos tenemos al lado del hueco enorme de nuestras carencias, un cesto lleno de verdades, de sueños, de experiencias. Y lo vemos todo. Somos amos de nosotros mismos, amos de cualquier emperador que se nos ponga por delante. Así es que esa noticia de que el teatro Emperador volverá en junio a manos privadas no debería sorprendernos en el contexto de la política de privatizaciones que nos rodea. Está claro que el negocio ha sido ruinoso. Lo que se compró en 2006 por cuatro millones y medio, se intentará vender ocho años después por un precio de salida de setecientos cincuenta mil euros menos. Podrá decirse lo que se quiera, pero el emperador va desnudo y nadie nos puede convencer de que todo el proceso de compra y ahora venta del Teatro más emblemático de la ciudad no ha sido un auténtico dislate. Lo que no se dice con exactitud es si al nuevo amo del Emperador se le obligará a seguir siendo un teatro o si se le permitirá que lo transforme. También es verdad que no podemos estar seguros de que vaya a haber quien quiera comprarlo, porque parece ser que hay ciertas restricciones respecto al uso que no se podrán cambiar y que hay que realizar una excavación arqueológica si se quiere acometer la rehabilitación del edificio.


Me encantaría poder pensar que de vuelta a manos privadas el Teatro Emperador estará vivo de nuevo, pero me resulta imposible. Yo lo veo en cueros.