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viernes, 31 de enero de 2014

El negocio de la sonrisa estándar. (Audio)

El negocio de la sonrisa estándar. (En Hoy por Hoy León, 31 de enero de 2014)

El titular de la noticia en Radio León fue: “El Colegio de Dentistas de León reniega de las ofertas milagrosas de las grandes cadenas”. La tentación habría sido titular sencillamente: “Los dentistas enseñan los dientes”. Me dirás que es fácil el juego de palabras pero, ¿quién se podría resistir? Ahí tenemos a  los representantes de los dentistas explicando que las ofertas de las grandes cadenas tienen trampa, o al menos eso es lo que he podido leer en la información. Nos habla el Presidente del Colegio del riesgo que pueden suponer para nuestra salud los tratamientos ofertados a precios excesivamente bajos por empresas que persiguen un fin mercantilista y que no ponen al mismo nivel el afán por conseguir la salud de los pacientes. Me perdonas si te digo que creo que esto es como un dolor de muelas. No lo puedo entender.

Resulta que llevamos una marea de días a vueltas con el tema de la privatización del sistema de salud pública, escuchando las bondades de una gestión privada bajo el imperio exclusivo de las reglas del mercado y en este sector tan despegado de lo público - o al menos esa es la sensación que yo tengo, porque a pocas personas conozco que no vayan a ver al dentista a su consulta privada- se nos dice que ojo con el mercado puro y duro, que hay empresas que solo piensan en ganar dinero y que el tema de la caries lo ven más como un medio que como un fin. Y digo yo, ¿acaso no ocurrirá otro tanto en todos los asuntos sanitarios en el momento en el que nos desboquemos por la senda de la privatización? Parece que la salud viene a ocupar el vacío que ha dejado la burbuja de la construcción con su estallido. Hay sobrados ejemplos de emprendedores de postín que se están recolocando desde un sector al otro y toman posiciones en busca del mordisco más sabroso.


El mercado de la salud dental ya tiene muchos años de experiencia en la gestión privada.  Mi dentista, a quien por cierto admiro y respeto, porque es un profesional excelente y además piensa muy poco en el negocio, compite con otros muchos en el territorio absorbente del empaste, la endodoncia, la ortodoncia y demás “oncias” impronunciables. Tiene lista de espera, quizá más larga que la de muchas operaciones en hospitales públicos. También goza del grado suficiente de saturación como para que te sientas como en Urgencias al llegar a la sala de espera de su consulta: sabes a la hora que entras, pero es difícil saber cuándo vas a salir. Y digo que a mí me gusta, porque es un tío sensacional, pero no le veo yo muchas ventajas al hecho de que su consulta sea privada. Si ahora resulta que pretendemos eliminar el efecto más inmediato de la gestión de los mercados, es decir, la presión de la libre competencia, me entran más dudas que al Presidente de la Comunidad de Madrid con esto de las privatizaciones sanitarias. No, no me sirve que me digan que a lo mejor resulta que los tratamientos no son los adecuados. Eso no puede ser. Si ponemos la salud en manos privadas, tenemos que asegurarnos de que, en todo caso, las prácticas de los profesionales deben estar controladas, tienen que satisfacer unas exigencias de fiabilidad que nos permitan enfermar tranquilos. 

Si estos dentistas que enseñan los dientes a las grandes cadenas creen que hay riesgo de malas prácticas no tienen que advertirnos a los pacientes, tienen que comunicarlo a las autoridades. Pase que nos quieran colocar a todos la misma sonrisa perfecta a base de brackets y otros hierros, pero que esa sonrisa no nos dibuje cara de tontos.

viernes, 24 de enero de 2014

Perro puesto. (En Hoy por Hoy León, 24 de enero de 2014)

Me gustaría hablarte de un niño que empieza su viaje hacia España acunado en poesía. Solo sé de él su cara de porcelana en una foto y la emoción de quienes serán sus padres al poder verlo por primera vez. 

Me gustaría hablarte de ese niño, sí, pero sobre todo me gustaría hablarte de su irrupción, su modo casi teatral de aparecer en la vida de dos personas que han querido que así sea. Veo que una de las diferencias enormes entre adoptar un hijo o engendrarlo tiene que ver con los requisitos que se exigen para una cosa y para otra, la escasez de trámites que necesita una mujer para quedarse embarazada, frente al papeleo inmenso que requiere una adopción. En este Gran Hermano que nos vigila cada vez más en la cabecera de la cama, me parece que falta poco para que se determine por ley el modo correcto en que debe reproducirse la especie. No estoy hablando de la Ley Gallardón, o mejor dicho, no solo hablo de eso. Es una idea que me anda por la cabeza, relativa al control total de la humanidad. ¡Y eso que se nos vende libertad en botes de refresco! ¿No te ha salido, sin que lo preguntes, un mensaje  en el móvil que te dice cuánto tardas en llegar al trabajo y cuál es la ruta aconsejada? ¿O por dónde debes ir y cuánto vas a tardar en llegar a casa? Nos hablan de la conectividad potencial de los objetos, de que llevaremos unas gafas en las que veremos pasar los contenidos de internet con la misma facilidad que consultamos el tiempo con el pulgar en la pantalla táctil de estos teléfonos que sirven para tantas cosas y que cada vez se usan menos para hablar.


Ese niño que viene a España cumplirá un año en abril y crecerá en un mundo abandonado, pero su arrullo de poesía le colocará un velo de belleza y cuando crezca será uno de esos que te miran a los ojos y te preguntan: “¿y qué ha supuesto esto para ti?” Porque, la única manera de saltar el muro orwelliano del control es la conciencia, la toma en consideración de lo que uno hace,  y ese es un trabajo de cada individuo, algo en lo que no debemos hacer ya más dejación de funciones. Ese control al que nos hemos sometido viene en gran medida de nuestro abandono. Hemos abandonado nuestra salud en manos de los médicos, hemos colocado la educación de nuestros hijos bajo la exclusiva responsabilidad de los maestros, hemos confiado nuestra seguridad a la policía y nuestra protección al estado, hemos dejado que sean los periodistas quienes construyan la verdad. Y podría seguir enumerando dejaciones, a la vez que resulta que nos creemos en el derecho de exigir al médico, al maestro, al policía, al periodista, al juez, al barrendero, al conductor de autobuses, al carbonero, a todos y cada uno de los que hacen por nosotros eso que nos concierne, que lo hagan de la mejor manera, como si no tuviera nada que ver con nosotros. Esa es la señal del abandono, cuando le pedimos a Chechu que haga preguntas que nosotros nunca haríamos, le pedimos a doña Enriqueta que le enseñe a nuestros hijos los secretos de la vida o al impenitente doctor Rodríguez que nos libere para siempre del dolor de espalda. Dejamos pasar nuestra vida sin pararnos a vivirla, poniéndola en manos de otros, quizá mirando cómo se discute nuestra existencia en una tertulia de la tarde emitida por televisión, cómo se sublima nuestra pasión en un gol de Neymar o en un tiro a la escuadra de Ronaldo, cómo vivimos en otros lo que es nuestra obligación vivir. 

Por eso será que en la Plaza del Grano empieza a moverse algo nuevo a pesar de las pancartas a favor de las aceras, algo que nos pudiera enseñar a plantarnos frente al mundo como un perro puesto que marca su pieza.

viernes, 17 de enero de 2014

Classic flavour. (Audio)

Classic flavour. (En Hoy por Hoy León, 17 de enero de 2014)

Tengo entendido que hay un estudio de una universidad de Cardiff que determina un día de la semana que viene como el peor del año. No es que los galeses sean adivinos, es que explican que las vacaciones quedan ya lejos y que todavía no hay ninguna fiesta cercana; que, por otra parte, los excesos cometidos en la Navidad contra la cartera y contra la báscula, empiezan a hacer de las suyas y todavía no está cerca la fecha de cobro, ni vemos resultados si hemos decidido empezar una dieta; además, las rebajas nos impulsan a gastar, aún sabiendo que estamos tiesos y no precisamente por el frío, otro factor que contribuye al pesimismo; los días siguen siendo cortos, y, con frecuencia, grises, lluviosos, oscuros. Para colmo ya nos ha dado tiempo a incumplir alguno de aquellos buenos propósitos que nos hicimos allá por el uno de enero.

Me ocurre, además, que estoy cerca de algunas personas que están tristes y, por mi tendencia a la empatía, me dejo embeber por su tristeza. Seguramente tengan razón con el diagnóstico y esta que entra vaya a ser una semana poco propicia para la felicidad. Lo que ocurre es que me parece que esto no tiene la menor importancia, porque, y esto es sobre todo para esos amigos míos que hoy están tristes, lo que cuenta no son las condiciones del entorno, sino el modo en el que nosotros abordamos ese entorno y, si me apuras, el modo sutil en que lo miramos, el cariño que estás dispuesto a descubrir en unos ojos que te miran o el cariño que estás dispuesto a colocar en el brillo de tu mirada. Se me ocurría esta idea de la capacidad interior de cada uno para superar cualquier traba al hilo de una charla sobre un cuento de las Mil y Una Noches, una charla que derivó en filandón, hila, calecho, velada, como lo quieras llamar, en la que se hablaba del poder de la palabra, el poder mágico de las palabras, capaces de someter a un genio iracundo o de contener la sanguinaria venganza de un Rey ultrajado. No son en vano las palabras. Son nuestra forma de mirar el mundo, nuestra manera de crearlo también. Por eso creo que no es banal usar unas u otras, por eso entiendo que las palabras que elegimos nos describen y también sirven para generar nuestra propia realidad. Por eso, si decimos que la que entra es la peor semana del año, estaremos facilitando que así sea, a no ser que lo digamos para constatar que, aún en las peores condiciones, somos capaces de generar felicidad. Y utilizo ese verbo, porque creo que la felicidad es algo que se construye, que se crea desde el modo en que uno es capaz de nombrar.


A mí, lo tienes muy fácil, me conoces por esta forma de hablar, pero no me ocurre a mí solamente. Piensa, por ejemplo, el modo en el que el Alcalde de León se refirió a las protestas contra la remodelación de la Plaza del Grano: él es el primero en defender la idiosincrasia de la plaza y lo hace desde su condición de profesor de inglés, explicando que hay atmósferas que no se pueden dibujar con la sencillez de nuestro idioma, sino que es necesaria una mirada extranjera, una perspectiva “british”, pongamos por caso. O quizá sencillamente le salió en el momento, generando humo alrededor de la cuestión principal. Una cuestión que va más allá de si se pueden o no modificar las aceras y que tiene que ver con lo que está pasando en Burgos. Pero ese debate no está abierto todavía, de modo que, sean felices la próxima semana y que digan en Cardiff lo que les venga en gana, aunque sea en inglés.

viernes, 10 de enero de 2014

Confusiones. (Audio)

Confusiones. (En Hoy por Hoy León, 10 de enero de 2014)

Me imagino que se tratará de una confusión. No puede ser de otra manera. Me refiero a la noticia que daba ayer Radio León en relación con el reparto de publicidad institucional de la Diputación de León. Alguien se tiene que haber confundido, porque si es verdad que Radio León ha sido excluida de manera premeditada y la Diputación no va a dedicar ni un euro de su publicidad institucional a ninguno de los medios del Grupo Radio León, nos hallamos ante una situación más que irregular que responde a una confusión más grave, más de base.

Veamos: en el XVIII y sobre todo a lo largo de los siglos XIX y XX, con la consolidación de las democracias parlamentarias, ahora que hablamos tanto de León Cuna del Parlamentarismo Europeo, se cimenta la creación del llamado cuarto poder, que, como los otros, se sostiene sobre la base del poder popular. El poder legislativo, el ejecutivo y el judicial tienen su origen en un único poder, el poder del pueblo, reconocido por todos en las Constituciones a través del concepto de Soberanía Nacional. Pero estos tres poderes necesitan, para que el juego democrático sea transparente y limpio, de un cuarto poder, el de la información, también sometido, aunque de modo indirecto, a las decisiones del pueblo. Los medios de comunicación han sido el motor del cambio social y político, piezas fundamentales en revoluciones como la propia Revolución Francesa, la Independencia de los EEUU, el mayo francés o la caída del Muro de Berlín. Es verdad que el modo en el que han operado los medios de información ha ido modificándose a lo largo de la historia y hemos pasado del pasquín revolucionario al twitt masivo que convoca a la manifestación en la Plaza Sintagma o en las plazas de la Primavera Árabe. Las protestas de Tiananmen no habrían tenido el mismo efecto sin los medios de comunicación, como tampoco habría tenido el mismo fin la URSS, si las imágenes de Yeltsin subido a un tanque no se hubieran visto en todos los rincones del planeta.

Estoy seguro de que en muchas redacciones se discutió la conveniencia de difundir las imágenes de la captura y muerte de Sadam Husein. Apuesto que informar sobre las dificultades de Sacyr en el Canal de Panamá ha causado problemas en alguna redacción, porque cuando en un medio hay que dar una noticia que afecta a un cliente, surge la discusión eterna entre el Departamento de Publicidad y la Mesa de Redacción, la discusión entre lo que nos conviene decir y lo que hay que decir. Todos tenemos un cierto nivel de autocensura. También en la vida diaria. Todos nos sujetamos la lengua cuando vemos la última corbata horrorosa del jefe o cuando se nos pregunta sobre la oportunidad de alguna decisión. Todos sabemos medir, porque nos conviene, pero hay un margen de libertad que está de la mano de la dignidad.


A los medios de comunicación también les sucede. También se ven obligados a medir qué pueden, qué les conviene, qué deben publicar. Y muchas veces tiene que ver con la deontología, pero otras muchas sencillamente con los intereses empresariales. Lo que no se entiende es la confusión de la Diputación, porque excluir a Radio León del reparto publicitario por informar libremente es confundir lo que es de uno con lo que pertenece a todos. Y esta es una confusión que no se puede consentir.

viernes, 3 de enero de 2014

Por si algún día dejo de recordar quién eres. (Audio)

Por si algún día dejo de recordar quién eres. (En Hoy por Hoy León, 3 de enero de 2014)

Escucha atentamente esta historia. Es la historia de una de las mujeres más guapas que yo he conocido, con la sonrisa franca, la chispa encendida en la mirada. Siempre me pareció que algún poeta había escrito para ella, no solo por su nombre. Cuando la recuerdo, recuerdo aquel verso, aquel demoledor “tú no puedes volver atrás”. Es que la vida te empuja y hay vidas tan comprimidas, vidas que empujan tanto, que al final no caben en un cuerpo y se escapan o se quedan en él y se viven desde un balcón incierto con nombre alemán de enfermedad implacable. 

Hace años que no la veo, pero la guardo en mi memoria con todo el afecto de la infancia. Me la ha recordado su hijo, mi amigo desde muy niños, con quien he compartido tantas cosas y que ahora, en la distancia del tiempo y los kilómetros, me habla de su madre enferma, de su “cabeza que no se ubica”, de lo diferente que ha sido para él esta Navidad. Y me dice que quiere felicitarme las fiestas, que lo seguirá haciendo todos los años, que no se olvidará ninguno, por si algún día deja de recordar quién soy. Dice mi amigo que su madre, aunque no sabe quién es él cuando llega cada mañana, sabe que es alguien muy suyo y lo recibe con gran alegría y una gran sonrisa. Es verdad que a ella la alegría y las sonrisas nunca le costaron y lo único que ha hecho, en contra del poema, es volver muy atrás a ese lugar incierto en que la conciencia no tiene memoria. 

Escucha con atención, por si algún día dejas de recordar quién eres.

Me gusta pensar que la conexión entre la madre y el hijo supera las barreras del Alzheimer. Lo cuenta muy bien Murakami en 1Q84, por boca del padre del protagonista: “si no lo entiendes sin que te lo explique, entonces no lo entenderás aunque te lo explique”. La mente de un enfermo de Alzheimer es un universo imposible de explorar.

Más que la vida después de la vida o el hecho mismo de que exista algo en lugar de nada o la asombrosa circunstancia de que nos podamos comunicar, la cuestión de la conciencia me parece un tema estrella sobre el que pensar. ¿Cómo es que soy consciente de que ahora te estoy contando esto que te cuento y cómo es que tú, aunque no me hagas mucho caso en medio del trajín de esta mañana, te das cuenta de que lo estás escuchando? Lo más práctico es no pensarlo, sencillamente decir que es así y punto. Imagino que es por eso que la filosofía se arrincona en la nueva Ley de Educación, me imagino que es por eso por lo que, como se decía en un artículo de El País de ayer,  aprende a vivir como una asignatura “María”. ¿A qué clase de chalado le pueden interesar estas tonterías de la filosofía? 

Pues resulta que estas tonterías le interesan a chalados que miran el mundo con espíritu crítico y que organizan su pensamiento con autonomía, sin tener que preguntar a nadie qué es lo que conviene pensar. Desaparece la filosofía de la escuela como materia obligatoria: será que habrá quienes quieran encargarse de enseñar a los muchachos lo que se debe pensar.


Yo quiero hacer hoy esta defensa de la filosofía por dos razones: una, porque, como me dijo un amigo tras sufrir un accidente, "debe ser que darte un golpe en la cabeza te hace pensar y, después de pensar, he decidido no dejar pasar ni un día de mi vida sin hacer algo que me haga feliz". Y dos, porque quiero ir diciéndote algunas cosas por si algún día dejo de recordar quien eres.