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viernes, 28 de febrero de 2014

Libre de toda ubre. (Audio)

Libre de toda ubre: do it yourself. (En Hoy por Hoy León, 28 de febrero de 2014)

No recuerdo las palabras exactas, porque ya hace algún tiempo de esto, pero hubo unas declaraciones muy técnicas del líder del PSOE leonés explicando lo que algunos entendían por política. El asunto iba de vacas y de terneros, algo así como que, en eso de la política funciona la teoría del ternero, es decir, que cuando un ternero acaba de nacer está muy contento porque mama de la vaca toda la leche que quiere, pero que luego, cuando la vaca dice que se ha acabado la leche es cuando vienen los problemas. Matías Llorente le ha recordado esta semana la susodicha teoría al diputado socialista Joaquín Llamas, quien por lo visto, y según afirma el diputado no adscrito, ha pasado diez días sin su dedicación exclusiva. Además Llorente une esta situación a los avatares de una denuncia que el propio Llamas habría retirado sobre la calidad del compost del CTR de San Román.

Huele raro, permítanme la inoportuna metáfora, todo el asunto. Huele raro porque ni la Presidenta de la Diputación ni el propio diputado socialista han querido contestar a Llorente, aduciendo que no es un asunto para airear en la prensa o diciendo sencillamente que se trata de una falta de respeto. Yo, la verdad, desde mi ignorancia absoluta de la cuestión, no puedo emitir ningún juicio. Si ellos que conocen el tema y tienen las claves, no quieren hablar, sus razones tendrán. Pero hay silencios que son muy elocuentes. Tampoco quiero valorar las razones de Llorente para disparar así contra sus antiguos compañeros de partido. Sí que me gustaría saber si, en opinión del secretario de los socialistas leoneses, este es un caso en el que la teoría del ternero es aplicable o si hay que buscar una nueva metáfora.

Digo eso y, en realidad, tengo que reconocer que tampoco me quita el sueño, aunque debería preocuparme, porque precisamente este dejar pasar, este dejar hacer, es lo que nos conduce a una situación como la que tenemos, en la que la altura moral e intelectual de nuestros políticos en su conjunto es puesta en duda por la mayoría de la gente de la calle y el caso es que luego vamos y les votamos. Es un asunto que me parece digno de reflexión: en la barra del bar, en la mesa del casino, en la peluquería, en cualquier lugar en el que nos ponemos a hablar de los políticos, siempre oímos las mismas teorías, teorías semejantes a la teoría del ternero o descalificaciones totales de la clase política, colocando a todos el mismo letrero, un letrero que no suele ser muy elogioso. ¿Y al final qué? Al final, nada. Una nueva teoría animal, la del cordero que se va balando al matadero. Sin hacer más que cacarear nuestro descontento, sin comprometernos con nada, cuando se nos manda, vamos al Colegio Electoral de turno y depositamos mansamente nuestro voto, pensando que con eso tenemos ya hecho todo el trabajo y ganado de nuevo el derecho a pregonar nuestro descontento.


Me parece que el tema es que todos andamos colgados de alguna ubre. Que deberíamos soltarnos, quitarnos antes de que se acabe la leche. No esperar nada de nadie y proponer ideas nuevas. No esperar por los demás y ponernos a hacer cosas. Trabajar por los otros y por nuestra felicidad. Desarrollar proyectos. Abrir campos. Salir solos. Recuperar la libertad que te da no depender de nadie. Me lo decía ayer mi amigo Mauro, pero me daba una explicación un poco rara. “¿Sabes?, me dijo, es lo que tiene darse un golpe en la cabeza: después te cuesta relacionarte con los otros”.

viernes, 21 de febrero de 2014

El mundo a las ocho. (Audio)

El mundo a las ocho. (En Hoy por Hoy León, 21 de febrero de 2014)

Dice un tuit de mi poeta leonesa preferida, Sara R. Gallardo, que “el mundo debería ser siempre como a las ocho de la mañana”. Me gustó la frase, porque entendí que lo que quería decirnos es que hay un momento, justo antes de que empiecen a pasar cosas, en el que todo está lustroso, sin tocar, inalcanzable para las imperfecciones de la realidad. Creo que es eso lo que la poeta quiere decir y eso que interpretar poesía es siempre andar con los pies rozando en la raya del abismo. 

Hay un mundo sin tocar que está listo para el desgaste antes de las ocho de la mañana. A partir de ahí, ya todo es ruido, arañazos, desolación. Está claro que, quien dice las ocho, dice las siete o las nueve, quiero entender, como que eso depende del ritmo de cada uno. Pero veo también que esa idea recurrente de que la humanidad todo lo arrasa y que el mundo solo es perfecto momentos antes de que la vida de la gente amanezca, nos aleja de la realidad de lo cotidiano, nos aparta también de la posibilidad de la felicidad, porque creo que, para ser feliz, hay que saltar de la cama y enfangarse en el ruedo de la vida. 

Quizá malinterpreto a Sara, porque sé que ella no es de las que se quedan escondidas entre las sábanas. Más bien al contrario, ella siempre tiene un puñal en la boca para arrancar un trozo de realidad en cada instante. Lo que me pasa es que me resulta tentador quedarme asomado a una estampa bucólica de un mundo recién estrenado, ese mundo que estrenamos cada día y que todavía está sin usar a las ocho de la mañana. En ese mundo, antes de encender la radio, todavía no han entrado las cuentas suizas ni los problemas de Ucrania. Luego ya, en cuanto pones un pie en el suelo o alargas el brazo para echar un ojo al móvil, te engancha el tiovivo de los acontecimientos y te lleva en volandas, a toda velocidad, desde las sábanas de tu cama, aún calientes segundos después de las ocho de la mañana, a la cabezada en el sofá a una hora incierta de la noche, momento en el que pondrás de nuevo en marcha la eterna rueda de lo mismo.


Hay una niña de siete años que siempre sonríe y pienso que lo que le pasa es que siempre vive en el mundo de antes de las ocho de la mañana. Todo lo que sucede después ni le roza y se mantiene intocable en su sonrisa, en su actitud de bienvenida a los demás, como dice de su permanente sonrisa una conocida escritora mexicana. 

Es una niña que tiene una vida difícil. Vive con otros cuatro hermanos y merienda por las tardes una magdalena. Una magdalena para los cinco, una magdalena que su madre procura cortar en trozos muy iguales. Es una madre que ya sabe que son más de las ocho de la mañana a esa hora de la tarde, pero la niña y alguno de sus hermanos siguen sonriendo al mundo en la confianza de que el tiempo no les alcanza. Lo que no me han contado es la marca con la que se vende la magdalena, no sé si es de Tierra de Sabor o de Productos de León y me importa poco, porque se trata de una magdalena partida en cinco cachos. 

Entiendo a Francino cuando dice que ya está harto de oír hablar de la “marca España”, porque a mí me cansa tanta fotografía del corazón amarillo que vende Tierra de Sabor y eso que sé que en el mundo de después de las ocho de la mañana es imprescindible competir con el vecino, pero, estoy con Sara, ese es un mundo que no debería de existir. Si hay una niña que no enseña su sonrisa, es que el mundo de después de las ocho se le ha colado en las entrañas.

viernes, 14 de febrero de 2014

St Valentine´s edition. (En Hoy por Hoy León, 14 de febrero de 2014)

Me acuerdo todavía hoy de cuando se le ocurrió decir a Félix, el encargado de una conocida discoteca de las afueras de León que cerró sus puertas hace ya bastantes años, que por San Valentín había que celebrar el baile del farolillo. Dijo que era una costumbre minera que se estaba perdiendo y que había que recuperarla. La verdad es que eso no es del todo así, porque no es una costumbre que se esté perdiendo, sino que, sencillamente, no se celebra por San Valentín. El baile del farolillo se baila la Noche de Reyes. Lo que pasa es que a él le pareció que podría tener su punto romántico ver a las parejas bailando a oscuras en la pista agarrados a la luz de una vela. Y a la gente le gustó y le importó poco que se trampease de algún modo aquella tradición popular, exportándola de la noche de Reyes a la de San Valentín.

Esa es la idea, la exportación. Hay una ley de la lógica que se llama así, ley de exportación, por la que se convierte una conjunción en implicación, de la misma manera que por la ley de importación se convierte una implicación en conjunción. Exportar e importar son caras de la misma moneda. Lo que uno importa es exportado por otro. Conviene no confundir lo que uno importa con eso que a uno le importa. Parece lo mismo, pero hay un matiz: lo que a uno le importa no resulta de ninguna exportación. Y a Félix se le ocurrió importar el Baile del Farolillo desde el día de Reyes en la montaña, hasta la noche de San Valentín en una discoteca de la carretera de Asturias. A nadie le importó. A la mayoría le pareció divertido. Divertido y hermoso, porque lo era, sin importar ni el día ni el lugar. Y eso es un poco lo que yo pienso de este enrarecido clima de San Valentín, que para el amor no importan ni el día ni el lugar, ni los quilates de la joya, ni el número de rosas que componen el ramo, ni las gafas de sol edición San Valentín, ni el marco de fotos digital, ni ninguna de las otras doscientas cincuenta y cinco mil oportunidades que la radio y la tele y la internet y los periódicos y las vallas publicitarias de todo tipo y condición nos presentan para que demostremos, comprando regalos, el amor tan intenso que nos une a nuestra amada o nuestro amado.


Importar fiestas es una tradición en nuestra cultura de importaciones, así es que no vamos a criticarlo, porque ya no se puede decir que sea algo que no es nuestro. Ya está en el corazón de todos que hoy es el día de los enamorados, como ayer fue el de la radio y el seis de enero el de los Reyes Magos. Lo que me gustaría criticar es la intensidad de la fiesta. He visto crecer el negocio de San Valentín en un periodo récord de tiempo. No sé si tendrá que ver con esa especie de aceleración que nos atosiga o con la brutal insistencia de los medios, que se venden a sí mismos aprovechando la menor veta de ventas. Los medios venden la posibilidad de que otros vendan: venden tus ventas. Por eso el negocio es que todos compremos, que la maquinaria se engrase con nuestro consumo. Poco importa que esta sea una fiesta importada. Lo que cuenta es que haya muchas ventas. Y si todo lo envolvemos en el barniz fabuloso del amor, ¿quién podría encontrar mejor excusa? 

Pero, hablando de importar, vaya con la Coca Cola. Resulta que ya no necesitan las botellas que les fabricaba la vidriera. Se les podía haber ocurrido un nuevo envase edición San Valentín. Seguro que lo vendían mejor que lo de los nombres en las latas.

viernes, 7 de febrero de 2014

Un vendaval de fisuras. (Audio)

Un vendaval de fisuras. (En Hoy por Hoy León, 7 de febrero de 2013)

A la Ministra de Fomento le parece que la variante de Pajares estará abierta en esta Legislatura y que si esto no es así, será por problemas técnicos, no por falta de dinero. Me sorprende escuchar al poco tiempo a la Directora del Instituto Geológico Nacional afirmar que costará mucho dinero resolver esos problemas técnicos, que no son otros que las filtraciones que, por usar palabras de la propia Ministra, hacen que el túnel parezca un manantial. Y resulta que el tema es que en su día, por la razón que fuese -¿quién podría imaginarse cuál?-, no se encargó el estudio hidrogeológico al Instituto Geológico Nacional en León, porque ADIF prefirió que lo hiciese otra empresa. La consecuencia es una infraestructura que se retrasa por causa de las filtraciones y la imagen que me viene a la cabeza es la del agua escapándose entre las manos, como el dinero, que se nos cae entre los dedos. La sensación de que el dinero se escapa como agua no es una imagen literaria, sino una agobiante realidad. Siento que el dinero se nos cae de los bolsillos a velocidad de vértigo, como si estos vientos que arrancan planchas con el nombre de un hotel, cierran escuelas de música y derriban árboles sobre las carreteras, soplaran también los números de nuestras cuentas corrientes, dejándolas arrasadas. Cuánto más las cuentas públicas, saqueadas con la impunidad del argumento falaz de siempre: “todos lo han hecho”.

Dice alguna teoría moderna de esto del coahing que existe en nuestras vidas una  zona de confort que es aquella en la que habitualmente nos movemos, compuesta por elementos cotidianos que, aunque sean desagradables, nos hacen sentir seguros. Más allá de esa zona de confort, existe la llamada zona de aprendizaje, en la que nos adentramos para aprender idiomas, hacer viajes, conocer nuevos ambientes, encontrar otros amigos. Aquí hay que esforzarse algo más, pero seguimos todavía muy cerca de la zona de confort. Más allá de la zona de aprendizaje, nos adentramos en la zona de pánico, zona de no experiencia, zona mágica o de la creatividad, el espacio en el que nos deberíamos atrever a vivir. Ocurre que estamos tan encerrados en nuestra zona de confort, que sentimos que ese es el único universo que merece la pena, ese en el que no hay filtraciones, ese en el que no aparecen fisuras y miramos desde su interior las noticias que nos llegan sin mover un músculo, aunque comprendamos inmediatamente que hay algo raro en tener un Instituto Geológico Nacional y que las empresas públicas no le encarguen los estudios hidrogeológicos de una obra tan importante. No decimos nada. Nos mantenemos al abrigo de nuestra vida cotidiana: la tele en el salón, la quiniela de los sábados, el paseo de después de comer si no hace mucho frío, el ir y venir cotidiano de la casa al trabajo. Una vida en la que no hay fisuras, en la que no hay espacio para las filtraciones y pensamos que en eso consiste ser feliz. Luego resulta que llega un día en que tienes a uno de tus hijos en la UCI pediátrica y te das cuenta de que solo puedes estar en un pasillo si te quieres quedar junto a él y, si sales de tu zona de confort y te rebelas y consigues que te hagan algún caso, como ha hecho Beatiz Robles en el Hospital de León, puede que lo único que logres sea la llave de una oficina en la que poder meterte a llorar, pero debes saber que es un comienzo, que es un baile nuevo por la zona del pánico, que es un modo de abrir una puerta por la que entre algo más que el agua que todo lo enfanga, al mezclarse con la tierra removida por la tuneladora que te abre las entrañas. 

También del dolor puede surgir la vida.