No recuerdo las palabras
exactas, porque ya hace algún tiempo de esto, pero hubo unas declaraciones muy
técnicas del líder del PSOE leonés explicando lo que algunos entendían por
política. El asunto iba de vacas y de terneros, algo así como que, en eso de la
política funciona la teoría del ternero, es decir, que cuando un ternero acaba
de nacer está muy contento porque mama de la vaca toda la leche que quiere,
pero que luego, cuando la vaca dice que se ha acabado la leche es cuando vienen
los problemas. Matías Llorente le ha recordado esta semana la susodicha teoría
al diputado socialista Joaquín Llamas, quien por lo visto, y según afirma el
diputado no adscrito, ha pasado diez días sin su dedicación exclusiva. Además Llorente
une esta situación a los avatares de una denuncia que el propio Llamas habría retirado
sobre la calidad del compost del CTR de San Román.
Huele raro, permítanme la
inoportuna metáfora, todo el asunto. Huele raro porque ni la Presidenta de la
Diputación ni el propio diputado socialista han querido contestar a Llorente,
aduciendo que no es un asunto para airear en la prensa o diciendo sencillamente
que se trata de una falta de respeto. Yo, la verdad, desde mi ignorancia
absoluta de la cuestión, no puedo emitir ningún juicio. Si ellos que conocen el
tema y tienen las claves, no quieren hablar, sus razones tendrán. Pero hay
silencios que son muy elocuentes. Tampoco quiero valorar las razones de
Llorente para disparar así contra sus antiguos compañeros de partido. Sí que me
gustaría saber si, en opinión del secretario de los socialistas leoneses, este
es un caso en el que la teoría del ternero es aplicable o si hay que buscar una
nueva metáfora.
Digo eso y, en realidad,
tengo que reconocer que tampoco me quita el sueño, aunque debería preocuparme,
porque precisamente este dejar pasar, este dejar hacer, es lo que nos conduce a
una situación como la que tenemos, en la que la altura moral e intelectual de
nuestros políticos en su conjunto es puesta en duda por la mayoría de la gente
de la calle y el caso es que luego vamos y les votamos. Es un asunto que me
parece digno de reflexión: en la barra del bar, en la mesa del casino, en la
peluquería, en cualquier lugar en el que nos ponemos a hablar de los políticos,
siempre oímos las mismas teorías, teorías semejantes a la teoría del ternero o
descalificaciones totales de la clase política, colocando a todos el mismo
letrero, un letrero que no suele ser muy elogioso. ¿Y al final qué? Al final,
nada. Una nueva teoría animal, la del cordero que se va balando al matadero.
Sin hacer más que cacarear nuestro descontento, sin comprometernos con nada,
cuando se nos manda, vamos al Colegio Electoral de turno y depositamos
mansamente nuestro voto, pensando que con eso tenemos ya hecho todo el trabajo
y ganado de nuevo el derecho a pregonar nuestro descontento.
Me parece que el tema es que
todos andamos colgados de alguna ubre. Que deberíamos soltarnos, quitarnos
antes de que se acabe la leche. No esperar nada de nadie y proponer ideas
nuevas. No esperar por los demás y ponernos a hacer cosas. Trabajar por los
otros y por nuestra felicidad. Desarrollar proyectos. Abrir campos. Salir solos.
Recuperar la libertad que te da no depender de nadie. Me lo decía ayer mi amigo
Mauro, pero me daba una explicación un poco rara. “¿Sabes?, me dijo, es lo que
tiene darse un golpe en la cabeza: después te cuesta relacionarte con los otros”.
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