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viernes, 21 de marzo de 2014

Diez segundos antes del Big Bang. (En Hoy por Hoy León, 21 de marzo de 2014)

Me pareció que lo decía Pepa Bueno este martes cuando comentaba la noticia del descubrimiento por parte de científicos norteamericanos de algo así como las huellas de las primeras ondas del Big Bang. Dijo que el descubrimiento nos acerca a la posibilidad de conocer cómo era el universo diez segundos después y diez segundos antes de la gran explosión. Pensar en cómo era el universo hace 14 mil millones de años, diez segundos después de la gran explosión es algo que tiene un interés indudable. Lo que se escapa a mi entendimiento es qué es el universo diez segundos antes del Big Bang, dado que ese Big Bang es el origen mismo del universo. Se supone que es la gran explosión lo que delimita el origen del tiempo y no tiene ningún sentido preguntarse por nada que ocurriese antes, porque no tiene sentido pensar que algo pudiera ser al margen del universo. Pero nuestro horror al vacío nos empuja a pensar que todo lo que sucede, sucede en el tiempo y que todo momento tiene un antes y un después. De ahí, creo yo, el error inconsciente de la periodista al hablar de esos diez segundos antes del Big Bang.


No obstante, me gustó tanto la expresión que la traigo aquí porque podría ser una metáfora de lo que somos, en el sentido de que nuestra condición humana es como esos diez segundos anteriores al tiempo mismo. Ser humano antes de la propia humanidad. Ya llevo días queriéndote hablar de esto y no encontraba el momento. Me lo brinda ahora el desliz de Pepa Bueno y la noticia de este fin de semana que ha recorrido todas las redacciones de este país en relación con la agresión a un árbitro de fútbol en un partido de niños de entre 7 y 8 años. Ya se ha dicho todo sobre la noticia. ¿A qué tengo que venir yo a decir nada más? Pues es sencillo, llevo tiempo queriéndote decir algunas cosas sobre la violencia, no desde una perspectiva moral, sino de la violencia como acto gratuito, como modo de expresión. Lo veo a mi alrededor con sorpresa cada vez de un modo más elocuente. En el trabajo, en el ocio, en la intimidad de la casa, diría que hasta en los sueños, veo con más frecuencia conductas violentas que se ejercen de manera absolutamente caprichosa, sin ninguna pretendida justificación, como una tormenta que se desatara sin ninguna causa en los diez segundos anteriores al Big Bang. ¿O acaso me vas a decir que hay algo que justifique comportamientos bárbaros como el de este descontrolado padre que agrede al árbitro en el partido en el que participaba su hijo? Y no es solo ese tipo de agresiones. La violencia lo traspasa todo. Nos llama la atención ver cómo los adultos insultan desde la banda a muchachos que disfrutan del fútbol, ya sea arbitrando o jugando, sin que nadie diga ni haga nada. Yo vivo al lado de un campo de fútbol en el que todos los fines de semana hay partidos de fútbol base y estoy cansado de oír barbaridades que se gritan sin vergüenza, como si esos partidos se jugasen en los diez segundos anteriores al Big Bang, como si el momento en el que se profieren esos gritos estuviera al margen del universo y no hubiera ningún niño que pudiera escuchar todas esas procacidades. Lo dijo un poeta hipnótico que se llama Joaquín Pérez Azaústre en la presentación de su último libro en la librería Alejandría: en este momento hay que tomar partido y decir lo que uno piensa. Y yo lo subrayo, este es un momento para tomar partido, no hagamos como si fuese uno de esos diez segundos de antes del Big Bang, porque nuestro silencio es cómplice.

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