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viernes, 25 de abril de 2014

Tony Aguilar y la eterna juventud. (Audio)

Tony Aguilar y la eterna juventud. (En Hoy Por Hoy León, 25 de abril de 2014)

Esta cosa tan atroz de la primavera que nos cambia el ánimo al ritmo frenético de los chaparrones o con la suave caricia de algodón de los grises nublados o con el arañazo insano del sol brillante que pica en la piel es como el genio de un disc-jockey que mueve con su música cambiante el espíritu de los que bailan, manejados con mano firme por el chirrido cerámico de la aguja al arrastrarse por el surco arado en el disco de vinilo. Y eso que ya muchos disc-jockeys, a pesar de lo que se dice y de lo que se ve en las sesiones cara al público, han abandonado los vinilos por la comodidad intangible de los mp3. Es así la primavera, un baile de emociones, un sube y baja de impulsos incontrolables. Se lo he oído decir al cuco que avisa de este fenómeno escondido en las choperas: ojo con la primavera, le gusta jugar al trenecillo loco con los sentimientos. Y he dicho trenecillo loco por tocar un asunto de extrema importancia para León y muy de moda en las últimas semanas, ya saben, lo dice la Ministra, que vendrá el tren de alta velocidad y que lo hará por doble vía y que el otro tren, el de la vía estrecha, no tendrá que abortar su entrada a la ciudad en la Asunción. ¡Quién sabe si se tratará de un arrebato de optimismo primaveral! Habría que preguntárselo al cuco, como dice la tradición que preguntaban las mozas por los años que iban a tardar en encontrar un novio. Dime cuco, ¿cuántos años tardaré en encontrar novio? Y el cuco canta una, dos, tres, tantas veces como años tendrán que pasar hasta el momento dichoso. Así es que en el próximo paseo por el río habrá que preguntarle al cuco cuántos ministros de fomento harán falta para que se vean llegar a León las máquinas del tren en la forma prometida.

Es la primavera misma la música del cuco en las arboledas. Primavera traidora que nos sube y nos baja, nos marea. Y si al baile de emociones se le añade un combinado de hormonas, la estampa ya tiene nombre, ponle adolescencia o, si quieres, juventud. Es casi una enfermedad. Una enfermedad añorada, creo. Tenías que haberlo visto. Lejos de la oscuridad luminosa de las pistas de baile, apretados como en un club de moda entorno a la música de los 40 Principales, en el locutorio de la calle Villafranca, un grupo de jóvenes asistía en directo a la emisión del programa del 40 al 1 con Tony Aguilar. Pocas veces tenemos ocasión de asomarnos a la recámara del Mago de Oz. En muy pocas ocasiones podemos estar presentes en el taller en el que se construyen de algún modo los sueños. En estos días en los que tantos chicos y chicas padecen trastornos de angustia o de ansiedad, era reconfortante ver la mirada de ilusión con la que asistían, admirados, al derroche de energía con que el popular presentador hacía su trabajo. Pura energía. Pura vitalidad. Pura juventud. León Ciudad 40 o Ciudad 40 León, es verdad que no sé cuál es el orden y es curioso saber que para los recuentos de las menciones en las redes sociales es importante emplear siempre las mismas palabras colocadas de la misma manera, porque el liderazgo se construye desde la masa y la masa se alcanza por acumulación. Ahí estaba en el micrófono la eterna juventud, mirando a los ojos a la juventud eterna, desplegada alrededor de la radio-star a la que ningún vídeo ha podido matar.


Me sopló un pajarito que al día siguiente Tony Aguilar quiso ver el Cáliz de Doña Urraca ahora que parece probado que es el Santo Grial: la fuente de la eterna juventud mirándose cara a cara. La eterna primavera.

viernes, 11 de abril de 2014

Gelem, Gelem. (Audio)

Gelem, Gelem. (En Hoy por Hoy León, 11 de abril de 2014)

Era la una de la tarde, puede que no fuera la una en punto de la tarde, pero sonaba a verso, a romancero, sonaba a sombra en la tarde temprana. Era la una de la tarde y el Aula Magna de la Facultad de Educación tenía un vestido de lunares, de esos lunares que algunos gitanos dicen que tienen que teñir la pálida blancura de nuestras universidades. Era el día 8 de abril, el día internacional del pueblo gitano. Se presentaba un documental sobrecogedor, Itinerancias, que habla de la historia del pueblo gitano, la historia de un peregrinar. Anduve, anduve, gelem, gelem. En ese acto sencillo hablaron autoridades políticas y académicas. Se habló, como cada ocho de abril, de la situación del pueblo gitano, de la necesidad de superar los problemas endémicos con los que se enfrenta, problemas de vivienda, de trabajo, de salud y, sobre todo, de educación. Hay un estudio del Secretariado Gitano sobre la situación del alumnado de etnia gitana en secundaria que muestra la brecha que separa a este colectivo del resto de la población. Se podrían verter ríos de tintas explicando porqués, se podrían empezar discusiones de horas sobre si es el sistema, la sociedad misma, la crisis o si es una condición genética o cultural que implica un determinado modo de vida. El caso es que esa brecha existe y deberían establecerse condiciones que permitan acortarla. Se ha empezado por una lucha contra el absentismo escolar. Debe seguir un trabajo por el éxito. No basta con escolarizar, es necesario promover un cambio cultural que permita el avance hacia la plena integración social sin la pérdida de las señas de identidad de un pueblo que ha sabido mantenerse como tal pese a la dispersión, la persecución y la ausencia de una tradición cultural escrita. Se ve que para tener identidad no hacen falta patrias, que basta con saberse un pueblo.

En el acto de la ULE habló el tío Jesús de la bandera de los gitanos, verde y azul, el azul del cielo y el verde de los campos, la libertad del nómada, pero con una rueda roja en el centro simbolizando el dolor, la sangre derramada, el gelem, gelem. Tanto andar. Después Enrique, el tío gatito que dicen algunos, explicó desde el rincón más íntimo de cada una de sus células el significado de la letra del himno, ¡a Rromalen! ¡A chavalen! Y resonaba su voz en los muros de la Universidad. ¡Ay, mis gitanos! ¡Ay, mis niños! Y las caras pálidas del Rector, el Alcalde, el Decano, el representante de la Diputación, se tensaron emocionadas mientras escuchaban cantar el Gelem, Gelem a Esperanza Fernández, las manos recogidas en un nudo, puestos en pie del modo más protocolario, mientras las chicas, Irene Velado, Virginia, Raquel, quienes organizaron el acto, aguardaban el momento de recoger los merecidos parabienes. 


Pero eso fue el martes y yo no quería dejar pasar la ocasión de aplaudir también algo que está sucediendo esta mañana: la asociación “La Silbar” de Villaquilambre está plantando árboles en colaboración con Amidown en una parcela de Navatejera. Me lo contaba hace poco, Juan Vicente, uno de los voluntarios de la “La Silbar” que desde que se ha jubilado de la banca ha descubierto la libertad echando una mano en Amidown por las mañanas. “Chico”, me decía, “es que es mucho más lo que ellos te dan que lo que reciben”. Y ahí han estado hoy plantando árboles, recordándonos que otro mundo es posible. Solo es cuestión de querer ponerse en marcha para poder decir Gelem Gelem, como cantan los gitanos.

viernes, 4 de abril de 2014

A veces la costumbre... (Audio)

A veces la costumbre... (En Hoy por Hoy León, 4 de abril de 2014)

A veces la costumbre destroza la sensibilidad. La frase es de una obra de teatro inglesa y se trata de una de esas extrañas ocasiones en las que la traición de la traducción mejora el original. A veces la costumbre destroza la sensibilidad, porque acomodamos nuestros sentidos a la inercia de los días, de manera que escondemos la luz de la belleza en la profundidad gris de nuestra rutina. No es tanto decir que estamos rodeados por obras de arte descubiertas en los objetos más cotidianos por la mera intención del artista, como entender que en nuestra vida sencilla hay cada día una sucesión de instantes bellos imposible de cuantificar. Vivimos rodeados de belleza, pero nuestra sensibilidad se embota con la costumbre y dejamos de apreciarla, de la misma manera que quienes viven en ciudades como Pontevedra o Huelva se acostumbran al olor apestoso de las fábricas de celulosa. La costumbre termina con la sensibilidad, para bien o para mal.

La costumbre de ver la sonrisa de Jose en los autobuses nos destroza la capacidad para apreciar la belleza de su gesto, la sinceridad campechana de su ya mítico, “Hola, soy Jose, de autoservicio del colchón”, al que nos habíamos acostumbrado. Ahora, desde que sé que días atrás nos dejó para siempre, cuando le veo la sonrisa en un periódico o en la trasera del autobús mientras espero que se abra el semáforo, repito para mí el eslogan que le hizo famoso y tato de atrapar ese instante de sutil belleza. Educar la sensibilidad para que no se distraiga en la rutina, de eso es de lo que se trata. Pero el tema de la semana ha sido la crecida de los ríos, la avalancha de agua que ha inundado las noticias con estadísticas, números, fechas, fotos, mediciones, comparativas, anécdotas. Me contaba ayer la alcaldesa de Garrafe de Torío que habían tenido problemas en varios pueblos del municipio y que uno de los operarios del Ayuntamiento, en su impulso por cumplir con su obligación e ir a trabajar, metió el coche en el agua más allá de lo que la prudencia aconseja y tuvo que llamar a la grúa. Una pequeña heroicidad que terminó en contratiempo o quizá algo peor, depende del grado de la avería. Las aguas se llevan a su paso todo lo que encuentran y desvelan las vergüenzas de nuestra sensibilidad arrasada. Se han visto correr en el agua troncos, ramas, barro, pero también las huellas de la contaminación de los ríos, el desaprensivo vertido de basura y desperdicios, plásticos, desechos, escombros de todo tipo y condición, hasta restos de colchones que quizá fuesen vendidos en su día por el mismísimo Jose en su autoservicio del colchón.


Es lo que vemos, que las aguas vuelven a su cauce después de la crecida y hasta se vuelven a escuchar en Radio León anuncios que hacía un tiempo que no se oían, quizá no tan entrañables como el de Jose, pero curiosamente anuncios que también dieron que hablar en su día, no por lo que se dice ni por lo que se anuncia, sino por su retirada inopinada de la circulación. Pero como las aguas vuelven poco a poco a correr limpias, la actualidad ya se fija en otro río, el de la manifestación del domingo en defensa del tren en León, una marcha que tendrá un enorme caudal de leoneses, entre los que se podrá contar con muchos dirigentes políticos y empresariales, unos siguiendo la postura oficial de su partido, otros como alcaldes, otros sencillamente a título personal. No hay mucha costumbre de manifestaciones como esta, así es que me imagino que en este sentido, no corre peligro la sensibilidad.