A veces la costumbre
destroza la sensibilidad. La frase es de una obra de teatro inglesa y se trata
de una de esas extrañas ocasiones en las que la traición de la traducción
mejora el original. A veces la costumbre destroza la sensibilidad, porque acomodamos
nuestros sentidos a la inercia de los días, de manera que escondemos la luz de
la belleza en la profundidad gris de nuestra rutina. No es tanto decir que
estamos rodeados por obras de arte descubiertas en los objetos más cotidianos
por la mera intención del artista, como entender que en nuestra vida sencilla
hay cada día una sucesión de instantes bellos imposible de cuantificar. Vivimos
rodeados de belleza, pero nuestra sensibilidad se embota con la costumbre y
dejamos de apreciarla, de la misma manera que quienes viven en ciudades como
Pontevedra o Huelva se acostumbran al olor apestoso de las fábricas de
celulosa. La costumbre termina con la sensibilidad, para bien o para mal.
La costumbre de ver la sonrisa
de Jose en los autobuses nos destroza la capacidad para apreciar la belleza de
su gesto, la sinceridad campechana de su ya mítico, “Hola, soy Jose, de
autoservicio del colchón”, al que nos habíamos acostumbrado. Ahora, desde que
sé que días atrás nos dejó para siempre, cuando le veo la sonrisa en un
periódico o en la trasera del autobús mientras espero que se abra el semáforo,
repito para mí el eslogan que le hizo famoso y tato de atrapar ese instante de
sutil belleza. Educar la sensibilidad para que no se distraiga en la rutina, de
eso es de lo que se trata. Pero el tema de la semana ha sido la crecida de los
ríos, la avalancha de agua que ha inundado las noticias con estadísticas,
números, fechas, fotos, mediciones, comparativas, anécdotas. Me contaba ayer la
alcaldesa de Garrafe de Torío que habían tenido problemas en varios pueblos del
municipio y que uno de los operarios del Ayuntamiento, en su impulso por
cumplir con su obligación e ir a trabajar, metió el coche en el agua más allá
de lo que la prudencia aconseja y tuvo que llamar a la grúa. Una pequeña
heroicidad que terminó en contratiempo o quizá algo peor, depende del grado de
la avería. Las aguas se llevan a su paso todo lo que encuentran y desvelan las
vergüenzas de nuestra sensibilidad arrasada. Se han visto correr en el agua
troncos, ramas, barro, pero también las huellas de la contaminación de los
ríos, el desaprensivo vertido de basura y desperdicios, plásticos, desechos, escombros
de todo tipo y condición, hasta restos de colchones que quizá fuesen vendidos
en su día por el mismísimo Jose en su autoservicio del colchón.
Es lo que vemos, que las
aguas vuelven a su cauce después de la crecida y hasta se vuelven a escuchar en
Radio León anuncios que hacía un tiempo que no se oían, quizá no tan
entrañables como el de Jose, pero curiosamente anuncios que también dieron que
hablar en su día, no por lo que se dice ni por lo que se anuncia, sino por su
retirada inopinada de la circulación. Pero como las aguas vuelven poco a poco a
correr limpias, la actualidad ya se fija en otro río, el de la manifestación
del domingo en defensa del tren en León, una marcha que tendrá un enorme caudal
de leoneses, entre los que se podrá contar con muchos dirigentes políticos y
empresariales, unos siguiendo la postura oficial de su partido, otros como
alcaldes, otros sencillamente a título personal. No hay mucha costumbre de
manifestaciones como esta, así es que me imagino que en este sentido, no corre
peligro la sensibilidad.
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