Buscar este blog

viernes, 13 de junio de 2014

Eso que pasa cuando se cruzan los cables. (En Hoy por Hoy León, 13 de junio de 2014)

Es una pena que haya tantas familias que no pueden comprar Coca Cola todos los días, fíjese usted, que lo dijo el abogado de la mujer de Bárcenas explicando lo mal que lo estaba pasando su defendida, que no podía ni ofrecerle una Coca Cola a las visitas. Se entiende la dramática situación. Por eso seguramente la necesidad de poner en marcha la campaña de la Junta de Castilla y León para detectar necesidades entre los escolares de la Comunidad ahora que llega el verano y se sospecha que habrá muchos niños que no podrán comprar la Coca Cola nuestra de cada día, incluso se teme que, al cerrarse los comedores escolares, puedan quedarse sin la única comida razonable que toman de lunes a viernes. Esa preocupación, no la de la Coca Cola, a ver si me explico, sino esta por los chicos que no tienen claro que vayan a hacer una comida completa cada día, se choca con la noticia que se publicaba hace poco hablando del porcentaje de niños de entre 6 y 12 años que padecen obesidad infantil, nada menos que uno de cada cuatro, según un estudio del propio Ayuntamiento sobre una muestra de 4.640 niños leoneses. No tengo el dato del porcentaje de familias que necesitan ayuda para que sus hijos puedan comer todos los días, pero me da en la nariz que no es ni mucho menos insignificante. ¿Y qué hacemos con todo esto? ¿Cómo lo parcheamos? La idea de nuestros políticos es la de acudir a los colegios. Acudir a los colegios para que los maestros hablen con las familias y les convenzan de la importancia de una alimentación equilibrada. Acudir a los colegios para que los maestros colaboren en la organización de un sistema de atención a las familias que puedan atravesar una situación de necesidad. Dos apuestas iluminadas: la solución está en la escuela.

       Hablaba en la tarde de ayer con un inspector de educación sobre el número tan elevado de escolares que presentan problemas de salud a nivel psicológico o psiquiátrico. Lo comentábamos preocupados, comprendiendo que no es que tengamos más diagnósticos que nunca porque se atienden más casos que nunca, sino que efectivamente se ha disparado el número de chicos y chicas con problemas. Como que esta sociedad nuestra de la abundancia y la indigencia genera el daño colateral del desequilibrio emocional, la ansiedad, la depresión, la angustia escrita en rostros salpicados de acné juvenil. Me da por pensar que este mundo nuestro genera con soltura cables pelados que se entrecruzan en los cerebros tan increíblemente plásticos de nuestros jóvenes. Lo puedo ver en los ojos aceituna de un muchacho de 12 años que no aguanta cincuenta minutos sin fumar un cigarro, en la mirada esmeralda de una cría que pierde los estribos con la facilidad de quien se siente abandonado a su suerte.

       ¿Qué hay en esos cerebros tan moldeables de quinceañero? ¿Qué es eso que les sucede cuando se les cruzan los cables? ¡Qué difícil es conseguir que algunos levanten la cara y te sostengan la mirada en los ojos! Y luego están aquellos que no traen los cables cruzados de serie, los que sufren de hiperprotección y responden de forma desajustada porque están acostumbrados a hacer lo que les viene en gana. Lo que me sobrecoge es imaginar lo que sucede en la caja oscura del cerebro cuando hay cables que fallan.

       Sería bueno saber si hay algún ladrón de cobre que tira del cable como en San Andrés y deja a oscuras a la chavalada, se llame consumo, dependencia o sencillamente moda, como esa moda estúpida de hacerse cortes en los brazos que es un grito de socorro en mitad del mar de la abundancia.

No hay comentarios:

Publicar un comentario