La primera idea que tuve
para despedir la temporada fue hablarte de León, el león que nació en el circo
Kaos y que aparece en una foto fantástica en brazos del Alcalde de León ante la
sonrisa entre nerviosa y cómplice del Concejal de Cultura. Me parecía que era
un modo sencillo de reunir en muy pocas palabras muchas de las reflexiones que
he compartido contigo a lo largo de todos estos viernes. Un león albino, un
animal precioso y extraño -como esta ciudad nuestra, como esta provincia
hermosa y secreta- en manos del Alcalde a punto de ser elevado al cielo como en
la película de Disney. Simba en manos de Mufasa contra el cielo lleno de
estrellas. Claro que es una mala pata que el circo venga a llamarse Kaos y que
sea precisamente un circo. Quizá por eso pensé que este no debía ser el tema
del último viernes de la temporada, por mucho que la imagen me resulte
seductora.
Desechar una idea es abrir
la puerta a otra y normalmente vienen una y otra de la mano. No sé qué clase de
conexión establecí con esto del león llamado León y su circo Kaos, pero el tema
que se me vino de inmediato a la cabeza es el de la iniciativa leonesista de preparar
una ceremonia en la catedral, con toda la parafernalia, cuando el Rey de España
y su esposa vengan en visita oficial, para que juren como Reyes de León.
Seguramente tiene una justificación histórica incuestionable y estoy seguro de
que un evento semejante proporcionaría minutos de televisión sin tener que
hablar de crímenes u otras historias, lo que no nos viene mal, porque todo lo
que sea salir en la “tele” es existir en este mundo tan exagerado en el que nos
toca vivir, un mundo en el que no se es, si no se es conocido. Ya hace mucho
que no vale aquello de que el buen paño en el arca se vende. Y sí, salir por la
tele es vender turismo, y tener turistas es mover dinero. Mover dinero para
todos, siempre lo digo. No hay más que ver el empujón que le ha dado a las
visitas al Panteón de los Reyes la noticia del Santo Grial.
Pero todo esto son lindezas,
adornitos primaverales ya estropeados por las tormentas de este comienzo de
verano. ¿Lo viste la noche de San Juan? ¿Viste el cielo encendido por encima de
los colorines de los fuegos artificiales? Hay algunas fotos increíbles, casi
más tiernas que la del alcalde con el cachorro albino, o la hipotética imagen
de la Reina Letizia jurando en Santa María como Reina de León, fotos
espléndidas de ese cielo sobrecogido iluminando la noche de los fuegos, la
noche mágica del fuego. El cielo se ha estremecido en este comienzo de verano,
porque el tiempo es un tiempo sombrío. Vivimos en tiempos sombríos. Son los
tiempos que ya adivinaba Brecht en su poema. Esos tiempos en los que sigue
siendo insensata la palabra ingenua, en los que la frente lisa revela
insensibilidad. Ya lo sabes, vivimos en tiempos sombríos. No es aquella guerra
insensata, pero sigue siendo un tiempo de guerra, quizá más cruel. ¡Come y
bebe!, nos dicen. Pero, ¿cómo podemos hacerlo si sabemos que lo que comemos y bebemos
pertenece a otro con más hambre, con más sed? Es una forma de leer aquel poema,
un poema que todavía está vivo entre nosotros, porque más allá del paro, del
mileurismo, de la precariedad, está la mirada de las mujeres y los hombres
sabios, que se encuentran ciegos ante el desorden del mundo y se abruman con la
injusticia de la iniquidad. Y luego pagan, como si fueran ricos, su cuota anual
de IRPF.
No hay comentarios:
Publicar un comentario