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viernes, 17 de octubre de 2014

Gusanos. (En Hoy por Hoy León, 17 de octubre de 2014)

Se ve que hay alguien que no entendió bien aquello de que a los niños les gusta comer gusanitos. Los gusanitos que les gustan a los niños no saben nadar en la sopa. Todo lo demás, la discusión sobre si se comieron o no se comieron las larvas, la cuestión de la inocuidad si las hubieran comido, incluso si el historial de la empresa de catering es intachable y por eso merece confianza o si solo es un gigante del sector que se come los contratos por deglución instantánea, no tiene la menor importancia. La cuestión es que las larvas de gusanos aparecieron en la sopa y a cualquiera que lo piense un poco le parece que eso es inaceptable, aunque no signifique que alguien pretende envenenar a nuestros escolares.

Todavía la semana que viene estaremos hablando de gusanos. Los técnicos informarán, la administración sopesará los informes, la Consejería decidirá y estoy seguro de que será una decisión difícil, porque cabe imaginar un sinfín de intereses contrapuestos. Es un sillón difícil el del Consejero de Educación. El problema ahora es el de la confianza. Habrá que esperar a que se nos despejen las dudas y las autoridades sean capaces de devolver confianza a los comedores y hagan desaparecer toda clase de gusanos.

No creo que lo consigan. Una vez sembrada la desconfianza es inútil cualquier esfuerzo. Piénsalo bien. Imagínate entrando en el jardín de un psiquiátrico. Imagina un día espléndido de sol en que los enfermos salen a pasear en compañía de las personas que han venido a visitarlos. Imagínate que tú eres uno de ellos, un visitante que llega por primera vez a ese lugar. ¿Cómo podrías saber si todas esas personas que ves están sanas o enfermas? No lo puedes saber, pero en tu mirada se dibujará la duda y a cada persona que veas la someterás a juicio. Enseguida te das cuenta de que esas personas que te miran están poniendo en duda igualmente tu cordura. Hace apenas unas horas he sentido la fascinación de esta idea. Dos mujeres sentadas en un banco. ¿Cuál de las dos es la que está enferma? La confianza es la única prueba. Y además resulta que la línea que separa la cordura de la insania es una línea que se dibuja muy delgada.


Y ahora permite que te haga algunas preguntas sin sentido: ¿por qué nos repelen los gusanos? ¿Por qué nos asusta la enfermedad? ¿Qué hay en el corazón de Ángel para que su latir sea disparatado? ¿Qué tiene Manel en su cerebro para que su cuerpo escupa inestabilidad? ¿Qué se esconde en el tumor encapsulado de Bernardo que no afecta en nada a esa maravillosa forma suya de cantar? Todo es cuestión de confianza. Saber que la siguiente cucharada está vacía de venenos, que la teja suelta caerá a diez centímetros de mi espalda, que el virus mortal que acaba de llegar de África está congelado en la sonrisa de los misioneros que se empapan de muerte cada mañana sin parpadear. Esa confianza quiero para ti, para que sepas que la carrera del domingo, esa carrera de Mujeres contra el cáncer de mama, no es solo un brochazo rosa en la mañana, es una cuestión de confianza para que sepamos tú y yo y todos que no hay gusanos a la vista, que está limpia la manzana y que importa poco quien se sienta en el banco incierto de la locura. Lo del plan de asfaltado quede para la tertulia, que ahí sí que nos va a hacer falta un ejercicio de confianza.

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