Se ve que hay alguien que no
entendió bien aquello de que a los niños les gusta comer gusanitos. Los
gusanitos que les gustan a los niños no saben nadar en la sopa. Todo lo demás,
la discusión sobre si se comieron o no se comieron las larvas, la cuestión de
la inocuidad si las hubieran comido, incluso si el historial de la empresa de
catering es intachable y por eso merece confianza o si solo es un gigante del
sector que se come los contratos por deglución instantánea, no tiene la menor
importancia. La cuestión es que las larvas de gusanos aparecieron en la sopa y
a cualquiera que lo piense un poco le parece que eso es inaceptable, aunque no
signifique que alguien pretende envenenar a nuestros escolares.
Todavía la semana que viene
estaremos hablando de gusanos. Los técnicos informarán, la administración sopesará
los informes, la Consejería decidirá y estoy seguro de que será una decisión
difícil, porque cabe imaginar un sinfín de intereses contrapuestos. Es un
sillón difícil el del Consejero de Educación. El problema ahora es el de la
confianza. Habrá que esperar a que se nos despejen las dudas y las autoridades
sean capaces de devolver confianza a los comedores y hagan desaparecer toda
clase de gusanos.
No creo que lo consigan. Una
vez sembrada la desconfianza es inútil cualquier esfuerzo. Piénsalo bien.
Imagínate entrando en el jardín de un psiquiátrico. Imagina un día espléndido
de sol en que los enfermos salen a pasear en compañía de las personas que han
venido a visitarlos. Imagínate que tú eres uno de ellos, un visitante que llega
por primera vez a ese lugar. ¿Cómo podrías saber si todas esas personas que ves
están sanas o enfermas? No lo puedes saber, pero en tu mirada se dibujará la
duda y a cada persona que veas la someterás a juicio. Enseguida te das cuenta
de que esas personas que te miran están poniendo en duda igualmente tu cordura.
Hace apenas unas horas he sentido la fascinación de esta idea. Dos mujeres
sentadas en un banco. ¿Cuál de las dos es la que está enferma? La confianza es
la única prueba. Y además resulta que la línea que separa la cordura de la
insania es una línea que se dibuja muy delgada.
Y ahora permite que te haga
algunas preguntas sin sentido: ¿por qué nos repelen los gusanos? ¿Por qué nos
asusta la enfermedad? ¿Qué hay en el corazón de Ángel para que su latir sea disparatado?
¿Qué tiene Manel en su cerebro para que su cuerpo escupa inestabilidad? ¿Qué se
esconde en el tumor encapsulado de Bernardo que no afecta en nada a esa
maravillosa forma suya de cantar? Todo es cuestión de confianza. Saber que la
siguiente cucharada está vacía de venenos, que la teja suelta caerá a diez
centímetros de mi espalda, que el virus mortal que acaba de llegar de África
está congelado en la sonrisa de los misioneros que se empapan de muerte cada
mañana sin parpadear. Esa confianza quiero para ti, para que sepas que la
carrera del domingo, esa carrera de Mujeres contra el cáncer de mama, no es
solo un brochazo rosa en la mañana, es una cuestión de confianza para que
sepamos tú y yo y todos que no hay gusanos a la vista, que está limpia la
manzana y que importa poco quien se sienta en el banco incierto de la locura.
Lo del plan de asfaltado quede para la tertulia, que ahí sí que nos va a hacer
falta un ejercicio de confianza.
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