Es una consecuencia de la piratería digital. En todos los
sectores afectados por el fenómeno se desarrollan estrategias para generar
nuevas formas de ingreso distintas del pago directo por las compras, porque los
consumidores hemos dejado de comprar determinados productos al poder acceder a
ellos de forma gratuita a través de la red, ya saben, libros, discos,
películas, juegos de ordenador,… Y las empresas, en algún caso, como por
ejemplo el de ciertos videojuegos, han optado por ofrecer gratis sus productos
y buscar otras formas de ingreso. Es lo que en el argot se llama free to play.
No es nuevo, pero es un fenómeno que me interesa, porque me parece que el modo
en el que los adolescentes abordan la vida indica cómo será el mundo que
construyan cuando sean mayores. Y a lo que les estamos acostumbrando es a una vida
en la que, de entrada, muchas cosas que nos interesan se nos dan gratis.
El problema estriba en que este tipo de juegos, que además
en su mayor parte están pensados para ser jugados en red, terminan por no
jugarse en igualdad de condiciones de los jugadores, porque la necesidad
evidente de las empresas de obtener ingresos les ha llevado a la puesta en
práctica de estrategias como el conocido “pay to win”, por la cual se ofrece a
los jugadores la posibilidad de pagar dinero por obtener ventajas en el juego
frente a otros jugadores, de manera que terminan teniendo más éxito a la hora
de jugar que los que simplemente se basan en su habilidad y esfuerzo. Al
principio se les ocurrió sencillamente meter publicidad o cobrar a los
jugadores por personalizar su experiencia de juego, lo que venía a ser más o
menos pagar por ser diferente o pagar porque los otros sepan que he pagado.
Claro que el paso siguiente es inmediato: mejor pagar por algo útil, pagar
sencillamente por tener ventaja a la hora de jugar. Ese es el asunto que me
parece interesante, darme cuenta de que hay muchas personas que, dado que es
gratis jugar, no se conforman con la experiencia del juego, sino que lo que
quieren es, por encima de todo, ganar. Ya, ya sé que todos, cuando jugamos, lo
hacemos para ganar. Lo inquietante es que el juego deje de tener interés en sí
mismo. Yo sigo siendo de los que disfrutan de una partida de ajedrez aunque
pierda siempre y de los que pagan gustosamente el café por haber perdido al
mus. A mí me educaron en la adolescencia en la belleza del juego y creo en que
es más importante disfrutar que resultar ganador. Quizá por eso nunca he sido
un trepa.
Me preocupa que a los chicos de hoy les estemos enseñando a
triunfar a base de dinero, que digamos tan claramente que el asunto es pagar
por ganar. Quizá estemos construyendo una sociedad muy distinta de esa con la
que habíamos soñado cuando teníamos dieciocho años. Lo cierto es que cada vez
lo veo más claro: en el fútbol, en las universidades, en el mundo de la
empresa, lo que se lleva es pagar por ganar. Se ve que en el asunto de los
trenes en León a alguien se le ha olvidado comprar las ventajas para el juego
y, aunque jugaremos, porque, como es gratis, jugamos todos, la cosa del AVE
parece que se quedará en un discreto apeadero. Igual había que haber preguntado
dónde está la ventanilla y cuánto cuesta, pero seguro que esto que digo es una
barbaridad y, en realidad, todo responde a evidentes cuestiones técnicas y
presupuestarias. Tres con las que saques, decíamos jugando a los chinos. Y
muchas veces perdías, pero no siempre.
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