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sábado, 15 de noviembre de 2014

Veintiún euros. (En Hoy por Hoy León, 14 de noviembre de 2014)

Del otro lado del mundo me llegó un mensaje para nosotros, los que tenemos vidas complicadas. El mensaje era sencillo, porque solo lo sencillo es útil para iluminar lo complicado. Es un dibujo en el que se ve a Winnie the Pooh caminando por la nieve junto a su amigo Piglet. “¿Qué día es?”, pregunta Pooh. “Es hoy”, le contesta su amigo. “Mi día favorito”, sentencia el oso. Algo sencillo para simplificarnos a los que tenemos vidas complicadas.

Llenamos nuestras vidas de complicaciones. ¿Cuál es tu día favorito? ¿El viernes? ¿El sábado? ¿El lunes? ¿Los martes que son día impar salvo los que caen en trece? ¡Con lo sencillo que es encontrar la respuesta correcta: mi día favorito es hoy! Pero no somos capaces de evitar la complicación. Y creo que la clave está en desnudarnos de tanta seriedad y madurez y recuperar algo de la mirada inocente de los niños que todavía queda en algún reflejo de nuestra pupila. Hay un ejemplo de esto que te cuento en un vídeo que también me llega del otro lado del mundo, esta vez a través de internet. Se llama “50 personas, 1 pregunta”. La pregunta es sencilla: ¿si pudiera cambiar cualquier cosa de su cuerpo, qué cambiaría? La mayoría de los adultos a los que se hace la pregunta contestan cosas del estilo “mi frente”, “mi cara regordeta”, “mis estrías de después del embarazo”, “mi nariz”, “mis orejas”, pero todos sienten la necesidad de además de contestar a la pregunta dar una explicación. “Me gustaría cambiar mi piel, porque desde pequeña siempre he tenido acné y eccemas” y todos hablan de lo mucho que sufrían por sus pequeños defectos físicos cuando eran niños. En cambio, cuando esa pregunta se le hace a un grupo de niños, las respuestas no son en absoluto complicadas. Muchos dicen que no cambiarían nada, que están muy bien como están, pero, si tuvieran que cambiar algo, quizá les gustaría tener una cola de sirena o una boca de tiburón, el poder de la teletransportación, unas alas para volar. Ser niño es ver con claridad. Luego las cosas se complican y ya no hay manera de ver el mundo con la sencillez que merece.


Te cuento esto porque en esta semana he sentido la locura de la complicación del mundo de los adultos y he decidido ser Winnie the Pooh. Hoy es mi día favorito. Por eso no voy a hablar de las noticias, ni siquiera de las buenas. Lo decidí a principio de la semana cuando tuve que escuchar que se había detenido a la madre de un bebé de 18 meses que había aparecido muerto en una maleta en la vía del tren, cuando escuché que habían apresado al presunto autor del asesinato de una mujer de 90 años en El Burgo Ranero. ¿Cómo podemos complicar tanto las cosas? No sé qué contestaría el inminente Presidente de la Diputación, Emilio Orejas, si le preguntasen qué cambiaría. Quizá eso que dice el PSOE de los dos mil ochocientos euros, o lo del censo, o aquello otro de los seis mil euros de la cruz. La vida de los adultos se hace a veces muy complicada. Por eso yo quiero ser esta semana Winnie the Pooh y pensar que las cosas son tan sencillas como deben ser. Por cierto, y hablando de gente sencilla, ¿has visto el anuncio de la lotería? Sí, el de los veintiún euros por un café. A Winnie the Pooh le gustaría poder pensar que esas cosas pasan, que no todo es lo que nos llega del mundo cenagoso de la política o de los sucesos y que hay gente sencilla que realmente cree que “El mayor premio es compartirlo” y que, además, lo comparte de verdad.

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