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viernes, 12 de diciembre de 2014

El Senado y el Pueblo. (En Hoy por Hoy León, 12 de diciembre de 2014)

Hace apenas un rato, a eso de las diez de la mañana, ha habido un encuentro en un Instituto de Educación Secundaria de las afueras de León entre senadores de nuestra provincia y un grupo de alumnos y alumnas del centro. El motivo ha sido recordar que el día seis, aunque cayera en sábado, fue un día especial y, como todos los años, se celebró el día de la Constitución. No vamos a entrar en el qué del asunto, si la muchachada se ha portado bien, si los senadores han estado o  no aburridos o si las preguntas del debate han sido interesantes, sino que preferiría que pensáramos sobre el porqué, sobre la necesidad de que tengan lugar este tipo de actos.

Siempre que escucho la palabra Senado me acuerdo de los romanos y me imagino los estandartes de las legiones avanzando imparables por un mar de conquistas. Me figuro aquellas siglas recortadas en oro sobre un fondo granate, el Senado y el Pueblo de Roma apareciendo triunfantes sobre las cabezas de todo bárbaro circundante. La civilización venciendo inexorable a la barbarie. La sofisticada filigrana de las siglas bordadas en la tela del imperio arrasando poblados, colmando esta tierra nuestra de castañas, acueductos, calzadas, baños, glorias, alcantarillado, minas de oro, leyes, poesía, teatro, teatros, circo, música, mosaicos, estrategia militar, orden y concierto. Imágenes del éxito de la razón y del derecho, con la ayuda inestimable de las máquinas de guerra, sobre la estampa bucólica de aldeuchas de chozas redondas con techos de paja. Sí, el Senado y el Pueblo de Roma extendieron la civilización, la ingeniería, el refinamiento cultural, la ley.

Hoy no distinguimos así. Hoy decimos que el Senado no es algo distinto del pueblo, porque en nuestra sociedad no hay esa distinción entre patricios y plebeyos que obligaba a los romanos a separarlos. Hoy sabemos que el poder es exclusivamente del pueblo, que no hay más poder que la Soberanía Nacional y que el pueblo delega ese poder en las Cámaras de Representantes, por lo que el Senado no es como el Senado Romano, aunque a alguno pudiera parecerle. Y por eso los representantes del pueblo, elegidos en las elecciones, sienten de vez en cuando la necesidad de seguir algún programa institucional para acercarse a la realidad del pueblo y esa es la clave del asunto que nos ocupa, que, como resulta que en la urna del Senado, la vida se ve pasar a través de un filtro de metacrilato y leyes, suelos enmoquetados y paredes forradas de maderas, conviene de vez en cuando salir de la torre de marfil e ir un poco más allá del coro de los grillos que cada tarde recuerdan a sus señorías por qué les han votado o por qué han sido elegidos para aparecer en una lista de posibles candidatos. El mundo existe, el mundo del pueblo existe y el Senado se acerca a él para saber si tiene fiebre, si estornuda, si está bien arropado.


Me parece bien. Menos es nada. La pena es que me imagino que la primera página de todos los informativos de hoy en León será para la vuelta a la vida en libertad de Marcos Martínez y esta iniciativa de los senadores de conocer un par de centros educativos de la ciudad pasará más desapercibida que la fugaz visita de Míster Marshall en la película de Buñuel. Y las castañuelas estarán pendientes de cómo el anterior Presidente de la Diputación administra sus silencios y cómo dobla los pliegues de la manta, por si hay que mirar por dónde empiezan los tirones.

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