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viernes, 18 de diciembre de 2015
Estar en Paz. (En Hoy por Hoy León, 18 de diciembre de 2015)
Anoche me decía una amiga
que lo único que realmente importa es estar en paz. Sentir esa paz interior que
te permite la felicidad. Ya sabes que había unos griegos sabios que hablaban de
que la felicidad es no necesitar nada, alcanzar la apatía o la
imperturbabilidad. La idea es que la felicidad no es algo que se tiene o se
alcanza, sino que lo que debe perseguirse es la lucha contra la infelicidad,
algo así como una doble negación: no se trata tanto de ser feliz, como de no
ser infeliz. No es esta la idea de esa amiga que te hablo. Ella me decía que es
posible alcanzar un estado de paz que se convierte en gozo y que esa paz no es
ausencia de daño, sino que es un estado positivo, un estado de creación, aunque
desde luego no es posible esa paz en medio de la violenta agitación de la
hiperactividad del universo consumista. Para alcanzar esa paz interior hay que
frenar la mente, liberarse de los deseos, permanecer más allá de toda necesidad.
Como resulta que no
volveremos a encontrarnos hasta el viernes ocho, quería dejarte dicho esta
mañana este deseo para las fiestas y el año nuevo. Mi deseo es un deseo de paz.
Te deseo que estos días, en los que comeremos turrón mientras los políticos que
elijamos el domingo se reparten el turrón del poder, sean para ti días de paz y
que esa paz se extienda al año que empieza en dos semanas y -¡por pedir que no
quede!- al resto de los días de nuestras vidas. ¿Cómo lo ves? ¿Crees que este
mundo alocado nos permitirá vivir en la paz? Me siento como un hippie setentero
hablándote de paz y amor, pero créeme que es lo que me sale, porque creo que es
verdad lo que me decía ayer esta amiga, que solo se puede ser feliz viviendo en
la paz. Y yo quiero añadir que en la paz y en el amor.
Y algo de esa paz sentía el
domingo pasado paseando por la ribera del Bernesga cerca ya de las huertas de
Lorenzana. Hablaba con Juan Carlos de sus nogales y de unos almendros jóvenes que casi
le comen las ovejas, de los melocotoneros que se le están dando en el huerto y
que nunca pensó que se pudieran dar en esta tierra, pero que él se atrevió a
plantar y que le están sirviendo quizá para demostrar que eso del cambio
climático está empezando a ser más que una teoría. Me enseñó las sendas por las
que anda la nutria, los caminos que usa para entrar y salir del río, las
trochas de los jabalíes. Me contaba historias de otros tiempos, de cuando el
matarife de Rioseco se iba al río Luna para pescar truchas con arpón.
Juan Carlos caminaba
en paz, acomodándose a mi paso, hasta que llegamos a Lorenzana y torció su
camino, justo cuando íbamos a empezar a hablar de filosofía. Al dejarme solo me
dio por pensar en la paz, la paz de la arboleda, la paz del río, la paz de un mirlo
de pecho blanco señalando la pureza de las aguas debajo del puente de Carbajal.
Pensé que esto de la paz es una tarea de todos, una construcción común. Me
gustaría señalar a esos pequeños héroes silenciosos, esos constructores de la
catedral de la paz que se esconden en el anonimato de sus pequeñas acciones. Te
hablo por ejemplo de un muchacho de quince años entre la espada y la pared, un
héroe que da la cara por la paz, a pesar de sentirse apresado entre los
sentimientos de lealtad a su familia y la lealtad a su conciencia. Es un héroe
porque ha optado por su conciencia y ha dado un paso valiente y silencioso a
favor de la paz. Algunos se dejan la vida en ello, pero no es necesario, porque,
como dijo un amigo electricista, lo que cuenta es la intensidad.
viernes, 11 de diciembre de 2015
Medias de cristal. (En Hoy por Hoy León, 11 de diciembre de 2015)
Así es que resulta que León
es una ciudad fría. Ya sabes. Parece ser que la Agencia Estatal de Meteorología
dice que en León hay una temperatura de entre dos y seis grados más fría que la
que realmente hay. Yo creo que a la mayoría nos da igual, grado arriba grado
abajo. Quiero decir que no me parece que el cliché de que León es una ciudad
fría vaya a desaparecer porque midamos de otra manera la temperatura.
Lo que dicen los expertos que debe contar es
la sensación térmica, no el frío dato que señala el termómetro. Me gusta esta
idea como punto de partida para la reflexión. No es el hecho lo que importa, el
dato registrado por una escala previamente convenida, sino lo que sentimos, la
sensación que ese hecho medido tan precisamente nos puede provocar. ¿Y cómo
medimos esa sensación? ¿Acaso no es esa una cuestión subjetiva? ¿Cómo vamos a
poder ponernos de acuerdo sobre una escala de sensaciones térmicas si cada uno
tiene una experiencia única y privada de lo que siente? En general vale decir
que cada uno tiene una experiencia de cada una de las cosas que componen la
realidad, cada uno de los aconteceres que escriben la historia. Lo hermoso es
componer una verdad intersubjetiva, desde lo que cada uno siente, sabiendo que
eso es algo privado e imposible de comunicar. Eso evitaría muchos casos de
invasión del territorio del otro y resolvería situaciones en las que el
hablante no transmite lo que quiere decir, aunque los otros crean entenderlo.
He aprendido muchas cosas en
los libros. Yo soy, como decía Enrique, el practicante de mi pueblo, uno de
esos tontos adulterados por el estudio, pero he aprendido desde muy pequeño que
en cada uno hay una sensación respecto a todo lo demás que es personal, tan
personal que no es intercambiable, ni tan siquiera puede ser objeto de
comunicación. Por eso hay que aprender a escuchar al otro, aprender del otro.
Esto me lo enseñó una persona muy querida, otro de esos tontos adulterados por
el estudio, pero uno que tuvo además la fortuna de ver mundos diversos. ¿Te
imaginas un marinero nacido en un pueblo del corazón de La Mancha? Date cuenta
de lo que te estoy contando. Te estoy hablando de un hombre que nació en medio
del desierto de La Mancha y que vivió media vida embarcado, cruzando el Atlántico
en barcos de toda clase. Barcos mercantes, barcos transatlánticos que eran
palacios flotantes sin la masificación de los actuales cruceros. Imagina las
sensaciones de un muchacho de un pueblo manchego que abre los ojos en Nueva
York, en Uruguay, en el cóctel de un lujoso crucero de los años cincuenta.
Imagínate lo que me ha enseñado en cientos de conversaciones insaciables sobre
lo divino y lo humano. ¿Y dices que la gente igual no viene a León porque el
hombre del tiempo dice que hay dos grados menos de los que realmente hay? No te
creo. Yo que he visto el horizonte en los ojos de este marinero, te digo que el
que tiene que ir va, sea la sensación térmica que sea. Me cuenta mi madre que
les trajo por primera vez al pueblo un recipiente de plástico y les pareció una
cosa de magia, como les parecieron cosa del demonio unas revistas con anuncios
demasiado atrevidos para la época, como les parecieron cosa de ricos aquellas
telas tan finas, tan delicadas, telas que nunca habían podido tocar, otras sensaciones.
Como la del tacto en la piel de los muslos de esas prendas que trajo por
primera vez al pueblo el marinero, las medias de cristal.
¿La sensación térmica?
Ahora yo quiero creer que la que diga el termómetro de la farmacia.
viernes, 4 de diciembre de 2015
Un tiempo sin fisuras. (En Hoy por Hoy León, 4 de diciembre de 2015)
En
el Bar de Sergio, en Méizara, a media tarde, hay una partida de cartas que se
juega al margen del tiempo. No sé decirte si es al bridge o al cinquillo a lo
que se juega, me inclino más por lo segundo, pero eso no tiene ninguna importancia,
porque lo que se aprecia al abrir la puerta es esa sensación de tiempo detenido
en la que tanto nos gusta mecernos. Y te señalo que es a media tarde, cayendo
en una inconsistencia aparente, para situarte a propósito en un momento
impreciso del día. Un momento vago en el que se aplazan los quehaceres del
huerto y de la casa.
Te
hablo del tiempo detenido para referirme a esa experiencia de la vida al margen
del reloj. Me pasa en algunos sitios, que todavía no sé decir si es que los
relojes de la pared están parados o es que el tiempo se detiene para poder
vivir con intensidad absoluta todo lo que ocurre. Pero el tiempo detenido es
también la muerte. “Hasta aquí tus pasos, desde aquí tus obras”. Hay una línea
en medio, precisamente la línea que separa el tiempo del no tiempo. La línea
que separa tus pasos en la vida de las obras que quedan en tu historia. Está
escrito al lado de la puerta del cementerio de Méizara. Quizá tendría más
sentido si la inscripción estuviese colocada en el suelo, justo en la puerta,
en el lugar en que hemos convenido colocar la entrada al universo sin tiempo.
Pero me gusta conversar mirando al reloj de la pared que mantiene clavadas sus
agujas en el mismo punto de encaje con las cosas desde que hemos empezado a
hablar. En el banco de la entrada del cementerio, dos rosas de papel
abandonadas y desde allí, un camino entre maizales que deja a la izquierda el
corredor verde hasta Mozóndiga. Una plantación de avellanos y los fortificados
de paleras en las zonas más húmedas, alrededor de las huertas. Un camino
enganchado al cielo, como cualquiera de estos que se andan por el Páramo, un
camino para entrar en el tiempo por el único punto que es posible: ahora.
No
me invento la experiencia del tiempo sin tiempo. La recordamos todos de cuando
éramos niños, de cuando el columpio de los días se colgaba en las ramas de la
tarde y nos dejábamos las rodillas en la tierra de las eras o en el cemento de
la plaza. ¿A quién le he oído decir hace nada que ser niño era no tener
rodillas? Y este es el punto, el ahora por el que se cuela la actualidad. No sé
si lo sabes, pero me gusta, antes de sentarme a escribir este artículo, mirar
en la web de Radio León las noticias del día y, a veces, bucear por alguno de
los temas de la semana. Anoche me tropecé con la noticia del alijo de
chocolate. No de hachís, sino de chocolate Lindt, bombones Ferrero Rocher,
tabletas de turrón Suchard y Lacasitos. Y resulta que era la noticia más
visitada a esa hora de la noche en la que yo miré la página. ¿Ves? El tiempo
detenido, el interés del mundo colgado en la merienda, y es que, entre todas
las noticias del día, la que más nos llama la atención es esta del robo del
chocolate, porque nos devuelve a un tiempo sin fisuras. Si te fijas bien en la
foto del alijo, al fondo se ven unos estuches de Avecrem, como diciendo que la
vida necesita un pellizco de caldo, un extra de sabor artificial para añadir al
chocolate. Y la prueba de que no todo es dulce son las latas de atún que
aparecen en primer término. Es una mezcla como la de esta campaña electoral
navideña que hoy empieza, competencia feroz entre reclamos del voto y luces de
colores.
Cómo me gustaría recuperar aquel tiempo en el que es auténtico todo lo
que sucede. Un tiempo sin fisuras.
domingo, 29 de noviembre de 2015
viernes, 27 de noviembre de 2015
Breve historia del futuro. (En Hoy por Hoy León, 27 de noviembre de 2015)
Hasta el día 4 de enero, se
presenta, en el Museo del Louvre, una exposición temporal bajo el título “Una
breve historia del futuro”. El título hace referencia a un ensayo de un
economista que en su día, aún siendo capaz de hacer historia del futuro, no supo
prever la crisis de 2008. Hoy, tanto tiempo después, es el comisario de esta
exposición temporal, una exposición que, por cierto, fue duramente criticada en
algunos foros franceses en el momento de su inauguración. Cuando caminas junto
al Louvre y te fijas en los carteles, tienes que quedarte pensando si no se
tratará de una provocación. ¿Bello o sublime?, preguntaba provocador cierto
profesor de estética. Hay un segundo en el que cambia tu vida y en el segundo
anterior no puedes ni imaginar que algo como lo que te ha sucedido te pudiera
suceder. Por eso es por lo que me parece tan provocativo anunciar una historia
del futuro, a no ser que consideres que la historia es una forma de literatura
y pertenece al terreno de la invención. Entonces sí. Entonces te permito que me
hables de una historia de lo que está por venir. Pero dime que esa historia es
un cuento, porque lo que veo es que nadie es capaz de prever el horror.
Eso dicen en una cadena de
televisión francesa que precisamente en estos días ha lanzado una campaña
publicitaria para una serie que inició el martes la sexta temporada con el
eslogan “Va a hacer falta resistir”. Ignoro de qué va la serie, pero la
coincidencia en el tiempo con las circunstancias del pueblo francés tras los
atentados hace que ese eslogan sea una breve historia del futuro. Porque parece
que es eso lo que toca. Toca resistir. Claro que tampoco es nuevo, porque hace
mucho tiempo que venimos resistiendo. Solo que cuando lo ves escrito en la
trasera de un autobús y ves en la acera a cuatro soldados preparados para la
guerra, la resistencia es otra.
Te cuento estas cosas porque
te estoy hablando desde un pueblo del cinturón de París, un pueblo a dos
paradas de tranvía del centro de ese barrio que se ha hecho célebre tras los
atentados. Te digo que paseo por las calles desiertas sin ningún temor, que el
tranvía que atraviesa Saint Denis venía el miércoles abarrotado de trabajadores
que volvían desde el centro a su barrio mientras en los bares se veía a los más
jóvenes disfrutar a través de la tele de la victoria del PSG en Suecia. Es un
barrio con mucha población árabe, las mujeres señalan su condición con sus
pañuelos y los hombres se saludan con cuatro besos y se llaman “habibi” al
verse. En los edificios, monstruosos edificios construidos para dar cobijo a
tanta mano de obra barata, descansan marroquíes, argelinos, senegaleses,
chadianos, qué se yo qué, todos nacidos en Francia, hijos de padres también
nacidos en Francia y puede que hasta abuelos nacidos asimismo en suelo francés.
Estamos aquí para hablar de educación con los que enseñan a sus hijos. Hemos venido
desde León para ver cómo trabajan, para compartir experiencias, para ver la
posibilidad de exportar a Armunia alguna de las cosas que hacen y para
facilitar que puedan recorrer Europa los muchachos y muchachas con menos
recursos de nuestras escuelas. Te digo que nadie habla de los atentados, que
todos siguen el curso de la vida diaria con la normalidad que les exige su
grandeur. Lo hablaba con Borja ese mismo miércoles: Paris está en la calle como
si nada. Aunque hay mucha gente que tiene miedo, más en provincias que en la
capital, el miércoles París brillaba con la lluvia, ¿quién lo habría podido
adivinar?
viernes, 13 de noviembre de 2015
Enmarañados. (En Hoy por Hoy León, 13 de noviembre de 2015)
La política está enmarañada,
quien la desenmarañará, el desenmarañador que la desenmarañare, buen
desenmarañador será. Uno se niega a pensar que la democracia sea solo un juego
de palabras o una sopa de letras. Fíjate que ayer por la tarde, hablando con
una niña adolescente y con su madre, se nos coló en la conversación un pasaje
de Platón, ese en el que se habla de que el “camino recto del amor, ya se guíe
por sí mismo, ya sea guiado por otro, es comenzar por las bellezas inferiores y
elevarse hasta la belleza suprema”, hasta alcanzar la belleza en sí, el
conocimiento de lo bello en sí mismo, descubriendo la belleza en todo, desde
los cuerpos bellos, a las bellas ocupaciones y de éstas hasta las bellas
ciencias. La verdad es que no soy yo muy de Platón, pero en esto del amor sí
que anduvo fino y quizá El Banquete sea uno de los libros más recomendables
para acercarse a la filosofía por primera vez. Es preciosa la explicación de
cómo andamos buscando a nuestra otra mitad, pero no te voy a dar muchos
detalles de eso, que ya te lo sabes.
La candidatura estaba
enmarañada y ahora se desenmarañó. Yo preferiría seguir hablando del amor,
porque el amor es lo único que queda cuando cerramos la puerta de nuestros días
y es algo que ya sabemos, que una vida sin amor no merece la pena ser vivida. Y
sin embargo ponemos el foco en otras cosas. Inventamos historias sobre nosotros
mismos para hacernos más interesantes, para parecer más altos nos ponemos
alzas, nos colocamos fajas para parecer más flacos, hasta nos creemos tener
títulos que nunca hemos conseguido, como nos pasa a los del atleti, que nos
creemos que fuimos campeones de Europa dos veces aunque solo fuera unos minutos.
Por eso las cosas se enmarañan. Se mezcla realidad y ficción, se funde teatro y
locura, como en una representación de Marat – Sade, ese momento entre las
butacas en el que el único cuerdo es el observador que ama su silencio y deja
que las palabras se le claven como cuchillos en el corazón. Uno del público. El
Público. Vuelta a jugar con las palabras en la sopa de letras de la política y
convertir Marat – Sade en Sadat Maraña, ficción, realidad, literatura.
Hace nada nos ha estado
contando Paz Brasas de su Teófilo. Yo cuando veo en mi imaginación la belleza
de las bestias de la catedral, me doy cuenta de que son personajes de
DreamWorks, que tienen la fuerza de las cosas bellas, que están a un paso de lo
que decía Platón, bien lejos de la maraña de empujones por aparecer en lo más
alto de las listas. Pobre Platón con su utopía de una República ideal
construida sobre la base de la educación de cada uno según su alma, si viera
las filigranas para encajar los nombres adecuados. Es Lagarto, apoyado en el
muro, llorando. ¿Pero una escultura de piedra puede llorar?
A veces pasa. A veces pasa
que la cosa se enmaraña y luego se desenmaraña. Y el silencio de la piedra se
vuelve música y hay un niño que quiere que su padre lo lleve a ver una calleja
que no existe, todo porque lo ha leído en un libro editado con un gusto
exquisito, ilustrado con genio y escrito con toda la belleza del amor por las
cosas, la gente, la infancia. A diferencia de los que se inventan a sí mismos
para crecerse, los hay que hacen cosas y las hacen valer. Las listas ya
empiezan a estar listas y veo que en ellas no hay ni un abrigo de paño rojo, ni
una bufanda de punto.
viernes, 6 de noviembre de 2015
La piel de lo sagrado. (En Hoy por Hoy León, 6 de noviembre de 2015)
Con todo lo que se está moviendo por las redes sociales con
el tema de la entrada al aparcamiento en la Plaza Mayor, debería centrarme hoy
en eso y hacer unas risas con el tema de la jaula. Seguro que solo recogiendo
lo que el ingenio popular ha ido inventando, se me cierra el artículo sin
pestañear. Lo que pasa es que ya traigo comprometido el tema desde el sábado y
no puedo faltar a mi intuición.
Me había propuesto no hablar
de Halloween, porque me parece que todo el debate sobre si es una fiesta
importada o si nos estamos dejando comer el terreno en nuestras tradiciones es
un debate baldío. Las tradiciones no son puras, quiero decir que siempre
encontramos en toda tradición cultural una pequeña variación con respecto a la
del vecino y también nos damos cuenta de que nuestras tradiciones se van
modificando en función de lo que nos llega de otras culturas. Así es como se ha
ido produciendo la evolución cultural, con esos dos fenómenos de enculturación
y aculturación jugando una disputa dialéctica continua. Afortunadamente las
tradiciones cambian. Te lo cuento porque estuve conversando este domingo con
una compañera que defendía el Holywins, esa fiesta que está promocionando la
Iglesia Católica frente a la invasión americana de disfraces, calabazas y
caramelos. Recuperar la tradición de Todos los Santos me parece bien, ¿por qué
no? Aunque creo que es un error negar la evidencia de la importación cultural
de la fiesta americana. Lo gracioso es que esa fiesta americana es una fiesta
europea que exportaron los irlandeses al otro lado del océano. Hallowen
proviene de la expresión All Hallows' Eve, que quiere decir literalmente
“Víspera del Día de Todos los Santos”, una fiesta católica, mira tú por dónde.
Y esa fiesta católica procede de las fiestas romanas que sustituyeron a las
fiestas de tradición celta que celebraban el final de la temporada de cosechas
y el principio del invierno. Vamos, lo que ya sabíamos, que todos somos lo
mismo.
Resulta que este sábado
coincidió que pasé la tarde en Toledo y tuve la ocasión de ver esto del
Holywins. Los niños que se habían vestido de santo estaban pendientes de saber
cuándo se terminaba la fiesta y podían finalmente ir con sus amigos de puerta
en puerta pidiendo caramelos disfrazados de Spiderman. Bueno, esto solo lo
imagino, pero tenían los pobres cara de agobio, cara de no entender qué era lo
que se estaba celebrando. Yo te digo que me encantaba la tradición de
representar el Tenorio la noche de difuntos, pero entiendo que a los muchachos
del whatsapp, aquello de “llamé al cielo y no me oyó” les parezca extraño. Nos
quedamos en la piel de lo sagrado. Nos perdemos en aristas que no son nervios
profundos de la vida.
Te digo también que en la
Casa de Cultura de Vilecha había preparada una fiesta de Halloween para el fin
de semana. Lo sé porque el domingo todavía estaban los adornos. También sé que
no se celebró, porque había muerto una mujer muy joven de forma inesperada. Y,
¿sabes? Ahí es donde yo creo que enseguida descubrimos lo que está en la
profundidad de lo sagrado, porque esa mujer, con su muerte, salvó muchas vidas.
La tristeza de sus hijos, la pena profunda que borró de Vilecha cualquier
posibilidad de fiesta, tiene un brillo de esperanza escrito en las personas que
hoy viven gracias a ella, gracias al sencillo gesto de haber dejado dicho que
quería donar todos sus órganos cuando muriera. Y eso sí que es sagrado.
sábado, 31 de octubre de 2015
Obra Menor. (En Hoy por Hoy León, 30 de octubre de 2015)
A cualquiera le pasa que
empieza un proyecto con la idea de hacer una obra menor y la cosa se le va de
las manos y empiezan a surgir posibilidades y un poquito de aquí y un poquito
de allá y el proyecto termina siendo una cosa diferente. A unos les sale una
terraza en el chalé, a otros un bar en la Plaza Mayor y hay a quien le sale un
restaurante de una franquicia famosa en todo el mundo. Yo no digo que sea este
el caso. No tengo ni idea y, si me apuras, tampoco quiero enterarme mucho, aunque
creo que es lo que siempre se ha dicho de la mujer del César, que no solo debe
ser honrada, sino que además debe parecerlo. No te digo ya nada del César. Por
eso me parece que todo el asunto del KFC y su edil promotor es un asunto que ya
debería estar resuelto. Todo debería estar sobre la mesa y posiblemente el
concejal debería haberle puesto las cosas fáciles al alcalde, no sé si
dimitiendo o explicando claramente toda la situación, para que efectivamente
todo el mundo comprenda con claridad que no hay ninguna irregularidad, si es
que es el caso. “No puedo ya más”, debería de haber dicho. “Ya más, no”.
Lo que pasa es que estamos
tan acostumbrados a hacer las cosas como nos parece, que creemos que todo vale.
Sabemos que los cimientos de la sociedad se construyen sobre la base de leyes
sólidas, pero el día a día de cada uno se construye como uno buenamente va
pudiendo y tiramos para adelante con todo lo nuestro con la idea de que no hacemos
nada malo, con la sensación de impunidad que nos otorga el hecho de que otras
muchas veces hemos hecho las cosas mal y nunca ha pasado nada. Me gusta mucho
ese concepto de obra menor. Apuesto a que en las leyes urbanísticas está
perfectamente definido lo que es eso, pero si jugamos a
retorcer las palabras, la obra menor da mucho juego. Por ejemplo, para
Messi marcar veinte goles en una temporada debe ser una obra menor, como es una
obra menor contar las palomas que hay en un palomar para alguien que sabe
hacerlo. En cambio a mí eso de las palomas siempre me pareció cosa de magia y
al delantero centro del Getafe igual los veinte goles se le hacen muchos. Me
imagino que para el constructor del Taj Mahal, la catedral de Astorga es una
minucia. Solo que a mí me gusta más la catedral de Astorga, creo.
Y hay obras menores que son
regalos del universo. Dime si no te parece un regalo del universo ese beso
furtivo arrancado al tiempo, esa margarita terca creciendo a codazos en medio
de todos los crisantemos, esa cara sonriente para sellar una conversación escrita
en el teléfono. Dime si no es una obra maestra el dibujo de un niño que pinta
en una calabaza todo lo que le dicta el miedo. Pequeñas obras maestras diarias
disfrazadas con proyectos de obra menor. Luego te sale un
porche, el Taj Mahal o un bar en la Plaza Mayor. Son cosas que pasan. Lo bonito
está en descubrir un pequeño tesoro oculto, una obra menor para guardar entre
tules. Fíjate en todo lo que se oculta debajo de la mirada de un adolescente
repleto de piercings, abandonado a su suerte en mitad de esta canallesca
sociedad de culto a la marca y piensa en una batalla de alitas de pollo, una
guerra de muslos y hamburguesas, un festival de kétchup volando de local en
local, locales construidos con licencias de obra que se tramitan tarde o que
incumplen alguna norma, porque, lo sabemos por Billy Wilder, con faldas y a lo
loco nadie es perfecto.
viernes, 23 de octubre de 2015
Muy difícil. (En Hoy por Hoy León, 23 de octubre de 2015)
“A mí es que es muy difícil
que algo no me guste”. La frase es de un amigo, mientras caminábamos por el
bosque que baja del mirador de Panderrueda hasta Oseja de Sajambre. Lo dijo, yo
lo sé, porque comentábamos lo hermoso que estaba el bosque, sacudiéndose el
verde de todos estos meses y luciendo los ocres, los rojizos, los marrones
teñidos por los carotenos. Habíamos dicho que el bosque nos arropaba en la
bajada y hablábamos de la calma, del silencio, de la deliciosa mañana de paseo
y comparábamos la suave marcha de ese día con otras caminatas más exigentes,
con otros paisajes más abiertos, con subidas a cotas más altas. Y no sabíamos
decidir qué momento era más satisfactorio, porque la belleza de ese bosque nos
atrapaba como lo habían hecho en otros días las peñas desnudas de otras
montañas. Y ahí lo dijo. Valdría decir que le gusta la naturaleza y que, en ese
sentido, igual de bien se siente en la arboleda que en la cumbre desnuda, pero
no dijo eso, sino que dijo que es muy difícil que algo no le guste y, cuando
alguien dice eso, se puede tomar por la vía del que no tiene criterio, del que
acepta como buena cualquier situación, del que devora cualquier bocado, el más
zafio y el más exquisito, con el mismo apetito voraz que no permite degustar
nada. En cambio, yo sé que no es así, que hay en la vida momentos en los que
encaja perfecto ese “es muy difícil que a mí algo no me guste”, porque son
momentos en los que sabes que todo es a favor, que ya has superado tantas
pruebas que vas a vivir cada historia como una posibilidad de gozo. Por eso
dijo Carlos que a él es muy difícil que algo no le guste, porque su sabiduría
le permite transmutar cada vivencia en un regalo, y eso que le ha tocado ir
viviendo, como a todos, un buen puñado de tragos malos.
El canchal, eso que dicen
los franceses que se llama “caos de rocas”, en este caso sembrado de rocas
enormes a la derecha del camino, el espectáculo de la montaña derretida, te
deja pensando en tu pequeñez casi en el mismo modo en que te sientes pequeño
cuando alcanzas una cima y admiras el dibujo de la cordillera o tienes el valle
inundado de nubes al alcance de tus pies. Pasear entre aquellas rocas enormes
arrancadas a la montaña, rocas que han ido acogiendo en su propia conformación
un conglomerado de otras piedras, te hace sentir pequeño, es cierto, pero esa
pequeñez te permite comprender que es muy difícil que algo no te guste. Y no se
trata de decir si es más bonito esto o aquello, si prefiero el vino del Bierzo
o el Prieto Picudo, si el queso de Valdeón o el de los Oteros, aunque pasando
por el Desfiladero de los Beyos, horas después, alguien decía que, como
siempre, la zona más bonita de los Picos de Europa es la que está en León y no
la que está en Asturias o en Cantabria. Luego, cuando cruzamos la raya de Oseja
y dejamos atrás León hubo que decir que en Asturias los Picos de Europa siguen
siendo una joya, porque todos nos habíamos contagiado de esa idea, la de que es
muy difícil que algo no me guste, cuando tengo claro que estoy buscando la belleza.
Ahora que tenemos el AVE
sobrevolando nuestro futuro, ahora que todo el mundo reclama tanto la marca
León como un destino tan a la mano, ahora que parece que ya no va a haber dos
oficinas de turismo y que se unificarán acciones, propongo ese eslogan, porque ya
no sé si es que nos parece bien todo y lo mismo nos da ocho que ochenta o es
que somos capaces de hacer de cualquier cosa algo valioso.
viernes, 16 de octubre de 2015
Lo visible y lo invisible. (En Hoy por Hoy León, 17 de octubre de 2015)
La primera vez que me sentí
verdaderamente atraído por la filosofía fue con la lectura de un fragmento de
“Lo visible y lo invisible”, un libro en el que Merleau-Ponty desarrolla esa
teoría tan divertida del entrecruzamiento entre el cuerpo del hombre y el mundo.
Puede que no fuera nada original, pero, cuando tenía diecisiete años, leer
aquel fragmento me colocó frente al mundo de un modo nuevo. Lo invisible no es
lo contradictorio de lo visible: lo visible tiene un armazón de invisible, y lo
in-visible es la contrapartida secreta de lo visible. Fíjate qué cosa tan
hermosa. Resulta que todo lo que no veo en ti es lo que te constituye o, si
quieres que te lo diga de otro modo, hay en ti un secreto, un ser inasible, un
armazón de materias y energías inalcanzable a mi percepción, que es lo que te
construye. De hecho, tu invisibilidad plena, la imposibilidad de saberte, la
certeza de tu desaparición en el instante mismo en el que termine mi
comentario, te hacen más presente, más real.
Lo dijo Rosita este fin de semana: “es muy fácil ver una montaña, eso
cualquiera lo ve; lo difícil es ver las cosas pequeñas”. Y a mí me apetece
retorcer un poco más el pensamiento y decirte que sí, que es verdad que
cualquiera puede ver una montaña, y que tiene mérito ver las cosas más
pequeñas, pero lo que verdaderamente me maravilla es contemplar lo invisible y
descubrir que es lo único que merece la pena. No lo digo como lo diría el
Principito. No estoy hablando de lo esencial, que es verdad que es invisible a
los ojos, lo digo en un sentido más fuerte, digo que lo invisible es el armazón
sobre el que se construye lo real. Lo que no está, lo que no se ve, lo que no
se toca es lo único importante, porque es ese misterio cuántico el que nos
construye.
Lo invisible es lo que
cuenta. Lo pensé estos días a cuenta de la noticia de las pintadas en la
Catedral. Lo pensé de esta manera: hay un joven que ha realizado pintadas
ofensivas en los muros exteriores de la Catedral; lo que se ve es bien
sencillo, es una montaña que cualquiera puede contemplar; letras azules
escritas con rotulador; consonantes; “p”, “t”, “v”, “g”, "n", “s”; vocales; “u”,
“a”, “i”, “e”; repetidas y combinadas mostrando una ofensa inaceptable; lo que
no se ve es más difícil de entender: más allá de si se trata o no de la
conducta de un enfermo mental, de si ya está reparado el daño, cuesta alcanzar
lo invisible del acto. Y me acordé de Merleau-Ponty, me acordé de que todo lo
que se muestra oculta un lado que no se muestra. Y vengo pensando toda esta
semana en este asunto, viendo en lo que se ve lo que está oculto y me llega el
eco de los botones que los senadores leoneses han apretado en el Senado votando
lo que no hubiera votado Herrera si fuese senador y me asomo a los cimientos
del nuevo restaurante de comida rápida que se construye con trabajos previos a
la concesión de la licencia de obras. Veo lo que veo.
También pienso en una niña
encerrada en el alambre de espino que la rodea. Una niña torturada por la vida que
oculta su drama anestesiándose en el humo de la marihuana para hacer invisible
lo que todos ven. Y, a veces, creo que es mejor no darse cuenta, mirar como
quien no ve ninguna montaña y vivir como si nada, porque hay mañanas que en el
café, sin llegar a los posos, somos capaces de adivinar lo que nos espera del
otro lado de las cosas, eso que dice Merleau-Ponty que nunca podemos ver. Pero
me puede el amor por lo invisible y tengo fe en que se pueden mover montañas.
sábado, 10 de octubre de 2015
Hojas podridas en el suelo. (En Hoy por Hoy León, 9 de octubre de 2015)
Uno vive en la confianza de
que todo permanece, aun sabiendo que todo cambia. O al revés, uno vive en la
creencia de que todo cambia, cuando en realidad todo permanece. Cualquiera de
los dos pensamientos sirve. A pesar de los cambios aparentes o superficiales,
la esencia de las cosas queda. Nos salen arrugas, se nos cae el pelo, se nos
dibujan bolsas debajo de los ojos, pero somos los mismos. Nos vemos en el
espejo y, aunque no sabemos quién es ese extraño que nos mira desde el otro
lado, sabemos quiénes somos, quiénes seguimos siendo a pesar del paso de los
años. El árbol del jardín es el mismo, aunque haya crecido tanto y ahora que
todavía conserva sus hojas, es el mismo que el que será dentro de unos días
cuando sus ramas estén desnudas. Uno y el mismo siempre a pesar del cambio. Solo
que también nos damos cuenta de que cada cosa que hay en el mundo se deteriora
o se crea a cada instante, se degrada o se perfecciona. Todo, absolutamente
todo, natural o artificial, está sujeto al paso del tiempo a la modificación
permanente, al cambio eterno que construye la permanencia en el flujo de la
realidad. Siempre distinto, en su cambiar, y siempre el mismo, ya sabes, como
las aguas del río.
Entonces, ¿con qué nos
quedamos? ¿Un caos siempre cambiante con apariencia de unidad o un orden
perfecto escondido bajo una apariencia de permanente movimiento? En el fondo,
¿qué más dará una cosa que la otra? ¿A quién le importa todo ese rollo
metafísico? Me enredo en cuestiones que no tienen ningún interés. Me lo decían
hace poco, que ya lo hice el viernes pasado, que me había enrollado sin salir
hacia ninguna conclusión clara. Es verdad. Me pierdo en mis propios
pensamientos y luego no sé salir de ellos, pero debes perdonarme, es pura perplejidad.
Es la perplejidad en la que me encuentro leyendo alguna de las noticias de la
semana pasada. Una del sábado, creo, o de este lunes a cuenta de lo que ha
ocurrido con las novatadas en la ULE. Fijo que esta perplejidad mía no es
exclusiva de lo leonés, seguro que algo así ha ocurrido en otras universidades.
En el día de la integración, me ha parecido leer, a los jóvenes estudiantes que
llegaban por primera vez a la Universidad se les ató con cinta americana, se
les lanzaron huevos y harina y se les hizo tragar alcohol con un embudo. No sé
si tú sientes la misma náusea que yo, la misma perplejidad. Si luego los chicos
que entraron en el Hospital en coma etílico lo hacían por esto o por otra
causa, casi que me da igual. Solo pienso en la situación, en lo que alguien con
un mínimo de inteligencia pueda encontrar de divertido en la escena de un
muchacho atado tragando alcohol por un embudo. No me da la perplejidad para
soltar ni una carcajada. Me da igual si se trata de las mismas bromas de
siempre con otro aspecto o si se trata de nuevas bromas con la misma pinta de
salvajada de siempre. Y no me importa si quienes se sometieron a tal vejación
lo hicieron forzada o voluntariamente. No quiero juzgar en absoluto la conducta
de nadie. Solo me apetece expresar mi perplejidad. Mi deseo de que esto no suceda,
aunque haya muchos chicos a quienes les apetezca ser humillados de este modo.
No creas que me he quedado a
gusto. Ya sé que estoy exagerando. Debo podar las ramas antes de que se les caigan
las hojas. Pienso en los árboles. En su desmán. En el modo adecuado de
controlar su afanoso crecimiento. En esforzarme y podar los árboles ahora,
antes de que se les caigan las hojas y se queden podridas en el suelo.
viernes, 2 de octubre de 2015
Uso terapéutico. (En Hoy por Hoy León, 2 de octubre de 2015)
Lo habrás oído mil veces.
Esta semana, sin ir más lejos, lo has oído en referencia al juicio por tráfico
de drogas que se ha seguido como pieza separada de la causa principal, contra
las acusadas de ser responsables de la muerte de Isabel Carrasco. Dicen, en su
defensa, que la marihuana que se encontró en su casa durante los registros
policiales era para uso terapéutico. Lo has oído en ese contexto, pretendiendo
convertir en algo legal lo que no lo es. Pero hoy yo quiero hablarte del uso
terapéutico en un contexto más amplio. Me gustaría pensar que mi reflexión de
hoy pudiera tener un uso terapéutico que sirviera para ayudarte quizá en una
hipotética limpieza de neuronas perezosas, una imposible cauterización de
células cordiales inservibles, una improbable devastación de fibras sensibles anuladas.
¿De qué podemos hacer un uso
terapéutico? Fíjate que los rusos y los franceses andan con el bisturí de las
bombas haciendo terapia en Siria y dicen que es algo ineludible para la paz.
Será verdad, ¿cómo se lo voy a discutir a quienes tienen tanta información y
deciden sobre la vida de las personas, aunque vivan a miles de kilómetros de
los despachos en los que nunca se ha mirado hacia una guerra con más de cinco
años y cientos de miles de muertes a la espalda? Yo no soy quien para discutir
ese uso terapéutico de la violencia. Solo puedo decir que no me ofrece
confianza una terapia tan decidida después de tantos años de tibieza. Algo que
no sabemos sale en el escáner del enfermo para que de repente haya una decisión
tan drástica en lo que se refiere al tratamiento del problema. ¿Será cosa de la
luna roja del otro día?
Podíamos haber hecho un uso
terapéutico de la luna, ya que la teníamos tan cerca. Se me ocurre que
hubiéramos curado muchas indiferencias con una dosis adecuada de su luz, porque
la luz de esa luna de sangre, esa luna tan próxima, actúa de manera eficaz en
la sensibilidad de los que no saben ver las cosas bellas. No sé si lo has
probado. Es como decir que, detrás de la oscuridad de todos los días, hay un
agujero en el cielo por el que se cuela la belleza. Tienes que aprender a
verlo, ya lo sé. Pero a todo hay que ir haciéndose. Hasta respirar por primera
vez nos cuesta y es algo sin lo que no podemos vivir.
Me gustaría fomentar un uso
terapéutico de la sonrisa, del “buenos días”, del “por favor” y del “gracias”.
Controlando las dosis, no te vayas a pensar, que de sobra sabemos que todas las
medicinas tienen un nivel de tolerancia y cada vez es menor el efecto que
producen, si se toman en cantidades inapropiadas. Ya sabes que de las medicinas
no se debe abusar y hay que tomarlas bajo prescripción facultativa y no vale
decir que es algo que te recomendó una amiga, porque a veces las amigas nos
recomiendan medicinas amargas que no sirven para nada. Me gustaría encontrar un
uso terapéutico de la amistad. Una droga tan poderosa como esa debería estar
prohibida sin prospecto de uso, sin posología, sin relación de
contraindicaciones. Hacemos tantas veces un uso tan utilitarista de la amistad
que creemos que los males del espíritu se curan solos, se deshinchan como el
ibuprofeno combate la inflamación de los tejidos con solo tirar del blíster en
el que tenemos escondidos a los amigos. Y no es así. Siempre hay un modo
inadecuado de medicarse.
viernes, 25 de septiembre de 2015
La menos uno. (En Hoy por Hoy León, 25 de septiembre de 2015)
En la planta menos uno del
Virgen Blanca está la Unidad de Custodia. Supongo que, por el nombre, en esa
unidad deben ingresar personas reclusas que necesitan de una atención médica
hospitalaria. También imagino que deben ingresar allí personas que padezcan
enfermedades psiquiátricas que puedan suponer un peligro para la integridad de
otros o para la integridad de sí mismos. Pero esto solo lo supongo, porque la
referencia a la existencia de esta Unidad me ha llegado por un camino que no
puedo desvelar. Uno nunca supone que existen soluciones a necesidades que nunca
ha tenido, o mejor dicho, aunque sabemos que hay necesidades que nunca hemos
tenido y suponemos que deben existir mecanismos de solución para problemas que
nunca han sido nuestros, no nos podemos imaginar qué soluciones ni qué
problemas son esos, hasta que la realidad nos roza con su dedo y nos pone
frente a frente en una de estas situaciones.
Te cuento todo esto porque
hace unos días me llegó la noticia del suicidio del hijo de un amigo mío. Era
un chico cariñoso, sin problemas, un chaval estupendo, que tenía la costumbre
de beber quizá un poco más de la cuenta cuando salía de fiesta, pero como
tantos otros. Un muchacho normal en una situación normal. Y, de repente, me
llega la noticia terrible de que se ha quitado la vida.
La persona que me contó la existencia de “la menos uno”, la planta en la que
está la Unidad de Custodia en el Hospital de León, sabe bien de qué te estoy
hablando. Le tuvieron encerrado allí hasta un treinta y uno de diciembre y
cuando el día uno quiso ir a felicitar el año a las personas con las que había
estado internado, no le dejaron entrar. “¿Tú sabes?”, me decía, “¡qué
impotencia, chico! No me dejaron saludar”. Después supo que dos de los que
habían estado con él se habían suicidado y lloró de pensar el dolor y la
tristeza que tenía esa gente sin que nadie se diera cuenta. Mientras me lo
contaba estaba sonando “Lágrimas negras”. Se oyen lágrimas negras, aunque me
cueste morir y permanezco ajeno al drama inmenso que se desata a cinco
centímetros de mi rutina. Pero no te dejes engañar. Esa distancia que te parece
tan pequeña es absolutamente insalvable y ni mi amigo, ni su mujer, ni los
amigos del chico, ni sus médicos, ni los dioses más cercanos pudieron prever el
dolor de su angustia. Esa distancia es eterna.
El dolor y la tristeza de
“la menos uno” no son reconocibles en ningún escáner. Todo lo verdaderamente
real es tan fugaz y tan íntimo que se escapa entre los dedos como el agua, que
creo que fue una canción que también intentó cantarse aquella noche. Me decía
mi hija ayer por la tarde que hay momentos en la vida que son mágicos,
instantáneas irrepetibles como la del día que paseábamos por una chopera y un
corzo que cruzaba por el camino se resbaló ante nuestras narices, nos miró
desde el suelo y se levantó de un salto. Yo la llevaba en una silla de ruedas.
Acababa de salir de una dolorosa operación. La belleza de aquel instante se
grabó para siempre en su memoria y desde entonces ha intentado repetir la
experiencia de encontrarse con un corzo en la misma chopera. Ayer me decía que
ya sabe que eso no puede ser, que el momento exacto en el que la magia se asomó
a su dolor fue aquel instante y que nunca más un corzo la volverá a mirar a los
ojos como aquel día. Saber esto, comprender la valiosa intensidad de cada
instante, es todo cuánto podemos hacer para aliviar el dolor que nos rodea. Eso
y completar un cuadro para organizar el alma.
sábado, 19 de septiembre de 2015
El suero de la verdad. (En Hoy por Hoy León, 18 de septiembre de 2015)
Así es que el perro de la
Guardia Civil no sabía que acababa de traspasar la línea del límite de sus
competencias. Estaba siguiendo el rastro de la peregrina desaparecida cerca de
Castrillo y se metió en terrenos de la Policía Nacional, ¡vaya faena! ¿Quién
sabe si la investigación habría ido más rápido si el sabueso hubiera seguido
haciendo su trabajo sin que la curiosa manía de los humanos por parcelar la
vida (y apropiarse de un trozo) no hubiera interferido en su animal instinto al
margen de toda regla de demarcación? Es difícil decirlo, al menos lo es para
mí, que no tengo ni idea de cómo se desarrolla una investigación policial y
tampoco entiendo mucho de los ritmos de la instrucción judicial, pero el
sentido común dice que todo habría ido más rápido.
Seguro que es importante que
cada uno conozca bien sus competencias y no se extralimite, porque se entiende
que cada uno sabe de lo que le toca y es mejor que las cosas las hagan los que
saben. Me parece bien que se organice el trabajo, que se reparta, que haya
personas que tengan una visión global de los problemas y que quienes actúen
sólo tengan que ocuparse de hacer lo que les mandan para que todo funcione en
interés de un fin global que no puede ser otro que el del bien común. Y eso a
todos los niveles, en la búsqueda de una joven peregrina desaparecida, en la
educación de un niño, en la venta de un terreno, en la puesta en marcha de un
polígono industrial, en la sanación de un cáncer. Creo que es una buena manera
de organizarse. Lo que pasa es que, esos límites, esa demarcación del
territorio adecuado de actuación tiene que ser flexible. Ya, ya sé que me vas a
decir que si las normas son flexibles no son normas, que precisamente en eso
está su virtud, en el hecho de ser rígidas, conocidas por todos e inamovibles,
lo que nos procura un espacio de seguridad, un modo de saber lo que debemos
hacer y lo que no en cada momento. Ya. Tienes razón. Lo que pasa es que muchas
veces la vida se desborda más allá de las líneas rojas y nuestra animalidad, la
del perro de la Guardia Civil, se desentiende de las marcas impuestas por la razón
y alcanza el objetivo perseguido, la felicidad, el bien común. En el caso del
perro rastreador, el triste descubrimiento de un cadáver.
Llama la atención en este
suceso que se acelerase la investigación ante la presión del gobierno de los
EEUU. ¿Te quieres creer que tengo amigos que me han dicho que el FBI le inyectó
el suero de la verdad al sospechoso para que confesase? Yo me imagino que no
tienen ningún dato para afirmar tal cosa, que es algo que sencillamente se les
ha ocurrido y lo sueltan así, como si fuese verdad. Como si fuese una de esas
verdades que cualquiera con dos dedos de frente debería conocer. “No te
preocupes” dijo uno, “en cuanto les dejen a los americanos, le inyectan el
suero de la verdad y ese canta la Traviata”. Lo dijo el día antes de que
confesase el presunto asesino. Supongo que sería una pura coincidencia, porque
los motivos que llevan a un ser humano a cometer un crimen son inconfesables,
pero el alivio moral que supone la confesión termina en muchos casos por
empujar a los criminales a confesar. Es cierto que entramos en el territorio
del sermón y esa ya no es nuestra competencia, pero déjame que te pregunte, ¿a
ti no te gustaría que te inyectaran el suero de la verdad para saber qué cosas dices?
martes, 15 de septiembre de 2015
sábado, 12 de septiembre de 2015
Soñar es vivir un rato más. (En Hoy por Hoy León, 11 de septiembre de 2015)
Parece ser que se trataba de una persona que no recordaba
sus sueños y te digo que se trataba, porque según me cuenta mi amigo Luis,
ahora ha aprendido a recordarlos. Tengo que confesar que no sé cómo se puede
hacer eso. Una vez escuché a Lolo hablar del asunto, pero no le hice mucho
caso. En principio porque uno casi nunca sabe cuándo habla en broma y cuándo
habla en serio y lo que estaba diciendo que había que hacer para recordar los
sueños sonaba un poco peregrino. Era algo con un vaso de agua y ya no sé bien
qué más. Creo que el plan consistía en asociar un objeto físico a un proceso
mental. El modo concreto de hacerlo era, según me parece recordar, beber medio
vaso de agua antes de irse a dormir pensando en el deseo de recordar los sueños
al día siguiente y dejarlo en la mesita de noche para beber la otra mitad del
vaso al despertarse. ¿Qué te parece? Menos mal que siempre avisaba de que en
unos casos funciona y en otros no.
Eso es lo tremendo, que
tomamos por cierto lo que solo es probable y hacemos que meras coincidencias se
conviertan en leyes indiscutibles. Si lo hemos hecho con las leyes de la
física, ¿por qué no lo vamos a hacer con el arte de recordar lo que se sueña?
En fin, que confieso que no sé cómo se las arregló mi amigo para que esta
persona de la que os hablo comenzara a recordar sus sueños. Nunca antes había
recordado ninguno y, la primera vez que se acordó de lo que había soñado al
despertarse, dijo: “¿sabes? Creo que soñar es vivir un rato más”. Y me gustó mucho
la expresión, porque conecta con una verdad que tenemos en la base genética de
nuestra cultura, aunque nunca hayamos leído a Calderón de la Barca, la idea de
que vivir y soñar son la misma cosa. Y me atrapa el modo de decirlo, porque ese
rato más, ese ratito más, son esos cinco minutos que tan deliciosos nos saben
cuando se los robamos al despertador. ¡Déjame cinco minutituos más!, que aquí,
en la confortable placidez de mi cama no hay otra vida que la de mis sueños.
Entiendo que para alguien que nunca ha soñado pueda resultar difícil distinguir
la realidad.
Y como resulta que soñar es
vivir un ratito más al delicioso calor de tus deseos, se hace maravilla la vida
cuando sientes que estás viviendo eso que te parecía algo soñado. Hay algunos
momentos brillantes en el cielo de nuestras biografías, ratitos de vida que son
la realización de un sueño. Yo siento hoy el calor de uno de estos momentos,
pero no por mí, sino por contagio, por desborde de la alegría de haber visto un
sueño realizado. Es vivir un ratito más, ya lo creo. Le ha pasado a Paz Brasas,
una escritora leonesa que lleva muchos años con la literatura escondida entre
las venas, enhebrada en sueños, encallecida en el trabajo de todas las mañanas.
Ha escrito muchas cosas Paz y ya había publicado algunos relatos de forma
dispersa en una publicación mensual en la que también el maestro Muñiz colaboró
algunos años. Ahora tiene la fortuna de vivir un rato más, de recordar su sueño
y verlo en el escaparate de una librería, apoyado al lado de un libro de
Tolkien, pongamos por caso. El libro de ella, su sueño, se llama Teófilo y las
bestias, bueno, Teófilo y las bestias de
la catedral para más señas. Lo edita la editorial Rimpego y es más que un
cuento para niños. Te animo a que entres en su sueño y puedas vivir tú también
ese ratito extra. “Me encanta lo bonito que es, me decía Paz la otra mañana, y
huele tan bien…” Es lo que pasa a veces con la vida, que huele como en los
mejores sueños.
viernes, 4 de septiembre de 2015
Ahora que sé que te asustan las tormentas. (En Hoy por Hoy León, 4 de septiembre de 2015)
Me ha gustado mucho leer
algo que dice Luis Mateo Díez, hablando de su nuevo libro. Dice que “le
interesa más la leyenda que la realidad”, que la realidad está desacreditada,
que parece que todo es un poco mentira o que todo está lleno de engaños. Y creo
que esa ficción de lo real es más que una pose estética. Se convierte en un
modo de vida, en una descripción. Te dejé en junio hablándote de mentiras y
vuelvo en septiembre diciéndote que la realidad es un tremendo engaño que
nuestra desidia ha dejado que se vaya construyendo a su antojo. ¡Fíjate qué
canallada! ¡Cuándo resulta que estaba en nuestra mano imaginar nuestras propias
ficciones y vivir en ellas, hemos sentado el trasero en el salón del sofá para
creernos las fantasías de otros!
Por lo menos, las que se
inventa Luis Mateo Díez tienen la ventaja de la belleza. Las que se nos cuelan
en el salón de casa por los rincones del cable son torticeras e interesadas,
como si la ficción del dinero fuese lo único real, lo único verdaderamente
real, lo único. Me sobrecoge ver anunciadas en la tele colecciones de historia
de la filosofía y cursos de inglés, mezclados con fascículos para aprender a
tricotar que te regalan las agujas y un poco de lana para que te enredes en tu
imaginada felicidad. Y es que coser es un ejercicio de relajación máxima y de
poderoso entrenamiento mental. Es necesario ejercitar la coordinación mano-ojo,
se produce un esfuerzo de concentración que mejora el funcionamiento
intelectual y además se trabaja en relación a la consecución de un objetivo.
Más o menos lo que dicen de los videojuegos los que defienden los videojuegos. Un
ticket para la evasión.
Así es que, si te parece
bien, voy a tratar de hablar este año lo menos posible de
la realidad de las noticias, de la realidad de la calle, de la realidad de la
vida, porque, como dice Luis Mateo Díez, tiene uno la sensación de que acaso no
sea eso una verdadera realidad. Y no, no pienses que es que me he vuelto
definitivamente platónico y que niego la realidad del mundo sensible para
afirmar una realidad racional, no. Lo que me pasa es que ya solo veo mentiras y
para hablar de las mentiras de otros, prefiero ir inventándome las mías y
contártelas despacio ahora que he descubierto que te asustan las tormentas,
ahora que sé que no quieres oír los truenos de lo que se mueve ahí fuera, ahora
que veo que te parte el alma el rayo de una foto de un niño sin vida en una
playa turca, una foto que no ha hecho López, de sobra sabes ya por qué. ¿En qué
perversa fantasía tienen lugar realidades como esas?
En mi fantasía no hay globos
de agua en un parque. No juego con globos de colores, ni los dejo en papeleras,
ni discuto con policías, ni multo a un padre por jugar con su hija, ni promuevo
una campaña en las redes sociales para airear una situación que quizá fuese una
pequeña tormenta en un vaso de agua. Pero se airea fácil cuando hablamos de
globos y de niños. Y es una forma de falsear la realidad, porque los verdaderos
dramas hablan de fronteras que se cierran. “Si ustedes parasen la guerra en mi
país, nosotros no querríamos venir a Europa”, lo dijo un niño en su fantasía,
un niño al que no asustan las tormentas, porque sus demonios son otros: tienen
cara y sonríen ciegos de ira en la blancura aterradora de la noche más cerrada.
Menos mal que nos queda la literatura, Luis Mateo.
viernes, 26 de junio de 2015
Tres mujeres. (En Hoy por Hoy León, 26 de junio de 2015)
Son frases oídas al azar.
Ideas que me llegan como en un soplo. La última que tengo danzando en mi cabeza
es una de Abraham Lincoln, esa que dice que puedes engañar a todo el mundo
algún tiempo, y que puedes engañar a algunos todo el tiempo, pero que nadie
puede engañar a todo el mundo todo el tiempo. En inglés suena mejor, porque esa
idea de parte de la gente y parte del tiempo es más precisa que nuestro algún,
es una indefinición más concreta, si es que eso tiene algún sentido. Hay una
parte de la gente que vive siempre engañada, pero solo una parte y también es
verdad que todo el mundo ha vivido engañado parte del tiempo, pero solo una
parte. Lo descomunal es la mentira absoluta, el imposible engaño de todos
durante todo el tiempo.
No estoy hablando del asunto
de la UPL y el pacto en la Junta. Ese es un tema que se me escapa y no sé si
hay quien miente todo el tiempo o quien sencillamente quiere creerse todo lo
que le cuentan. Tampoco relaciono la frase de Lincoln con los asuntos de la basura
en el Ayuntamiento de León o las fantasiosas supuestas promesas del PSOE a sus
alcaldes y concejales electos asegurándoles más puestos en la Diputación de los
que estaban disponibles. Tampoco veo raro lo que pasa en tantos pueblos
pequeños en los que es imposible alcanzar mayorías de gobierno y los pactos
multibandas se ven saboteados por pequeñas falsedades, verdades a medias o
abiertas traiciones. Ya dijimos que habría historias para no dormir con la
aritmética de los pactos o esa geometría variable de la que habló en su día
Zapatero a modo de metáfora de un hoy contigo y mañana con el otro.
No sé bien por qué se me ha
quedado en la cabeza esa frase, pero la recuerdo cada cinco minutos y hasta la
repito en voz alta. Me pasa a veces. Hace poco no era una frase, sino el nombre
de una mediofondista rumana de los años ochenta. Se reía un compañero de mí
porque de repente le pregunté, “oye, ¿tú sabes quién es Doina Melinte?” Cuando
uno tiene en la cabeza ese tipo de cosas es que está sobrepasado de estrés. También
me pasa que más que frases oídas al azar, números o nombres, tengo en la cabeza
pensamientos recurrentes. Yo que sé. Pensamientos del estilo, “hoy es la última
vez que llevo a mi hija al colegio”. Y el lunes, que fue la última vez que lo
hice, estuve pensando en eso todo el día, en eso y en la curiosa coincidencia
de que el último día que la llevé al colegio fue el primero en el que ella, en
el coche, escuchó una canción de los Beatles. Esa que habla de Desmond y de
Molly, de su puesto en el mercado y de que la vida continúa en un sostén,
Obladí Obladá. Y pensamientos del estilo de “hoy es el último día que te cuento
cosas, por lo menos esta temporada”. El último día que le doy de comer a este
gato, el último día que me siento en esta mesa de despacho, el último día que
te hago llorar mientras conduces camino de tu pueblo.
Doina Melinte pudo ganar una
medalla de oro en Los Ángeles por el boicot de Rusia a los Juegos del 84. A
veces pasa, que hay circunstancias que te colocan en lo alto del podio. Le pasa
a Martínez Majo, que ya preside una Diputación sin mujeres. Bueno, no, que hay
tres, Manuela, Teresa y Pilar. Una Diputación con tres mujeres y veintidós
hombres. No podemos pretender engañar a todo el mundo todo el tiempo, porque al
final se nos nota lo que hay.
viernes, 19 de junio de 2015
Ramadán. (En Hoy por Hoy León, 19 de junio de 2015)
Desde que sale el sol hasta el ocaso. Es y no es una medida. Lo es,
porque se trata de un modo de segmentar el tiempo y en cierto modo eso
significa medirlo, pero no lo es porque para que se tratara de una medida tendría
que ser un estándar y enseguida comprenderás que no es lo mismo decir desde que
sale el sol hasta que se pone en el polo norte que en el sur. Y además ocurre
que ese lapso, ese intervalo de tiempo,
no es el mismo tiempo al mismo tiempo, porque ni amanece, ni se pone el
sol en el mismo instante en dos lugares distintos de la tierra. Así es que ese
mandato del Ramadán del ayuno y la abstinencia desde que sale el sol hasta que
se pone no se refiere a un intervalo de tiempo, sino, permíteme la cursilada, a
un paréntesis de vida. Y ya sabes lo que opino de la vida y el tiempo, que no
hay más tiempo que el de la vida y no hay más vida que la que se da en el
tiempo. Por eso me importa poco medirlo y no hay comparaciones, porque la vida
de cada uno es respecto al tiempo su propia medida y no se trata de vivir más o
menos tiempo, sino de ser consciente de la vida en cada momento. Y ahí es donde
entra en juego la interesante idea del paréntesis.
Imagino a millones de musulmanes observando el Ramadán. Aquí en León,
en la puerta de la mezquita se veía mucha actividad esta semana, señal de que,
como en todas partes, los mahometanos celebran la revelación divina al profeta
Mahoma. Es como que hacen un paréntesis en su rutina y, aunque sigan con la
misma actividad de cada día, cada gesto que hacen está marcado por su decisión
de no ingerir nada desde el amanecer hasta el ocaso, hasta ese momento en el
que se haya puesto el sol y tomen un dátil y un sorbo de agua y se cierre en
una oración el paréntesis diario. La conciencia de estar en tiempo presente.
Conozco a un estudiante musulmán del que hablaba Fulgencio en la tertulia de
hace un par de viernes. Sus propios compañeros dicen de él que es una mente
brillante, un cerebro para las matemáticas. Tendrá que resolver un paréntesis
antes de seguir adelante con la ecuación de su vida, porque su familia ya no
podía pagar el alquiler del piso y han tenido que emigrar más al sur, en busca
de un trabajo de temporada. Será difícil que ese muchacho que hoy estará
ayunando tenga la oportunidad de desarrollar su talento y las habilidades que
ha adquirido. Si quieres que te lo diga en términos de economía, hemos
invertido en un producto insostenible, pero ha valido la pena. A veces pienso
que la tarea de educar tiene que ver más con la magia de la emoción, con el
brillo del polvo de hadas, que con la bata blanca de la instrucción y la
técnica. Por eso nos salen productos inciertos, incógnitas, variables
independientes, integrales indefinidas, sistemas de ecuaciones, teoremas
indemostrables, proporciones áureas, series significativas, humanidad entre
paréntesis.
Te parecerá curioso, pero ahora que has decidido que cambiarás el
modo de extender tu polvo de hadas y tu nueva tarea te permitirá escuchar por
las mañanas esta radio que es la que siempre escuchas, podrás observar que
abrimos y cerramos paréntesis con cada aleteo y que todas las sumas y los
productos que has planteado han dejado en nada las divisiones y las diferencias
y es curioso que sea hablando de Ramadán, cuando en estas líneas, compañero del
alma, compañero, recoja para ti, que tanto has dado a quienes nadie les da
nada, un guiño de admiración y reconocimiento.
sábado, 13 de junio de 2015
Por la noche, cuando pienso. (En Hoy por Hoy León, 12 de junio de 2015)
Me
decía ayer ilusionada una niña de trece años que había estado en el
entrenamiento de la Selección y que había participado en la pitada a Piqué. Le
pregunté por qué lo había dicho y me dijo que no sabía, que había pitado porque
todos pitaban, pero no sabía por qué.
Vestida
de rojo para la ocasión, la ciudad se enseñaba al mundo desde el césped del
Reino de León, y el nombre de León, el recuerdo de su Reino, se vaciaba en el
micrófono de los comentaristas deportivos y en los teclados de los que
escribieron las crónicas. La consabida fiesta del fútbol, la consabida buena
imagen de la ciudad, la consabida excelente acogida a nuestra selección. Todo
consabido, relamido, repetido, puede que un poco revenido. Hasta que salió Piqué
a calentar y el estadio entero se vació
en una pitada brutal. La niña del entrenamiento quizá tuvo tentación de seguir
silbando en su casa, porque todos lo hacían. Estoy convencido de que muchos de
los que silbaban en el Reino de León cada vez que el catalán tocaba una pelota
sabían por qué lo hacían, o mejor dicho, creían tener una razón poderosa para
hacerlo, pero, del mismo modo, creo no equivocarme si digo que otros muchos
silbaban al futbolista un poco por envidia y otro poco por un perverso dejarse
llevar, que es lo que está haciendo todo el mundo. Te aseguro que no me interesa
en absoluto esta cuestión. Para mí no es relevante si Piqué es independentista o
si lo que dijo en la celebración del título respecto a ese cantante amigo de
Ronaldo es inapropiado, me parece una discusión artificial generada para llenar
las horas muertas de la información deportiva una vez que se ha acabado todo. Y
eso me da una idea: la mayoría nos dejamos manipular porque aquí estamos, una y
otra vez haciendo lo que se espera que hagamos, mientras observamos de reojo al
grupo para intentar hacer lo que los otros están haciendo. Es patético este
juego de espejos en el que muy pocos son capaces de mostrar su autenticidad. ¿Y
si fuera que la educación lo único que consigue es anularnos? No lo sé. En todo
caso se trataría de un tipo muy primario de educación. Si somos educados, si
sabemos mantener nuestras preferencias de orden personal, nuestros valores
individuales, sociales, incluso morales, ¿cómo es que, en el fondo, esta historia
de Piqué, nos hace su gracia? Para mí que está en nuestras manos modificar algo
de eso y podemos hacerlo si empezamos a pensar en dar a la educación el valor
que merece, porque solo si nuestros hijos y nietos son educados en un sistema
educativo de calidad, seremos capaces de hacer, por lo menos, que todo el que
pite tenga interés en saber, de antemano, por qué es por lo que está pitando.
En
la tele, las gradas, el vestuario, el campo, se veían de primera. Hubiera sido
una imagen fabulosa de no ser por ese pequeño asunto de la manipulación
mediática, esa muestra de falta de libertad. También hubo algún pequeño detalle
valioso. En una imagen fugaz que se vio por la tele, una joven mostraba un
cartel en el que había escrito: “Felicidades, abuela”. He de decirte que sé que
esa abuela es una mujer que se hizo maestra y que supo descubrir el valor de la
educación, el valor de la libertad por encima de todas las cosas. Una idea que
me aborda a veces, cuando cierro los ojos por la noche y pienso. Una idea recurrente
en ese momento íntimo de profunda libertad. La libertad de que nadie se atreva
a insinuarme si debo o no debo pitar.
viernes, 5 de junio de 2015
Farinato Race. (En Hoy por Hoy León, 4 de junio de 2015)
Desde que lo probé en la
Plaza de Ciudad Rodrigo, gracias a mi amiga Concha, mirobriguense de las de
Carnaval del Toro y Campana Gorda hasta quedarse afónica, el farinato es una de
esas pequeñas delicias que uno pone en su lista de las cosas que quiere volver
a probar. No estoy hablando de bocados exquisitos ni sofisticados platos de
imaginativa elaboración, que también me gustan, no vayas a pensar, sino de
pequeñas obras maestras fruto de la necesidad o de la imaginación. Pienso en la
tortilla guisada, la ropa vieja o, si me apuras, en la interminable lista de
platos de cuchara que crecen en los fogones alimentados por lo que haya en la
despensa, al calor de la improvisación y el genio de esa mano que sabe hacer de
la necesidad virtud. Es, ahora que te imagino en la cocina peleándote con el
guiso de hoy, en muchos sentidos salvar una carrera de obstáculos.
Te veo pelando las patatas
mientras repasas mentalmente lo que queda en la alacena, lo que tienes en la
nevera, calculando si puedes evitar un día más bajar al súper, porque sabes que
salir a hacer la compra es otra carrera de obstáculos y la retrasas cuanto
puedes. Y es entonces cuando escuchas el anuncio de lo del Farinato Race, la
carrera de obstáculos extrema que se celebrará mañana en el Parque de la
Lastra, con salida y meta en el parking de los campos de rugby del Área
Deportiva de Puente Castro. He visto vídeos de algunas de las pruebas. No te
haces idea del sufrimiento que propone esta carrera: saltar paredes, subir
cuerdas, correr entre barrancos, por el agua, arrastrar neumáticos con cadenas,
correr con troncos a cuestas, arrastrarse bajo alambradas de alambre de
espino,… No sé decirte. A mí me duelen hasta las pestañas solo de pensarlo.
“Alístate”, dice el reclamo de la empresa que organiza. No es apúntate,
inscríbete, regístrate. Es un llamamiento a la guerra: “alístate”. Y así
ocurre, que los participantes deben firmar un papel en el que se dicen cosas
muy serias acerca de los posibles riesgos. Algo así como un cheque en blanco
contra las responsabilidades de la organización. Y, lo curioso, es que, por lo
que sé, la gente se apunta y participa en el evento y se lo pasa en grande
dejándose la piel en los obstáculos. Creo que es que tenemos muy buen
entrenamiento, aunque no nos damos cuenta. Estamos tan hechos a aguantar, tan
acostumbrados a sobreponernos a cualquier obstáculo que llevamos un
entrenamiento de primera para esto del farinato extremo. Pero, mira, Concha, no
le veo yo la gracia al invento este del de tu pueblo y eso que creo que la idea
ha tenido muchísimo éxito y hay hasta una especie de club en el que se habla de
la Vida Farinata, una suerte de american way of life a lo Ciudad Rodrigo.
Hay un aspecto muy
interesante en esto de la carrera de marras, porque es justo este fin de semana
en el que los partidos políticos están acelerando el proceso de conversaciones
para poder cristalizar algún acuerdo. Me imagino que la reunión del lunes será
una reunión a la que todo el mundo llegue con los deberes hechos y que la negociación
estará ya bastante avanzada, de modo que se hayan superado todos los grandes
obstáculos. Una vez sobrepasada la barrera de la imputación para los electos y
no encontrarse ninguno en este momento entre las filas del PP, parece que
Ciudadanos ya no tiene reparos en permitir que Silván coja la vara de mando.
¡Cuidado con el guiso, que te tengo tan entretenida que se te quema!
viernes, 29 de mayo de 2015
Radiografía. (En Hoy por Hoy León, 29 de mayo de 2015)
Este miércoles pasado el
Pabellón Margarita Ramos era un mosaico de colores. Los chicos y chicas que han
participado este curso en las Escuelas Deportivas Municipales dibujaban con sus
camisetas una estampa multicolor de ilusión, orgullo y alegría. La Gala del
Deporte fue un acto sencillo, un acto sin discursos, sin más protocolo que la
energía de Esther Peñalba, quien consiguió un ritmo espectacular en la presentación
de los premios. Gracias a ella, a la dinámica organización y a las exhibiciones
de gimnasia rítmica, capoeira y gimnasia artística, la tarde pudo ser algo más
que un desfile interminable de muchachos y muchachas recogiendo galardones y
posando para la foto del periódico. Desde la grada llegaba el calor en vaharadas
de entusiasmo. Allí estaban apiñados los familiares. Muchos sencillamente
soportaban estoicos todos los rigores de la situación y otros muchos
disfrutaban con la importancia del momento: en ese instante en el que el equipo
en el que ha estado compitiendo su hijo durante el curso recogía el premio, él
era el mejor del mundo, el número uno y ahí estaba, sonriendo a la cámara y
después haciéndose fotos con su monitor o tirándose por el suelo para celebrar
el triunfo como ha visto que hacen los deportistas de élite en la tele.
Las gradas estaban
abarrotadas y las sillas de la pista totalmente ocupadas por los deportistas
que tenían que recoger premios, por lo que había mareas de chicos y chicas
yendo y viniendo como bandadas de pececillos de colores entre las sillas y por
el escenario. En todo el color de la tarde, solo un punto negro: las tres
primeras filas, reservadas para las autoridades y los equipos directivos de los
centros, estaban prácticamente vacías. Escasa representación municipal y nula
presencia de autoridades educativas. No he visto las fotos, pero me imagino que
esto no saldría en los medios, por eso lo cuento, porque me dolió sentir ese
vacío. Me hubiera gustado que todos los centros educativos hubiesen enviado
alguna representación, que por mucho que se tratara de una actividad municipal,
deberían de haber estado presentes las autoridades educativas, porque el
deporte es educación y las Escuelas Deportivas están organizadas en torno a la
Escuela. Yo creo que hay muchos aspectos mejorables en las Escuelas Deportivas,
sin duda, pero el acto del miércoles estuvo bien organizado y es un acto
necesario, porque el hecho de poder hacer deporte ya es un privilegio en sí
mismo, pero es bonito reconocer además a los que destacan. Quizá sería mejor
que todos subiesen al escenario, absolutamente todos, pero eso sería
interminable, aunque sé que a estas edades, y si me apuras a todas, ganar o
perder no es lo importante.
Por eso me extrañó que no
estuvieran las autoridades educativas, quizá ese fuera un fallo en la
organización o una falta de entendimiento. Me pareció una mancha la gran
cantidad de sillas negras vacías en un pabellón a reventar. Precisamente el miércoles anterior en la
Prueba de Competencia Lingüística de la Evaluación de Diagnóstico para alumnado
de 2º de ESO, en uno de los ejercicios se utilizaba un artículo sobre Cristiano
Ronaldo bajo el título “Radiografía del mejor del mundo”. No me digas que esto
no es una auténtica radiografía: sillas vacías en la gala del deporte base y
Ronaldo a todo trapo para ilustrar el examen. ¿Cuál es el modelo que
perseguimos?
viernes, 22 de mayo de 2015
Barullo de ectoplasmas. (En Hoy por Hoy León, 22 de mayo de 2015)
Te digo que no me extraña
que el candidato del PAL en San Andrés encontrase un cadáver durante la
campaña. Ya decía Francisco Gómez que eso de “encontrar un fallecido les pilló
con el pie cambiado”. Parece ser que el anciano, que había muerto en su casa
sin que nadie lo advirtiese, padecía del síndrome de Diógenes y tenía
almacenada una importante cantidad de basura. Esa muerte en soledad entre desperdicios,
esa desaparición entre los despojos, no deja de ser un signo de los tiempos.
Ya, ya sé que me vas a decir
que cosas como esta han pasado toda la vida, que siempre ha habido y habrá
personas que desaparecen un buen día y que nadie pregunta por ellas. Lo
interesante es que haya tenido que ser un candidato el que tire de la manta y
destape el pastel, cuando, en general, los políticos son tan proclives a evitar
problemas. La muestra, una vez más, en la actualidad: en la web de Radio León
puedes escuchar un extracto de la conversación entre Herrera y un picador que
subió al escenario para reivindicar la difícil situación de las cuencas
mineras. Todo el esfuerzo del Presidente es naturalmente por solucionar el
conflicto generado entre su interés en dar el mitin y la determinación del
minero a que se le escuche. Ese conflicto de intereses entre el dar y el
recibir, ese desequilibrio, es el que hace posible situaciones como la que se
vivió ayer en el Auditorio. Quizá se puede criticar el asalto, por lo que tiene
de forma de violencia, pero tengo que decir que las cosas que dijo algún dirigente
provincial del PP, son una declaración de principios, una marca de la casa que
es lo que hace que exista tanto voto oculto, porque son formas de actuar que no
gustan a nadie. ¿No habrá dos mil maneras elegantes de conseguir que solo te
escuchen los que ya tienes convencidos? ¡Ah!, es verdad, que no te lo había
dicho, que creía que estabas de acuerdo conmigo en la idea de que los mítines
solo sirven para desconcertar al indeciso y enfervorizar al adepto. Hoy nos
tocan los de fin de fiesta y mañana a reflexionar y el domingo a ser buenos y a
sacar todos los cadáveres escondidos en todas las alfombras. Será una noche de
cifras, una noche puede que muy larga. Una noche propicia para los ectoplasmas.
Ya lo verás. Te digo que saldrá mucho ectoplasma a la calle, en un barullo
imposible de victorias. Y después la aritmética del pacto, una nueva forma de
entender la política que hará que todo ese festival de ectoplasmas del domingo
por la noche se vaya ajustando a pactos concretos, soluciones viables para los
pueblos y las ciudades. Así es que va el candidato y se encuentra con un
cadáver tras la puerta. ¡Y a mí que llevan ya muchos días preguntándome por las
ojeras de Gregorio Chamorro! No tengo ni idea, contesto. Yo no sé qué vientos
soplan por el Ayuntamiento de San Andrés, pero seguro que no es un céfiro suave
y apacible.
Y hasta aquí la campaña
electoral. Mañana toca reflexión y el domingo salir de dudas. La sopa de letras
se resolverá en porcentajes y ese barullo de ectoplasmas del que te hablaba se
irá concretando en gobiernos reales, con la emoción de los que llegan a la
política con el deseo de hacer bien las cosas y el hastío de los habituales que
tal vez cojan la vara de mando más pendientes de sus problemas que de los tuyos.
viernes, 15 de mayo de 2015
Magia Blanca. (En Hoy por Hoy León, 15 de mayo de 2015)
Hay veces que la verdad te
llega como en un disparo. Me encanta cuando me pasa, porque me doy cuenta de
que, cuando eso ocurre, es porque mi mente ha suspendido su actividad. Quizá la
forma más sencilla de comprenderlo es hablando de lo que se ha llamado
“pensamiento ajá!”. Martin Gardner escribió un libro muy divertido sobre el
tema. Un libro que te recomiendo y que se llama “¡Ajá! Paradojas que hacen
pensar”. En él explica algo que ya me dijo mil veces mi profesor de latín, que
los problemas que no somos capaces de resolver hoy debemos encerrarlos en un
cajón y olvidarnos de ellos, de manera que, al volver a enfrentarlos al cabo
del tiempo, lo normal es que se resuelvan en un golpe de vista o que hayan
dejado de ser problemas. Y la verdad es que bien pocos son los que persisten.
Anoche me contaban una
historia lejana, la de una mujer ya mayor que se agarró a su bolso y se escapó
de su día a día, emprendió un camino cualquiera y se refugió del calor de este mayo
atípico en un lugar en el que nadie podría encontrarla. Nadie salvo su propia
muerte. Ya ves. Lo curioso es que no me produce tristeza un suceso semejante.
Más bien me da por pensar que es un triunfo. Cuando analizo las circunstancias
comprendo que es un suceso horrible, triste y doloroso. Eso es lo que me dice
mi mente. En cambio, visto desde la intuición estratégica del “¡ajá!”, ese acto
de voluntad liberadora es un triunfo.
Al hilo de la idea del
triunfo, me han hablado estos días de un muchacho que es mago y que se dedica a
pasar por los hospitales de Madrid haciendo magia a los niños enfermos de
cáncer. Lo he asociado con el triunfo. Dice este mago que antes le preocupaba
mucho ganar dinero, tener éxito, triunfar para vivir bien y resulta que ahora,
desde que está yendo a los hospitales, esto ha dejado de ser un problema para
él, porque ahora entiende que lo único que importa, lo único que realmente
valora, es la vida, porque dice que es lo único que tiene que realmente vale la
pena. Es el mago Alberto. Y claro que sé que no es novedad que haya magos
solidarios. La novedad es esta manera de entender el éxito, este enfoque de la
idea del triunfo, porque una de las primeras cosas que uno tiene que aprender
para poder ser feliz es que las pérdidas son positivas. Las enfermedades no son
problemas, son armas que nos da la naturaleza. Iba a decir armas para crecer,
pero ahora hay varias palabras que, por lo menos hasta que no termine la
campaña, son difíciles de usar. El infinitivo da mucho juego, porque a veces
viene de un mal uso del imperativo. Creced se convierte en crecer, trabajar
viene de trabajad y hacer, bueno, no sabría bien decir qué es lo que podemos
hacer. Y es que es curioso esto de los infinitivos, que también el PSOE lo trae
a la espalda con su “Gobernar para la mayoría”. Y es que, en el fondo, el
infinitivo esconde un cierto carácter imperativo. Lo he visto en la foto de
Silván, esa en la que está con las manos abiertas como queriendo dar una
explicación. Cuando lo ves al pasar, parece el gesto de un pistolero, el gesto
que hacíamos cuando niños y jugábamos a policías y a ladrones y nos
disparábamos con el dedo. Creo que es un gesto desafortunado a pesar de la
calidez y la bondad que se respira en la foto. ¿Cómo serían estos políticos de
niños? ¿Le gustarían al niño Silván los trucos del mago Alberto?
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