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viernes, 6 de febrero de 2015

Fora do continente. (En Hoy por Hoy León, 6 de febrero de 2015)

Uno de mis escritores preferidos es Torrente Ballester y uno de sus libros que más he disfrutado es La saga/fuga de JB. Ese territorio incierto y a la vez tan reconocible en el que se sitúa Castroforte del Baralla me devuelve siempre la sensación de isla que acompaña la historia de determinados pueblos. Reconozco mi propia infancia en un pueblo manchego, aislado en la llanura del centralismo, como una de esas historias y entiendo que el aislamiento no es tanto la consecuencia de una evidencia geográfica como el resultado de un proceso cultural. Cierto que si te detienes en historias como la del viaje de Ramón Carnicer a La Cabrera, descubres islas cercanas, islas próximas que abundan en esa idea de que ser isla nos es necesariamente estar rodeado de mar.

Me ha dado por pensar sobre este asunto de la isla por varias circunstancias que convergen en ese concepto. La primera de ellas es que, aunque ya no nieva como antes, parece que últimamente sí que nieva como entonces. Y cuando nieva de este modo y la nieve se acumula y lo iguala todo con su blancura, se producen efectos indeseados, como puede ser el de los coches que se golpean por circular sobre el hielo, el de los tejados que no soportan el peso de la nieve o la incapacidad de los ayuntamientos, como dice el alcalde de Cistierna, para hacer frente a los gastos derivados del temporal. Ahí tenemos a la UME, haciendo rescates de quienes quedan atrapados por la nieve, aislados en sus propios vehículos, en la impotencia de no poder ir ni para delante ni para atrás. Idea de isla. Pueblos a los que les cuesta llegar a las quitanieves, casas aisladas en el exceso de esta nieve que viene de otros tiempos, aquellos en los que sí que nevaba como entonces y no estos tiempos raros en los que ya no nieva como antes nevaba. Son tiempos incómodos, pero por poco. Lo dice MUSAC, Lo que ha de venir ya ha llegado. Y lo hemos visto entrar en el salón de casa por el televisor, añado yo. Lo que sucede es que, en esa isla mínima que es nuestro sofá, solo vemos lo que queremos ver y nos sentimos tan a gusto en nuestra isla que no queremos pensar otra cosa que imaginarnos siempre pisando la tierra firma del continente.

La segunda circunstancia es que disfruté de la belleza con que Nicolás Martínez cuenta el modo en el que se vive en la Illa de Ons en su película Fora do continente. La puedes buscar fácilmente en internet si quieres verla y te aseguro que ni las imágenes, ni la música, ni la magia filosófica con la que hablan las dos mujeres protagonistas podrán quitarte la idea de que un horizonte no es un límite y que ninguna isla te puede encerrar si tienes a tu lado sentada a nuestra señora imaginación. La isla es un espacio mental en el que ninguna de las mujeres de la historia que se narra en el documental queda atrapada. Se puede vivir aislado a dos pasos de Madrid y vivir en absoluta conexión con todo en un mundo situado fuera del continente.  

La tercera la explica Cecilia Barriga en su documental Tres instantes, una película que se puede ver en MUSAC en la que se conectan los acontecimientos que tuvieron lugar en tres escenarios diferentes en los que el descontento ciudadano, en lugar de expresarse de forma aislada, tomó cuerpo enseñando que la historia es una construcción de todos y que cada uno de nosotros, si quiere,  puede dejar de ser isla para fundirse en el mar de las emociones y la acción colaborativa.

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