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viernes, 27 de noviembre de 2015

Breve historia del futuro. (En Hoy por Hoy León, 27 de noviembre de 2015)

Hasta el día 4 de enero, se presenta, en el Museo del Louvre, una exposición temporal bajo el título “Una breve historia del futuro”. El título hace referencia a un ensayo de un economista que en su día, aún siendo capaz de hacer historia del futuro, no supo prever la crisis de 2008. Hoy, tanto tiempo después, es el comisario de esta exposición temporal, una exposición que, por cierto, fue duramente criticada en algunos foros franceses en el momento de su inauguración. Cuando caminas junto al Louvre y te fijas en los carteles, tienes que quedarte pensando si no se tratará de una provocación. ¿Bello o sublime?, preguntaba provocador cierto profesor de estética. Hay un segundo en el que cambia tu vida y en el segundo anterior no puedes ni imaginar que algo como lo que te ha sucedido te pudiera suceder. Por eso es por lo que me parece tan provocativo anunciar una historia del futuro, a no ser que consideres que la historia es una forma de literatura y pertenece al terreno de la invención. Entonces sí. Entonces te permito que me hables de una historia de lo que está por venir. Pero dime que esa historia es un cuento, porque lo que veo es que nadie es capaz de prever el horror.

Eso dicen en una cadena de televisión francesa que precisamente en estos días ha lanzado una campaña publicitaria para una serie que inició el martes la sexta temporada con el eslogan “Va a hacer falta resistir”. Ignoro de qué va la serie, pero la coincidencia en el tiempo con las circunstancias del pueblo francés tras los atentados hace que ese eslogan sea una breve historia del futuro. Porque parece que es eso lo que toca. Toca resistir. Claro que tampoco es nuevo, porque hace mucho tiempo que venimos resistiendo. Solo que cuando lo ves escrito en la trasera de un autobús y ves en la acera a cuatro soldados preparados para la guerra, la resistencia es otra.


Te cuento estas cosas porque te estoy hablando desde un pueblo del cinturón de París, un pueblo a dos paradas de tranvía del centro de ese barrio que se ha hecho célebre tras los atentados. Te digo que paseo por las calles desiertas sin ningún temor, que el tranvía que atraviesa Saint Denis venía el miércoles abarrotado de trabajadores que volvían desde el centro a su barrio mientras en los bares se veía a los más jóvenes disfrutar a través de la tele de la victoria del PSG en Suecia. Es un barrio con mucha población árabe, las mujeres señalan su condición con sus pañuelos y los hombres se saludan con cuatro besos y se llaman “habibi” al verse. En los edificios, monstruosos edificios construidos para dar cobijo a tanta mano de obra barata, descansan marroquíes, argelinos, senegaleses, chadianos, qué se yo qué, todos nacidos en Francia, hijos de padres también nacidos en Francia y puede que hasta abuelos nacidos asimismo en suelo francés. Estamos aquí para hablar de educación con los que enseñan a sus hijos. Hemos venido desde León para ver cómo trabajan, para compartir experiencias, para ver la posibilidad de exportar a Armunia alguna de las cosas que hacen y para facilitar que puedan recorrer Europa los muchachos y muchachas con menos recursos de nuestras escuelas. Te digo que nadie habla de los atentados, que todos siguen el curso de la vida diaria con la normalidad que les exige su grandeur. Lo hablaba con Borja ese mismo miércoles: Paris está en la calle como si nada. Aunque hay mucha gente que tiene miedo, más en provincias que en la capital, el miércoles París brillaba con la lluvia, ¿quién lo habría podido adivinar?

viernes, 13 de noviembre de 2015

Enmarañados. (Audio)

Enmarañados. (En Hoy por Hoy León, 13 de noviembre de 2015)

La política está enmarañada, quien la desenmarañará, el desenmarañador que la desenmarañare, buen desenmarañador será. Uno se niega a pensar que la democracia sea solo un juego de palabras o una sopa de letras. Fíjate que ayer por la tarde, hablando con una niña adolescente y con su madre, se nos coló en la conversación un pasaje de Platón, ese en el que se habla de que el “camino recto del amor, ya se guíe por sí mismo, ya sea guiado por otro, es comenzar por las bellezas inferiores y elevarse hasta la belleza suprema”, hasta alcanzar la belleza en sí, el conocimiento de lo bello en sí mismo, descubriendo la belleza en todo, desde los cuerpos bellos, a las bellas ocupaciones y de éstas hasta las bellas ciencias. La verdad es que no soy yo muy de Platón, pero en esto del amor sí que anduvo fino y quizá El Banquete sea uno de los libros más recomendables para acercarse a la filosofía por primera vez. Es preciosa la explicación de cómo andamos buscando a nuestra otra mitad, pero no te voy a dar muchos detalles de eso, que ya te lo sabes.

La candidatura estaba enmarañada y ahora se desenmarañó. Yo preferiría seguir hablando del amor, porque el amor es lo único que queda cuando cerramos la puerta de nuestros días y es algo que ya sabemos, que una vida sin amor no merece la pena ser vivida. Y sin embargo ponemos el foco en otras cosas. Inventamos historias sobre nosotros mismos para hacernos más interesantes, para parecer más altos nos ponemos alzas, nos colocamos fajas para parecer más flacos, hasta nos creemos tener títulos que nunca hemos conseguido, como nos pasa a los del atleti, que nos creemos que fuimos campeones de Europa dos veces aunque solo fuera unos minutos. Por eso las cosas se enmarañan. Se mezcla realidad y ficción, se funde teatro y locura, como en una representación de Marat – Sade, ese momento entre las butacas en el que el único cuerdo es el observador que ama su silencio y deja que las palabras se le claven como cuchillos en el corazón. Uno del público. El Público. Vuelta a jugar con las palabras en la sopa de letras de la política y convertir Marat – Sade en Sadat Maraña, ficción, realidad, literatura.

Hace nada nos ha estado contando Paz Brasas de su Teófilo. Yo cuando veo en mi imaginación la belleza de las bestias de la catedral, me doy cuenta de que son personajes de DreamWorks, que tienen la fuerza de las cosas bellas, que están a un paso de lo que decía Platón, bien lejos de la maraña de empujones por aparecer en lo más alto de las listas. Pobre Platón con su utopía de una República ideal construida sobre la base de la educación de cada uno según su alma, si viera las filigranas para encajar los nombres adecuados. Es Lagarto, apoyado en el muro, llorando. ¿Pero una escultura de piedra puede llorar?


A veces pasa. A veces pasa que la cosa se enmaraña y luego se desenmaraña. Y el silencio de la piedra se vuelve música y hay un niño que quiere que su padre lo lleve a ver una calleja que no existe, todo porque lo ha leído en un libro editado con un gusto exquisito, ilustrado con genio y escrito con toda la belleza del amor por las cosas, la gente, la infancia. A diferencia de los que se inventan a sí mismos para crecerse, los hay que hacen cosas y las hacen valer. Las listas ya empiezan a estar listas y veo que en ellas no hay ni un abrigo de paño rojo, ni una bufanda de punto.

viernes, 6 de noviembre de 2015

La piel de lo sagrado. (Audio)

La piel de lo sagrado. (En Hoy por Hoy León, 6 de noviembre de 2015)

Con todo lo que se está moviendo por las redes sociales con el tema de la entrada al aparcamiento en la Plaza Mayor, debería centrarme hoy en eso y hacer unas risas con el tema de la jaula. Seguro que solo recogiendo lo que el ingenio popular ha ido inventando, se me cierra el artículo sin pestañear. Lo que pasa es que ya traigo comprometido el tema desde el sábado y no puedo faltar a mi intuición.

Me había propuesto no hablar de Halloween, porque me parece que todo el debate sobre si es una fiesta importada o si nos estamos dejando comer el terreno en nuestras tradiciones es un debate baldío. Las tradiciones no son puras, quiero decir que siempre encontramos en toda tradición cultural una pequeña variación con respecto a la del vecino y también nos damos cuenta de que nuestras tradiciones se van modificando en función de lo que nos llega de otras culturas. Así es como se ha ido produciendo la evolución cultural, con esos dos fenómenos de enculturación y aculturación jugando una disputa dialéctica continua. Afortunadamente las tradiciones cambian. Te lo cuento porque estuve conversando este domingo con una compañera que defendía el Holywins, esa fiesta que está promocionando la Iglesia Católica frente a la invasión americana de disfraces, calabazas y caramelos. Recuperar la tradición de Todos los Santos me parece bien, ¿por qué no? Aunque creo que es un error negar la evidencia de la importación cultural de la fiesta americana. Lo gracioso es que esa fiesta americana es una fiesta europea que exportaron los irlandeses al otro lado del océano. Hallowen proviene de la expresión All Hallows' Eve, que quiere decir literalmente “Víspera del Día de Todos los Santos”, una fiesta católica, mira tú por dónde. Y esa fiesta católica procede de las fiestas romanas que sustituyeron a las fiestas de tradición celta que celebraban el final de la temporada de cosechas y el principio del invierno. Vamos, lo que ya sabíamos, que todos somos lo mismo.

Resulta que este sábado coincidió que pasé la tarde en Toledo y tuve la ocasión de ver esto del Holywins. Los niños que se habían vestido de santo estaban pendientes de saber cuándo se terminaba la fiesta y podían finalmente ir con sus amigos de puerta en puerta pidiendo caramelos disfrazados de Spiderman. Bueno, esto solo lo imagino, pero tenían los pobres cara de agobio, cara de no entender qué era lo que se estaba celebrando. Yo te digo que me encantaba la tradición de representar el Tenorio la noche de difuntos, pero entiendo que a los muchachos del whatsapp, aquello de “llamé al cielo y no me oyó” les parezca extraño. Nos quedamos en la piel de lo sagrado. Nos perdemos en aristas que no son nervios profundos de la vida.


Te digo también que en la Casa de Cultura de Vilecha había preparada una fiesta de Halloween para el fin de semana. Lo sé porque el domingo todavía estaban los adornos. También sé que no se celebró, porque había muerto una mujer muy joven de forma inesperada. Y, ¿sabes? Ahí es donde yo creo que enseguida descubrimos lo que está en la profundidad de lo sagrado, porque esa mujer, con su muerte, salvó muchas vidas. La tristeza de sus hijos, la pena profunda que borró de Vilecha cualquier posibilidad de fiesta, tiene un brillo de esperanza escrito en las personas que hoy viven gracias a ella, gracias al sencillo gesto de haber dejado dicho que quería donar todos sus órganos cuando muriera. Y eso sí que es sagrado.