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viernes, 10 de junio de 2016

Elástico, como la cinturilla de una falda. (En Hoy por Hoy León, 10 de junio de 2016)

La plaga del gusano gris devora el maíz al atardecer y los agricultores hacen sonar las alarmas porque los tratamientos fitosanitarios que están llevando a cabo no están siendo eficaces. El campo siempre está en problemas. Miramos la negrura de la mina a la vez que vemos la inseguridad de la agricultura y si escuchamos en el recuerdo de las noticias, enseguida vemos cómo el sector primario se encuentra siempre en primera línea de alerta. Me parece que no está bien incluir la minería en el sector primario, pero a mí me gusta verlo así, porque creo que los minerales son algo que nos da la tierra, algo que recogemos de ella como quien recoge la miel de las abejas o la madera de los chopos. Y sobre esas cosas que nos da la tierra venimos oyendo voces de alarma desde siempre, porque cada vez estiramos más de ellas.

Así es que el gusano gris devora las plantas de maíz a la altura del grano de germinación y de esa manera impide el brote. La frase es tan enigmática como clarificadora, quiero decir que, sin saber bien qué es exactamente lo que hace el gusano, se comprende que es algo devastador, y la advertencia de que devora una finca entera en una noche es sobrecogedora. Cierto que en la noticia que he leído se habla de “una finca” sin clarificar el estándar, porque ya me imagino que esa finca no es devorada por un solo gusano y que sus dimensiones no son unas dimensiones concretas. Me da por imaginarme un gusano glotón devorando todo el maíz que hay entre Villadangos y Hospital de Órbigo en una sola noche y me echo a temblar. ¡Menudo gusanón! Pero no es mi intención entrar en polémica sobre esta cuestión, que ya sé que decir que el gusano devora una finca en una noche es solo una manera de hablar, una forma de explicar lo importante del problema. Pero déjame que estire el asunto por ese lado, déjame tirar de ahí. Déjame hablarte del gusano, déjame explicarte cómo se siente, cómo vive esa vida gris de gusano gris escapando del tratamiento fitosanitario.


Ocurre que uno puede sentirse gris como un gusano gris, devorador insaciable del grano, y pensar que su vida no es otra cosa que eso, arrastrar la barriga por los campos de maíz sin más horizonte que ese mundo pequeño y sin colores. Nos ocurre con frecuencia que los otros nos colocan, o nosotros mismos nos colocamos -¡qué sé yo!-,  en ese estante del fracaso y nos sentimos grises como un gusano, pequeños, desafortunados. Es porque, en muchas ocasiones, estamos viviendo una vida impropia y lo hacemos porque nuestra realidad es como el elástico de un pantalón de deporte o la cinturilla de una falda, que se pueden estirar para que quepa cualquier barriga, aunque sabemos que la falda, o el pantalón, solo le quedan bien al que viste la ropa de su talla. La realidad nos permite creernos que vivimos como nosotros queramos creer que vivimos, esa es su gran virtud, la elasticidad. Es terca, porque la realidad siempre termina imponiéndose, siempre termina volviendo a su verdadera dimensión, pero puede estirarse cuanto haga falta para hacernos creer que vivimos lo que nosotros queremos. Pero, escúchame bien, es muy importante saber vestirse un pantalón o una falda de la talla en la que uno está cómodo, para que estirar de la cinturilla sea solo una pequeña aventura, un acto infantil, una travesura y no un eterno suplicio, para no verse en la obligación de gusano gris de tener que devorar en una noche una finca entera.

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