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domingo, 23 de octubre de 2016

Pegamento. (En Hoy por Hoy León, 21 de octubre de 2016)

Hoy te traigo un número de juegos malabares con tres palabras: fundido, difundido y confundido. Ya sé que el tema debería de ser el modo de conseguir entradas para el partido del miércoles, pero para eso ya tienes una guía en la web de Radio León que te explica todos los vericuetos. Eso sí que son juegos malabares. Ya verás cómo el miércoles es una fiesta el Reino de León y todo el mundo disfruta de la noche como de una de esas grandes noches de gala en las que parece que el mismo aire que respiras va vestido de largo y lleva lentejuelas. Poco importa que seas o no del Madrid. Si puedes y te gusta el fútbol vas a ir o lo vas a intentar y vas a emocionarte con esa sensación tan especial de los días de magia.

Te sentirás confundido en la masa, fundido con los demás, difundido a todo el planeta formando parte de ese rostro sin máscara que es el público. Esa manera de estar, de dejar de ser uno para ser la masa, produce una psicología diferente del comportamiento humano. Lo hemos visto con los hooligans polacos en su versión más cafre, pero sabes a qué me refiero, porque ese sentimiento colectivo, ese fundirse, confundirse, difundirse en la masa, provoca en ocasiones un bienestar que genera adicción. Ya lo hemos hablado más veces. Las grandes concentraciones de personas alteran la percepción de la realidad. Goebbels lo sabía muy bien. A veces esa impunidad de masa se extiende después al comportamiento ordinario y nos comportamos en pequeños grupos como jamás nos comportaríamos a nivel individual. Es lo que te contaba de los polacos el martes.

Y, en muy pocas ocasiones, pero muchas más de las que deberíamos permitir, algunos se dejan cegar por lo que les van contando a su alrededor y se transforman ellos en un subproducto de la masa y entonces se convierten en salvajes capaces de las peores atrocidades. Y dan rienda suelta a su frustración, a su dolor o a su sencilla incapacidad para aceptar la realidad y cometen las peores tropelías, apoyándose en una supuesta situación de superioridad. Esa falsa percepción de la realidad no les exculpa, porque se asienta sobre la creencia de que el otro, la otra en este desgraciado asunto, es un objeto de su propiedad. Ya sé que hay grados en todo esto del maltrato, que es muy difícil saber decir en dónde empieza el maltrato, porque damos por buenas muchas maneras de relacionarnos que suponen agresiones encubiertas. No es una puñalada, pero, cuando decimos “mira qué pinta llevas, pareces yo que sé qué”, ya estamos traspasando la frontera de lo admisible. Quiero decir que es una barbaridad lo que ha pasado esta semana. No obstante, no sé si necesitábamos conocer todos los detalles. Tampoco tengo claro que fuera bueno que la víctima hiciera declaraciones. Me pongo en la piel de esa mujer tan despreciablemente vejada y agredida. Es importante la visibilidad, cierto, pero, ¡qué dolor! ¿No te parece?

Hay que difundirlo. Lo sé. Pero me siento confundido. Fundido con ella, para volver a los malabares del principio. No hay disolvente suficiente para separar el modo en que mi dolor se pega al de ella. Pero no sé si hacía falta que estuviese en el foco de todos los medios. Con lo que nos había contado su abogada era suficiente. La masa necesita un buen rodillo para estirarse y amasarse y hay que darle duro para que luego se convierta en pan, eso está claro. ¡Ojalá que el miércoles disfrutes del partido!

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