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viernes, 10 de marzo de 2017

La casita de chocolate. (En Hoy por Hoy León, 10 de marzo de 2017)

A veces piensa uno que son cosas del destino, que la vida trae y lleva y ata y desata y enreda y hace que uno se enfrente a todo su pasado en una mirada, en una línea, en una canción. A mí me pasó este fin de semana celebrando el sábado de piñata y, para que te sitúes, te cuento que podría haber sido en Astorga, donde tanto se celebra, pero que podía haber sido en cualquier otra parte. Y a mí me pasó el sábado, pero a otros os puede haber pasado el martes viendo un listado o puede que os ocurra esta tarde comiendo una paella a la luna de Valencia, o ayer tomando una cerveza en una terraza al sol de la orilla de un río o esperando, con el bisturí entre las manos, a que llegue el abogado del estado para diseccionar el cadáver de una empresa. Hay un momento como ese en el que sabes que ya puedes decirlo, en el que te lanzas al vacío y lo sueltas: voy para allá; ahora que Herrera anuncia que lo deja, yo estoy en la carrera y voy para allá. 

Y te enfrentas a todo lo que te pasa.

Es una suerte que te pille con paso firme, que no te asole ninguna sombra la mirada, que ese momento de verte sea lúcido y traspases todos los parapetos del tiempo con solo tomar consciencia de dónde estás y lo que quieres. Siempre hay que hacer una pequeña trampa, hay que sacar el hueso de la pata de pollo para que la bruja crea que estás muy delgado y que no vale la pena comerte. Hay que mantenerse a salvo para poder escapar en el momento justo de la casita de chocolate. Y no quiero que nadie piense lo que no es, que ahora no estoy hablando de mí, esto es solo política. Es una cuestión de estrategia. Es la jugada de Silván, la que supo hacer en su día para poder estar ahora en la carrera de vuelta a Valladolid. Ha sabido estar en la casita de chocolate y mantenerse aparentemente flaco. Sin duda saldrá fuera de la jaula y no le pasará lo que a mi admirada Lola, que se hizo un selfie y se lo mandó a su abuela con un mensaje que decía: “mirando a la nada, pensando en todo”.

¡Cómo me gusta esta niña! No ha cumplido nueve años y ya se le ocurren tratados de Filosofía. ¡Mirando a la nada, pensando en todo! Me gustaría saber que eso es posible, que existe esa lucidez, esa capacidad total de comprensión. Cuando nos pasamos la vida mirándolo todo y sin pensar en nada, esa idea de la libertad que transmite Lola con su selfie es absoluta. En la carrera por escapar de la casita de chocolate es preciso alcanzar esa libertad de no mirar nada, para pensar todo, para tener todo bajo el control de la propia voluntad. Pero uno nunca corre solo en esa carrera, todo el pasado va con uno y al lado corren otros que escapan en la misma dirección, por el mismo agujero por donde solo cabe un aspirante. Esa angustia terrorífica de la claustrofobia del estrecho agujero por el que solo entra un candidato podría evitarse si hay acuerdos o puede que haya carrera hasta el día primero de abril y hablemos otra vez del Día de la Victoria, sea de Silván o de Mañueco.


Ya sabes que el jueves que viene se inaugura el Salón Internacional del Chocolate en Astorga. De la piñata al SICA. De los disfraces del pasado al dulce futuro. Mirando nada, pensando todo.

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