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viernes, 17 de marzo de 2017

Ratas. (En Hoy por Hoy León, 17 de marzo de 2017)

     Así es que resulta que hay colonias de ratas. Al PSOE de León le han hecho llegar quejas muchos vecinos de diversos barrios por la presencia de ratas en la ciudad y, en muchos casos, a plena luz del día. Claro que las hay. La rata es un animal con muy mala prensa; yo creo que porque la asociamos con suciedad, con enfermedades, quizá directamente con el fracaso, el abandono o la muerte. Hace poco he leído que es un mito la idea de que las ratas transmiten la peste bubónica, que parece ser que ellas no son el problema, sino que el vector de transmisión de la enfermedad son las pulgas. Eso sí, las pulgas de las ratas. Por eso podemos decir sin miedo al error que tienen muy malas pulgas. Si estiramos la metáfora, vemos que sí, que hay muchas ratas por ahí sueltas y que, por lo general,tienen muy malas pulgas, pero yo, afortunadamente, nunca he visto una de esas.

     Pero no todo el mundo tiene un mal concepto de ellas. Hay personas que las tienen como mascotas y las cuidan, las limpian; les ponen nombre. No sé el grado de fidelidad de la mascota rata. Me imagino que no llega ni a un dos por ciento de la fidelidad de la mascota perro, pero quizá los dueños de mascotas poco habituales no buscan en ellas fidelidad o compañía. No veo, por ejemplo, cómo alguien puede sentirse acogido por una boa o por unaiguana, por mucho que se coma los insectos del jardín. Y sin embargo hay quienes tienen mascotas de ese estilo y no es como aquella moda de los caimancitos que hubo en Nueva York que ha hecho de las alcantarillas neoyorquinas uno de los lugares más peligrosos del planeta. Aunque quizá este sea otro mito.
     
     Yo sé que una vez tuve pececitos naranjas en una pecera redonda y se fueron por el desagüe del lavabo mientras les cambiaba el agua. Me imagino que serían alimento de alguna rata o que se pudrirían en el sifón del cuarto de baño. Uno de ellos se llamaba Estulticia y le escribí un cuento, un cuento que se ha perdido y que estará escondido entre los folios de apuntes de aquellas noches interminables de filosofía y Miles Davis y sueño y radio y, a veces, aire fresco en la ventana. Te juro que no los dejé escapar, se me fueron en un despiste. No es como esos americanos ricos que se compraban la cría de caimán y la tiraban por el inodoro en cuanto crecía un poco y se ponía a dar problemas.

     No sé si es un problema de salud pública que haya ratas por las calles. Lo que me sobrecoge es ese aviso de alarma, esa manera de decir que se permiten el lujo de dejarse ver a plena luz del día. Me pone en guardia, porque pienso que, en la oscuridad de la noche, la ciudad debe de ser un Hamelin desgobernado. ¿Te das cuenta qué horror? Y como no hay flautista que valga, habrá que recurrir al veneno. Parece que estuviéramos hablando de política: veneno y ratas. No de política, sino de eso en lo que se ha convertido la política que ya no es el arte de gobernar la ciudad, la manera de conducirla hacia su mejor fin, sino el modo de conseguir el mejor fin para los que gobiernan. O quizá me confunda. No quiero ser un agorero de barra al uso, aunque me parezco mucho hoy por el tono y por el fondo. Lo que pasa es que el vídeo de la rata caminando por el paso de cebra para esconderse debajo del coche blanco no tiene pinta de ser un montaje.

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