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viernes, 7 de abril de 2017

Búfalo Bill de espaldas a la Azucarera. (En Hoy por Hoy León, 7 de abril de 2017)

Ayer este sol que parece que va a aguantar hasta que se recojan todas las procesiones, iluminaba la estampa de Roberto, sentado en un banco de la Avenida del Doctor Fleming, mientras dejaba pasar las horas en las yemas de sus dedos a través de la pantalla de un i-pad.

La imagen de Roberto en el banco, dando la espalda al edificio de la Azucarera, es la fotografía de una impostura. Date cuenta de que, de lo que nos habían prometido cuando se habló de recuperarla, va a quedar la fachada y poco más. No habrá nada dentro. Y eso es lo que ves, los elegantes muros soportados en un andamiaje de tirantes rojos que anuncian un futuro de cartón piedra, como esos decorados vacíos de opereta que parecen grandes palacios en la distancia y no son nada cuando se miran entre cajas. Ha sido una hermosa ilusión. En cualquier caso, aunque se llenase de algún tipo de actividad en el futuro, el prometido Palacio de Congresos y Exposiciones se va a quedar en la mitad: solo habrá Palacio de Exposiciones, de momento.

Sí. Roberto con su i-pad en la mano al sol del jueves era una foto de las de Mauri en la contraportada de la Nueva Crónica. Ha pasado más de veinte años en Miami -“en el pueblo de Miami”, me dice, “porque Miami es un pueblo”- y gasta sombrero de cowboy con una pluma azul a lo Búfalo Bill en la cinta, melena lacia, bigote y perilla sin recortar que crece hasta apoyarse en el pecho cuando dirige su mirada a las noticias de la tableta; de espaldas al futuro, que se queda a medio camino, como ese viaje suyo a las américas. “Me fui porque había que irse, que aquí no había nada, pero he vuelto y me encuentro que hay menos, que este barrio se ha convertido en un gueto, estrangulado por el río, por las vías del tren, por la propia Azucarera”. Y tiene razón. Lo que pasa es que en América tampoco encontró el paraíso en esa ciudad a la que se fue –“porque yo vivía en Denia, que sí que es una ciudad, no como Miami”-. Ahora, que está enfermo, pasea la máquina que le aporta un extra de oxígeno a sus pulmones maltrechos y busca el sol en el banco de la avenida. Se entiende que se ha venido a la Seguridad Social porque allí quizá el Obama Care no le alcance y menos en estos Trump-times. Pero esto solo lo supongo, que esta parte no me la contó.


Tiene uno la sensación de estar entre la tramoya de un rodaje. Lo malo es que si Búfalo Bill está sentado al sol en un banco mirando el i-pad, ¿qué pasa con los indios? Acuérdate de las películas de vaqueros del sábado por la tarde, de los carromatos puestos en círculo para repeler el ataque de los salvajes del salvaje oeste. Acuérdate de aquellas epopeyas de rostro pálido contadas a ritmo del séptimo de caballería. Acuérdate de estas grandes migraciones que finalmente terminaron en conquista, como la de los españoles en el sur de América. Piensa en el modo que cambió en tan poco tiempo el color de la piel de las personas que vivían en todo un continente. Pero piensa en tantas otras invasiones, por ejemplo en la del Islam primero y en la de los mongoles después en el norte de la India, cuando provocaron la migración de esos que hablaban una lengua común, la de los romá, y que mañana celebran en todo el mundo la fecha del ocho de abril como día internacional del pueblo gitano. Nada nuevo bajo el sol: Búfalo Bill de espaldas a la Azucarera.

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