Buscar este blog
viernes, 26 de mayo de 2017
"Mardito roedore" (En Hoy por Hoy León, 26 de mayo de 2017)
El secreto para poder abrir la cafetera es no llenarla de
café hasta el borde. Suele pasar que los problemas de hoy vienen de malas
decisiones tomadas ayer. Por eso esta mañana, cuando te levantaste con prisa
para ir a trabajar y no eras capaz de desenroscar la cafetera, hiciste mal en
enfadarte con ella; tenías que haber sido consciente de que el problema estaba
antes, justo cuando hiciste el último café. También tiene que ver que no la
limpiaras en su momento, que no la dejaras lista para el uso de hoy, pero eso
ya es un mal colateral, sobrevenido. El error lo cometiste antes. No obstante,
ya has visto que no era imposible abrirla. Ha sido costoso, es cierto, pero al
final la has abierto y has hecho un café. Es posible que hayas puesto demasiado
―todavía no sabías esto que te cuento― y la próxima vez que vayas a abrirla te
vuelva a costar. Procura hacerlo con tiempo y, a partir de ahora, ya sabes:
nunca permitas que se te llene de café hasta arriba.
¿Te acuerdas de Pixie y Dixie? Los perseguía el gato Jinks,
que se traduce por “juerga” o “jolgorio”. Hablaba con acento andaluz y decía
aquello de “mardito roedore” que se ha oído tantas veces también en los
conciertos de Sabina. Aquel gato siempre anunciaba sus planes antes de
ejecutarlos y luego se torcía todo. Casi podíamos decir que era un gafe o un
cenizo. La verdad es que en inglés “juerga” y “gafe” suenan casi igual, por lo
menos para mi oído. La idea es la misma que la de la cafetera. En nuestros
planes ya va incluido el error. Si damos por hecho que la Cultural ya está en
segunda y preparamos la juerga antes de tiempo, podemos encontrarnos con una
cafetera muy dura de abrir. Pero yo creo que lo principal ya está hecho, ¿no te
parece? Y creo que se ha hecho bien. Diría que la cafetera va con el café
justo, que el domingo por la tarde nadie se va a quedar diciendo aquello de
“mardito roedore”, porque, pase lo que pase, lo que cuenta ya está. Si al final
hay un premio gordo como esperamos, lo gozaremos. El gafe se pegará de morros
contra la pared mientras los ratones se escapan por la ratonera. Y ese será el
momento de la juerga.
Este fin de semana todo va a ser fútbol, como el pasado todo
fueron libros, porque la Feria del Libro de este año ha recuperado su brillo y
ha sido ―en mi opinión muy modesta― un éxito por encima de cualquier gafe. Es
cierto que hay una tradición ya consolidada de que siempre que se celebra,
llueve. Y a pesar de los días de lluvia, el ambiente fue de fiesta siempre,
porque había alegría de pippermint y gominolas, porque hubo música y sueño y
cuento y voz y palabra y presencia. Y miradas para encender el cielo, gestos
con los que abrir todas las cafeteras, abrazos para escapar de todo el odio de
cualquier gato, ideas nuevas con las que recargar las armas de la belleza. Y
libreros contentos, libreros cansados, pero contentos, porque vieron que los
lectores siguen existiendo, porque vendieron libros, porque eso que se había
dado por muerto que es el gozo de leer ya no juega en segunda B, aunque no haya
banderas en Guzmán que lo aireen. Editores emergentes, escritores consagrados,
poetas nuevos, cuentistas sobrevenidos, niños todos con sus besos y sus abrazos
y sus juegos. “Mardito roedore”, dice Jinks en andaluz, una frase que sirve
para traducir lo que dice en inglés que más o menos literal viene siendo:
“despedazaría de odio a esos ratones”. Nosotros somos los ratones. El odio
siempre será condicional.
viernes, 19 de mayo de 2017
El primer "je, je". (En Hoy por Hoy León, 19 de mayo de 2017)
Me puede lo racional,
lo sé. Mira que lo intento, que trato de hacerte pensar durante estos tres
minutos del viernes sin enredarme, que, cuando me siento a idear qué te digo,
procuro recoger solo pensamientos sencillos que puedan entenderse fácil por la
radio, porque yo sé que te gusta escuchar, que esto que escribo está pensado
para ser oído al vuelo y no para ser sesudamente repensado. Y sin embargo,
siempre vuelvo a las andadas. Será el eterno retorno ese que dice algún
filósofo. El eterno retorno de lo mismo.
El
martes se estrelló una paloma contra el cristal de mi ventana a la altura de mi
cabeza. No. No era Pentecostés. Tuve que mirarlo, porque me quedé sobrecogido
por el suceso. Si estás tan tranquilo y se estrella una paloma en el cristal de
tu ventana a la altura de tu cabeza, te da por pensar, no me digas. Luego me
han dicho que es algo muy normal, pero a mí no me pasa todos los días. Vamos,
nunca me había pasado. Uno nunca sabe cuál es la lista de las cosas que nunca
le habían pasado hasta que le van pasando. ¿Ves? Ya me estoy enredando. Ya voy
haciendo que crezca el ovillo. El eterno retorno de lo mismo. La vuelta del
espíritu a la vivencia del pasado. La idea de que necesitamos superar nuestras
contradicciones, avanzar en la misma espiral de experiencias que es nuestra
vida. Cuando sentí el golpe de la paloma contra el cristal pensé que podría
haberme dado en la cabeza. Ese martes era el día de las equivocaciones, el día
de las hazañas imposibles. El miércoles, todas esas heroicas previsiones se
hicieron impotencia. Era “O dia das letras galegas” y el escritor al que se ha
rendido homenaje es Carlos Casares, quien escribió durante años una sencilla
columna en la Voz de Galicia en la que relataba su día a día, eso que a mí me
gusta llamar el pulso de la vida. En sus artículos no había tanto ideas como
impresiones, sensaciones, emociones. Pero él era un escritor magnífico, claro.
Y lo de la paloma quizá fuera un desliz.
Seguro que has oído la noticia de que un camionero arrolló a
un ciclista en una carretera de Ciudad Real y se dio a la fuga. Lo que no se ha
dicho es que, según parece, el pobre chaval además de quedar hecho cisco por el
golpe, se quedó sin bicicleta, porque algún listo que pasaba por allí pensó que
no tenía dueño y la echó al coche. ¿Qué te impresiona más, el palomazo o el
robo de la burra? Quizá ninguna de las dos cosas, ya sé, que ya no nos asombra
nada. Podemos estar en medio del lago Michigan y ver pasar una banda de
mariachis en una gabarra vasca y hacemos un par de fotos con el móvil y ya.
Todo lo más lo ponemos en algún grupo de Whatsapp y alguien coloca unos
aplausos o una ristra de caritas amarillas sonrientes o contesta diciendo: “je,
je”.
Ese miércoles del que te hablo, el día después de la llegada
de la paloma, una amiga me hablaba de su hija, jugadora de baloncesto, y me
decía que, por fin, después de muchos meses tras la operación a la que se había
sometido debido a una lesión, le puso un “je, je” en el Whatsapp porque había
podido entrenar sin dolor. A ver quién se atreve a poner el primer “je, je”
tras el posoperatorio de la Plaza del Grano o de la autovía supra Lancia.
viernes, 12 de mayo de 2017
No gano para laca. (En Hoy por Hoy León, 12 de mayo de 2017)
El camino entre
analizar y banalizar es demasiado corto. Y la tentación demasiado grande. Dicen
que dice en la Biblia -yo no lo sé-, que la mujer es un vaso más frágil y que
como tal debe ser tratada por el marido. Dicen que lo dice la Biblia, ya ves. Y
yo lo que veo es que resulta tan fácil banalizar la cuestión, que caemos sin
pensarlo en la misma trampa de siempre, porque creemos que esa fragilidad que
dice la Biblia es real, es literal, como tantas imágenes que hemos asumido como
reales cuando solo pueden ser metáforas, modos de hablar, de la misma manera
que cada palabra dicha o pensada es solo un cristalito entre la realidad y tú,
una tesela del mosaico de lo que hay, algo que construyes pensamiento a
pensamiento.
Ayer me hablaba de su hijo una mujer maltratada. No se trata
de ningún vaso frágil: si me apuras, más que vaso, es martillo o cincel o
azada, porque es coraje y vida y lucha. Es maltratada por la suerte, por la
vida, por las circunstancias, quizá no por su marido –eso no lo sé: sería un
loco si me atreviera a afirmarlo-, pero maltratada hasta el fondo más profundo
de sus bellísimos ojos oscuros que espantan la tristeza en una risa que es
medicina genética para cada instante de su vida. ¡Gracias a Dios! Sí, gracias a
Dios, habría que decir. He leído por ahí que “nada real puede ser amenazado”.
¿Cómo podría serlo? ¿Qué amenaza puede perturbar la solidez de lo real? Esa
mujer maltratada es sólida, es firme en su presencia y no puede ser amenazada.
Ninguna amenaza le llega si no es el dolor real, su propio dolor, su propia
angustia. Pero me hablaba de su hijo, de su indómito hijo adolescente, de ese
hijo imposible de controlar que crece debajo de un inmenso tupé que se mantiene
erguido como un milagro. “¡Si es que no gano para laca!”, dijo muerta de risa
cuando se iba otra vez a la realidad, a esa realidad fría que la tiene helada
de pies y manos. Y “nada real puede ser amenazado”, como también parece ser que
“nada irreal existe”. Es Un curso de
milagros.
A
propósito de la cuestión de las nuevas luminarias LED, me pareció escuchar que
la portavoz de Ciudadanos en el Ayuntamiento decía algo de un “futuro
reciente”. Me imagino que le jugó una mala pasada el directo y que a lo que
quiso referirse es a un futuro próximo. Me encanta la juguetona alteración.
¿Ves? Manejar un futuro reciente es un pequeño milagro. La cuestión de los 20
millones de euros ya la analizarán mentes menos banales que la mía. Yo me quedo
con el milagro del tiempo, aunque sea verbal, porque es muy reciente todo lo
que se ha dilapidado en reformas estructurales, en infraestructuras ultra necesarias,
una especie de tupé con el que se maltrataron las arcas públicas, ese vaso
frágil. Un pasado reciente del que tenemos que aprender. Me gustaría pensar que
este cambio de luces no es un futuro reciente. Quiero decir, más de lo mismo.
Otra vez un modo innecesario de inyectar dinero en la economía para que haya
que elegir de nuevo entre Don Diablo se ha escapado y una sonata de Beethoven.
Venga laca para el tupé y arriba los pelos que es mucho más eficiente la
luminaria LED que la convencional. Y lo será. Y lo tendrán estudiado. Y se verá
mejor todo. Y será estupendo, aunque pierdan los paseos por el centro ese sabor
ámbar de las viejas farolas y alguien gane una millonada con el cambio. Un curso de milagros. “Nada real puede
ser amenazado. Nada irreal existe”.
viernes, 5 de mayo de 2017
Razones por las que se ha helado tu hortensia. (En Hoy por Hoy León, 5 de mayo de 2017)
Me hubiera gustado tirar de una idea que tuve hace unos días
a propósito del despropósito y de la hipocresía de la corrupción. Era una idea
muy vaga, algo que no terminaba de concretarse en nada, como esos devaneos
judiciales alrededor de algunos aparentes casos de corruptelas varias. El
pensamiento es un poco absurdo y es más una imagen que otra cosa. Verás, es
algo así como que la historia, en su devenir dialéctico, enfrenta desde que el
mundo es mundo a los que tienen con los que no tienen y que esa relación de
oposición se ha ido resolviendo de un modo u otro en las diferentes etapas, en
los diferentes momentos en los que la humanidad ha sido capaz de crear técnicas
espectaculares para transformar el mundo. Sobre la legitimidad de los que
tienen frente a los que no tienen y esas cosas no me voy a poner a discutir
contigo, pero sí que estás de acuerdo en que esa tensión ha existido y existe.
La
imagen que tenía en mente es que esa oposición se ha ido resolviendo de manera
que algo tiene que ver por ahí, aunque sea metafóricamente, la estampa de una
manzana. La manzana de Adán y Eva en esa primera toma de conciencia sobre la
ingenuidad moral; la de Guillermo Tell, apuntando a la cabeza de la rebelión
contra los señores feudales y abriendo la puerta al estado moderno; la de
Newton, sentando las bases de lo que iniciaba el puente hacia la revolución
industrial y finalmente la de Steve Jobs, simbolizando esta revolución
industrial que dicen tercera y que puede que ya sea cuarta, una vez que vivimos
en un mundo de robots e inteligencia artificial. No sé si es que la manzana nos
recuerda, permíteme la imagen soez, que somos mamíferos y nos ata a la tierra o
es que, como es el símbolo de la conciencia moral, ha pervivido de revolución
en revolución en tanto que elemento que identifica la necesidad de conocer, el
impulso genético hacia el conocimiento. Y esa idea de la que te hablo era que
esto de la manzana Blancanieves, símbolo de pureza, de salud, de belleza si quieres,
de perfección moral, se me deshacía en algo más burdo - yo que sé-: en un
festival de chorizos como el que hubo el fin de semana pasado en La Bañeza. La
imagen es un poco, parafraseando el título de la peli, que vamos con fabes y a
lo loco. Lejos de las manzanas de la salud, atiborrados de grasiento chorizo
con fabes y morro y oreja y manos y esas inyecciones inmorales de colesterol
puro. Rodeados de corrupción.
Y, claro, uno nunca está seguro de su santidad. Sé que me
dijiste que se te había helado la hortensia, o quizá me lo invento. Creo
recordar que dijiste que las heladas que han convertido el viñedo en catástrofe
han helado tu hortensia porque estaba seca y no ha podido salvarse con un manto
de escarcha, arroparse en humedad para salvar el frío de esta traidora
primavera que ha helado tantos brotes. No ha habido solución para tus colores.
Lucirás solo el rojo de los geranios o el capullo rosa de rosa que se ha
quedado mirando cómo todos los que había a su alrededor ardían en hielo. Y la
hortensia, como dicen en la fala cepedana, escurquillouse toda, que me parece
que tiene un sentido un poco más picarón de lo que yo creo, pero que me encanta
cómo le cae al pelo aquí a tu tragedia. Ya sabes, furon al ramusqueiro y pasó
lo que pasó. Y así veo la política, olvidada de toda manzana, con fabes y a lo
loco.
Suscribirse a:
Entradas (Atom)