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viernes, 19 de mayo de 2017

El primer "je, je". (En Hoy por Hoy León, 19 de mayo de 2017)

       Me puede lo racional, lo sé. Mira que lo intento, que trato de hacerte pensar durante estos tres minutos del viernes sin enredarme, que, cuando me siento a idear qué te digo, procuro recoger solo pensamientos sencillos que puedan entenderse fácil por la radio, porque yo sé que te gusta escuchar, que esto que escribo está pensado para ser oído al vuelo y no para ser sesudamente repensado. Y sin embargo, siempre vuelvo a las andadas. Será el eterno retorno ese que dice algún filósofo. El eterno retorno de lo mismo.

           El martes se estrelló una paloma contra el cristal de mi ventana a la altura de mi cabeza. No. No era Pentecostés. Tuve que mirarlo, porque me quedé sobrecogido por el suceso. Si estás tan tranquilo y se estrella una paloma en el cristal de tu ventana a la altura de tu cabeza, te da por pensar, no me digas. Luego me han dicho que es algo muy normal, pero a mí no me pasa todos los días. Vamos, nunca me había pasado. Uno nunca sabe cuál es la lista de las cosas que nunca le habían pasado hasta que le van pasando. ¿Ves? Ya me estoy enredando. Ya voy haciendo que crezca el ovillo. El eterno retorno de lo mismo. La vuelta del espíritu a la vivencia del pasado. La idea de que necesitamos superar nuestras contradicciones, avanzar en la misma espiral de experiencias que es nuestra vida. Cuando sentí el golpe de la paloma contra el cristal pensé que podría haberme dado en la cabeza. Ese martes era el día de las equivocaciones, el día de las hazañas imposibles. El miércoles, todas esas heroicas previsiones se hicieron impotencia. Era “O dia das letras galegas” y el escritor al que se ha rendido homenaje es Carlos Casares, quien escribió durante años una sencilla columna en la Voz de Galicia en la que relataba su día a día, eso que a mí me gusta llamar el pulso de la vida. En sus artículos no había tanto ideas como impresiones, sensaciones, emociones. Pero él era un escritor magnífico, claro. Y lo de la paloma quizá fuera un desliz.

          Seguro que has oído la noticia de que un camionero arrolló a un ciclista en una carretera de Ciudad Real y se dio a la fuga. Lo que no se ha dicho es que, según parece, el pobre chaval además de quedar hecho cisco por el golpe, se quedó sin bicicleta, porque algún listo que pasaba por allí pensó que no tenía dueño y la echó al coche. ¿Qué te impresiona más, el palomazo o el robo de la burra? Quizá ninguna de las dos cosas, ya sé, que ya no nos asombra nada. Podemos estar en medio del lago Michigan y ver pasar una banda de mariachis en una gabarra vasca y hacemos un par de fotos con el móvil y ya. Todo lo más lo ponemos en algún grupo de Whatsapp y alguien coloca unos aplausos o una ristra de caritas amarillas sonrientes o contesta diciendo: “je, je”.


         Ese miércoles del que te hablo, el día después de la llegada de la paloma, una amiga me hablaba de su hija, jugadora de baloncesto, y me decía que, por fin, después de muchos meses tras la operación a la que se había sometido debido a una lesión, le puso un “je, je” en el Whatsapp porque había podido entrenar sin dolor. A ver quién se atreve a poner el primer “je, je” tras el posoperatorio de la Plaza del Grano o de la autovía supra Lancia.

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