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viernes, 6 de octubre de 2017

El "soci". (En Hoy por Hoy León, 6 de octubre de 2017)

Conozco muchos leoneses a quienes les gusta más el Barcelona que el Madrid o el Betis o el Bilbao. Una simple afición, eso que se llama “aficionados” o como mucho “seguidores”, porque siguen a ese equipo de fútbol y no a otro. Pero también conozco a algunos cuya afición va más allá de un mero seguimiento y se organizan en peñas y participan de la vida del club asistiendo a partidos incluso fuera de nuestras fronteras -perdón por utilizar la palabra “fronteras” en este contexto-. Aman a su equipo y odian al contrario.

Ayer en la prensa se publicó un comunicado de la peña leonesa del Fútbol Club Barcelona en el que anuncia la suspensión de todos sus actos en señal de protesta por la actuación de la directiva del Barça. Mientras tanto la vida sigue y la Cultural irá a Reus, si no ocurre nada nuevo en estos días y los jugadores catalanes seguirán en la Selección Española y posarán delante de las cámaras mientras suena el himno. Sería curioso que el lunes se proclamase en el Parlament la independencia de Cataluña mientras los jugadores catalanes defienden los colores de España en Israel. ¡Qué cosas tiene la vida, precisamente en Israel!

Me doy cuenta de que nunca he necesitado de tanto preámbulo para decir lo que quiero. Me doy cuenta de que mido las palabras con la sensación de que decir o no decir puede avivar fuegos. Pequeños fuegos, ya sé, pero no me apetece encender más discusiones y por eso mido las palabras, porque veo que cualquier palabra dicha de más o de menos encubre un daño, una agresión. Es lo que sucede en las situaciones de conflicto emocional. Lo han dicho muy bien en la peña leonesa del Barcelona. Se trata de un problema de corazón y no de cabeza. Y los problemas del corazón tienen muy mal arreglo por mucho que se hable y se hable.

Todo este preámbulo es porque tengo en los dedos el tema de Cataluña, pero me arde a través del corazón y no soy capaz de sacarlo hacia el papel. Sé que para este pequeño rincón de los viernes debería buscar temas diferentes de los que te acosan en los titulares a todas horas, pero soy incapaz de resistirme porque sufro el dolor de lo insensato. ¿Sabes que esta semana se ha cancelado un vuelo a Cuba vía Barcelona solo porque salía de Madrid? No logro entender esto de las fronteras en la tierra. ¡Cómo para entenderlas en el aire! ¡Imagínate si además son fronteras que no existen! Y el caso es que sé que esta insensatez galopa hacia la locura. Pero mi dolor no nace de ahí. Si te soy sincero, veo la sinrazón y la insania en todas las esquinas, pero no es eso lo que me hace llorar. Lloro porque este miércoles quise hablar con mi amigo Quique, un leonés en Barcelona que me contara cómo ve lo que está pasando, y me mandó un mensaje de respuesta su hermana. Un mensaje terrorífico, helador. La enfermedad con la que ha luchado tanto tiempo acabó con él este martes. Ya no podremos compartir penurias. Me quedaré sin su visión del conflicto. A cambio guardo en cada lágrima su último abrazo y pienso que por encima de los problemas del corazón están los asuntos del alma. Un socio se encuentra en cualquier parte, solo hace falta un interés común: ¡Qué se lo digan a Ramos y a Piqué!


Un amigo del alma es otra cosa y, cuando se va, se te abre una herida que no se cierra con nada.

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