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viernes, 3 de noviembre de 2017

Hundido en la carcoma muerta. (En Hoy por Hoy León, 3 de noviembre de 2017)

A veces la única forma de conservarse es hundirse en lo inerte. Uno tiene la idea de que se mantiene a flote porque trabaja y está activo, porque va y viene y produce y hace una, dos, tres, mil cosas. Esa vaga idea de que hacer mucho nos mantiene tensos y nos regala vida no es del todo correcta. Lo estás viendo. Ahora se comprende mejor por qué digo a veces que la mejor forma de construir es no hacer nada, el mejor quehacer es la quietud.

Hay un principio del Tao que dice: “nada hago y nada queda por hacer”. Es cierto que ese “nada hago” no es literal, sino una metáfora de la serenidad y la calma. Hay dos formas de acción: una en la que la acción es un medio para un fin y otra en la que esa idea instrumental desaparece porque no hay finalidad alguna que se deba perseguir. Así resulta que no hacer y hacer, por ejemplo este artículo, no es importante para algo que no sea este momento en el que tú y yo hablamos. No persigo nada con ello, salvo el hecho mismo de estar hablándote. Así es como yo entiendo el “no hacer” y eso me conduce a la tranquilidad de que las cosas están donde deben, porque siempre es así, porque no puede ser de otra manera, porque lo que ocurre es lo único real. Me pregunto si será de esto de lo que hablan todos esos comentaristas del tema catalán cuando aluden al Principio de Realidad o si se estarán refiriendo a la idea freudiana pura y dura. No lo sé y poco importa. Me consuelo pensando que este pequeño no hacer que es contarte estas cosas, modifica en algo tu desasosiego y te conduce al bienestar, aunque solo sea este ratito en el que me escuchas sin prestar demasiada atención a mis palabras, oyendo la música de lo que digo en el fondo lejano del ruido del día.

Y el ruido del día trae, entre tantas cosas, la mortaja de la salud pública, la apuesta por aligerar las listas de espera derivando enfermos a hospitales privados que, no lo olvidemos, se plantean como negocios y no como servicios. Dice la noticia que la Junta pagará ochocientos cincuenta y seis mil euros a hospitales privados leoneses para que realicen ochocientas setenta operaciones quirúrgicas de cirugía general, aparato digestivo y traumatología. Soy muy malo con los números, pero me parecen muy baratas esas operaciones y eso me hace pensar en el principio: a ver si va a resultar que la mejor manera de tener salud pública es no tenerla. Ya sabes aquello de “para poca salud, ninguna”. Un amigo mío, que ha tenido a su madre sufriendo una de estas derivaciones durante un mes, ha terminado con el cartel de “familiar agresivo”, porque estaba cansado del ir y venir de pruebas, radiografías y cambios de medicación. Al final su madre está en casa más o menos como estaba antes de empezar con la odisea. Ya sé que esto es un hecho puntual y lo normal es que la sanidad funcione de maravilla, por eso acudimos siempre a ella.


La alternativa es esconderse en uno mismo, permanecer hundido en la carcoma muerta, porque es más antigua que tú y no te incordia. Hay quien dice que la controla con un plástico porque la carcoma nace donde muere. No se pasa de un mueble a otro y así, encerrada en ese plástico oscuro que la cubre, mantiene su ciclo de vida y muerte sin hospitales públicos ni privados. Un bicho que no hace nada y nada deja sin hacer.

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