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viernes, 2 de marzo de 2018

Instituto. (En Hoy por Hoy León, 2 de marzo de 2018)


La postura del alcalde de Villaquilambre, en relación con la moción aprobada ayer para instar a la Junta a construir un instituto en ese Municipio, me recuerda el famoso “y sin embargo se mueve” de Galileo. Ya sabes que, acusado de mantener posiciones contrarias a las Sagradas Escrituras, se vio obligado a retractarse de sus teorías y abjurar delante del Tribunal de la Inquisición romana admitiendo que el sol se mueve alrededor de la tierra, que permanece quieta. Del mismo modo, pero sin Inquisición, claro, el alcalde de Villaquilambre se ha visto en la necesidad de apoyar la moción del Instituto, aunque le parece oportunista. Algo así como, vale, me sumo a la petición porque no puedo no hacerlo, pero…

Es difícil ser Sócrates y beber de buen grado la cicuta por mantener lo que piensas. Creo que a nadie se le puede exigir. Ni al mismísimo Galileo. Basta ese sencillo “pero se mueve” para acallar la conciencia y poder seguir trabajando. Estarás conmigo en que, en cualquier caso, el valor de decir “pero se mueve” delante de un tribunal de la Inquisición no es comparable a este “pero es oportunista”. Sobre la cuestión de fondo, me imagino que pasará lo que con el geocentrismo, es decir, que lo que valía como verdad antes de Copérnico, no vale después y hoy día ni siquiera la imagen heliocéntrica que dibujó el polaco nos sirve para explicar las cosas. El Instituto en cuestión será o no será necesario en función de lo que la verdad determine. Y la verdad es que es muy posible que haga falta, ¿quién puede negarlo si a los de Valladolid se les concede algo parecido?

El otro no es la causa de mis sentimientos. Solo es el detonante. El “click” que los enciende. No podemos entendernos en el otro, sino en nosotros. No podemos defender nuestros argumentos apoyándonos en la razón de otros. Sé lo que estás pensando, porque me dices que este es el único municipio de más de diez mil habitantes que no tiene un instituto y esa es una buena razón, pero yo no quería hablar de quién tiene o quién no tiene razón. Yo quería hablar de esa excusa, de ese dejar en hueco la decisión de apoyar la moción, ese suspensivo “pero es oportunista” frente al heroico “pero se mueve” de Galileo. Porque el valor de lo que decimos está en lo que comporta y hay muchos viernes que me pregunto por el valor de lo que te digo y si no estaré ensayando una excusa vana en lugar de un compromiso cada vez que te hablo.

Me gustaría asomarme a tu cabeza por un agujero azul, como esos que se han ido rasgando en la valla de las obras de la estación, esa valla de rafia abierta con mil ojos para que los curiosos comprueben que del otro lado están trabajando las excavadoras. Asomarme a tu cabeza y ver qué comporta esto que te digo, para decidir si es verdad que eres el centro del universo y mis palabras no te rozan o si todo gira alrededor de una nebulosa de indefinición que flota blanda y pesada en el gesto mecánico, en la pincelada precisa, en el teclear de tus manos mientras me escuchas. Hay una cierta reverencia en esto, de modo que abjuro con corazón sincero y piedad no fingida, condeno y detesto todos mis errores, pero sí que te digo que, de la misma manera que hay quienes han empezado una colecta de a céntimo para el Museo de la Semana Santa, habrá que empezar otra para el Instituto.     

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